domingo, 25 de febrero de 2018

Conclusiones del Principado de Calígula

Nadie duda de que el Principado de Calígula fue un cúmulo de disparates: vació el erario para llevar a la práctica exuberantes proyectos, se enemistó con todos los estratos de la sociedad e intentó implantar un modelo de autocracia oriental que jamás podría cuajar en un pueblo como el romano. Lo único bueno que tuvo su etapa es que se demostró la solidez del sistema creado por Augusto ya que las estructuras básicas de la administración no sufrieron apenas modificaciones ni se resintió el régimen imperial.
Aunque las fuentes hayan exagerado la realidad, Calígula fue un suicida al pensar que el hecho de detentar todo el poder le permitiría cambiar en pocos años la mentalidad de un pueblo tan tradicional como el romano.

Procesión de senadores en el Ara Pacis Augustae. Roma, 13-9 a.C.

A la nobleza y al orden senatorial los marginó y humilló mandando a ejecutar a muchos de sus miembros. Por su parte, con la plebe la relación de Calígula también fue irregular. Al principio se granjeó su devoción incondicional con espectáculos frecuentes, varias reducciones de impuestos (como la reducción a la mitad el impuesto general sobre la venta de productos que se aplicaba a toda Italia, para posteriormente abolirlo en el año 38), anulación de la reserva de asientos en los espectáculos, reapertura de los collegia (organizaciones de las estratos más bajos de la sociedad que permitía a sus integrantes disfrutar de algunos beneficios, pero que eran de difícil control por lo que acabaron siendo  prohibidos) e incluso, recibía en persona, tal como hacía Augusto, los regalos que las clases humildes ofrecían al emperador con ocasión del Año Nuevo. Al mismo tiempo,  intentó restituir a la plebe su papel político, aunque fuera de forma simbólica, para elegir a los magistrados. Sin embargo, Calígula fracasó en esto último debido a la desidia de las clases bajas a la hora de ejercitar su derecho. No obstante, a partir de su regreso del norte, se multiplicaron sus muestras de fastidio hacia el pueblo llano, que aún si llegar a la ruptura, enfriaron la relación entre ambas partes.
Lo que está claro es que Calígula era consciente de su poder y que no tuvo ningún reparo en ejercerlo, sin consideración alguna hacia los puntos de vista de sus súbditos. Es una nueva visión que difiere de la de Augusto o Tiberio, no por una mayor concentración de poder sino por la forma de ejecutarlo: al margen de todos.

Calígula. Siglo I d.C. París. Museo del Louvre

En cuanto a las finanzas, según Suetonio y Dión, Calígula dilapidó toda la fortuna amasada por Tiberio para costear sus exorbitantes caprichos en menos de un año; no obstante, los mismos también indican que Claudio, al iniciar su gobierno, repartió entre los pretorianos un donativo de 15.000 sestercios por cabeza y que no cesaron las acuñaciones de moneda, lo que no cuadra con que el Estado padeciera graves problemas financieros. Pese a ello, siempre existieron problemas a la hora de diferenciar la fortuna personal de los emperadores y el Erario Público. Hay que recalcar, a favor de Calígula, que al inicio de su Principado, quiso hacer públicas las cuentas del Imperio para mostrar la transparencia de su gestión. Llevó los balances ante el Senado dos veces, eso sí, antes del endurecimiento de su postura hacia esta institución.
De todos modos, sabemos que cuando la situación fiscal se hizo preocupante Calígula impuso nuevos impuestos aunque el miedo a perder popularidad impidió emprender una auténtica reforma fiscal.
Según  Suetonio “estableció un impuesto fijo sobre todos los comestibles que se vendían en Roma, exigió de los litigantes, donde quiera que se juzgase un pleito, la cuadragésima parte (2,5 %) de la cantidad en litigio, y estableció penas contra aquellos a quienes se comprobara que habían transigido o desistido de sus pretensiones; a los mozos de carga se les gravó con el octavo (12,5%) de su ganancia diaria, a las prostitutas con el precio de uno de sus servicios, añadiendo a este artículo de la ley que igual cantidad se exigiría de todos aquellos hombres y mujeres que vivían de la prostitución; hasta el matrimonio le señaló impuesto” (Vida de Calígula, 40).
Flavio Josefo por su parte recoge en su obra que al final de su vida se vio obligado a duplicarlos. Otra de sus medidas para ahorrar gastos fue que los  pretorianos se encargaran de la recaudación de impuestos, así no tenía que pagar a los publicani (tradicionales cobradores de impuestos).
La fluidez en las acuñaciones de monedas también es un hecho contrario a la grave crisis económica de la que hablan las fuentes. Desde tiempos de Augusto la política había estado encaminada a la creación de una moneda única. Él mismo se reservó en exclusiva el derecho de acuñar monedas en oro y plata dejando las emisiones en bronce al Senado que llevaban grabadas las letras SC (Senato Consulto, por decreto del Senado); sin embargo, permitió que siguieran abiertas las numerosas cecas dispersas por el territorio del Imperio. Tiberio y, sobre todo Calígula, fueron más restrictivos aún. De hecho, el hijo de Germánico cerró muchos de los talleres provinciales para centralizar la acuñación de monedas en Roma.
Al mismo tiempo, Calígula creó un valor nuevo, el quadrante (equivalente a la cuarta parte de un as). En las monedas de su Principado son muy habituales las representaciones de su rostro de perfil en el anverso, mientras que con frecuencia en el reverso aparecen su madre Agripina, sus hermanas, su padre Germánico o Augusto. Estas dos últimas tenían un gran carácter simbólico, pues la asociación con su padre le permitía mantener lazos con el ejército mientras que la vinculación con su bisabuelo le confería un carácter divino.

Denario con el rostro de Calígula en el anverso y el de Augusto en el reverso

Por su parte, en lo relativo a su inversión en obras públicas, tengo que reseñar que los grandes proyectos de Calígula fueron encaminados más a mejorar su condición de vida que a mejorar las del pueblo bajo su mando. Así, embelleció y reformó sus múltiples villas y residencias, comenzando por el Palacio Imperial, construyó su circo privado después llamado de Nerón o sus barcos de Nemi.
No obstante concluyó dos excelentes construcciones iniciadas bajo Tiberio: el templo del divino Augusto, dedicado por Calígula en el 37 y la restauración del Teatro de Pompeyo. Igualmente inició las obras del Aqua Claudia y la restauración de otros acueductos  de Roma. Igualmente, mejoró levemente tanto las comunicaciones por tierra y por mar como las instalaciones del Puerto de Reghium para favorecer el abastecimiento de grano, aunque según Flavio Josefo abandonó el proyecto a la mitad, y construyó también un gran faro en Boulogne que aún  era visible en el siglo XVI.

Acueducto Aqua Claudia. Siglo I d.C. Roma
Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Aqua_Claudia_16.jpg

En lo relativo a la impartición de justicia, Calígula como gobernante absoluto quiso agilizarla. El emperador solía asistir a las sesiones, aunque su presencia no era determinante en los veredictos. Cuando en el año 39 introdujo la ley de lesa majestad ordenó que se inscribiera en una tabla de bronce para que no se suscitaran dudas. Contrario a lo que afirman las fuentes no hay pruebas de que Calígula redujera el poder de los magistrados.
En las provincias su proyecto apenas tuvo incidencia aunque Calígula extendió el derecho de ciudadanía a los provinciales, otorgado en muchas ocasiones de manera colectiva, acogiendo con posterioridad a muchos de sus miembros en el orden ecuestre. Esta política buscaba la integración social de la población provincial, que después continuaría su sucesor Claudio y que culminaría en el año 212 cuando Caracalla la extendió a todos los habitantes del Imperio.

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