domingo, 3 de diciembre de 2017

Política exterior de Calígula

En Oriente, tanto Augusto como Tiberio habían mantenido una política dirigida al mantenimiento de una serie de reinos clientes en las fronteras del Imperio. Tiberio se vio obligado a intervenir más directamente anexionando Capadocia y Comagene a Roma. Calígula deshizo estas actuaciones pues entregó de nuevo Comagene al descendiente del antiguo rey ampliándole su territorio a costa de la provincia de Siria. No sólo eso, sino que también devolvió al rey todos los impuestos cobrados por Roma mientras estuvo anexionada. Este comportamiento puede deberse a relaciones de amistad con los hijos de algunos de estos reyes que se educaban en Roma más que a una política premeditada.


Ptolomeo de Mauritania. Siglo I d.C, París. Museo del Louvre

Sin embargo, en el otro extremo del Mediterráneo, en Mauritania, su intervención fue diametralmente opuesta pues mandó asesinar al rey Ptolomeo (primo segundo suyo en cuanto a nieto de Marco Antonio y Cleopatra) y anexionó la provincia. Mucho se ha debatido sobre esta decisión: algunos hablan de problemas internos en la zona mientras que otros historiadores, basándose en las fuentes clásicas, abogan por los celos del emperador ante un monarca de su sangre al que podía considerar un rival.
Por otro lado, preparó una expedición militar a Germania sin ningún fundamento objetivo. Es posible que deseara continuar con el proyecto de su padre de llevar la frontera hasta el Elba o que quizás Calígula deseara ganarse el título de imperator que ostentaba sin haber pisado un campo de batalla. La campaña fue totalmente inútil aunque no menos escandalosa que su vida en Roma. Llegó hasta el Rin acompañado de sus dos hermanas, de Lépido (viudo de Drusila) y un séquito de pretorianos. El estado de abandono en el que encontró el campamento le llevó a purgar al ejército de todos los generales incompetentes y se embarcó en una serie de incursiones contra los germanos. Hasta en 7 ocasiones fue saludado por las tropas como imperator, algo que él se encargó de magnificar en su publicidad en Roma. Antes de retirarse a pasar el invierno a Lugdunum (Lyon) puso en marcha el reclutamiento de tropas que conformarían dos nuevas legiones, las primeras creadas desde la batalla de Teutoburgo.
En nada quedó también su proyecto de conquistar Britania. A pesar de que ninguna legión había cruzado el canal de la Mancha desde hacía un siglo, la influencia romana había crecido allí de manera constante. La isla estaba dividida entre una serie de belicosos caudillos rivales. Uno de aquellos, hijo de Cunobelino, rey de los catuvellaunos, cuyos territorios abarcaban parte de la Britania central  y oriental, al fracasar en su intento de  conquistar Kent, se dirigiera a Calígula. Esto fue un gran golpe de efecto para el emperador pues propagó la noticia que Britania se había rendido a él. No obstante, su intervención se redujo a una concentración de tropas en la Galia para después devolverlas a los cuarteles tras pactar con los reyes britanos.

Sestercio de Calígula. En el reverso el emperador arenga las tropas

Otras versiones de sus gestas militares corrían por la ciudad del Tíber. Se decía que había salido huyendo nada más atisbar algunos contingentes bárbaros y que sus combates eran contra  germanos de su propia guardia privada “Como no tenía enemigo contra quien combatir, ordenó que unos germanos de su guardia atravesaran el Rin y se ocultaran, y que se le anunciara después del almuerzo, con el mayor alboroto posible, que el enemigo estaba cerca. Ejecutadas sus órdenes, se lanzó con sus amigos y una parte de la caballería pretoriana al bosque cercano y, después de haber cortado algunos árboles que cortaron a modo de  los trofeos, regresó a la luz de las antorchas, censuró la cobardía e indolencia de aquellos que no le habían seguido, y recompensó a sus compañeros y partícipes de su victoria con coronas de nuevo tipo y de una nueva denominación, adornadas con la figura del sol, la luna y las estrellas, que llamó corona exploratorias” (Suetonio. Vida de Calígula, 45,1). También se rumoreaba que de Britania el único tesoro que traía eran cofres llenos de conchas marinas recogidas por sus soldados “Como si se hallara dispuesto a dar fin a la guerra, colocó sus tropas en orden de batalla sobre el litoral del océano, sitúo balistas y máquinas de guerra sin que nadie supiera ni pudiera imaginar qué era lo que pensaba hacer, y, de repente, ordenó recoger conchas y llenar con ellas los cascos y los pliegues de las ropas, diciendo que eran los despojos del océanos que se debían al Capitolio y al Palatino” (Suetonio. Vida de Calígula, 46, 1)
Aunque estas habladurías hay que tomarlas con cierta prudencia, lo cierto es que salvo la anexión de Mauritania (y ésta conseguida de forma ignominiosa), Calígula no aportó gran cosa en la definición de las fronteras del Imperio.

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