Monumento a Livio en Padua
Tito
Livio fue, además de uno de los más grandes historiadores romanos, maestro del
emperador Claudio y uno de sus mayores inspiraciones a la hora de escribir.
Miembro de una familia acomodada,
Tito Livio nació en Padua en el año 59 a.C. Adquirió una buena formación en
Grecia mientras que en su Padua natal estudió retórica y filosofía, formación
que continuó en Roma, a donde se trasladó cuando contaba 24 años, aproximadamente
durante los años en la que las tensiones entre el futuro Augusto y Marco
Antonio se iban acercando a su punto culmen.
A pesar de su fascinación por la época
republicana, Livio entabló una gran amistad con el primer emperador romano, al
que no dudó en criticar en sus obras, sin que afectara al aprecio que Augusto
sentía por él. De hecho, el Príncipe apodó al historiador cariñosamente como el
“pompeyano” por el gran espacio que
dedicó en sus libros a las grandes figuras de esa época.
Su obra maestra fue Ad Urbe Condita, una vasta producción
sobre la historia de Roma que abarcaba desde los orígenes hasta el año 9 a.C..
Casi inmediatamente se convirtió en fuente principal en la historiografía
romana, pues Livio fue muy admirado ya por sus contemporáneos como Séneca.
También fue un referente para Quintiliano, Plinio el joven, Marcial y Tácito
entre otros. Sin embargo, su gran momento tuvo lugar durante el humanismo,
llegando a ser elogiado en su canto al infierno por el mismísimo Dante
Alighieri y siendo muy admirado por Petrarca y muchos otros escritores del
Renacimiento italiano. Su influencia también es notoria sobre filósofos como
Maquiavelo, Voltaire y Montesquieu.
De la obra sólo se conservan 35 de los 142 libros.
Livio concebía la historia desde un punto de vista moral y su obra más que
científicamente construida está concebida como un poema que canta la grandeza
del pueblo romano, por eso se permite el lujo de intercalar entre la narración
reflexiones propias. Está construida fundamentalmente a partir de la fusión de
varias fuentes que él reelaboró según la conveniencia de su relato por lo que
su veracidad depende de la autenticidad las mismas. Los libros conservados se
estructuran de la siguiente forma:
- Los
diez primeros se centran en Rómulo, el período de los 7 reyes y hasta el año 293
a.C.
- Los
libros comprendidos entre XXI y XLV tratan sobre las campañas de Aníbal, la
segunda Guerra Púnica, la tercera guerra macedónica y los sucesos ocurridos
hasta el año 170 a.C.
Livio organizó su obra en grupos de 5 libros
narrados año tras año, siguiendo la técnica analítica. Para hacer la lectura
más amena alternó hechos civiles de carácter político y social con episodios
militares intercalando discursos, con narración propiamente dicha, con
descripción de personajes consiguiendo una gran unidad y magistral exposición
de los hechos. A veces su estilo es propagandístico y moralizante para exaltar
el pasado de Roma.
Para finalizar, dejo las palabras que Robert
Graves pone en boca de Claudio en relación de su admiración por Livio.
[Mi
preceptor Atenodoro] trató de interesarme
en la filosofía especulativa, pero cuando vio que
no
tenia inclinaciones en ese sentido no me obligó a superar los límites habituales
de la educación. Fue él quien primero me interesópor la historia. Tenía
ejemplares de los primeros veinte volúmenes de la historia de Roma por Livio,
que me dio a leer como ejemplo de redacción lúcida y agradable. Los relatos de
Livio me encantaron, y Atenodoro me prometió que en cuanto hubiese dominado mi tartamudeo,
me presentaría al propio Livio, que era amigo suyo.
Cumplió con su palabra. Seis
meses más tarde me llevó a la biblioteca de Apolo y me presentó a un hombre
barbudo y encorvado, de unos sesenta años de edad, tez amarillenta, mirada
alegre y forma precisa de hablar, quien me saludó con cordialidad como al hijo
del padre a quien tanto había admirado. En esa época Livio no estaba siquiera
en la mitad de su historia, que cuando fuese completada tendría ciento cincuenta
volúmenes y abarcaría desde los más remotos tiempos legendarios hasta la muerte
de mi padre, ocurrida doce años antes.
En esa fecha comenzó a publicar
su obra, a razón de cinco volúmenes por año, y ahora había llegado al momento
en que nacía Julio César.
Livio me felicitó por tener a
Atenodoro como preceptor. Este dijo que yo le compensaba con creces los
esfuerzos que me dedicaba; y luego yo le hablé a Livio del placer que había
encontrado en la lectura de sus libros, desde que Atenodoro me los recomendó
como modelo de redacción. Todos se sintieron satisfechos, en especial Livio.
-¡Cómo! ¿Tú también quieres ser
historiador, joven? -me preguntó.
-Me gustaría ser digno de ese
honorable nombre -contesté si bien nunca había considerado el asunto con
seriedad. Entonces él me sugirió que escribiese una biografía de mi padre, y se
ofreció a
ayudarme
haciéndome conocer las fuentes históricas más dignas de confianza. Yo me sentí
muy halagado, y decidí comenzar el libro al día siguiente. Pero Livio dijo que
escribir era la última tarea del
historiador:
primero tenía que reunir sus materiales y aguzar su pluma. Atenodoro me
prestaría su pequeño cortaplumas, bromeó”.
Yo, Claudio. Capitulo V