En el año 26 d.C.
Tiberio decidió retirarse a la isla de Capri (a su suntuosa Villa Jovis),
dejando todos los asuntos de gobierno en las manos de su Prefecto del Pretorio,
Lucio Elio Sejano, de quien el emperador dependía cada vez más a medida que crecía
su aborrecimiento por el poder.
Busto
de Tiberio. Siglo I d.C. Colonia. Romish-Germanisches Museum
Fuente: By Carole Raddato from
FRANKFURT, Germany - Tiberius, Romisch-Germanisches Museum, CologneUploaded by
Marcus Cyron, CC BY-SA 2.0,
Sejano nació en 20 a.C.
en el seno de una familia de orden equestre originaria de Volsinii (actual
Bolsena en Etruria). Su abuelo entró en la esfera de la familia imperial a
través de su amistad con Terencia, la mujer de Mecenas (uno de los más grandes
colaboradores de Augusto). Entre los años 2 y 4 a.C. Sejano fue nombrado
miembro de la guardia pretoriana, acompañando al nieto y heredero de Augusto, Cayo
Cesar, en su campaña en Armenia en el año 1 a.C.. Cuando Tiberio se convirtió
en emperador nombró a Sejano Prefecto del Pretorio, como colega de su padre
Lucio Seio Estrabón, aunque al año siguiente éste último fue nombrado
gobernador de Egipto quedando Sejano como el único comandante al mando del
prestigioso cuerpo.
Y fue entonces, a partir
del año 17, cuando Tiberio realizó un
profundo cambio en la estructura y funcionamiento de la guardia pretoriana: dejó de ser un simple cuerpo de salvaguarda del emperador para convertirse en
una organización de gran influencia en la vida administrativa, en los asuntos
de gobierno y en la Seguridad Pública pues el nuevo César le traspasó la
protección de la ciudad. En ese momento, los distintos campamentos en los que los
pretorianos se dispersaban por la ciudad de Roma fueron trasladados a uno construido
especialmente para ellos, la Castra
Praetoria, dándole a Sejano el mando de entre 6.000 y 9.000 soldados, en
los que aquel sustentó su anhelo de poder.
Sejano (Patrick Stewart) en un fotograma de la
serie Yo, Claudio
En su nueva posición, Sejano cultivó desde el
primer momento el favor de Tiberio, un hombre desconfiado y carente de afectos
sinceros a su alrededor, convirtiéndose pronto en su principal asesor. El
emperador no dudaba en demostrar su afecto hacia él, llamándole su “compañero”
y mandando erigir estatuas del prefecto por toda la ciudad. Del mismo modo, lo
nombró pretor y nombró a los seguidores de Sejano en importantes puestos.
Estos privilegios
concedidos al prefecto del pretorio no sentaron nada bien a la clase senatorial
ni a algunos miembros de la familia imperial, especialmente a Druso, el hijo de
Tiberio. La enemistad entre ellos se remonta al año 15 cuando ambos partieron
hacia Germania y Panonia a sofocar un motín de las legiones allí acantonadas. Esta
animadversión fue creciendo a lo largo de los años, incrementándose a la muerte
de Germánico cuando Druso fue nombrado claramente sucesor al trono del Imperio
y Tiberio empezó a delegar tareas de gobierno en él. A pesar de ello, Sejano no
cesó en su empeño de acercarse a la familia imperial consiguiendo concertar el
matrimonio entre su hija y el hijo del futuro emperador Claudio, sobrino nieto de
Tiberio. Este matrimonio no llegaría a celebrarse.
Entre los dos se originó incluso una pelea en
la que Druso golpeó a Sejano. Éste último, inseguro aún de su posición en esta
etapa, ocultaba su fiero carácter y le respondía con un tono amable que
denigraba aún más al hijo de Tiberio que
“se quejaba repetidamente de que su padre,
teniendo un hijo vivo, llamara a otro como ayudante en el Imperio” (Tácito.
Anales. Libro IV, 7, 1).
Druso el Menor. Siglo I d.C. Museo de las Termas. Roma 2013
Sin embargo Sejano entre
bambalinas, sedujo a la esposa de Druso, Claudia Livila y entre ambos envenenaron
al hijo de Tiberio en 23 d.C. haciendo creer a todos que su muerte había acaecido
de forma natural a causa de los numerosos excesos de la vida licenciosa que
llevaba en la que predominaba su asistencia a banquetes, bacanales y prostíbulos
Tiberio, amargado porque
sus planes se habían frustrado, empezó poco a poco a desentenderse de las
tareas de gobierno dejando gran parte de los asuntos que antes delegaba en Druso
en manos de Sejano, mientras que crecían los hijos de Germánico (en esa época
el mayor Nerón tenía 17 años) y su único nieto natural Tiberio Gemelo (su
hermano había fallecido siendo muy pequeño).
No obstante, Sejano, que
es uno de los personajes más ambiciosos y oscuros de la antigua Roma, tenía
otros planes. Así en el año 25, tras divorciarse de su esposa Apicata solicitó
al emperador la mano de Livila para asegurarse un puesto en la dinastía Julio Claudia
como candidato al trono imperial. Pero él no era Agripa ni Tiberio Augusto, así
que para estupor de todos el emperador declinó su oferta dándole un toque de
atención y recordándole cual era su posición: “te engañas, Sejano, si crees que permanecerás en el mismo rango
social, y que Livila, que estuvo casada primero con Cayo César (nieto de
Augusto) y luego con Druso, va a hacerse a la idea de envejecer al lado de un
caballero romano. Suponiendo que yo lo permita ¿crees que lo soportarán quienes
han visto a su hermano, a su padre y a nuestros mayores en los más altos
mandos? Cierto que tú quieres permanecer en el lugar que ocupas; pero aquellos
magistrados y notables que, aunque tú no quieras, llaman a tu puerta y te
consultan sobre todo, no ocultan sus quejas de que ya hace tiempo que has
sobrepasado el nivel propio de un caballero y que has superado con mucho las
amistades de mi padre; y por envidia a ti, me acusan también a mí” (Tácito.
Anales. Libro IV, 40,4).
Esta replica inesperada
no amilanó a Sejano, sólo lo obligó a cambiar de estrategia. Por un lado,
consiguió casar a su hermana Elia Petina con el sobrino del emperador Claudio
(en el año 28) y por otro, empezó a idear en su mente la eliminación uno a uno
de todos los descendientes de Germánico, aprovechando los recelos de Tiberio
hacia lo que él creía la desmesurada ambición de Agripina la mayor (nieta de
Augusto y madre de los jóvenes).
Así, con Tiberio en
Capri, Sejano leía toda la correspondencia entre él y el Senado. A pesar de
ello, sus aspiraciones desmedidas se veían frenadas por el gran poder que aún
detentaba desde la sombra una anciana mujer de 87 años que, aunque retirada de
la vida pública en su Villa de Prima Porta, seguía poseyendo una inmensa red de
influencias y, por encima de todo, el favor del pueblo de Roma, siendo su única
presencia capaz de mantener a raya tanto a Tiberio como a Sejano. Livia, que
seguía gozando de una salud de hierro, aunque también recelaba de Agripina, quizás
por fastidiar a su hijo y parar los pies a Sejano, la tenía bajo su protección tanto
a ella como a sus hijos. De hecho, el menor de ellos, Cayo Calígula (que a la muerte
de Druso el menor tenía 11 años), vivía con ella desde el momento en que las
relaciones entre Agripina y Tiberio comenzaron a tensarse.
Livia (Sian Phillip) en unn fotograma de Yo, Claudio. 1976