domingo, 20 de abril de 2014

El Segundo Triunvirato


 Antonio. Octavio y Lépido

         Tras ser investido cónsul y haber logrado nombrar enemigos del Estado a los asesinos de César, ese mismo año (43 a.C.), Octavio partió en dirección hacia el norte con sus legiones; el joven había entendido que éstas eran insuficientes para vencer a los ejecutores de los idus de marzo en el campo de batalla. Por este motivo se reunió con Marco Antonio y Marco Emilio Lépido en una isla cerca de Bononia y Mutina en medio del río Lavinius donde tras dos días de negociación, instauraron el Segundo Triunvirato: este sistema político (heredero del primer triunvirato establecido por César, Pompeyo y Craso en el 60 a.C.) consistía en una Comisión de Tres para el gobierno del Estado por una duración de cinco años; los tres gozarían de poderes absolutos para promulgar y revocar leyes y para nombrar cargos oficiales; por ello, Octavio se vio obligado a renunciar a su consulado, en favor de Ventidio, legado de Antonio. En cuanto al reparto del imperio, Antonio conservó la Galia Cisalpina y la Galia Comata;  Lépido se quedó con la Galia Narbonense e Hispania mientras que Octavio obtuvo Cerdeña, Sicilia y África, territorios conflictivos y carentes de importancia militar. En ese momento no se distribuyeron las provincias orientales que estaban aún en poder de Bruto y Casio, los cabecillas de los asesinos, que se encontraban en Macedonia con 19 legiones y unos 100.000 hombres. Estos acuerdos fueron aprobados por una Asamblea del Pueblo en Roma.


La reconciliación de Octavio y Antonio se confirmó con un matrimonio: Octavio anuló su compromiso matrimonial con Servilia y contrajo matrimonio con Clodia, hija de Fulvia, esposa de Antonio.
La primera medida del triunvirato fue declarar una proscripción general, una de las más sangrientas de la historia de Roma, con una doble finalidad: eliminar a todos los enemigos del triunvirato y recaudar fondos para la guerra contra Bruto y Casio. Fue una de las decisiones más difíciles que tuvo que tomar Octavio, a la cual en un primer momento se opuso tajantemente; acabaron por convencerlo algunas circunstancias entre las que destacan la importancia vital que tenía para él vengar el asesinato de su padre adoptivo, el hecho de necesitar fondos para pagar a las legiones para poder alcanzar tal fin y la convicción de que la famosa clemencia de César no evitó el odio contra él. De este modo 300 senadores y más de 2000 altos cargos fueron acusados de complicidad en el asesinato de César y condenados a muerte. Casi toda la oposición republicana de Italia fue aniquilada. Nada pudo hacer Octavio para evitar la muerte de algunos ciudadanos, como es el caso de Cicerón, cuya cabeza fue exigida de manera innegociable por Antonio para llegar al acuerdo.

Las masacres del triunvirato. Antoin Caron.1566. Museo del Louvre

Entre tanto la causa republicana se iba afianzando al irrumpir en escena Sexto Pompeyo (hijo de Pompeyo Magno) que tras ver morir a su padre de manera ingnominiosa en las costas de Egipto, se había unido a los anticesarianos.  Tras los Idus de marzo había conseguido el mando de una gran flota y, bajo el gobierno ya del triunvirato, se había adueñado de la isla de Sicilia lo que le otorgaba una posición muy ventajosa pues controlaba el abastecimiento de grano que alimentaba a la población romana proveniente de Egipto, África y la propia Sicilia. El bando republicano se consolidaba: al este controlaban la situación Bruto y Casio y al oeste, Sexto Pompeyo.

Aureo de Sexto Pompeyo en el que se proclama hijo del Magno Imperator desafiando a los triunviros
y, en especial. a Octavio

       Octavio se enfrentó a Sexto en una breve escaramuza resultando derrotado; este hecho precipitó su partida hacia Oriente junto a Marco Antonio al encuentro definitivo con Bruto y Casio.

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