En un mundo de hombres
como era la sociedad de la antigua Roma, un colectivo de mujeres consiguió un
estatus especial: las vestales, sacerdotisas que custodiaban el fuego sagrado
de Vesta, la diosa protectora del hogar, cuya llama ardiente simbolizaba la morada
de todos los romanos; es decir, Roma, por lo que si ésta se apagaba era preludio
de una gran desgracia para la ciudad. En ese caso, la vestal encargada de su
custodia era azotada por negligencia.
Según la leyenda, la
primera vestal fue Rea Silvia, madre de Rómulo y Remo, aunque fue Numa Pompilio
(segundo rey de Roma), quien instauró a las vestales como uno de los colegios
sacerdotales de la ciudad, el único cuyos miembros eran en su totalidad
mujeres.
Las vestales gozaban de
múltiples privilegios no al alcance del resto de mujeres romanas. Eran
reclutadas entre las familias nobles a muy corta edad, y desde ese momento
abandonaban la tutela paterna pasando a depender del Pontifex Maximus. Aun así no estaban bajo la autoridad de ningún
hombre, podían disponer de sus bienes y hacer testamento. Su persona era
inviolable, poseían escolta y herirlas era un hecho castigado con la muerte. Tenían
asientos reservados en los espectáculos públicos, su palabra era considerada
ley en un juicio y podían otorgar el perdón a un condenado, en ocasiones.
A cambio debían hacer
voto de castidad, y en caso de incumplirlo, el castigo era la muerte. Como
estaba prohibido verter la sangre de una vestal, la infractora era encerrada
viva en una cámara oscura y su amante también era ejecutado. No obstante, este
castigo fue raramente impuesto, salvo que aconteciera una gran desgracia y se
culpara a la vestal. Sólo el Pontifex
Maximus, bajo cuya tutela estaban las vestales, podía aplicarlo y, si
aportaba pruebas, pues también era algo funesto condenar a una vestal inocente.
En 12 siglos de historia romana únicamente hay 10 casos documentados de juicios
a vestales, uno de ellos precisamente en tiempos de Domiciano, aunque no se
sabe con certeza el castigo impuesto (algunos autores hablan de que las
inculpadas fueron quemadas vivas).
La permanencia en la
orden de las sacerdotisas de Vesta duraba 30 años y, cuando finalizaba su
sacerdocio, eran liberadas del voto de castidad y se les asignaba una pensión
vitalicia. Podían vivir de manera independiente o casarse si lo deseaban, y
aunque ya eran mayores para la época (rondaban los 40 años) no les faltaba
pretendientes porque casarse con una antigua vestal otorgaba gran prestigio.
Los 30 años de
sacerdocio se dividían en tres etapas, cada una de las cuales duraba 10 años:
novicias, sacerdotisas e instructoras de las nuevas novicias. Normalmente en
cada grupo había unas seis vestales. A la cabeza de ellas estaba la Vestal
Máxima.
Las novicias eran
seleccionadas personalmente por el Pontifex
Maximus entre las familias patricias romanas. Debían ser niñas entre 6 y 10
años, cuyos padres estuvieran vivos y no
fueran sacerdotes ni tener una hermana que hubiera sido vestal antes. Más
adelante el privilegio se amplió a las familias plebeyas pues ceder una hija a
Vesta era perder una posible alianza matrimonial, y los patricios cada vez eran
más reacios. Las niñas debían ser perfectas físicas (sin ninguna cicatriz ni
lesión permanente) y psíquicamente. Su idoneidad era estudiada por la vestal
máxima.
Si alguna de ellas
moría, podía ser reemplazada de manera excepcional por alguna chica sin que
cumpliera los requisitos exigidos; incluso se aceptaban jóvenes viudas o
divorciadas que no fueran vírgenes. Así y todo, mientras durara su sacerdocio
debían cumplir el voto de castidad.
Otra de las funciones de
las vestales era custodiar los testamentos de los ciudadanos romanos para
asegurarse que éstos no serían modificados ni alterados. No obstante, en una de
las etapas más delicadas de la historia de Roma cuando el entonces Octavio y
Marco Antonio luchaban por el control del mundo romano, el primero robó el
testamento del segundo para demostrar la deslealtad de Marco Antonio a Roma y
unir a todo el mundo romano contra Egipto. Algunos autores en ocasiones han
atribuido la mala fortuna de Augusto en su vida personal (con la muerte
sucesiva de sus herederos) al castigo por este acto, necesario para la
supervivencia de Roma, pero sacrílego.
Las vestales vivían en
el Foro Romano en una casa muy amplia con tres pisos, atrio en el que se ubicaba una doble piscina. Rodeando el
atrio y bajo el pórtico se disponen estatuas de las vestales máximas colocadas
sobre un podio donde se enumeran las virtudes de cada una de ellas. Sobre cada
uno de los cuatro lados del patio se disponen algunas habitaciones con suelo de
mármol cuya función no está muy clara. También han quedado restos de un molino
para fabricar mola salsa, que se ofrecía en ritual a la diosa.
Durante la Republica el Pontifex Maximus habitaba junto a ellas
en la Domus Pública, pero cuando
Augusto asumió el Pontificado prefirió seguir viviendo en su Casa del Palatino
y cedió la Domus Publica (donde Julio
César había vivido) a las vestales, por lo que las vestales gozaron de mayor
independencia.
El complejo incluía el templo de Vesta, uno de los más antiguos de Roma, en cuyo interior se custodiaba el fuego sagrado. De pequeñas dimensiones y planta circular, se elevaba sobre un podio de de 15 metros de diámetro y estaba rodeado por veinte columnas corintias. Probablemente su tejado tenía un hueco por donde salía el humo. El templo se conservó en buen estado hasta el Renacimiento, época en la que fue demolido. Los escasos restos que aún quedan en pie ponen de manifiesto su belleza y majestuosidad, siendo aún al Atrium Vestae uno de los lugares más emblemáticos del Foro Romano.
Muy interesante. Yo también tengo fotos de esta estatua pero no sabía quién era. Excelente artículo.
ResponderEliminarFíjate tengo tantas fotos de Roma y ninguna de las vestales individualmente, y eso que encanta ese rincón del Foro Romano. Saludos
ResponderEliminarInteresante tema, es curioso que se conserve aún la parte principal y las estatuas, siempre me maravilla que esto haya sido guardado por 2000 años y no víctima del expolio.
ResponderEliminarSii...es un lugar muy entrañable y evocador, uno de mis rincones favoritos del Foro Romano. Saludos
Eliminar