jueves, 29 de mayo de 2014

Un inestable triunvirato

Tras la batalla de Filipos, casi todos los asesinos de César habían muerto y la República con ellos. Ante la sospecha de que Lépido había colaborado con Sexto Pompeyo (fiel a la causa republicana), Antonio y Octavio reorganizaron nuevamente los territorios del triunvirato: redujeron los dominios de Lépido solamente a África mientras que Octavio se hizo cargo a partir de entonces de Italia y Antonio unió a las posesiones bajo su mando la Galia Narbonense.
Acto seguido, Antonio marchó hacia Oriente con la finalidad de recaudar dinero para pagar a las tropas y el más joven de los triunviros marchó hacia Roma para afrontar la molesta tarea de establecer a un gran número de veteranos del ejército; para empezar tuvo que confiscar tierras en 18 ciudades cuyos propietarios fueron desposeídos. Como los terrenos expropiados seguían sin ser suficientes para contentar a todos los  legionarios,  el descontento de unos y otros contra Octavio fue en aumento, dando lugar a múltiples disturbios. La situación se agravó al interceptar Sexto Pompeyo las naves de trigo que tenían que alimentar a la población romana y que provenían fundamentalmente de Sicilia, Cerdeña y África propiciando que el hambre asolara la capital del Imperio.
Para colmo de males de Octavio, Antonio no hacía más que aumentar su prestigio en Oriente, donde ya era conocido como el nuevo Dioniso. Necesitado de dinero para financiar la campaña parta, había puesto sus ojos en Egipto por lo que había mandado llamar a Tarsos a la reina Cleopatra; no sólo comenzaron entonces una relación sentimental sino que él la siguió a Alejandría donde pasaron todo el invierno.


El banquete de Cleopatra. Giovanni Battista Tiepolo. 1744. Victoria (Australia). Galeria Nacional

Así que mientras Marco Antonio vivía rodeado de lujos y placeres,  la situación en Italia se deterioraba a pasos agigantados.  En el año 40 a.C. el cónsul Lucio Antonio y Fulvia, respectivamente hermano y esposa del triunviro, movilizaron a campesinos desposeídos de tierras y a legionarios contrariados y desafiaron a Octavio, quien cedió el mando de sus legiones a Agripa y Salvidieno los cuales arrinconaron a Lucio y sus partidarios en Perugia. La ciudad fue sitiada y sellada con un foso y una empalizada de más de once kilómetros de longitud por lo que su rendición fue rápida. Lucio fue enviado a España por Octavio y Perugia fue saqueada y destruida. Algunas fuentes recogen que la venganza del triunviro fue implacable pues estando cercano los idus de marzo mandó sacrificar a 300 prisioneros ante el altar del Divino Julio.
Antonio afirmó no estar al corriente de lo que habían hecho su hermano y esposa en su nombre, pero en el momento que supo de la caída de Perugia abandonó Egipto en dirección a Atenas donde se encontró con Fulvia quien murió ese mismo año en extrañas circunstancias. Antonio recibió en esos días una misiva de Sexto Pompeyo que le proponía una alianza contra Octavio, el cual para evitarla, se divorció de la hija de Fulvia (sin haberla tocado pues le repugnaba todo lo que tuviera relación con la esposa de su colega), y contrajo un nuevo matrimonio con Escribonia, tía de Sexto, mucho mayor que él y a la que no le unía ningún sentimiento pero que se convertiría en la madre de su única hija, Julia.
Antes estos acontecimientos Antonio partió hacia Italia con la intención de enfrentarse a Octavio. Incluso convenció a Sexto Pompeyo para que atacara el país transalpino haciéndose con el control de Cerdeña. Nuevamente en el horizonte parecía vislumbrase una nueva guerra civil; sin embargo, los triunviros se encontraron con un problema añadido: los soldados de ambos ejércitos (todos veteranos de César) se negaban a luchar entre ellos y derramar, una vez más, sangre romana por lo que sólo quedaba como opción la vía de la negociación.

Áureo con Antonio y Octavio en cada cara

Asinio Polión actúo en nombre de Antonio y Mecenas en el de Octavio, que esta vez salió claramente favorecido. El triunvirato fue renovado por otros 5 años y el imperio dividido en dos partes: Oriente para Antonio y Occidente para Octavio. Italia sería compartida pues ambos podrían reclutar soldados allí. Lépido conservaría África. Ahora Sexto debería colaborar con Octavio y Antonio castigaría Partia. Para sellar el Tratado de Brindisi se concertó la boda de Antonio con Octavia, la hermana del futuro Augusto, que acababa de enviudar de su marido Cayo Claudio Marcelo. Octavio adoraba a su hermana y es difícil pensar que la hubiera entregado a Antonio si sus deseos de reconciliación no hubieran sido sinceros.

Octavia fue la primera mujer en aparecer en una moneda. Aquí junto a Marco Antonio

Por su parte Octavio salió reforzado de la guerra de Perugia: había quedado claro que el joven triunviro no era sólo el fruto del capricho de César y que había llegado a la política para quedarse. Su obstinado carácter convirtió la hostilidad del pueblo hacía él por sus políticas impopulares en confianza y respeto. Todos sus sacrificios y esfuerzos habían tenido éxito. Lo único negativo de este período es que descubrió que su amigo Salvidieno había conspirado a sus espaldas. No tuvo más remedio que procesarlo ante el Senado y condenarlo a muerte. A partir de ahora Agripa sería el único general de sus ejércitos.

sábado, 24 de mayo de 2014

Ara Pacis Augustae

           “Cuando regresé de Hispania y la Galia, durante el consulado de Tiberio Nerón y Publio Quintilio (13 a.C), tras haber llevado a cabo con todo éxito lo necesario en esas provincias, el Senado, para honrar mi vuelta, hizo consagrar, en el Campo de Marte, un altar dedicado a la Pax Augusta y encargó a los magistrados, Pretores y Vírgenes Vestales que llevasen a cabo en él un sacrificio en cada aniversario”. 
 Augusto. Res Gestae Divi Augusti, 12

Ara Pacis Augustae. Roma. 2013

Con estas palabras, el mismísimo Augusto relata el momento en que el Senado decretó la construcción más exquisita de su principado: el Ara Pacis Augustae. Una verdadera obra maestra que no sólo se convertiría en el culmen del arte relivario romano sino que inmortalizaría la instauración de la Pax Romana, el mayor logro del gobierno de Augusto.
El monumento, cuya ejecución fue aprobada el 4 de julio del 13 a.C., se consagró el 30 de enero del 9 a.C. Estaba situado en sus orígenes junto a la Via Lata (último tramo de la Via Flaminia), y no se trasladó a su ubicación actual junto al Mausoleo de Augusto hasta 1938. Está realizado en mármol de Carrara.


Reconstrucción del Ara Pacis

De estructura rectangular (mide 11,65 x 10,62 metros), el verdadero altar donde cada año se realizaban los sacrificios se encuentra en su interior, cuyas paredes están decoradas con guirnaldas y bucráneos (cráneos de bueyes). A él se accede a través dos puertas que se abren en el centro de los lados más estrechos, la delantera por donde entraban los sacerdotes oficiantes a través de una escalera, mientras que la trasera se utilizaba para introducir los animales. El altar propiamente dicho aparece decorado con personificaciones de provincias conquistadas en la parte inferior y una procesión de vestales acompañada por ayudantes de sacrificio en la parte superior. Se corona con volutas y cabezas de león.


 Interior del altar. Roma 2018

Interior del altar. Roma 2018

           Sin embargo, lo verdaderamente relevante en el Ara Pacis es la decoración escultórica de las paredes externas. Estructuradas en 2 frisos, el inferior lo cubre una exuberante ornamentación a base de ramas de acanto en la que se intercalan aves y pequeños reptiles como lagartijas y serpientes. Esta vegetación está tallada con tal elegancia y delicadeza que desvela su evidente ascendencia helénica. En el friso superior, por su parte, se distribuyen escenas mitológicas en los lados más cortos y la famosa procesión de sacerdotes, senadores y familiares de Augusto en los laterales.


Detalle de la decoración vegetal. Roma 2013

Detalle de animales entrelazados en la decoración vegetal. Roma 2018


        Las escenas mitológicas trasmiten un gran significado político que enlaza perfectamente con la propaganda augustea. La primera de ellas, situada en el nivel superior de la parte frontal del altar, a la izquierda de la puerta, representa al Luperco, es decir, la cueva donde según la leyenda Rómulo y Remo fueron amamantados por la loba. A la derecha, se coloca la escena de Eneas ofreciendo un sacrificio a los dioses penates. El mensaje es claro: vincular el linaje de Augusto con el de Eneas y con los mismísimos fundadores de Roma, subrayando una vez más el origen divino de la gens Julia.


Dealle. Escena del Luperco

Detalle. Eneas haciendo un sacrificio a los dioses Penates

      En la parte trasera, en la zona derecha aparece la diosa Roma vestida de amazona sentada sobre sus armas en un panel del que apenas quedan restos. A la izquierda, la diosa Tellus (Tierra) ejemplificando una alegoría de la Pax, aparece representada como una figura exuberante y maternal con dos bebés en el regazo, rodeada de una elegante vegetación y figuras de animales domésticos. La flanquean los genios del Aires (sobre un cisne) y del Agua (sobre un monstruo marino). Esta escena está íntimamente vinculada con la política demográfica de Augusto en las que se exalta el matrimonio y la maternidad, a la vez que pone de manifiesto los frutos de la prosperidad alcanzada gracias a la Paz.


Detalle. La Diosa Roma

Detlalle la Diosa Tellus. Roma 2013

Detalle de Tellus. Roma 2018

     En los frisos laterales, aparece una larga procesión ordenada por rango. El meridional, el más famoso sin duda, lo encabezaban 12 lictores, de los que quedan escasos restos; a continuación se abren paso una serie de togados, entre los que destaca el propio Augusto (cuya imagen, velada, en su papel de Pontifex Maximus se ha conservado parcialmente) seguidos por lo cuatro flamines mayores que preceden a la familia imperial, en lo que se convertiría en un retrato colectivo de incalculable valor histórico. En primer lugar, se coloca Agripa, a su vez con la cabeza velada, acompañado de su esposa e hija del Príncipe, Julia Mayor y el pequeño Cayo (luciendo vestido y collar troyanos para recalcar su papel de heredero de Augusto) que se esconde entre sus padres. La situación prominente de éstos se debe a que ellos aseguraban la línea de sucesión imperial. 

Detalle Friso meridional en el que aparece Augusto. Roma 2013

Familia imperial en el friso meridional. Roma 2013

       A continuación observamos a Tiberio (primogénito de la emperatriz Livia) seguido muy de cerca de Antonia la Menor, cuyas bellísimas facciones reflejan la mezcla tan atractiva de sangre que corría por sus venas; la joven, que lleva de la mano a su hijo Germánico (padre de Calígula) se vuelve hacia su esposo Druso (el otro hijo de Livia). Cierran la comitiva Antonia la Mayor acompañada de su hijos: Domicio (padre de Nerón) y Domicia (madre de la emperatriz Mesalina). Cuando se consagró el altar varios de sus protagonistas habían fallecido como es el caso de Octavia y Agripa. 
   Por su parte, en el friso septentrional (peor conservado pues muchas de las cabezas fueron rehechas en el siglo XVI) aparece una representación de sacerdotes y senadores junto a otros miembros de la familia imperial, entre los que destacan la hermana y la esposa de Príncipe, o lo que es lo mismo Octavia y Livia; ésta última lleva de la mano a Lucio César, el segundo nieto de Augusto de apenas 5 años, ataviado también con vestidura troyana como su hermano Cayo.
  
Friso septentrional. Roma 2011
Detalle del friso septentrional con el pequeño Lucio César de la mano de Livia

Fragmento del Ara Pacis Augustae. París. Museo del Louvre

Aunque con claras reminiscencias del friso de las Panateneas (obra de Fidias que decoraba el Partenón de Atenas), los del Ara Pacis inauguran una modalidad dentro de la escultura completamente nueva y genuinamente romana: el relieve histórico, a la vez que lo eleva a los más altos niveles. La calidad técnica de los mismos se evidencia en detalles como la búsqueda de la profundidad a través de la alternancia del alto, medio y bajo relieve o en el estudio de los pliegues unido a la sublime belleza y delicadeza de los retratados. Igualmente, frente a la seriación de algunas figuras en la obra maestra griega y la espiritualidad de los rostros, bellísimos, pero que no transmiten emociones, los personajes del Ara Pacis se presentan en diferentes posturas, relacionándose entre ellos y, algunos de ellos, poniendo de manifiesto los sentimientos que los unen, aunque siempre dentro de la contención y sobriedad romanas: preciosa es la escena que nos muestra el diálogo que mantienen con la mirada Antonia la menor y su esposo Druso de los que se sabe estaban muy enamorados, y sobre todo, resultan muy entrañables aquellas que protagonizan niños, los cuales fruto de la inocencia de su edad, en un acto de tal solemnidad, se esconden y agarran a las vestiduras de los adultos, como el pequeño Lucio César que parece escapar quizás para correr hacia sus padres o las manos que acarician las cabezas de Cayo César y Julia Menor buscando calmar su inquietud infantil.


Jinetes del friso de las Panateneas. Fidias. Siglo V a.C. Lóndres. Museo Británico 2011

Antonia, Druso y Germánico. Roma 2013

Los niños del Ara Pacis: Cayo y Lucio junto a otro hijo de Agripa de un anterior matrimonio 
Roma 2013

Detalle. Julia Menor 

Cada año, el día del aniversario de su dedicación y el 30 de marzo (onomástica de las divinidades protectoras del Estado) una procesión encabezada por Augusto acudía al altar para inmolar una víctima blanca, al tiempo que se pronunciaba la plegaria que recoge Ovidio en sus Fastos: “Para que viva eternamente con la paz, la casa que nos la garantiza. Rogad a los dioses con píos votos para que nos sean propicios”.
El Ara Pacis fue abandonado en la antigüedad quedando sepultado en el subsuelo romano. En 1568 empezaron a salir a la luz los primeros fragmentos del mismo, que sin ser reconocidos, fueron vendidos a diferentes coleccionistas de arte en Italia y en el extranjero. En el siglo XIX, fueron descubiertos nuevos fragmentos que Von Duhn asoció al altar augusteo del que hablaban las fuentes. Ya en los primeros años del siglo XX, Benito Mussolini impulsó la excavación definitiva y reconstruyó el monumento en su ubicación actual, protegido por pabellón, con los paneles que pudo recuperar (no consignó los que habían acabado en París y Viena). Se inauguró el 23 de septiembre de 1938, día del bimilenario del nacimiento de Augusto.
En el año 2006 abrió sus puertas el nuevo Museo del Ara Pacis, un edificio realizado en cristal, acero, travertino y estuco, proyectado por el arquitecto estadounidense Richard Meier que cubre en su totalidad el monumento y que ya entonces recibió numerosas críticas. Críticas acertadas, pues el pasado mes de noviembre la lluvia que abatió Roma con particular violencia se infiltró en el edificio Meier alcanzando al Ara Pacis. Es indignante que un edificio que costó 17 millones de euros (5 más de lo que cuesta restaurar el Mausoleo de Augusto), no sea capaz de cumplir su cometido principal, que no es precisamente lucirse sino proteger la joya única que alberga en su interior. Esperemos que imágenes tan penosas no vuelvan a repetirse.

Museo del Ara Pacis. Edificio Meier

Lluvía sobre el Ara Pacis

Un  hecho curioso es que en 2009, el Ayuntamiento de Roma organizó unas sesiones para mostrar el Ara Pacis con sus colores originales a través de efectos especiales. Por unas jornadas, el Altar de la paz pudo contemplarse como lo vieron el Príncipe y sus coetáneos. 



 


                                                     Ara pacis con colores
                                     Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=8_BBv4Kle1M 

sábado, 17 de mayo de 2014

Piezas de vidrio tallado en la Antigua Roma

El cristal tallado es una técnica que llega al mundo romano en el último cuarto del siglo I a.C y perdura hasta el 50-60 d.C; por tanto está íntimamente ligado a la época augustea y a la dinastía Julio-Claudia. Probablemente sea una creación romana que combina el  arte de los vidrieros con el de los tallistas.
Se consigue con la superposición de dos capas de cristal de diferentes colores, la mayoría de las veces de color azul oscuro y blanco; a continuación se talla la capa externa de color blanco obteniendo una decoración en relieves sobre un fondo oscuro. Esta técnica ha sido objeto de múltiples estudios y discusiones.
Han llegado hasta nosotros un par de decenas de vasos completos y muchísimos fragmentos. En la mayoría de los casos la temática se circunscribe a escenas de la mitología griega combinadas con decoración vegetal o escenas del ciclo dionisíaco. Todas estas obras están realizadas de una manera muy cuidada y refinada.
La más famosa de esta categoría es el Vaso Portland, una vasija conservada en el Museo Británico de Londres, quizás propiedad del mismísimo emperador Augusto por su altísima calidad artística. 
La exposición ha logrado reunir algunas piezas excepcionales realizadas en esta técnica.

  • Vaso Torrita. Último cuarto del siglo I a.C. Firenze. Museo archeologico Nazionale



        Este ungüentario descubierto en Etruria evoca una escena dionisíaca en la que intervienen tres personajes: un joven sátiro que camina hacia la derecha, una joven mujer que camina en pie con un cántaro sostenido por la mano izquierda, mientras que con la derecha parece rociar a un joven desnudo y mofletudo (quizás Dionisos) que presenta la cabeza cubierta con pieles de animales. Sobre un pilar aparece Príapo enseñando los genitales y sobre otro el sátiro Sileno. La decoración vegetal se constituye a base de ramas con piñas y hojas de pinos.

  •  Enócoe Wilson”. Siglo I d.C. Besancon  Musée des Beaux Arts et d'Archéologie

 Un enócoe es una jarra de vino que sirve para sacar la bebida de una crátera donde previamente ha sido aguada. Es la única pieza de cristal tallado descubierto en Francia. El color de fondo es bastante extraño, porque se trata de un cristal morado en lugar de azul. El tema dionisíaco se representa a través de un pino, Sileno sobre un pilar junto a una mujer (Ariadna quizás) sobre otro más pequeño. Otro sátiro bebe de un recipiente. Debajo del asa se representa una máscara de medusa.

  • Panel de la Casa de Fabius Rufus”. Siglo I a.C. Nápoles. Museo archeologico Nazionale.

 En esa villa pompeyana, una de las más grandes de la ciudad sepultada por el Vesubio, se encontraron dos paneles realizados en vidrio tallado que representan de nuevo escenas dionisíacas. Los paneles se encontraron en el triclinio por lo que se ha supuesto que pertenecían a un mueble de lujo.


        En el panel expuesto en Roma se representa el encuentro entre Ariadna, sentada volviendo la cabeza, y Dionisos. Los acompaña un joven sátiro. Dionisos se representa con sus tradicionales atributos: una corona de sarmientos y un largo tirso que le cubre la espalda. A sus pies aparece un gran cántaro. Dos pequeños Eros sobrevuelan sobre la composición evocando la unión mística.
El segundo panel muestra la iniciación dionisiaca de Ariadna.

martes, 13 de mayo de 2014

La Batalla de Filipos

La batalla definitiva contra los asesinos de César se libró en dos combates llevados a cabo los días 3 y 23 de octubre de 42 a.C. en Filipos (Macedonia).  En las cercanías de esa ciudad de la costa del Egeo (denominada así en honor al padre de Alejandro), 19 legiones lideradas por los triunviros Octavio y Antonio derrotaron a las 17 del ejército republicano bajo el mando de Bruto y Casio, los cabecillas de los Idus de marzo. Se enfrentaron dos de los ejércitos romanos más grandes de la historia que aglomeraban unos 200.000 hombres. El tercer triunvro, Lépido permaneció en Roma a cargo del gobierno de la ciudad.


Al ser Antonio el triunviro con más experiencia militar, fue él quien planteó la campaña. Octavio no intervino en un principio porque se encontraba enfermo y tuvo que quedarse atrás con su ejército. Se desconoce a ciencia cierta el tipo de enfermedad que le aquejó pero lo que sí sabemos es que el más joven de los triunviros, de delicada salud, empeoraba en momentos de gran tensión, y especialmente ante la inminencia de batallas, debido a su escasa preparación en ese terreno; su enfermedad puede haber sido psicosomática. Sin embargo, éste hecho sirvió para que sus enemigos lo tacharan en adelante de cobarde.
Cuando Octavio llegó junto a Antonio (que en ese intervalo había fracasado en la organización de una emboscada) se instaló en el mismo campamento junto con sus hombres. A principios de octubre, ante la situación de inactividad de los dos bandos, Antonio, con la finalidad de desbloquear la situación, lideró personalmente el ataque y, siguiendo una estrategia totalmente cesariana, atacó el campamento de Casio. Las fuerzas republicanas se vieron obligadas a retroceder a la vez que la caballería huyó en dirección al mar.

Tapiz de la Batalla de Filipos. Palma de Mallorca. Palacio de la Almudaima

Por su parte Bruto, asaltó el campamento de los triunviros; en él había permanecido Octavio, quien habría muerto, si él a causa de su enfermedad no se hubiera ocultado en las marismas cercanas. Según la mayoría de los historiadores antiguos relatan que fue advertido en sueños que tuviera cuidado ese día; sin embargo, es más probable que ante la inminencia de la batalla, al encontrarse aún muy debilitado optara por abandonar el campamento antes de que ésta se iniciara, evitando así una muerte segura. Tres estandartes de sus legiones fueron capturados por los hombres de Bruto y las legiones del hijo de César huyeron en desbandada. No obstante, se reorganizaron rápidamente y volvieron a contraatacar.
La contienda hubiera acabado en empate si no hubiera sido porque la inmensa nube de polvo que cubría la llanura de Filipos impedía discernir el resultado de la misma; por este motivo, Casio creyendo que las legiones de Bruto habían sufrido una estrepitosa derrota y que aquel había caído, se suicidó. Este hecho desestabilizó mucho a Bruto, hombre de letras más que de armas, que se sintió profundamente desorientado.

Bruto (Tobias Menzies) se abraza al cadáver de Casio (Guy Henry). Fotograma de la serie Roma

         Ambos ejércitos se encontraban bastante maltrechos; aún así Bruto presentó batalla el 23 de octubre. En esta ocasión las tropas de Octavio lucharon con valentía hasta que las legiones republicanas emprendieron la retirada. Antonio lideró la persecución mientras que Octavio, débil y exhausto, permaneció defendiendo el campamento. Probablemente Agripa se hiciera cargo de la situación. Bruto, escondido en unas colinas boscosas y abandonado por muchos de sus soldados se suicidó. Fue el final de un hombre atormentado toda su vida por una tremenda lucha interior que le llevó a considerar el asesinato de aquel que lo amaba como un hijo como un sacrificio más que como un acto político. Más de 40.000 romanos tuvieron que morir para que quedara claro a la causa republicana, agonizante en Filipos, que la  muerte de César había sido un sinsentido.
Y fue en este momento cuando la gran ira que había acumulado Octavio desde el asesinato de su padre adoptivo, acrecentada durante las vicisitudes de la contienda, estalló con toda su virulencia. Frente a las muestras de clemencia hacia las personalidades ilustres vencidas por parte de Antonio (el verdadero vencedor de Filipos), el joven, que acababa de cumplir 22 años y, que en los últimos dos, había soportado una carga insoportable para sus jovencísimos  hombros, se mostró implacable. El apogeo de su cólera se desató ante el cadáver de Bruto: Antonio lo cubrió con su manto púrpura y pretendió rendirle honores; sin embargo, Octavio ordenó cortarle la cabeza y enviarla a Roma para que fuera arrojada a los pies de la escultura de César. Por fin se había cumplido su venganza. En un futuro el Foro de Augusto lo recordaría a la posteridad.
Sin embargo, algunos personajes fueron perdonados por Octavio, como es el caso de Horacio, que luchó en el bando republicano; por mediación de Mecenas se convertiría en uno de los poetas más fieles del Principado. Horacio, a partir de su experiencia, aborreció la guerra durante toda su vida e incluso escribió un poema sobre su cobardía y sobre la inutilidad del valor si éste conduce a la muerte. 

“Una vez nos batimos juntos en retirada,
en el campo de Filipos
cuando solté mi pobre escudo.
Y el coraje se esfumo,
y de los hombres fuertes que fruncían el ceño
los más valientes cayeron;
sus mentones sobre la tierra pantanosa”



Serie Roma. Versión romántica de la Batalla de Filipos
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=qlIZT4lCrVA

jueves, 8 de mayo de 2014

El Teatro Marcelo


Roma 2013

        De los tres grandes teatros en piedra que existían en Roma en la época imperial, el único que permanece parcialmente en pie es el Teatro Marcelo. Proyectado por Julio César, fue ejecutado por Augusto entre los años 13 y 11 a.C quien lo dedicó a su querido sobrino y yerno Marco Claudio Marcelo, su potencial heredero si la muerte (acaecida en el 23 a.C.) no le hubiera sobrevenido de forma prematura cuando sólo contaba 19 años de edad.
Aún no finalizado, en el 17 a.C., se inauguró con los Juegos Seculares (que se celebraban cada 100 años para marcar el comienzo de una nueva era) en los que Horacio escenificó su Carmen Saeculare. Ese día se produjo una  anécdota curiosa: la silla curul donde estaba sentado el emperador se rompió precipitándolo al suelo de manera estrepitosa, hecho que provocó la paralización de la obra. Ante el estupor y preocupación de todos, el Príncipe, con su habitual naturalidad se alzó sonriendo y con un gesto de la mano solicitó que continuara la representación.
Construido en la zona de Circo Flaminio, la elección del lugar junto al Pórtico de Octavia y el templo de Apolo Sosiano, viene determinada por este último edificio, al dedicársele a Apolo las representaciones teatrales.
El teatro Marcelo constituye una de las grandes obras arquitectónicas del principado. Junto al teatro de Balbo el Joven (que se ubicaba muy próximo a él) y el teatro de Pompeyo evidencian la clara apuesta de Augusto por la cultura griega.
Aunque en determinadas ocasiones, Augusto ofrecía al público espectáculos más acordes con la mentalidad romana (como las luchas de fieras y gladiadores, la representación de batallas o las naumaquias), su principal objetivo era fomentar por encima de todos ellos el teatro, en un afán de intentar superar a los griegos y convertir a Roma en la capital cultural del imperio. Asimismo, lo concibió como el lugar idóneo de encuentro con el pueblo, es decir, aquel en el que los poetas leales a Augusto cantaban las gestas del elegido por los dioses para inaugurar una nueva era. Por otra parte, el teatro se convirtió en el púlpito donde el pueblo a través de aplausos o protestas aprobaba la gestión de un Príncipe muy dispuesto, tanto a aceptar los unos como a escuchar las otras. Así quedaba patente que el primer ciudadano accedía gustoso a dialogar con un pueblo, que precisamente por este motivo lo adoraba y respetaba.


Reconstrucción del teatro Marcelo

El teatro Marcelo, que podía albergar hasta 15.000 espectadores, tenía 32,60 metros de altura repartidos en tres pisos en los que se distribuían 41 arcadas. Su fachada reproduce por primera vez la superposición de órdenes (toscano en el primer piso, jónico en el segundo y pilastras de orden corintio en el tercero en forma de ático)  que inspiraría al constructor del Coliseo, en un modelo que ejercería una poderosa influencia en la historia de la arquitectura. El material usado, mármol travertino, también se utilizaría en la construcción del mayor anfiteatro del mundo.


Interior de las arcadas

Detalle de la fachada. Superposición de órdenes

Anfiteatro Flavio o Coliseo. 71-80 d.C. Roma 2013

Patio del Palazzo Pitti con superposición de órdenes. 1458. Florencia. 2012

Su interior (del que no se han conservado apenas restos) al igual que la mayoría de teatros romanos seguía el modelo heredado de Grecia y propuesto por Vitruvio, el cual constaba de las siguientes partes:
  • Frente escénico (scenae frons): Es el frente del edificio, normalmente compuesto por un doble cuerpo de columnas.
  • Orchestra: Espacio semicircular donde se sentaban las autoridades, actuaba el coro, etc.
  • Proscenio (Proscaenium): Lugar donde se representaba la obra.
  • Pórtico detrás de la escena (Porticus post scaenam): patio porticado detrás del Frente escénico.
  • Aditus: Pasillos laterales de entrada a la orchestra.
  • Cavea: Graderío donde por estratos sociales se acomodaba el público. Se dividía en ima cavea (gradas inferiores), media cavea (gradas medias) y summa cavea (gradas superiores).
  • Vomitoria: galerías abovedadas por las que se accedía al teatro.


El teatro Marcelo resultó muy dañado durante el incendio de Roma del 64 d.C y abandonado en siglo IV, sus bloques de mármol se usaron para construir el Puente Cestio. En la Edad Media se usó como fortaleza convirtiéndose en el palacio de los Savelli durante el siglo XII. Más tarde, su interior fue demolido para la construcción de casas de vecinos. A principios del siglo XX el teatro fue sacado a la luz liberándolo de todos los edificios que lo ocultaban.


Roma 2011


                          
           https://www.youtube.com/watch?v=jwDtlOSpA88