“Todo yace sumergido en llamas y triste ceniza. Ni los dioses hubieran
tenido poder para hacer algo parecido”
Marco Valerio
Marcial, Epigramas
Erupción del Vesubio y destrucción de Pompeya
Fuente: http://luisantoniodevillena.es/web/wp-content/uploads/92651Vesubio-destrucci%C3%B3n-de-Pompeya.jpg
Finales
de octubre del año 79 d.C.
El
emperador Tito recibe consternado la noticia que tres prósperas ciudades del
sur de Italia han desaparecido bajo una capa de lava y cenizas en una
catástrofe natural sin precedentes, difícil de asimilar por la mentalidad de la
época. Con toda celeridad comienza a preparar un viaje a Campania para estar
cerca de los afectados y ofrecerles su ayuda.
Antes ha enviado a dos
ex cónsules que lo preceden para que evalúen los daños y empiecen a plantear la
reconstrucción de la zona. El Vesubio ha estallado y el mismo fuego del Averno
lo ha envuelto todo y se ha llevado por delante la vida de más de 5000
personas, aunque sólo se han encontrado restos de 1500 fallecidos.
Años
62-64 d.C.
El 5 de febrero del año
62 d.C., un terrible terremoto causa una gran destrucción en el Golfo de
Nápoles afectando particularmente a la ciudad de Pompeya. Muchos de sus
principales edificios públicos y villas se ven dañados gravemente.
Séneca, por su parte, en
esa misma época recoge en sus escritos la muerte de centenares de ovejas en las
cercanías de Pompeya debido a aire contaminado.
Sólo dos años después, en
el año 64, tanto Suetonio como Tácito relatan que cuando Nerón cantó por
primera vez en un teatro público en Nápoles ocurrió otro movimiento sísmico que
provocó la destrucción del teatro una vez había sido evacuado.
Plinio el joven también cuenta
que eran frecuentes los pequeños temblores en la zona y que sus habitantes
estaban acostumbrados; por eso unos días antes del 24 de octubre del año 79 no
les dieron demasiada importancia a los sucesivos movimientos sísmicos que se
estaban produciendo en esos días.
“Hacía muchos días había sufrido un terremoto no muy alarmante, ya que
es algo muy frecuente en Campania. Pero aquella noche fue tan fuerte que
parecía que todo más que moverse se venía abajo. Mi madre entró
precipitadamente en mi habitación en el preciso momento que yo salía con
intención de despertarla si dormía. Nos sentamos en la explanada que había
entre los edificios y el mar. No sé si por provocación o por imprudencia, pues
aún no tenía dieciocho años, me llevé un volumen de Tito Livio, y para
distraerme, me puse a leerlo y a tomar notas, como había hecho antes. De
pronto se acercó un amigo de mi tío, que recientemente había llegado de España
para visitarlo, y al vernos ahí sentados, y a mí que aún estaba leyendo,
reprochó a mi madre su paciencia y a mí mi confianza. No obstante, yo seguí
ocupado con mi libro”. (Plinio el joven, Carta a Tácito).
Los vulcanólogos
actuales relacionan toda esa actividad sísmica y el asunto de las ovejas con el
despertar del gigante dormido y la emisión de gases volcánicos.
22
de octubre del año 79
Erupción pliniana. Grabado de 1822
Fuente: De George Julius Poulett Scrope - In G. Julius Poullet Scrope, Masson, 1864. Historical Drawing by George Julius Poulett Scrope (1797-1876), Dominio público,
La
mañana amanece tranquila, pero sobre la una de la tarde, del Vesubio comienza a
salir violentamente una columna de gran altura de la que cae ceniza y piedra
pómez. La gente, atemorizada, empieza a huir del lugar. No obstante, muchos no prestan
atención pues otras veces el volcán también ha expulsado una columna de humo.
“Llegó la primera hora del día y no era todavía claro. Los edificios de
los alrededores estaban tan agrietados que en aquel lugar descubierto y angosto
el miedo crecía por momentos. Entonces nos pareció oportuno abandonar la villa.
La multitud nos seguía admirada, pues en los momentos de pánico uno se suele
guiar por las decisiones de los demás, y todos empujaban a los fugitivos. Al
llegar al campo, nos paramos. Nos sorprendían muchas cosas dignas de admiración
y de temor. Entre otras, ocurría que los vehículos que habíamos ordenado que
nos precedieran, a pesar de estar en un campo llanísimo, emprendían diversas
direcciones y no era posible mantenerlos quietos” (Plinio el joven, Carta a Tácito).
23
de octubre del año 79
En algún momento de la
noche o por la mañana temprano empiezan a salir del volcán flujos piroclásticos
(efusiones compuestas por gases y material sólido capaces de fluir a grandes
temperaturas y velocidades). Los flujos avanzan a gran velocidad y arrasan todo
lo que se encuentra a su paso. Ha cambiado incluso la estructura de la costa,
debido a un pequeño maremoto en el Golfo de Nápoles.
Ciudades afectadas por la erupción del Vesubio
Fuente: De MapMaster - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,
“Veíamos que el mar se recogía en sí mismo, como si temiese los
temblores de la tierra. La playa se había ensanchado y muchos animales marinos
habían quedado en seco sobre la arena. Por otro lado una negra y horrible nube,
rasgada por torcidas y vibrantes sacudidas de fuego, se abría en largas grietas
de fuego, que semejaban relámpagos, pero eran mayores” (Plinio el joven, Carta a Tácito).
24
de octubre del año 79
El último día de Pompeya, Karl Briullov, 1830-33, San Petesburgo, Museo Estatal
Fuente: De Karl Briullov - here / здесь, Dominio público,
La erupción se desarrolla
en dos fases: una primera, llamada pliniana (con una duración de entre 18 y 20
horas) que produce una caída de piedra pómez y ceniza; a continuación se
produce una segunda en la que el flujo piroclástico llega incluso a Miseno
(donde se encontraba Plinio a 30 kilómetros de distancia). Pompeya se ve
envuelta por dos de estos flujos piroclásticos que asfixian y queman a todas
las personas que aún se encuentran en la ciudad. Antes una finísima capa de
cenizas seguida de una lluvia de piedras y de vapores de azufre envuelven la
ciudad. Muchas personas mueren también aplastadas por las rocas o por el
derrumbe del techo de las estancias donde se habían ocultado.
Por su parte, Herculano
se ve sepultado por una marea de fango, mezcla de ceniza, lava y lluvia.
Flujos piroclásticos sobre Pompeya
“Apenas había dicho esto cuando anocheció, no como en las noches sin
luna o nubladas sino con una oscuridad igual a la que se produce en un sitio
cerrado en el que no hay luces. Allí hubieras oído chillidos de mujeres, gritos
de niños, vocerío de hombres: todos buscaban a voces a sus padres, a sus hijos,
a sus esposos, los cuales también a gritos respondían. Unos lamentaban su
desgracia, otros la de sus parientes, y había quienes que por miedo a la muerte
la imprecaban. Muchos eran los que elevaban las manos hacia los dioses, y otros
se habían convencido de que los dioses no existen, creían que era la última
noche del mundo. No faltaban los que con terror falso y fingido exageraban los
peligros reales. Algunos notificaban a los crédulos con falsedad que se había
desmoronado e incendiado el Miseno. Cuando aclaró un poco nos pareció que no
amanecía sino que el fuego se iba aproximando; pero se detuvo un poco lejos y
luego volvieron las tinieblas y otra vez la densa y espesa ceniza. De cuando en
cuando nos levantábamos para sacudirnos las cenizas, de lo contrario nos
hubiera cubierto y ahogado con su peso. Me podría envanecer de no haberme
lamentado y no haber proferido ningún grito fuerte en medio de tantos peligros,
pero me consolaba, en mi mortalidad, la idea de que todos y todo acababa
conmigo” (Plinio el joven, Carta a
Tácito).
26
de octubre del año 79
Dos días después el sol vuelve
a salir en el cielo, del Vesubio apenas sale una débil columna de humo. A sus
pies, sólo ceniza y paisajes chamuscados, llenos de muerte y destrucción. Las
cenizas llegaron hasta África.
“Aquel vaho caliginoso, no obstante, se desvaneció en humo y niebla, y
pronto amaneció de veras y hasta lució el sol, aunque algo sombrío, como cuando
se produce un eclipse. Ante nuestros ojos parpadeantes todo parecía distinto y
cubierto de espesa ceniza, como si fuera nieve. Tras haber curado como pudimos
nuestros cuerpos volvimos a Miseno y pasamos una noche angustiosa y terrible
entre la esperanza y el miedo. Prevaleció el miedo, porque todavía duraba el
terremoto, y eran muchos los que añadían a las desventuras propias y ajenas
terroríficos vaticinios” (Plinio el joven, Carta a Tácito).
Habitante de Pompeya muerto al caerle una enorme piedra encima
Aunque muchas
investigaciones sostienen que los fallecidos por la erupción lo fueron en su
mayor parte por asfixia, recientes estudios desvelan que murieron abrasados por
una nube volcánica con temperatura entre 300 y 600 grados.
La mayoría murieron boca
arriba tapándose la cara con las manos, otros acuclillados mostrando un terror
absoluto, otros en su intento de huida intentando proteger a sus hijos… En la
escuela de gladiadores se encontraron varios cuerpos escondidos junto a una
mujer joven muy engalanada que no sabemos si buscaba sus servicios (los
gladiadores eran muy deseados por las mujeres patricias) o si la desventurada
chica se escondió allí intentando salvarse. Otros agarran con fuerza sus
pertenencias o un esclavo lucha por
quitarse los grilletes. También se han encontrado restos de animales: caballos,
mulas y perros, como el que se expone en el Foro que murió retorcido tratando de zafarse de su cadena. Testimonios desgarradores que han llegado hasta nosotros
gracias a la técnica empleada por Giuseppe Fiorelli en 1860 de inyectar yeso
líquido entre los huesos y la capa de ceniza.
Tradicionalmente se ha
venido considerando la fecha de la erupción del Vesubio del año 79, el 24 de
agosto a partir de la interpretación de las cartas de Plinio que habla de “el
noveno día antes de las Kalendas de septiembre”. No obstante, los escritos que
han llegado hasta nosotros son cartas transcritas en la Edad Media, por lo que seguramente
hubo un error de traducción. Esa fecha siempre había sido puesta en duda pues
se encontraron muchos indicios que sugerían otra: frutos propios del otoño, los
restos de gruesas vestiduras hallados en los cuerpos, braseros en las puertas
de las casas etc. Confirma la fecha del 24 de octubre una inscripción hecha a
carboncillo hallada recientemente en Pompeya en una casa que se estaba
construyendo que indica que fue escrita el “decimosexto día antes de las
kalendas de noviembre”, o sea el 17 de octubre, 7 días antes de la erupción.
Por tanto, el 24 de agosto, Pompeya seguía en pie.
Pompeya 2011
Inscripción que demuestra que la erupción del Vesubio no fue en agosto
Me he conmovido en cada
frase que he escrito para este artículo, sintiendo la misma emoción que me
embargó cuando recorrí cada palmo de Pompeya aquel junio de 2011. Pocos lugares
en el mundo me han causado una impresión tan profunda, porque cuando estás allí,
además de admirar la belleza del yacimiento arqueológico más espectacular del
mundo, no eres capaz de dejar de pensar
en la fugacidad de la vida, en cómo en un instante se puede derrumbar todo un
mundo. Ni siquiera fui capaz de mirar los moldes de los fallecidos, porque
pensar en la tragedia que vivieron y en su dolor, es algo que me supera.
El gigante, hoy
aletargado, te recuerda cada vez que alzas la vista y, lo ves, majestuoso y
eterno, dominando el horizonte, la fragilidad de nuestra existencia, que hoy
más que nunca en la situación de pandemia mundial que estamos viviendo vuelve a
poner de manifiesto la insignificancia del ser humano en un Universo, que nunca
podremos dominar, y que cuando quiere nos devuelve a nuestro lugar como especie,
aunque a veces nos creamos más superiores que los propios dioses.
El Vesubio en la actualidad