domingo, 29 de mayo de 2016

El final del camino

“Aunque era evidente que las facultades de Augusto eran cada vez menores y que no le quedaban muchos años de vida, Roma no pudo acostumbrarse a la idea de su muerte. Es una comparación ociosa decir que la ciudad se sintió como un niño cuando pierde a su padre. Haya sido el padre un valiente o un cobarde, un hombre justo o injusto, generoso o tacaño, eso tiene poca importancia: ha sido el padre del niño, y ningún tío o hermano mayor puede ocupar su lugar. Porque el Gobierno de Augusto había sido prolongado y un hombre tenía que haber pasado ya de la mediana edad para recordar el tiempo en que Augusto no gobernara”.
            Robert Graves. Yo, Claudio. XIV


Augusto. Siglo I d.C. París. Museo del Louvre
Foto de Bill Storage y Laura Maish

Según las fuentes antiguas múltiples prodigios anunciaron durante los últimos meses de la vida de Augusto que un gran cambio se estaba gestando en el devenir del mundo romano. Algunos son de dudosa credibilidad mientras que otros corresponden a las mismas interpretaciones hechas por el emperador a las circunstancias que tuvieron lugar en realidad.
Uno de los más famosos es el hecho que ocurrió cuando celebraba en el Campo de Marte la ceremonia de purificación del censo; un águila revoleteó insistentemente en torno a él posándose después en la letra A del nombre de Agripa del Panteón. Entonces, Augusto mandó a Tiberio formular los votos para el siguiente año pues él se negó a leer algo que no podría cumplir. También es significativo que por aquellos días un rayo cayó sobre la inscripción de una estatua suya haciendo desaparecer la C, de Caesar, lo que se tomó como que no le quedaban más de 100 días de vida. Igualmente se interpretó que sería deificado porque el resto de la palabra, aesar, significaba dios en etrusco.
Iniciado el verano, el emperador decidió acompañar a Tiberio (que partía hacia Iliria) hasta Benevento. Días antes de salir, como en los tribunales no dejaban de importunarle con un proceso tras otro, exclamó que aunque Roma se empeñara no podría retenerlo por  más tiempo. Posteriormente esto también se consideró una premonición.
Partió de noche (en contra de su costumbre) para aprovechar el viento a favor, y así fue como contrajo su enfermedad que comenzó con una diarrea. Cuando se recuperó siguió navegando hacia Campania deteniéndose algunos días en su villa de Capri. Cuando navegaba por el Golfo de Pozzuoli, los pasajeros de un navío alejandrino, se engalanaron para la ocasión y quemaron incienso al paso del emperador expresándole sus mejores votos y alabanzas asegurando que por él vivían, por él podían navegar y por él disfrutar de su libertad y de sus bienes (en alusión a los beneficios de la Pax Augusta). Este gesto causó honda emoción en el anciano Príncipe que mejoró considerablemente.

Una de las Villas de Augusto en Pausilypon (Nápoles)

En Capri pasó 4 agradables jornadas en las que no se privó de ninguna diversión. A pesar de no estar recuperado del todo, se dirigió hacia Nápoles donde asistió a una competición de gimnasia quinquenal organizada en su honor y acompañó a Tiberio hasta Benevento. A su regreso, una recaída le obligó a detenerse en su villa de Nola, e inmediatamente envío llamar a Tiberio. Aunque los historiadores discrepan parece que Tiberio llegó a tiempo de ver por última vez a su padrastro quien tuvo con él una larga conversación privada.
Durante su último día en este mundo preguntó repetidamente si había revuelo a causa de su estado al mismo tiempo que pidió un espejo para arreglarse el cabello. Preguntó a sus amigos si había representado bien la farsa que era la vida. “Si la comedia os ha gustado, concededle vuestro aplauso y, todos a una, despedidnos con alegría” (Suetonio. Vida de Augusto. Libro II, 99. 1).
Sus últimas palabras fueron para Livia “conserva mientras vivas el recuerdo de nuestra unión” expirando así en brazos de su gran amor (Suetonio. Vida de Augusto. Libro II, 99. 1-2). Tuvo una muerte dulce y sin dolor, como siempre había deseado. Eran las 14:30 horas del día 19 de agosto del año 14 d.C. Faltaba un mes para que cumpliera 77 años.

Augusto (Peter O’toole) muere ante Livia (Chalotte Rampling) y Tiberio.  Fotograma de la miniserie Augusto, el primer emperador, 2004.

 Estuvo lúcido hasta el final, permitiéndose sólo un pequeño desvarío instantes antes del  último suspiro cuando atemorizado gritó que lo arrastraban 40 jóvenes. Esto también fue tomado como un presagio, pues fueron precisamente ese número de pretorianos quienes llevaron su féretro hasta las puertas de la ciudad. Murió en la misma habitación que su padre lo había hecho 65 años antes.
            Y al mismo tiempo que se extinguía lentamente la frágil luz que mantenía con vida al Padre de la Patria, Roma comenzó a estremecerse, sintiéndose perdida y desorientada por primera vez desde el final de las guerras civiles; tal y como relataba Robert Graves, la Ciudad Eterna se sentía incapaz de aceptar un horizonte sin el que desde hacía más de 44 años había sido su Augusto, la sagrada estrella que guiaba sus  pasos. Entonces la urbe más poderosa de la tierra lloró, sin que nada ni nadie pudiera ya aliviar su desconsuelo. Y sus lágrimas se convirtieron en un mar donde confluyeron como ríos las de todos los puntos del Imperio que él había revestido de grandeza.

2 comentarios:

  1. El pobre sólo podrá descansar cuando terminen las obras de restauración de su última morada, el Mausoleo más impresionante del mundo antiguo tras las pirámides. En breve escribiré sobre el estado en que se encuentra el proceso. Un saludo Javi!

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