domingo, 3 de junio de 2018

Mesalina


Moneda de Mesalina
Fuente: De Classical Numismatic Group, Inc. http://www.cngcoins.com, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2227838

Si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española la definición del término mesalina encontramos que se refiere a una “mujer poderosa o aristócrata y de costumbres disolutas”. En el resto de lenguas significa más o menos lo mismo. Así quedó retratada para la posteridad la tercera esposa del emperador Claudio.
Valeria Mesalina era hija de Domicia Lépida y de Marco Valerio Mesala Barbarto. Por línea materna descendía de Octavia (hermana de Augusto) a través de la primogénita de aquella y Marco Antonio, Antonia la mayor. A pesar de tan insigne origen, su rama familiar estaba empobrecida y no gozaba de la preponderancia en la corte que tenía la descendencia de la otra hija de Octavia, Antonia la menor.


Ara Pacis Augustae. 13-9 a.C. Roma 2018

Nacida en el año 25 d.C., desde su más tierna infancia Mesalina destacó por su belleza y gracia, lo que la llevó siendo casi una niña a entrar en el círculo de su primo segundo Calígula, entonces emperador de Roma, famoso por sus costumbres depravadas. Éste, la ofreció en matrimonio a su tío Claudio en un intento de burla pues el promeso esposo no sólo tenía 49 años sino que era considerado el bufón de la corte, mientras que la joven sólo contaba 14 años. El enlace se celebró aproximadamente durante el año 39 d.C. Domicia Lépida consideró, sin embargo, esta unión muy conveniente para su hija, pues no poseía una gran dote para conseguirle un marido ilustre, y nadie podía dudar de la nobleza de la sangre de Claudio. Mesalina le prometió un gran amor, lo que fue suficiente para que el nieto de Livia la aceptara como esposa.

Mesalina (Sheila White) y Claudio (Drek Jacobi) en un fotograma de la serie Yo, Claudio


La suerte sonrío a la ambiciosa joven pues dos años después de su matrimonio, Mesalina se convirtió en la emperatriz de Roma, hecho que se vio reforzado por el nacimiento del hijo varón de la pareja pocos meses después de su ascenso al trono imperial: Tiberio Claudio César, después conocido como Británico. Claudio celebró con gran fasto la llegada de su heredero (hay que recordar que de anteriores matrimonios sólo sobrevivía su hija Antonia). Poco antes, en el 39 o 40 d.C. había nacido Claudia Octavia, la otra hija de ambos.
Según las fuentes antiguas Mesalina se aprovechaba del amor que Claudio le profesaba para participar en las decisiones de poder, tal como años antes había hecho la emperatriz Livia. La diferencia entre las dos mujeres es que a Mesalina no le interesaba gobernar, sólo ambicionaba el poder para usarlo en la consecución de sus caprichos y fines.

Mesalina y Británico. Siglo I d.C. Londres. Museo Británico

Estos iban sobre todo destinados a satisfacer su enorme lujuria con hombres de todas las edades y estrato social. Solía ser muy generosa con aquellos que cedían ante sus deseos mientras que no tenía escrúpulos en eliminar a los que la rechazaban.
Enamorada platónicamente de Apio Junio Silano (que nunca le había correspondido), convenció a Claudio de llamarlo a Roma desde Hispania, donde era el gobernador, para casarlo con su madre Domicia y así tenerlo cerca. Aún así, su ahora padrastro no cedió antes sus encantos por lo que tramó una conspiración que acabó con la vida de Silano. Igualmente, encaprichada de los jardines de Lúculo, propiedad de Valerio Asiático, consiguió acabar con él para apropiarse de los mismos. Asimismo, celosa del interés que despertaba en Claudio su sobrina Livila (traída del exilio junto con su hermana Agripina) la acusó de adulterio con Séneca por la que ambos fueron desterrados. La joven al poco tiempo encontró la muerte.
Del mismo modo cuentan las fuentes que, segura de su poder sobre el emperador, frecuentaba los burdeles de Roma oculta bajo una peluca rubia, un maquillaje excesivo y una capucha, ofreciéndose a gladiadores y marineros; se hacía llamar Lycisca. Su gran hazaña fue, en ausencia de Claudio, lanzar un reto al gremio de prostitutas. Éste envió a Palacio a su mejor representante, una siciliana llamada Escila para que participara en una competición destinada a determinar cuántos hombres podían poseerlas en una noche. Escila se rindió en el vigésimo quinto hombre, superando Mesalina esa cifra antes del amanecer. La siciliana se despidió diciendo “esta desgraciada tiene las entrañas de acero” (Plinio el Viejo, 10, 172).

Mesalina en el burdel. Grabado de Agostino Caracci. Siglo XVI

Sin embargo, su pasión por Cayo Silio acabó costándole le ruina. Éste repudió a su mujer y se convirtió en amante de Mesalina. “Ardía de tal modo por Cayo Silio, el más bello de los jóvenes romanos, que eliminó de su matrimonio a Junia Silana, dama noble, para gozar en exclusiva de su amante. A Silio no se le ocultaban ni el escándalo ni el peligro; pero si se negaba era segura su perdición, y tenía cierta esperanza de pasar desapercibido; recibía además grandes recompensas y se consolaba cerrando los ojos al futuro y gozando del presente. Ella iba a menudo a su casa, no a escondidas, sino con gran acompañamiento; lo seguía paso a paso y lo colmaba de riquezas y honores, y al fin, como si hubiera ya cambiado la fortuna, los siervos, libertos y lujos del príncipe se veían en casa del amante” (Tácito. Anales, XI, 12).
Ambos tramaron arrebatar el trono a Claudio y aprovechando una visita de éste al Puerto de Ostia, se casaron. Según Tácito, Mesalina sólo accedió por el deseo de hacer algo fuera de la ley y como la culminación de quien ha hecho realidad todos los placeres inimaginables. Según el historiador “temía que Silio, tras alcanzarlo todo, acabara por desdeñar a la adúltera” (Anales, XI, 26).
El propio Tácito se asombra que fueran tan ingenuos al pensar que en una ciudad como Roma pudiera quedar en secreto algo tan sonoro en contra del emperador. “No ignoro que parecerá fabuloso el que haya habido mortales que, en una ciudad que de todo se enteraba y nada callaba, llegaron a sentirse tan seguros; nada digo ya de que un cónsul designado, en un día fijado de antemano, se uniera con la esposa del príncipe, y ante testigos llamados para firmar, como si se tratara de legimitizar a los hijos; de que ella escuchara las palabras de los auspicios, tomará el velo nupcial, sacrificara ante los dioses, que se sentaran entre los invitados en medio de besos y abrazos y, en fin, de que pasaran la noche entregados a la licencia propia del matrimonio” (Anales, XI, 27).


Busto de Claudio. Siglo I d.C. Museos Vaticanos. Roma 2018

La facción leal a Claudio, escandalizada, se desplazó a Ostia capitaneada por el liberto Narciso y Calpurnia (cortesana que Claudio había tenido a su servicio antes de casarse con Mesalina y por la que sentía gran cariño). Entre los dos le confesaron al emperador la fechoría de su esposa y el peligro que corría si los nuevos cónyuges conseguían importantes apoyos. Sin embargo, los amantes atemorizados abandonaron el lugar donde celebraban una bacanal, Silio en dirección al Foro para disimular y Mesalina en busca de Claudio, utilizando a sus hijos, “Mesalina, aunque lo adverso de su situación le menguaba el raciocinio, decide sin vacilar salir al encuentro y presentarse ante su marido, recurso al que había acudido con frecuencia y mandó avisar a Británico y Octavia para que fueran a abrazar a su padre. Además, suplicó a Vibidia, la más anciana de las Vírgenes Vestales, que se hicieran oír del pontífice máximo, que implorara clemencia. Y entretanto, acompañada solamente por tres personas-, en tal soledad se había quedado de repente-, tras recorrer a pie toda la ciudad, en un carruaje de los que se usan para recoger los desperdicios de los jardines toma el camino de Ostia, sin que nadie sintiera por ella compasión alguna, porque se imponía sobre todo lo monstruoso de sus infamias”. (Anales, XI, 32).
Las fuentes difieren sobre la reacción de Claudio: mientras que Suetonio afirma que la entregó al verdugo sin contemplaciones, Tácito apunta que albergó sus dudas al respecto debido a la corta edad de sus hijos, y que fue el liberto Narciso quien aceleró la sentencia temiendo que Claudio la perdonara. Finalmente, Silio y sus cómplices fueron mandados ejecutar.
A la emperatriz se le dio la oportunidad de quitarse la vida, pero como era incapaz de clavarse el puñal, el tribuno que portaba la sentencia la atravesó con una espada en los Jardines de Lúculo donde estaba recluida. Corría el año 48 y Mesalina contaba sólo con 23 años. “Se anunció a Claudio, el cual estaba a la mesa, que Mesalina había perecido, sin aclararle si por su mano o por la ajena; tampoco él lo preguntó; pidió una copa y continuó haciendo los honores acostumbrados al banquete. Ni siquiera en los días siguientes dio señales de odio y alegría, de ira o de tristeza, en fin, de afecto humano alguno; tampoco al ver a los acusadores felices o a sus hijos doloridos” (Anales, XI, 38). Este fragmento testimonia el estado de shock en el que quedó el emperador.

La muerte de Mesalina. Georges Antoine Rochegrosse. 1916. Colección Privada

El Senado decretó la damnatio memoriae de la emperatriz borrando su nombre de todos los documentos así como de los edificios públicos y privados, derribando al mismo tiempo todas sus efigies.
¿Pero qué hay de cierto en la promiscuidad de Mesalina?. Todos los historiadores antiguos la confirman, por lo que no queda duda sobre su veracidad. No obstante, esta libertad sexual era muy común en la sociedad romana, incluso por parte de la mujer, a pesar de las leyes impulsadas por Augusto para velar por la moralidad y la sacralidad del matrimonio. El caso de Mesalina provocó tanto escándalo por tratarse de la emperatriz y, sobre todo, por el intento de menoscabar el poder de  Claudio a través de una conspiración política.

Mesalina. Eugène Cyrille. Brunet. 1884. Rennes. Museum of Fine Arts 


¿Por qué te preocupas de una casa privada, de lo que hizo una Epia?
Vuelve tu vista a los rivales de los dioses, escucha cuánto soportó Claudio.
Cuando su mujer se percataba de que su marido dormía,
la augusta meretriz osaba de tomar su capucha de noche y,
prefiriendo la estera a la alcoba del Palatino,
lo abandonaba, acompañada por no más de una esclava.
Así, ocultando su pelo moreno con una peluca rubia
entraba  en el caliente lupanar de gastadas tapicerías,
en la pequeña estancia vacía, reservada para ella; entonces se prostituía
con sus áureos pechos al desnudo, usurpando el nombre de Licisca
y ofrece el vientre de donde naciste, noble Británico.
Recibía cariñosamente a los que entraban y les cobraba el precio
mientras tumbada, absorbe los empujes de todos.
Luego, cuando el dueño del burdel despedía a sus chicas,
se marchaba triste, y hacía lo que podía: cerrar la última
la habitación, todavía ardiendo con la erección de su tieso clítoris,
y se retiraba, cansada de hombres pero aún no saciada,
con las mejillas oscuras y sucias por el humo del cándil
lleva el olor del lupanar al tálamo nupcial.

Juvenal. Sátira VI.

1 comentario:

  1. La dinastía julio-claudia ha sido una continua fuente de inspiración para Hollywood. Las mismísima Juego de Tronos, sin ir más lejos, bebe en muchas ocasiones de la historia de los primeros Césares, incorporando mucho sucesos narrados por las fuentes antiguas. Lo cierto es que no hay nada que Roma no haya inventado, sea bueno o malo, jjj.

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