En Oriente, tanto
Augusto como Tiberio habían mantenido una política dirigida al mantenimiento de una serie de reinos clientes
en las fronteras del Imperio. Tiberio se vio obligado a intervenir más
directamente anexionando Capadocia y Comagene a Roma. Calígula deshizo estas
actuaciones pues entregó de nuevo Comagene al descendiente del antiguo rey
ampliándole su territorio a costa de la provincia de Siria. No sólo eso, sino
que también devolvió al rey todos los impuestos cobrados por Roma mientras
estuvo anexionada. Este comportamiento puede deberse a relaciones de amistad
con los hijos de algunos de estos reyes que se educaban en Roma más que a una
política premeditada.
Ptolomeo de Mauritania. Siglo I d.C, París. Museo del Louvre
Sin embargo, en el otro
extremo del Mediterráneo, en Mauritania, su intervención fue diametralmente
opuesta pues mandó asesinar al rey Ptolomeo (primo segundo suyo en cuanto a
nieto de Marco Antonio y Cleopatra) y anexionó la provincia. Mucho se ha
debatido sobre esta decisión: algunos hablan de problemas internos en la zona
mientras que otros historiadores, basándose en las fuentes clásicas, abogan por
los celos del emperador ante un monarca de su sangre al que podía considerar un
rival.
Por otro lado, preparó
una expedición militar a Germania sin ningún fundamento objetivo. Es posible
que deseara continuar con el proyecto de su padre de llevar la frontera hasta
el Elba o que quizás Calígula deseara ganarse el título de imperator que ostentaba sin haber pisado un campo de batalla. La
campaña fue totalmente inútil aunque no menos escandalosa que su vida en Roma.
Llegó hasta el Rin acompañado de sus dos hermanas, de Lépido (viudo de Drusila)
y un séquito de pretorianos. El estado de abandono en el que encontró el
campamento le llevó a purgar al ejército de todos los generales incompetentes y
se embarcó en una serie de incursiones contra los germanos. Hasta en 7
ocasiones fue saludado por las tropas como imperator,
algo que él se encargó de magnificar en su publicidad en Roma. Antes de
retirarse a pasar el invierno a Lugdunum (Lyon) puso en marcha el reclutamiento
de tropas que conformarían dos nuevas legiones, las primeras creadas desde la
batalla de Teutoburgo.
En nada quedó también su
proyecto de conquistar Britania. A pesar de que ninguna legión había cruzado el
canal de la Mancha desde hacía un siglo, la influencia romana había crecido
allí de manera constante. La isla estaba dividida entre una serie de belicosos
caudillos rivales. Uno de aquellos, hijo de Cunobelino, rey de los
catuvellaunos, cuyos territorios abarcaban parte de la Britania central y oriental, al fracasar en su intento de conquistar Kent, se dirigiera a Calígula.
Esto fue un gran golpe de efecto para el emperador pues propagó la noticia que
Britania se había rendido a él. No obstante, su intervención se redujo a una
concentración de tropas en la Galia para después devolverlas a los cuarteles
tras pactar con los reyes britanos.
Sestercio de Calígula. En el reverso el emperador arenga las tropas
Otras versiones de sus
gestas militares corrían por la ciudad del Tíber. Se decía que había salido
huyendo nada más atisbar algunos contingentes bárbaros y que sus combates eran
contra germanos de su propia guardia
privada “Como no tenía enemigo contra
quien combatir, ordenó que unos germanos de su guardia atravesaran el Rin y se
ocultaran, y que se le anunciara después del almuerzo, con el mayor alboroto
posible, que el enemigo estaba cerca. Ejecutadas sus órdenes, se lanzó con sus
amigos y una parte de la caballería pretoriana al bosque cercano y, después de
haber cortado algunos árboles que cortaron a modo de los trofeos, regresó a la luz de las
antorchas, censuró la cobardía e indolencia de aquellos que no le habían
seguido, y recompensó a sus compañeros y partícipes de su victoria con coronas
de nuevo tipo y de una nueva denominación, adornadas con la figura del sol, la
luna y las estrellas, que llamó corona exploratorias” (Suetonio. Vida de
Calígula, 45,1). También se rumoreaba que de Britania el único tesoro que traía
eran cofres llenos de conchas marinas recogidas por sus soldados “Como si se hallara dispuesto a dar fin a la
guerra, colocó sus tropas en orden de batalla sobre el litoral del océano,
sitúo balistas y máquinas de guerra sin que nadie supiera ni pudiera imaginar
qué era lo que pensaba hacer, y, de repente, ordenó recoger conchas y llenar
con ellas los cascos y los pliegues de las ropas, diciendo que eran los
despojos del océanos que se debían al Capitolio y al Palatino” (Suetonio.
Vida de Calígula, 46, 1)
Aunque estas habladurías
hay que tomarlas con cierta prudencia, lo cierto es que salvo la anexión de
Mauritania (y ésta conseguida de forma ignominiosa), Calígula no aportó gran
cosa en la definición de las fronteras del Imperio.