jueves, 16 de enero de 2014

Augusto Pontifex Maximus

Siglo I d.C. Roma. Museo Nazionale Romano. Palazzo Massimo alle Terme

Augusto Pontifex Maximus
           
           Una obra de arte me cautiva cuando su contemplación en vivo me descubre sensaciones diferentes a aquellas que nacen de admirarla en una fotografía. El arte no puede reducirse a una sucesión de objetos ejemplares expuestos en un museo; por el contrario, debe emocionar, mover sentimientos capaces de llegar hasta lo más profundo del alma. Una de las veces que he vivido esa experiencia fue en junio de 2011, la primera vez que contemplé en el Museo de las Termas la conmovedora majestuosidad de la escultura de Augusto que allí se conserva en un ambiente más íntimo, un poco al margen de la vorágine turística que cada día invaden los Museos Vaticanos.
           Representa a Augusto como Pontifex Maximus, es decir, como máximo representante de la religión romana, cargo que obtuvo en el 12 a.C. La escultura actual es una copia en mármol de tiempos de Tiberio. Fue encontrada en 1910 en la ladera de la Colina Oppio, en la Via Labicana, en la misma Roma.

Detalle frontal

El emperador aparece vestido con la toga, una vestimenta que se adaptaba perfectamente a una silueta menuda como la suya, calzado con  los zapatos propios de los patricios (calcei) y con la cabeza cubierta con un velo como signo de pietas religiosa posando en actitud oferente. El brazo derecho, extendido, debía portar en su mano una pátera, plato ritual para el derramamiento de vino durante un sacrificio. Los pliegues de la toga están muy cuidados. La cabeza y los brazos fueron esculpidos de manera independiente.


Detalle de los zapatos y el plegado de la toga

          El rostro vuelve a presentar el clasicismo propio del arte augusteo. Los rasgos son ligeramente más humanizados que en Prima Porta, pero a la vez de una belleza sublime y armónica evocando una gran espiritualidad.

 Detalle del rostro. Perfil izquierdo

Detalle del rostro. Perfil derecho

           La  religiosidad de Augusto, como casi todo en él, era de un carácter moderado. Se puede decir que usó la religión como un instrumento para gobernar. Era un hombre piadoso pero no tuvo ningún escrúpulo en realizar un acto sumamente impío como fue robar el testamento de Marco Antonio de las dependencias de las sagradas Vírgenes Vestales, hecho que resultó decisivo para propiciar la batalla final contra su máximo rival cuya victoria lo convirtió en dueño absoluto del mundo romano. Sin embargo, aquí se nos muestra como el sacerdote devoto, en un tipo de representación muy repetida, pues la propaganda del Principado era muy consciente, como apuntó P. Zanker, del poder de las imágenes.

Atrio de la Casa de las Vestales en el Foro Romano. Roma 2013

           Una de las copias más logradas de esta escultura podemos admirarla en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. Desgraciadamente sólo ha llegado hasta nosotros la cabeza; sin embargo, es suficiente para expresar una grandeza similar a la de la incomparable obra romana.

Cabeza de Augusto velada. S. I d.C. Museo Nacional de Arte Romano. Mérida


Augusto de Via Labicana. Detalle de la cabeza

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