sábado, 24 de mayo de 2014

Ara Pacis Augustae

           “Cuando regresé de Hispania y la Galia, durante el consulado de Tiberio Nerón y Publio Quintilio (13 a.C), tras haber llevado a cabo con todo éxito lo necesario en esas provincias, el Senado, para honrar mi vuelta, hizo consagrar, en el Campo de Marte, un altar dedicado a la Pax Augusta y encargó a los magistrados, Pretores y Vírgenes Vestales que llevasen a cabo en él un sacrificio en cada aniversario”. 
 Augusto. Res Gestae Divi Augusti, 12

Ara Pacis Augustae. Roma. 2013

Con estas palabras, el mismísimo Augusto relata el momento en que el Senado decretó la construcción más exquisita de su principado: el Ara Pacis Augustae. Una verdadera obra maestra que no sólo se convertiría en el culmen del arte relivario romano sino que inmortalizaría la instauración de la Pax Romana, el mayor logro del gobierno de Augusto.
El monumento, cuya ejecución fue aprobada el 4 de julio del 13 a.C., se consagró el 30 de enero del 9 a.C. Estaba situado en sus orígenes junto a la Via Lata (último tramo de la Via Flaminia), y no se trasladó a su ubicación actual junto al Mausoleo de Augusto hasta 1938. Está realizado en mármol de Carrara.


Reconstrucción del Ara Pacis

De estructura rectangular (mide 11,65 x 10,62 metros), el verdadero altar donde cada año se realizaban los sacrificios se encuentra en su interior, cuyas paredes están decoradas con guirnaldas y bucráneos (cráneos de bueyes). A él se accede a través dos puertas que se abren en el centro de los lados más estrechos, la delantera por donde entraban los sacerdotes oficiantes a través de una escalera, mientras que la trasera se utilizaba para introducir los animales. El altar propiamente dicho aparece decorado con personificaciones de provincias conquistadas en la parte inferior y una procesión de vestales acompañada por ayudantes de sacrificio en la parte superior. Se corona con volutas y cabezas de león.


 Interior del altar. Roma 2018

Interior del altar. Roma 2018

           Sin embargo, lo verdaderamente relevante en el Ara Pacis es la decoración escultórica de las paredes externas. Estructuradas en 2 frisos, el inferior lo cubre una exuberante ornamentación a base de ramas de acanto en la que se intercalan aves y pequeños reptiles como lagartijas y serpientes. Esta vegetación está tallada con tal elegancia y delicadeza que desvela su evidente ascendencia helénica. En el friso superior, por su parte, se distribuyen escenas mitológicas en los lados más cortos y la famosa procesión de sacerdotes, senadores y familiares de Augusto en los laterales.


Detalle de la decoración vegetal. Roma 2013

Detalle de animales entrelazados en la decoración vegetal. Roma 2018


        Las escenas mitológicas trasmiten un gran significado político que enlaza perfectamente con la propaganda augustea. La primera de ellas, situada en el nivel superior de la parte frontal del altar, a la izquierda de la puerta, representa al Luperco, es decir, la cueva donde según la leyenda Rómulo y Remo fueron amamantados por la loba. A la derecha, se coloca la escena de Eneas ofreciendo un sacrificio a los dioses penates. El mensaje es claro: vincular el linaje de Augusto con el de Eneas y con los mismísimos fundadores de Roma, subrayando una vez más el origen divino de la gens Julia.


Dealle. Escena del Luperco

Detalle. Eneas haciendo un sacrificio a los dioses Penates

      En la parte trasera, en la zona derecha aparece la diosa Roma vestida de amazona sentada sobre sus armas en un panel del que apenas quedan restos. A la izquierda, la diosa Tellus (Tierra) ejemplificando una alegoría de la Pax, aparece representada como una figura exuberante y maternal con dos bebés en el regazo, rodeada de una elegante vegetación y figuras de animales domésticos. La flanquean los genios del Aires (sobre un cisne) y del Agua (sobre un monstruo marino). Esta escena está íntimamente vinculada con la política demográfica de Augusto en las que se exalta el matrimonio y la maternidad, a la vez que pone de manifiesto los frutos de la prosperidad alcanzada gracias a la Paz.


Detalle. La Diosa Roma

Detlalle la Diosa Tellus. Roma 2013

Detalle de Tellus. Roma 2018

     En los frisos laterales, aparece una larga procesión ordenada por rango. El meridional, el más famoso sin duda, lo encabezaban 12 lictores, de los que quedan escasos restos; a continuación se abren paso una serie de togados, entre los que destaca el propio Augusto (cuya imagen, velada, en su papel de Pontifex Maximus se ha conservado parcialmente) seguidos por lo cuatro flamines mayores que preceden a la familia imperial, en lo que se convertiría en un retrato colectivo de incalculable valor histórico. En primer lugar, se coloca Agripa, a su vez con la cabeza velada, acompañado de su esposa e hija del Príncipe, Julia Mayor y el pequeño Cayo (luciendo vestido y collar troyanos para recalcar su papel de heredero de Augusto) que se esconde entre sus padres. La situación prominente de éstos se debe a que ellos aseguraban la línea de sucesión imperial. 

Detalle Friso meridional en el que aparece Augusto. Roma 2013

Familia imperial en el friso meridional. Roma 2013

       A continuación observamos a Tiberio (primogénito de la emperatriz Livia) seguido muy de cerca de Antonia la Menor, cuyas bellísimas facciones reflejan la mezcla tan atractiva de sangre que corría por sus venas; la joven, que lleva de la mano a su hijo Germánico (padre de Calígula) se vuelve hacia su esposo Druso (el otro hijo de Livia). Cierran la comitiva Antonia la Mayor acompañada de su hijos: Domicio (padre de Nerón) y Domicia (madre de la emperatriz Mesalina). Cuando se consagró el altar varios de sus protagonistas habían fallecido como es el caso de Octavia y Agripa. 
   Por su parte, en el friso septentrional (peor conservado pues muchas de las cabezas fueron rehechas en el siglo XVI) aparece una representación de sacerdotes y senadores junto a otros miembros de la familia imperial, entre los que destacan la hermana y la esposa de Príncipe, o lo que es lo mismo Octavia y Livia; ésta última lleva de la mano a Lucio César, el segundo nieto de Augusto de apenas 5 años, ataviado también con vestidura troyana como su hermano Cayo.
  
Friso septentrional. Roma 2011
Detalle del friso septentrional con el pequeño Lucio César de la mano de Livia

Fragmento del Ara Pacis Augustae. París. Museo del Louvre

Aunque con claras reminiscencias del friso de las Panateneas (obra de Fidias que decoraba el Partenón de Atenas), los del Ara Pacis inauguran una modalidad dentro de la escultura completamente nueva y genuinamente romana: el relieve histórico, a la vez que lo eleva a los más altos niveles. La calidad técnica de los mismos se evidencia en detalles como la búsqueda de la profundidad a través de la alternancia del alto, medio y bajo relieve o en el estudio de los pliegues unido a la sublime belleza y delicadeza de los retratados. Igualmente, frente a la seriación de algunas figuras en la obra maestra griega y la espiritualidad de los rostros, bellísimos, pero que no transmiten emociones, los personajes del Ara Pacis se presentan en diferentes posturas, relacionándose entre ellos y, algunos de ellos, poniendo de manifiesto los sentimientos que los unen, aunque siempre dentro de la contención y sobriedad romanas: preciosa es la escena que nos muestra el diálogo que mantienen con la mirada Antonia la menor y su esposo Druso de los que se sabe estaban muy enamorados, y sobre todo, resultan muy entrañables aquellas que protagonizan niños, los cuales fruto de la inocencia de su edad, en un acto de tal solemnidad, se esconden y agarran a las vestiduras de los adultos, como el pequeño Lucio César que parece escapar quizás para correr hacia sus padres o las manos que acarician las cabezas de Cayo César y Julia Menor buscando calmar su inquietud infantil.


Jinetes del friso de las Panateneas. Fidias. Siglo V a.C. Lóndres. Museo Británico 2011

Antonia, Druso y Germánico. Roma 2013

Los niños del Ara Pacis: Cayo y Lucio junto a otro hijo de Agripa de un anterior matrimonio 
Roma 2013

Detalle. Julia Menor 

Cada año, el día del aniversario de su dedicación y el 30 de marzo (onomástica de las divinidades protectoras del Estado) una procesión encabezada por Augusto acudía al altar para inmolar una víctima blanca, al tiempo que se pronunciaba la plegaria que recoge Ovidio en sus Fastos: “Para que viva eternamente con la paz, la casa que nos la garantiza. Rogad a los dioses con píos votos para que nos sean propicios”.
El Ara Pacis fue abandonado en la antigüedad quedando sepultado en el subsuelo romano. En 1568 empezaron a salir a la luz los primeros fragmentos del mismo, que sin ser reconocidos, fueron vendidos a diferentes coleccionistas de arte en Italia y en el extranjero. En el siglo XIX, fueron descubiertos nuevos fragmentos que Von Duhn asoció al altar augusteo del que hablaban las fuentes. Ya en los primeros años del siglo XX, Benito Mussolini impulsó la excavación definitiva y reconstruyó el monumento en su ubicación actual, protegido por pabellón, con los paneles que pudo recuperar (no consignó los que habían acabado en París y Viena). Se inauguró el 23 de septiembre de 1938, día del bimilenario del nacimiento de Augusto.
En el año 2006 abrió sus puertas el nuevo Museo del Ara Pacis, un edificio realizado en cristal, acero, travertino y estuco, proyectado por el arquitecto estadounidense Richard Meier que cubre en su totalidad el monumento y que ya entonces recibió numerosas críticas. Críticas acertadas, pues el pasado mes de noviembre la lluvia que abatió Roma con particular violencia se infiltró en el edificio Meier alcanzando al Ara Pacis. Es indignante que un edificio que costó 17 millones de euros (5 más de lo que cuesta restaurar el Mausoleo de Augusto), no sea capaz de cumplir su cometido principal, que no es precisamente lucirse sino proteger la joya única que alberga en su interior. Esperemos que imágenes tan penosas no vuelvan a repetirse.

Museo del Ara Pacis. Edificio Meier

Lluvía sobre el Ara Pacis

Un  hecho curioso es que en 2009, el Ayuntamiento de Roma organizó unas sesiones para mostrar el Ara Pacis con sus colores originales a través de efectos especiales. Por unas jornadas, el Altar de la paz pudo contemplarse como lo vieron el Príncipe y sus coetáneos. 



 


                                                     Ara pacis con colores
                                     Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=8_BBv4Kle1M 

1 comentario:

  1. He diseñado una ruta cultural que se llama "Tras los pasos de Augusto" y me he tomado la libertad de coger el verso que Vd. a puesto.No dude si viene a Cartagena recorrer conmigo "Tras los pasos de Augusto"
    http://ramonaescarabajal.wordpress.com/2014/05/28/tras-los-pasos-de-augusto/

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