miércoles, 11 de febrero de 2015

Hispania (27-24 a.C)


       A finales del año 27 a.C., se abrieron nuevamente las puertas del templo de Jano pues Augusto dejó la Galia en dirección al norte de Hispania con la intención de poner fin a diversos conflictos militares que habían surgido en esa zona. Este sería su segundo viaje a nuestro país ya que el primero acaeció en el año 45 a.C, cuando acudió a la llamada de César que se encontraba en el sur de la Bética combatiendo a los hijos de Pompeyo.
Los astures y los cántabros nunca habían sido subyugados por completo lo que motivó que el Príncipe, decidido como estaba a dar estabilidad a los territorios conquistados, emprendiera una serie de campañas contra ellos que implicaban no pocas dificultades pues estas tribus escondidas en lugares inaccesibles de montaña plantearon variados tipos de guerrillas y emboscadas a las que las poderosas legiones romanas no estaban habituadas. A esto se unía la ausencia de Agripa, el gran genio militar del Principado.


Batalla entre cántabros y romanos

Como solía ocurrirle en situaciones de crisis, Augusto enfermó gravemente y hubo de retirarse a Tarraco (la actual Tarragona) en el 26 a.C. donde asumió in absentia su octavo consulado. Sus legados se encargaron de poner fin a los enfrentamientos militares en 25 a.C. atacando en masa por mar a los aguerridos guerreros cántabros, aunque aún reinaba cierta inestabilidad en esa área.
Durante el período de su enfermedad, el Príncipe no estuvo ocioso: recibió en Tarraco a numerosas delegaciones que llegaban desde todos los puntos del Imperio a solicitarle favores y comenzó un proceso de reorganización de la Península Ibérica: dividió el territorio anteriormente conocido como Hispania Citerior e Hispania Ulterior en tres provincias: Tarraconensis, Lusitania y Bética. Las dos primeras quedarían bajo su tutela directa (él mismo nombraría a sus gobernadores) mientras la Bética sería una provincia senatorial al ser la menos conflictiva.


Mapa de la Hispania de Augusto en 27 a.C.

 Tras las guerras cántabras licenció a los soldados veteranos y los asentó en una nueva colonia que se convertiría en la fundación más importante durante este segundo viaje: Augusta Emerita (Mérida) que floreció tan rápidamente que pronto se convirtió en la capital de Lusitania. Tarraco e Itálica serían las respectivas capitales de Tarraconensis y Bética. Esta división imperaría durante todo casi el dominio romano pues la siguiente reestructuración la hizo Diocleciano en 298 d.C.


Fachada del teatro de Mérida. 16-15 a.C. Mérida 2014

No conocemos con exactitud el alcance de la enfermedad que aquejó a Augusto durante su estancia hispana, lo único que sabemos es que él mismo era consciente de su gravedad, por lo que tomó una serie de decisiones destinadas a perpetuar su legado en caso de que él no lograra sobreponerse: en 25 a.C, envío a Roma a Tiberio y Marcelo (que lo acompañaban en su viaje); al primero lo prometió en matrimonio con Vipsania Agripina, hija de Agripa  (boda que se celebraría en 20 a.C.) mientras que a su sobrino Marcelo le reservaba un honor mayor: el matrimonio con su única hija, Julia, celebrado durante ese mismo año. Los dos adolescentes (él tenía 18 años y ella 14) eran primos hermanos y se habían criado juntos. Este tipo de uniones entre familiares directos no eran habituales en la antigua Roma, no obstante Augusto puso por encima de todos los convencionalismos sociales, la razón de Estado, dejando claro que apostaba fuertemente por Marcelo como sucesor. Como él aún se encontraba en Hispania, Agripa presidió la ceremonia. No tenemos constancia de lo que pensó el fiel colega de gobierno del Príncipe de la repentina promoción del joven, pero lo que podemos intuir por los acontecimientos posteriores es que no lo digirió de buen grado.

El joven Marco Claudio Marcelo. Siglo I a.C. París. Museo del Louvre
Fuente: http://www.romancoins.info/c-2005%20(60).JPG

Al no recuperarse completamente de su enfermedad, Augusto abandonó Hispania en 24 a.C. con intención de regresar a Roma. Fue un viaje largo y penoso por el empeoramiento gradual de su estado lo que hizo dudar a sus médicos si llegaría a pisar nuevamente la Ciudad Eterna.

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