martes, 9 de septiembre de 2014

La Batalla de Nauloco

Batalla de Nauloco

En el año 38 a.C, el Triunvirato disfrutaba de un período de relativa tranquilidad: en Roma, Octavio acababa de contraer matrimonio con la que sería el amor de su vida, Livia Drusila, mientras que Antonio vivía en Atenas los últimos tiempos de felicidad conyugal con Octavia, que lo serenaba y que día tras día limaba las asperezas entre su temperamental marido y su adorado hermano.
Sin embargo, el flamante nuevo matrimonio de Octavio supuso el divorcio de Escribonia, tía de Sexto Pompeyo, lo que precipitó la ruptura con éste. Sexto, hijo de Pompeyo Magno, ocupaba Sicilia desde hacía unos años, dominio que había sido confirmado mediante el Tratado de Miseno firmado en el 39 a.C. La isla proveía de grano a Roma, siendo el último bastión de resistencia republicana. Sexto se convirtió en una fuente constante de conflictos para el Triunvirato, pues cada cierto tiempo sometía a la capital del Imperio a grandes hambrunas cuando cortaba el suministro de trigo.
En el año 38 a.C. Octavio comenzó la guerra contra Sexto pero la campaña fue desastrosa pues tuvo que retirar sus barcos debido al temporal. Entonces, el hijo adoptivo de César pidió ayuda a Lépido (que no acudió a su llamada) y a Antonio, que se dirigió a Brindisi donde se había citado con su cuñado; sin embargo al no encontrarlo volvió a embarcarse de vuelta a Oriente muy enfadado con Octavio.
Éste por su parte, al verse abandonado por sus colegas triunviros, se centró en la construcción de una nueva flota que puso al mando de su gran amigo, Marco Vipsanio Agripa, recién llegado de la Galia, donde había obtenido importantes éxitos militares. Agripa, gran estratega además de genial en el campo de batalla, lo primero que hizo fue construir un amplio puerto interior, el Portus Iulius que conectaba el Lago Averno con el Lucrino y éste a su vez con el mar. El puerto fue usado secretamente para entrenar los barcos en tácticas de guerra naval. Entre otras cosas pudieron experimentar con un nuevo arma inventada por Agripa, el harpax, un arpón que se tiraba desde una catapulta situada en el barco y  que mejoraba el tradicional corvus.

Harpax inventanda por Agripa

Octavio se unió a él, por lo que dejó a Mecenas al cuidado de Roma e Italia, aún cuando éste no ostentaba ningún cargo público. Asimismo pidió de nuevo ayuda a los otros triunviros. Antonio en esta ocasión, y gracias a la mediación de Octavia, le envió 120 barcos a Tarento a cambió de 20.000 soldados de infantería para emplearlos en su guerra parta. Lépido, por su lado, también apoyó a Octavio. Así, los poderes del Triunvirato se renovaron por 5 años más, hasta el 31 de diciembre de 33 a.C.

Mosaico con naves romanas. Foro delle Corporazioni. Ostia Antica. 2013

El 36 a.C., Octavio, Agripa y Lépido lanzaron un tripe ataque contra Pompeyo. Una vez más Octavio estuvo a punto de perder la vida en la Batalla de Taormina, en la que fue derrotado. Agripa en cambio venció a Sexto en la batalla de Mylae, y posteriormente, el 3 de septiembre de ese mismo año en Nauloco, en la que fue la batalla definitiva. Agripa, demostró sus grandes dotes militares venciendo su gran primera batalla naval como único general al mando de los ejércitos de Octavio. Ambas flotas contaban con el mismo número de naves (300), pero Agripa sólo perdió 5 frente a las 28 naves pompeyanas que se hundieron en Nauloco. Sexto Pompeyo huyó a Oriente con 7 naves donde fue derrotado y muerto por hombres de Antonio.
Octavio condecoró a Agripa con una corona rostrata, un fabuloso reconocimiento que se le concedió al gran general por primera vez en la historia y que no volvería a conseguir nadie nunca más. Era una corona de oro decorada con arietes de barco que podría lucir cuando se celebrara un triunfo. Asimismo fue recompensado con el consulado en 37 a.C., una magistratura inaccesible para una persona de baja estirpe como Agripa; se le concedieron además extensas propiedades y la mano de una de las mayores herederas de Roma, Cecilia, la hija de Tito Pomponio ático, célebre amigo de Cicerón.

Corona rostrata

Moneda deAgripa luciendo la corona rostrata

La batalla de Nauloco es de vital importancia por dos motivos: por una parte supuso el fin de la resistencia republicana y por otro la eliminación de Lépido, que tras la batalla quiso apoderarse de Sicilia, pero sus tropas se amotinaron por lo que Octavio lo destituyó y lo desterró a un isla aunque le permitió seguir detentando su título de Pontifex Maximus. Octavio requisó sus tropas y las naves de Sexto Pompeyo. A partir de ese momento el mundo romano sólo conocería dos amos: Octavio en Occidente y Antonio en Oriente.
Al volver a Roma, después de solucionar el licenciamiento de parte de sus tropas, Octavio fue recibido con grandes honores, entre los que destacaba la tribunicia sacrosanctitas, o sea el carácter sacro santo de su persona. A cambio rebajó los impuestos. A su vez el joven añadió a su nombre el praenomen Imperator, pasando a llamarse Imperator Caesar divi filius. A partir de ese momento comenzó a desvincularse de la figura de César. Empezaba a ser alguien por méritos propios.

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