Tras 9 años de
matrimonio con el emperador Claudio en los que había aprovechado su poder para
conseguir todo lo que se proponía, al mismo tiempo, que había llevado una vida de
lujuria y vicios con múltiples amantes, e incluso visitando de manera
clandestina los más famosos burdeles de la ciudad, Mesalina comenzó a volverse
temeraria.
Mesalina. Eugène Cyrille Brunet. 1884. Rennes. Museo de Bellas Artes
Fuente: De Caroline Léna Becker - Fotografía propia, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=19246428
Su pasión por Cayo
Silio, el considerado más bello de los jóvenes romanos, hizo que se volviera descuidada.
Según los historiadores antiguos, tras obligar a Silio a divorciarse de su esposa
iba a verlo con toda pompa, sin nada de disimulo, y aprovechando las ausencias
de Claudio, trasladaba hasta la casa del senador objetos de valor del palacio
imperial e incluso sirvientes. Éste aunque con reservas, lo aceptaba, ante el
temor de despertar la ira de la emperatriz.
Durante un viaje del
emperador a Ostia para visitar las obras del nuevo puerto, Mesalina y Silio se
casaron, con la idea de derrocar a Claudio y asumir ellos el trono imperial.
Las fuentes hablan sobre las dudas de la emperatriz a la hora de llevar a cabo
este enlace pues temía que cuando Silio consiguiera todo lo que quería se desasiera
de ella. Sin embargo, el ansia por hacer algo prohibido fue más fuerte que su prudencia.
“Mesalina, hastiada por la facilidad de
sus adulterios, se lanzaba a placeres desconocidos, cuando también Silio se
puso a urgirla para romper con los disimulos, movido por una fatal ausencia de
cálculo o pensando que los peligros mismos serían el remedio de los inminentes”
(Tácito. Anales. 26, 1).
Camafeo que representa a Mesalina y sus hijos. Siglo I d.C. Viena. Museo de Historia del Arte
Fuente: De Clio20, CC BY-SA 3.0,
Los libertos leales a
Claudio, encabezados por Narciso, vaticinando que podían perder su posición si
la conjura prosperaba, se trasladaron a Ostia para advertirle de lo que se
tramaba en su contra. Con ellos llevaron a Calpurnia, antigua concubina del
César, al que éste tenía confianza plena. “¿te
has enterado- le dijo [Narciso]- de
tu repudio?. Pues el matrimonio de Silio lo ha visto todo el pueblo, el Senado
y el ejército, y si no te das prisa en actuar, el marido se habrá hecho con la
ciudad? (Tácito. Anales. 30, 3).
En ese momento, Claudio,
aturdido e inseguro, se reunió con los altos cargos de su gobierno, entre ellos
el Prefecto del Pretorio y el Prefecto del suministro del grano. Se organizaron
las cohortes pretorianas y avanzaron al encuentro de los nuevos esposos, que
ajenos a todo celebraban en su casa un simulacro de la vendimia, en el que “Mesalina, con el cabello suelto, agitando
un tirso, y a su lado Silio coronado de hiedra, llevando conturnos, movían
violentamente la cabeza entre el clamor de un coro procaz. Cuentan que Vettio
Valente se subió en su frenesí a lo alto de un árbol, y que, cuando le
preguntaron qué veía, respondió que una tremenda tempestad que venía de la
parte de Ostia” (Tácito. Anales.
31, 2-3).
La Bacanal de los Andrios. Tiziano. 1523-26. Madrid. Museo del Prado
Fuente: De Tiziano - Prado, Dominio público,
Cuando los participantes
de la orgía se dieron cuenta que Claudio se encaminaba hacia allí para tomar
venganza, Silio escapó hacía el Foro para disimular, los asistentes huyeron en
desbandada y Mesalina salió sin vacilar al encuentro del emperador, como si
fuera una mendiga, para implorar su perdón. De repente se había quedado
completamente sola.
Los centuriones
apresaron a muchos de los asistentes a la boda y al propio Silio. Todos fueron condenados
a muerte. Mesalina, al constatar que no podía acercarse al César, pues los
libertos lo tenían bien custodiado se escondió en los Jardines de Lúculo.
Claudio permanecía en estado shock, siendo Narciso quien asumió todo el control.
Según Tácito si éste no hubiera acelerado su asesinato, dando la orden como si
fuese de parte del emperador, la emperatriz hubiera conseguido que Claudio la
perdonase. “Entretanto Mesalina, en los jardines
de Lúculo, trataba de prolongar su vida, amañaba ruego no sin esperanza y por
momentos llena de ira: ¡tanta soberbia exhibía en sus momentos postreros!. Y si
Narciso no hubiera acelerado su asesinato, habría logrado volver la perdición
sobre su acusador. Pues, Claudio, tras volver a casa y calmarse con un
prolongado banquete, una vez que se calentó con el vino, manda que vayan y
avisen a aquella desgraciada- pues tal palabra cuentan que usó- que al día
siguiente compareciera a pronunciar su defensa. Cuando oyó esto y vio que
languidecía su ira, que volvía el amor y temiendo, si no se actuaba con
decisión, a la proximidad de la noche y al recuerdo del lecho de la esposa,
corre Narciso y ordena a los centuriones y al tribuno que estaban de guardia
que ejecuten el asesinato”. (Anales.
37, 1-3).
Mesalina (Sheila White) y Claudio (Derek Jacobi) en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976
En sus últimas horas,
Mesalina estuvo acompañada únicamente por su madre Lépida, la cual no se había
llevado bien con su hija en los buenos tiempos, pero quiso acompañarla hasta al
final. Aquella, “estaba aconsejándole que
no esperara al ejecutor: su vida ya había pasado, y no debía pretender más que
una muerte honrosa. Pero en aquel ánimo corrompido por las pasiones no quedaba
sombra de honestidad; se prolongaban sus lágrimas y sus inútiles quejas, cuando
los que llegaban forzaron la puerta y el tribuno se quedó en pie en silencio ante
ella, en tanto que el liberto la increpaba con injurias abundantes y propias de
un esclavo” (Tácito. Anales. 37,
3-4). “Sólo entonces entendió [Mesalina] a fondo su situación, y tomando un puñal lo
blande en vano, a causa del temblor, contra su cuello y su pecho, hasta que es
atravesada por la espada del tribuno. El cuerpo le fue dejado a su madre”
(Tácito. Anales. 38, 1-2). Era el año 48 d.C. Mesalina contaba con 23 años.
La muerte de Mesalina. Francesco Solimena. 1708
Según el mismo autor,
Claudio no manifestó sentimiento alguno, ni de alegría ni de tristeza, cuando
descubrió que Mesalina había muerto. El Senado decretó la damnatio de su memoria haciendo desaparecer cualquier vestigio de
la presencia en este mundo de la emperatriz.
He adoptado la versión
de Tácito de todos los acontecimientos que ocurrieron esos días por ser la más
completa, aunque no podemos discernir hasta que punto son ciertos todos los
detalles que aporta el historiador. Suetonio muestra a un Claudio más
implacable y frío a la hora de aplastar la revuelta. Y no tardó en volver a
contraer matrimonio, por lo que su pena por la traición y pérdida de su joven
esposa es algo dudosa.
Lo que sí podemos
asegurar es que Mesalina cayó víctima de su propia ambición y capricho. Nadie
mostró dolor por la emperatriz pues su comportamiento con todos fue siempre
déspota e inmisericorde.
Moneda con la efigie de Mesalina