Camafeo con la
supuesta imagen de Livila. Siglo I d.C. Berlín. Altes Museum
Fue la única hija nacida
del matrimonio entre Druso el Mayor y
Antonia la mayor, por tanto hermana de Germánico y del futuro emperador Claudio
además de sobrina de Tiberio. Nació en el año 13 a.C. Recibió el nombre de
Livia en honor de su abuela, aunque para diferenciarla de aquella siempre se la
conoció como Livila.
Siendo aún muy pequeña
se quedó huérfana de padre, por lo que se trasladó junto con su madre a la Casa
que compartían Augusto y Livia en el Palatino. Allí recibiría la misma
educación rígida que todas las mujeres de la casa imperial basada en la instrucción
en todas las labores del hogar, en especial las de lana y el telar, y en el
conocimiento de la retórica y el griego.
Siendo apenas una
adolescente contrajo matrimonio con Cayo César, el primogénito de los nietos de
Augusto y principal heredero del Imperio. No obstante, al morir el joven
prematuramente en el año 4 d.C., Livilla (que entonces contaba con unos 17 años)
se casó en segundas nupcias con su primo hermano, Druso el Menor, también
heredero imperial, al ser el hijo natural de Tiberio, que en aquella época fue
adoptado por Augusto. Con Druso tuvo una hija Julia Livila y los gemelos
Tiberio y Germánico Gemelo (éste fallecido a muy corta edad).
Livila y el alma del ya fallecido Druso el Menor en el Gran Camafeo de
Francia. 23 d.C. París.
Gabinete de Medallas
Durante el año 23, murió
su marido Druso a los 37 años. En principio se atribuyó su muerte a la vida de
excesos del joven, que pasaba sus noches entre tabernas y lupanares. No
obstante, cuando Sejano fue ejecutado, la primera mujer de éste, Apicata, envió
una carta a Tiberio antes de suicidarse en la que acusaba a su exmarido y a
Livila de haber sido amantes y de haber planeado entre ambos la muerte de
Druso, siendo la nuera del emperador quien se había encargado de administrar el
veneno lentamente para simular una enfermedad. Esta acusación, confirmada por
los esclavos que la ayudaron supuso el final de Livila. Según Dión Casio por
respeto a su cuñada Antonia, Tiberio dejó su castigo en manos de ella que la confinó
a morir de hambre encerrada en su habitación en el año 31, aunque realmente no está claro el final trágico de Livila.
A pesar de haberse
divulgado tradicionalmente esta versión hay muchas sombras sobre la vida de
Livila pues ¿qué ganaba ella al unir sus ambiciones a Sejano, si a través de su
matrimonio con Druso, ellos eran los principales herederos del Imperio tras la
muerte de Germánico?. Puede ser que la joven se enamorará del prefecto, quien según
Dión Casio era “el amante de las mujeres
de todos los hombres libres” (Historia Romana), y que sedujera a Livila con
promesas de matrimonio; quizás ésta habría caído rendida en sus brazos ante el
abandono a la que la sometía su esposo, pero también es verdad que una esposa
romana nunca esperaría fidelidad de su marido. Tácito corrobora está historia
diciendo que Livila “poco agraciada en
sus primeros años, llegó luego a destacar por su belleza. (Sejano) fingiéndose
enamorado de ella la arrastró al adulterio y después que la señoreó con el
primer delito, pues una mujer que pierde su pudor ya no es capaz de negar nada,
empezó a azuzarla a la esperanza del matrimonio, al Imperio compartido y al
asesinato de su marido. Y ella, que era sobrina nieta de Augusto, nuera de
Tiberio y madre de los hijos de Druso, se deshonraba a sí misma y a sus mayores
cometiendo adulterio con un hombre salido de un municipio, ansiando un futuro
criminal e incierto en lugar del honesto presente (Anales. 4, 3,3-4).
Livila (Patricia
Quinn) en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976
Sin embargo, es muy
extraño que teniendo prácticamente a su alcance la corona de emperatriz, Livila
lo arriesgara todo por un sentimiento romántico hacia un hombre mayor
que ella y de baja estirpe. Otra posible teoría es que ella no hubiera tenido
que ver nada con la muerte de Druso y, que al quedar desvalida tras el
fallecimiento de éste, se uniera a Sejano para asegurar el trono a sus hijos
frente a los hijos de Germánico respaldados por la fiera Agripina y el amor del
pueblo. En el año 25, Sejano solicitó a Tiberio la mano de Livila, que éste
rechazó dándole un primer toque de atención al prefecto. Posteriormente,
accedió a que el prefecto contrajera nupcias con la hija de Livila, Julia. No
obstante, de una manera o de otra la caída de Sejano supuso la de Livila y la damnatio de su memoria. “En Roma, como si los crímenes de Livila no
hubieran sido castigados ya tiempo atrás, se presentaban mociones durísimas contra
sus estatuas y su memoria” (Tácito. Anales,
VI, 2,1).
Así, la mayoría de
historiadores antiguos coinciden en dotar a Livila de un perfil negativo.
Suetonio dice de ella que siendo niña cuando “oyó que su hermano Claudio sería emperador, abominó públicamente y en
voz alta de la suerte tan miserable e indigna que le estaba reservada al pueblo
romano” (Vida de Claudio, 3,2).
Esto revela una repulsión no disimulada hacia su débil y enfermizo hermano
pequeño que contrasta con el gran cariño y respeto que siempre le profesó a
Claudio el hermano mayor de ambos, el bondadoso Germánico.