domingo, 30 de julio de 2017

El Foro Romano en tiempos de Augusto


Reconstrucción del Foro Romano. Lanciani. 1910

     Amanece en la colina Palatina, Augusto abandona su Domus, modesta pero ubicada en el lugar más sagrado de Roma, cerca del Lupercal (donde según la leyenda Rómulo y Remo fueron amamantados por la loba) y del Templo de Apolo Capitolino, uno de los más espectaculares construidos por él en honor de su dios tutelar. Respirando la brisa fresca de marzo se dirige al Capitolio a realizar una ofrenda a Júpiter Óptimo Máximo. Al salir del templo más importante del mundo romano, el Príncipe vuelve sus ojos hacia la inmensidad eternizada en mármol que se extiende bajo sus pies. Y siente el mismo orgullo, que veinte siglos después experimentaría el alcalde de Roma durante una visita de Bill Clinton cuando descorriendo las cortinas de su despacho en ese mismo lugar, ante el estupor del presidente de los Estados Unidos, le comentó: “usted es el presidente del país más poderoso del mundo, pero nunca podrá tener esto”.


El Foro Romano desde el Capitolio. Roma 2011

        Y así, cuando los primeros rayos de sol acarician la colina capitolina, el primer emperador se deleita contemplando el Foro Romano, en las horas previas a que el cotidiano bullicio que lo circunda altere esa paz que sólo alcanza ante la visión de lo que más ama.
Lo primero que distinguen sus ojos es el Tabularium, uno de los únicos edificios de época republicana que ha llegado hasta nuestros días en buen estado de conservación. Se usaba para guardar las leyes y otros archivos del estado transcritos en tabulae. Construido en el año 65 a.C. poseía grandes muros de piedra adornados con columnas y otros elementos arquitectónicos, aún visibles en la actualidad. La distribución interior era como una doble muralla, con corredores estrechos para guardar los documentos oficiales. Probablemente el edificio original tenía dos alturas, estando la superior destinada a registros públicos. Durante época imperial perdió su importancia al ser sustituido por los archivos  imperiales.



Restos del Tabularium. Roma 2013
Reconstrucción 

Delante de éste se yergue el Pórtico de los dioses consejeros, datado en el siglo III a.C. que se alzaba sobre una plataforma. Constaba de varias cámaras dispuestas en dos filas frente a las cuales se levantaba un pórtico de columnas corintias. En estas habitaciones se veneraban las esculturas de oro de los dioses consejeros.


Pórtico de los dioses consejeros. Roma 2013

Un poco más a la derecha la mirada de Augusto se posa en los majestuosos templos de Saturno y de la Concordia. El primero, tan antiguo como la ciudad misma dibuja el perfil del Foro desde tiempos ancestrales al mismo tiempo que custodia el tesoro del Estado romano. Construido en el siglo VI a.C. en honor de Saturno, fue reconstruido por completo en el año 42 a.C. A partir de ahí se convirtió en un templo pseudoperiptero, hexástilo y de orden jónico. Se alza sobre un podio que lo eleva unos 9 metros sobre el Foro. En él, a través de una escalera se accedía al pronaos, aunque no quedan rastros de la misma. Ante su aspecto imponente el dueño del mundo se siente empequeñecer.


Templo de Saturno. Roma 2011

Más al lado oriental dedica su atención a contemplar la Cárcel Marmetina y el Comitium. La primera según la tradición tiene su origen con Anco Marcio alrededor del 640-616 a.C, sin embargo los vestigios arqueológicos son del siglo II a.C. De este siglo es la parte superior, trapezoidal y la sala abovedada construida en toba. Fue originariamente concebida como una cisterna en el suelo del segundo nivel, pero posteriormente se construyó un paso entre ésta y la Cloaca Máxima para que los cuerpos salieran a ella. Entre la cárcel y el Tabularium se encontraría años después la penosa escalera de la Gemonia (atribuida a Tiberio), por donde se arrojaban los condenados. Anterior a ésta y con una finalidad parecida  la roca Tarpeya aún se erguía durante la República sobre la colina Capitolina.


Interior de la Cárcel Marmetina. Siglos  IV- II a.C. Roma

Del Comitium sólo se aprecian en la actualidad unas leves trazas. Era el lugar de reunión de las asambleas de ciudadanos. Se situaba en frente a la Curia Julia y junto al Ficus Ruminalis, la higuera sagrada donde se decía había encallado la cesta que transportaba a Rómulo y Remo y bajo cuyas ramas la loba amamantó a los gemelos. Esta encina fue trasladada desde las cercanías del Lupercal hasta esta nueva ubicación.  César reubicó en su proximidad la rostra, lugar desde donde los oradores realizaban sus discursos. Junto a ella se elevaba también el Miliarium aureum, una columna en mármol revestida de bronce erigida sobre una base por Augusto como punto de partida de todas las calzadas romanas. Asociado a él surgió la famosa frase pronunciada por Schaff “todos los caminos conducen a Roma”. A su lado el Umbilicus Urbis Romae, marcaba el centro de Roma, otro monumento que la leyenda atribuye a Rómulo, aunque los restos que hoy se conservan son de época de Septimio Severo.


Restos de la base y reconstrucción de Millearium Aureum


Umbilicus Urbis Romae. Roma 2013

Y al pensar en él un escalofrío recorre el cuerpo de Augusto. Una y otra vez la presencia del mítico fundador de la Urbe está presente en cada rincón del Foro. Rómulo lo es todo para la Ciudad Eterna pues a él incluso debe su nombre inmortal. Ésta, desde tiempos inmemoriales custodia en el Lapis Niger, su supuesta tumba. El santuario deriva de un lugar de culto antiguo de los siglos VIII y VII a.C. aunque los restos que quedan son de la época en la que César reorganizó toda la zona para construir la Curia Julia. Su nombre se debe a la piedra negra en la que está elaborado el monumento o al posterior mármol negro del pavimento. Aquí se encontró la inscripción más antigua escrita en lengua latina. Contribuía a la sacralidad del lugar la proximidad del Volcanal o Altar de Vulcano que según la tradición había sido consagrado también por Rómulo. Roma necesita mantener viva la memoria de su primer rey pues de su esencia mítica bebe su eternidad.


Detalle del Lapis Niger

Los ojos de Augusto, aún humedecidos por las lágrimas que luchan por no brotar, se emocionan ante tanta belleza. Es consciente de que ha cumplido el mayor objetivo de su vida pues sólo él después de Rómulo ha dejado una huella tan indeleble en el Foro: el templo del divino Julio con su nueva rostra, el Arco destinado a celebrar su triunfo sobre Marco Antonio y sobre los partos, y la impresionante Basílica Julia así lo atestiguan. Enfrentada a ésta en la cercanía de la Curia Julia vislumbra la Basílica Emilia, del siglo II a.C. de la que sólo quedan las bases de las columnas exteriores y de la nave, así como los cimientos de las tiendas que se asentaban bajo sus arcos sostenidos por pilastras. El edificio estaba precedido de un pórtico de dos pisos. Augusto alzó delante de la basílica una columnata dórica que ocultaba las tiendas. Con posterioridad el pórtico fue dedicado a sus queridos Cayo y Lucio, sus pequeños.


Restos de la Basílica Emilia. Roma 2013

Por delante de ésta transcurría la Via Sacra, que se extendía hasta donde hoy se sitúa el Coliseo. Siempre fue la vía principal de Roma, pues surgió durante la fundación de la Ciudad. Formaba parte del recorrido por el que transcurrían los triunfos. Cada una de sus piedras rezuman gloria. Más allá del Senado el Argileto unía esta zona con el Suburra, uno de los más populosos y de peor fama de la antigua Roma.


Tramo de la Via Sacra. Roma 2005

Hacia el área central del Foro Augusto divisa el Lacus Curtius, un pequeño estanque al que se atribuía un carácter sacro. Aunque hay varias versiones para explicar el origen mítico de este lugar, la más extendida es que se abrió un abismo en el Foro Romano, que en vano se trató de tapar. Según la leyenda el abismo sólo se cerraría si se lanzaban las cosas más preciosas para el pueblo romano. Así, el joven Marco Curzio entendiendo que lo más valioso de Roma era el valor de sus soldados, montado en su caballo y armado se lanzó dentro del precipicio. Una gran multitud le arrojó después un gran número de ofertas votivas. En la actualidad el lugar se presenta como un pequeño hundimiento del terreno de forma trapezoidal rodeado de la pavimentación del Foro que se remonta a la época de César. En el nivel más bajo se divisa parte de la pavimentación más antigua  en bloques de tufo; en el centro había un pozo, en el que en tiempos de Augusto la gente lanzaba monedas, otra tradición  que Roma ha elevado a mítica. Al lado del Lacus se alza una copia del relieve de que representa a Marco Curcio lanzándose al abismo.


Lacus Curtius
Fuente: Di MM - Opera propria, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10340386

Detalle del relieve que representa a Curcio. Original en Roma. Museos Capitolinos
Fuente: Di Lalupa - Opera propria, CC BY-SA 3.0, 


Poco a poco la mirada del Príncipe se va adentrando en el corazón del Foro hasta detenerse en el Templo de Castor y Pólux y en la fuente de Juturna, y ligeramente más allá, en el templo más sagrado de Roma, el de Vesta, cuyos restos más antiguos están datados en fechas próximas a la fundación de la ciudad. En él se conservaba el fuego sacro que velaba por la eternidad de Roma. Su custodia correspondía a las Vírgenes Vestales. En el lugar más secreto del Santuario se guardaban las reliquias que Eneas llevó con él desde Troya, entre ellas el famoso Palladión. Era de planta circular sostenido por 20 columnas corintias. Sus vestigios se elevan sobre un podio de 15 metros de diámetro.


Templo de Vesta. Roma 2013


Reconstrucción de los templos de Vesta y de Cástor y Pólux del Prof.  Auer in A. Schneider, Das Alt Rom, tav III
Junto él se ubicaba la Regia, la residencia real fundada según la tradición por Numa Pompilio entre los siglos VII y VI antes de Cristo. Con posterioridad se convirtió en la casa del Pontifex Maximus. Hoy sólo podemos ver sus cimientos.
A su lado, completando el conjunto del Atrium Vestae se encuentra la Casa de las Vestales, situada justo detrás del templo de Vesta. El mismo Augusto entregó a las Vestales la Domus Pública, la residencia oficial del Pontifex Maximus, donde Julio César había vivido. Era un palacio de tres pisos y 50 habitaciones construidas alrededor de un elegante atrio. En el pórtico se colaban las estatuas de las Vestales Máximas, situadas sobre un podio donde se relataban sus virtudes.


Reconstrucción de la Casa de las Vestales 

La casa de las Vestales en la actualidad. Roma 2013

     Para terminar su recorrido, al final de la Via Sacra distingue el Pórtico Margaritaria el lugar de comercio donde se vendían las joyas más fascinantes de Roma.
Esta entrada, la número 200, la he querido dedicar a uno de los lugares que al igual que Augusto, más amo en el mundo. En pocos sitios soy tan feliz como cuando recorro el Foro romano palmo a palmo sumergiéndome entre las historias que me cuentan cada una de sus piedras. Sólo allí me siento verdaderamente en Roma.

2 comentarios:

  1. Jo...qué recuerdos!!!!!! y qué ganas de volver porque no lo tengo tan interiorizado como tú, y no domino cada metro cuadrado del Foro. Tendré que volver con un plano 3D o con una guía como tú. ☺

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  2. Es una tarea ardua pero muy emocionante. Controlarlo más o menos me ha costado muchos años de estudio y muchas vueltas. El problema es que algunos de los puntos están cerrados al público o tapados. Es muy complicado acceder a todos. Desde la última vez que estuve tengo noticias de que han abierto algunas áreas más. Y hay muchísimo más de épocas posteriores. A mi me encanta perderme por entre sus ruinas pues por muchas Romas que haya, ahí ésta la auténtica, la trazada por Rómulo.

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