viernes, 5 de diciembre de 2014

Triunfo

“Mas César (Augusto), llevado en triple triunfo a las murallas romanas, consagraba un voto inmortal a los dioses itálicos, trescientos grandes santuarios por la ciudad entera. Vibraban las calles de alegría y de juegos y de aplausos; en todos los templos coros de madres, aras en todos: antes las aras cayeron en tierras novillos muertos. Y él mismo, sentado en el níveo umbral del brillante Febo (Apolo) agradece los presentes de los pueblos y los cuelga de las puertas soberbias; en larga hilera avanzan las naciones vencidas, diversas en lengua y en la forma de vestir y de armarse”
Virgilio. “Eneida”. Libro VIII. 714-723

Detalle del Augusto de Prima Porta. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticanos

            En agosto del 29 a.C., a punto de cumplir 34 años, Octavio celebró su triple triunfo: por la campaña de Iliria, por la batalla de Accio contra Cleopatra y por la conquista de Egipto.
            El triunfo era una de las ceremonias romanas más grandiosas, destinadas a testimoniar el poder de Roma a través del general que hubiera regresado victorioso junto con su ejército de alguna campaña significativa contra un enemigo extranjero. El general debía ser un magistrado electo (con imperium). El acto consistía en un desfile militar que recorría un itinerario tradicionalmente establecido. El Triple Triunfo celebrado por Octavio fue uno de los más espectaculares que se recuerdan en la historia de Roma pues exhibía todo el oro traído de Egipto junto con maravillosas muestras del arte faraónico. Era tal la cantidad de oro que los índices de los tipos de interés bajaron del 12 al 4%. El espléndido botín abría el cortejo.

Un carro sagrado se ofrece a Marte Vengador en los Relieves Medinaceli. Siglo I d.C. 
Primer panel: Sevilla. Casa Pilatos
Segundo Panel: Budapest. Szépmüvéstizeti Museum

Tras él, en un carro se exhibía una imagen de Cleopatra rodeada de serpientes que incluso muerta tendida en un lecho mostraba su lascivia al pueblo romano. Detrás caminaban los pequeños príncipes de Egipto, los últimos representantes de la dinastía ptolemaica: Alejandro Helios, Cleopatra Selene y Ptolomeo Filadelfo ataviados con sus mejores galas. De alguna manera someter a niños tan pequeños al griterío ensordecedor del populacho fue una venganza de Octavio hacia su madre, a la que no podía exhibir encadenada y humillada como hubiera deseado.


Aspecto que debía lucir Octavio en el carro de triunfador
Camafeo del S. I d.C que adorna la Cruz de Lotario. Finales Siglo X. Aquisgrán. Capilla Palatina

            A continuación, iba el carro del triunfador César Octavio acompañado de sus lictores, rompiendo con las reglas establecidas pues hasta ahora el general victorioso iba siempre detrás del Senado y de los Colegios sacerdotales. Esto fue una muestra de su primacía sobre las instituciones del Estado. Subido en una cuadriga tirada por cuatro caballos, y ataviado con una toga blanca bordada en oro, el Imperator lucía espectacular. Para ello declinó la antigua costumbre de pintarse la cara de rojo a fin de no restar atractivo a su hermoso rostro coronado con una corona de laurel del bosque cultivado por Livia en su Villa en Prima Porta. En una mano portaba una rama de laurel y en otra un cetro de oro. Junto a él un esclavo le recordaba al oído con la antigua fórmula “Respice post te, hominem te esse memento” (Mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre). A pesar de ello, el mismo dios Apolo paseó aquel día por las calles de su amada Roma.

“Respice post te, hominem te esse memento”
            
          Flanqueaban su carro dos adolescentes montados a caballo en la que sería su primera aparición pública: el de la derecha era su adorado sobrino Marco Claudio Marcelo, el hijo de Octavia, que con sólo 14 años cautivó a un público que cayó rendido ante su permanente sonrisa y ante sus bellas facciones resultado de la fusión de tres de los linajes más influyentes de Roma: los Julio, los Claudio y los Octavio. El chico que cabalgaba a su izquierda, de 13 años, era Tiberio Claudio Nerón, el hijo mayor de su esposa Livia fruto de su primer matrimonio. Su seriedad y retraimiento daban ya muestras de un carácter taciturno que debía de reportarle muchos problemas en su vida. La aparición de los jóvenes asombró al pueblo pues Octavio daba muestras, al igual que César hizo con él, de perpetuar una dinastía.

Las instituciones del Estado siguen el carro de Octavio en los Relieves Medinaceli
Siglo I d.C. Sevilla. Casa Pilatos

            Tras ellos caminaban las instituciones del Estado, encabezadas por el Senado, los Colegios sacerdotales y las victimas sacrifícales (novillos blancos) antecediendo a los prisioneros de guerra vestidos con lujosas vestiduras, oro y joyas. Cerraba la procesión el ejército que como era obligado había permanecido desde su regreso a la ciudad a la espera del desfile en el Campo de Marte, sin poder traspasar las Murallas Servianas. Éstas exhibían con orgullo las águilas, los estandartes más sagrados de las legiones.

El triunfador llega a los pies de la escalinata del Templo de Jupiter Capitolino. Conelly

            Numerosos músicos, bailarines y actores representando escenas de las campañas animaban la procesión que había hecho su ingreso en la ciudad a través de la Porta Triumphalis; desde allí había continuado hacia el Velabro, el Foro Boario y el Circo Máximo en dirección hacia la Via Sacra que atravesando el Foro Romano la conduciría al Templo de Júpiter Capitolino, a los pies de cuya escalinata se dispersaba la comitiva, quedando sólo los miembros del Senado, los sacerdotes y Octavio que ascendieron hasta el templo para sacrificar los bueyes blancos adornados con guirnaldas y flores. En este momento también se encarcelaba a los prisioneros condenados a muerte. Sin embargo, Octavio cogiendo de la mano a los hijos de Marco Antonio y Cleopatra se los entrego a su hermana Octavia.

Las instituciones del Estado siguen el carro de Octavio en los Relieves Medinaceli
 Siglo I d.C. Sevilla. Casa Pilatos

            Con el final del acto se celebraron durante largos días juegos y banquetes para todos costeados por el triunfador para una multitud que no había parado de vitorear y aclamar a sus héroes militares durante todo el recorrido.
            A partir de ahora sólo el emperador podría celebrar triunfos, pues cualquier general actuaba a sus órdenes.
            En estas grandiosas procesiones está el origen de los actuales desfiles militares y de las procesiones de Semana Santa, que aún hoy siguen exhibiendo los emblemas de las instituciones romanas.
            En el último capítulo de la serie Roma (2007), el aún Octavio César celebra su Triunfo sobre Marco Antonio y Cleopatra. A pesar de las licencias que se toma la serie y el perfil que han imprimido al personaje del primer emperador romano, que no me gusta mucho en general, recrea muy bien tanto la ciudad de Roma como la ceremonia en sí (https://www.youtube.com/watch?v=0C9SRnc_9fY). 

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