Cuenta Suetonio que Domiciano “era de una lascivia exagerada, y así, llamaba a sus constantes ayuntamientos carnales combates de cama, como si se tratara de un tipo de ejercicio físico; se creía asimismo que depilaba a sus concubinas con sus propias manos, y que nadaba entre las más vulgares meretrices” (Vida de Domiciano, 22). Esto contrasta con otras afirmaciones que dicen que el hijo menor de Vespasiano era en ocasiones reacio al contacto físico y que huía de las relaciones con otras personas siempre que podía.
Por su parte Dión Casio
afirma que “no había ser humano por quien
[Domiciano] sintiera verdadero afecto,
excepto por algunas mujeres”. (Historia
Romana, LXVII). Entre ellas se encontraban (al menos por un tiempo) la que
fue su única esposa Domicia Longina y su sobrina Julia Flavia.
Domicia Longina (que
contaba más o menos la misma edad de Domiciano) era hija del general Gneo
Domicio Corbulón, muy querido entre las masas por sus exitosas campañas en
Germania y Oriente; esta popularidad suscitó las suspicacias de Nerón quien le
obligó a quitarse la vida, tras haberlo acusado de participar en la
Conspiración de Pisón.
Casada en primeras
nupcias con Lucio Elio Lamia, Domicia se divorció para contraer matrimonio en
el año 71 con el hijo menor de Vespasiano, que estaba locamente enamorado de
ella. El emperador se opuso en principio a esta unión pues deseaba que Domiciano
se casara con Julia Flavia (13 años más joven), única hija de Tito, quien también
alentaba esta unión. Vespasiano acabó cediendo ante la obstinación de su hijo
menor y el amor que decía profesar a Domicia intentando ver las ventajas
políticas que este matrimonio podía suponerle pues le ayudaría a restablecer
las relaciones con aquellos sectores de oposición senatorial.
En los primeros tiempos la
pareja fue feliz, siendo bendecidos en el año 73 con el nacimiento de su primer
hijo de nombre Vespasiano y en el 77 con el de una niña; ambos pequeños
murieron a muy corta edad.
Sin embargo, siempre
estuvieron envueltos en rumores de infidelidad, incluido el que relacionaba a
la propia Domicia Longina con Tito, al que el propio Suetonio no da excesiva
credibilidad afirmando que “Domicia
juraba por lo más sagrado que no había tenido ninguna relación con él
[Tito]; y no lo habría negado, caso de
haber existido, antes bien, se habría jactado de ella, como solía hacer sin el
menor reparo en todos los escándalos que protagonizaba” (Vida de Tito, 10, 2). Por su parte,
Domiciano sedujo a su sobrina Julia Flavia (a la que había rechazado) incluso
en vida de su hermano y estando casada con otro.
En venganza Domicia Longina inició una relación con un actor llamado Paris. Cuando Domiciano descubrió la relación ilícita planeó matar a su esposa, pero al final la repudió y la exilió a una isla, después de mandar asesinar a su amante.
Fue en este período, y habiéndose
quedado Julia Flavia huérfana y viuda, cuando Domiciano se unió a ella abiertamente profesándole
una gran amor y una ardiente pasión que no se molestaba en ocultar. Se la llevo
junto a él al Palacio Flavio y vivía con su sobrina como si fueran marido y
mujer.
Aun así, presionado por
el pueblo, Domiciano se reconcilió con Domicia Longina, haciéndola volver del
exilio, aunque ya nada fue lo mismo entre ellos, pues el emperador siguió con
su relación con Julia abiertamente.
En el año 90 Domicia le
dió un segundo hijo varón a Domiciano, pero murió también pronto, mientras
Julia moría tras un aborto en el año 91, aunque algunos autores indican que fue
Domiciano quien la obligó a abortar. La joven fue deificada.
Por su parte, Domicia
Longina según Suetonio, entre otros, participó en la conjura que acabó con la
vida de Domiciano en el año 96. Desde entonces vivió retirada bajo la
protección de Nerva y Trajano. Murió durante el Principado de Adriano entorno
al año 130 cuando rondaba los 80 años, tras haber conocido el Principado de 8
Césares.
El mismo Suetonio indica
que la nodriza que había criado tanto a Julia Flavia como a Domiciano mezcló
las cenizas de ambos en el Templo de Tito y Vespasiano donde estaban enterrados.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Cuanto amor y cuanto odio!!!!!!!!!!!!!!! ☺
ResponderEliminarLos romanos eran así...🤣🤣
ResponderEliminarcomo me gusta este blog!!!! felicidades por tu trabajo, siempre esperando una nueva entrada
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras y por leerme. Saludos!
ResponderEliminarAhh Domiciano, no sabía lo que le esperaba por haber perdonado a la dama
ResponderEliminarDemostrado no está, pero cuando el río suena, agua lleva. La novela de Santiago Posteguillo, Los asesinos del emperador, se centra en la implicación de Domicia en el asesinato de Domiciano. Está muy bien pero asume todos los tópicos negativos sobre Domiciano. Saludos
ResponderEliminarIgualmente, reconoces muchas veces en tu blog que los historiadores tomaban partido a conveniencia. Gracias siempre.
ResponderEliminarSí, siempre es complicado mantenerse neutral, por muy objetivos que se quisiera ser. Y en el caso de los historiadores clásicos en general pertenecían a la aristocracia muy perjudicados por algunos emperadores. Saludos
ResponderEliminarA mi parecer, Tito ofreció a su hija solo para quedarse él mismo con Domicia.
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