martes, 13 de mayo de 2014

La Batalla de Filipos

La batalla definitiva contra los asesinos de César se libró en dos combates llevados a cabo los días 3 y 23 de octubre de 42 a.C. en Filipos (Macedonia).  En las cercanías de esa ciudad de la costa del Egeo (denominada así en honor al padre de Alejandro), 19 legiones lideradas por los triunviros Octavio y Antonio derrotaron a las 17 del ejército republicano bajo el mando de Bruto y Casio, los cabecillas de los Idus de marzo. Se enfrentaron dos de los ejércitos romanos más grandes de la historia que aglomeraban unos 200.000 hombres. El tercer triunvro, Lépido permaneció en Roma a cargo del gobierno de la ciudad.


Al ser Antonio el triunviro con más experiencia militar, fue él quien planteó la campaña. Octavio no intervino en un principio porque se encontraba enfermo y tuvo que quedarse atrás con su ejército. Se desconoce a ciencia cierta el tipo de enfermedad que le aquejó pero lo que sí sabemos es que el más joven de los triunviros, de delicada salud, empeoraba en momentos de gran tensión, y especialmente ante la inminencia de batallas, debido a su escasa preparación en ese terreno; su enfermedad puede haber sido psicosomática. Sin embargo, éste hecho sirvió para que sus enemigos lo tacharan en adelante de cobarde.
Cuando Octavio llegó junto a Antonio (que en ese intervalo había fracasado en la organización de una emboscada) se instaló en el mismo campamento junto con sus hombres. A principios de octubre, ante la situación de inactividad de los dos bandos, Antonio, con la finalidad de desbloquear la situación, lideró personalmente el ataque y, siguiendo una estrategia totalmente cesariana, atacó el campamento de Casio. Las fuerzas republicanas se vieron obligadas a retroceder a la vez que la caballería huyó en dirección al mar.

Tapiz de la Batalla de Filipos. Palma de Mallorca. Palacio de la Almudaima

Por su parte Bruto, asaltó el campamento de los triunviros; en él había permanecido Octavio, quien habría muerto, si él a causa de su enfermedad no se hubiera ocultado en las marismas cercanas. Según la mayoría de los historiadores antiguos relatan que fue advertido en sueños que tuviera cuidado ese día; sin embargo, es más probable que ante la inminencia de la batalla, al encontrarse aún muy debilitado optara por abandonar el campamento antes de que ésta se iniciara, evitando así una muerte segura. Tres estandartes de sus legiones fueron capturados por los hombres de Bruto y las legiones del hijo de César huyeron en desbandada. No obstante, se reorganizaron rápidamente y volvieron a contraatacar.
La contienda hubiera acabado en empate si no hubiera sido porque la inmensa nube de polvo que cubría la llanura de Filipos impedía discernir el resultado de la misma; por este motivo, Casio creyendo que las legiones de Bruto habían sufrido una estrepitosa derrota y que aquel había caído, se suicidó. Este hecho desestabilizó mucho a Bruto, hombre de letras más que de armas, que se sintió profundamente desorientado.

Bruto (Tobias Menzies) se abraza al cadáver de Casio (Guy Henry). Fotograma de la serie Roma

         Ambos ejércitos se encontraban bastante maltrechos; aún así Bruto presentó batalla el 23 de octubre. En esta ocasión las tropas de Octavio lucharon con valentía hasta que las legiones republicanas emprendieron la retirada. Antonio lideró la persecución mientras que Octavio, débil y exhausto, permaneció defendiendo el campamento. Probablemente Agripa se hiciera cargo de la situación. Bruto, escondido en unas colinas boscosas y abandonado por muchos de sus soldados se suicidó. Fue el final de un hombre atormentado toda su vida por una tremenda lucha interior que le llevó a considerar el asesinato de aquel que lo amaba como un hijo como un sacrificio más que como un acto político. Más de 40.000 romanos tuvieron que morir para que quedara claro a la causa republicana, agonizante en Filipos, que la  muerte de César había sido un sinsentido.
Y fue en este momento cuando la gran ira que había acumulado Octavio desde el asesinato de su padre adoptivo, acrecentada durante las vicisitudes de la contienda, estalló con toda su virulencia. Frente a las muestras de clemencia hacia las personalidades ilustres vencidas por parte de Antonio (el verdadero vencedor de Filipos), el joven, que acababa de cumplir 22 años y, que en los últimos dos, había soportado una carga insoportable para sus jovencísimos  hombros, se mostró implacable. El apogeo de su cólera se desató ante el cadáver de Bruto: Antonio lo cubrió con su manto púrpura y pretendió rendirle honores; sin embargo, Octavio ordenó cortarle la cabeza y enviarla a Roma para que fuera arrojada a los pies de la escultura de César. Por fin se había cumplido su venganza. En un futuro el Foro de Augusto lo recordaría a la posteridad.
Sin embargo, algunos personajes fueron perdonados por Octavio, como es el caso de Horacio, que luchó en el bando republicano; por mediación de Mecenas se convertiría en uno de los poetas más fieles del Principado. Horacio, a partir de su experiencia, aborreció la guerra durante toda su vida e incluso escribió un poema sobre su cobardía y sobre la inutilidad del valor si éste conduce a la muerte. 

“Una vez nos batimos juntos en retirada,
en el campo de Filipos
cuando solté mi pobre escudo.
Y el coraje se esfumo,
y de los hombres fuertes que fruncían el ceño
los más valientes cayeron;
sus mentones sobre la tierra pantanosa”



Serie Roma. Versión romántica de la Batalla de Filipos
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=qlIZT4lCrVA

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