Durante el traslado del
cuerpo de Augusto y las exequias solemnes las cuestiones de gobierno estuvieron
paradas. No obstante, el Senado se reunió días después del funeral para leer el
testamento del difunto emperador, custodiado por las Vestales.
Reconstrucción
de la Casa de las Vestales en el Foro Romano
“Como el destino me arrebató cruelmente a mis hijos Cayo y Lucio,
Tiberio heredará dos tercios de mis propiedades”. (Suetonio. Vida de Tiberio. 23). Así comenzaba el
testamento de Augusto, dejando nuevamente claro que Tiberio nunca fue la opción
preferida por él para heredar su legado, sino la única que le quedó. El tercio
restante lo heredó Livia. Augusto tenía una gran fortuna personal que heredó de sus padres y de Julio César. A ella se añadieron con los años todas las propiedades y riquezas que le legaban aquellos que lo incluían en sus testamentos y que él muchas veces invirtió en el Estado.
Tiberio. Siglo I
d.C. Londres. Museo Británico
Como segundos herederos
les dejaba un tercio a Druso el menor (hijo de Tiberio) y el resto a Germánico
y sus hijos. A continuación nombraba a muchos parientes y amigos.
Igualmente
donaba al pueblo romano 40 millones de sestercios (1 sestercio equivale aproximadamente a 1,33 €), a las tribus 3,5 millones, a
cada soldado pretoriano 1000 sestercios, a cada miembro de las cohortes urbanas
500 y a cada legionario 300. Ordenaba pagar esta suma al contado, pues la había
tenido siempre en reserva en su tesoro particular. Fijaba el plazo de un año
para pagar todo. Así, una vez más, desde la tumba, el Padre de la Patria seguía velando por
su pueblo.
En
el testamento prohibía expresamente que se enterraran a las dos Julia (su hija
y su nieta desterradas) en su mausoleo cuando muriesen.
Livia. Siglo I
d.C. Londres. Museo Británico
No
obstante, la cláusula más sorprendente fue aquella en la que adoptaba en el seno de la gens Julia a su
viuda Livia, que desde ese mismo momento pasó a llamarse Julia Augusta. Aunque
no sabemos con certeza a que obedeció tal decisión, parece que Augusto quiso
reconocer la gran aportación de Livia como su consejera durante todos los años
del Principado. Del mismo modo, recelando de Tiberio, seguramente quiso
preservar la posición de su mujer frente a él, demostrándole una vez más
públicamente el inmenso amor que le profesaba.