El 18 de septiembre del año 96, Domiciano fue asesinado tras una conjura en la que participaron miembros de la corte. Mientras Dión Casio sugiere que el asesinato fue algo improvisado, Suetonio sostiene que fue una conspiración bien organizada. El líder de la misma era el chambelán imperial, Parmenio, que se había enemistado con Domiciano, tras la ejecución de su secretario, Epafrodito. No se sabe a ciencia cierta si participaron en el complot los prefectos del pretorio, aunque se sabe que uno de ellos, Petronio Secundo, tenía conocimiento del mismo.
“Mientras los conjurados dudaban en qué
momento y de qué manera lo atacarían, esto es, si lo harían cuando se
encontrara en el baño o durante la cena, Estefano, procurador de Domitila
(desterrada por Domiciano) y a la sazón acusado de malversación de fondos, les
ofreció su consejo y su ayuda. Tras haber mantenido durante varios días, para
alejar las sospechas, su brazo izquierdo envuelto en lanas y vendas, como si lo
tuviera lastimado, hacia esta misma hora introdujo un puñal entre el vendaje”
(Suetonio, Vida de Domiciano, 17, 1).
Así, el día
del asesinato se cerraron las puertas de las estancias de los sirvientes
imperiales, y alguno de éstos, implicado, retiró la espada que guardaba el
emperador debajo de su almohada. Entonces Estefano logró que Domiciano lo
recibiera con la excusa de que tenía pruebas de una conspiración.
“Mientras éste [Domiciano] leía lleno de estupor el billete que le
había entregado, le clavó el puñal en la ingle. Una vez herido, y mientras
intentaba rechazar a su agresor, cayeron sobre él Clodiano, ayudante militar,
Máximo, liberto de Partenio, Sátur, decurión de sus camareros, y algunos
gladiadores, y todos a uno acabaron con él asestándole siete puñaladas” (Suetonio,
Vida de Domiciano, 17, 1-2).
Murió antes de
cumplir los 45 años, su cuerpo fue transportado en una vulgar caja por los
sepultureros de los pobres y cremado. Su nodriza en secreto las llevó al Templo
de los Flavio y mezcló sus cenizas con las de Julia, la hija de Tito, que fue
amante de Domiciano.
Un tema que
aún se debate hoy en día fue la implicación de la emperatriz Domicia Longina en
la conjura. Dión Casio afirma que “la
conspiración no era desconocida para Domicia, la esposa del emperador […], al menos esto es lo que dice la tradición.
Pues Domicia era siempre objeto del odio del emperador, y por consiguiente,
estaba aterrorizada y temía por su vida” (Historia Romana, Libro LXVIII, 15). Es difícil saber pues Dión
Casio no lo afirma categóricamente y Suetonio no lo menciona. También es
extraño que ella le sobreviviera pues cuando asesinaron a Calígula mataron
también a su esposa e hija, que eran inocentes. Aunque algunos escritores
actuales dicen que la gran devoción que sentía por su marido, lo hacen
imposible, después de tantas humillaciones como recibió por parte de él y de
haberla desterrado, no sé cuánto amor quedaría en Domicia. Santiago Posteguillo
en su novela, “Los asesinos del emperador”
coloca a la emperatriz como una de las protagonistas de la trama, que no sólo
conocía sino que participó activamente en el asesinato.
De una forma u
otro con Domiciano murió también la dinastía Flavia que se había mantenido en
el poder durante 27 años y tanta prosperidad trajo a Roma, tras el período de inestabilidad
que tuvo lugar tras la muerte de Nerón.