domingo, 18 de marzo de 2018

Restableciendo el orden: comienza el Principado de Claudio


      
Claudio. Siglo I d.C, Roma. Museos Capitolinos


          Las primeras medidas que tomó Claudio tras ser investido como emperador del mundo romano estuvieron encaminadas a poner orden en el caos provocado tras el asesinato de su sobrino. Casio Querea fue ajusticiado y ejecutado, pues no sólo había matado a un emperador sino a su mujer y a su hijita, que no habían cometido más crímenes que ser su familia. Otro de los máximos implicados, Cornelio Sabino se suicidó ante el desprecio que les mostró la sociedad a la que habían pretendido salvar. Una vez más, tal y como ocurrió con el asesinato de César, Roma dio la espalda a los asesinos.
              Las represalias de Claudio no fueron más allá, ni siquiera contra los senadores que habían manifestado abiertamente no desearlo como emperador. Se mostró clemente, algo que los magistrados agradecieron, aún sobrecogidos por el trato que les dispensaba Calígula. El hecho de que Claudio hubiera sido el principal objeto de burla de su sobrino le sirvió para mostrarse muy cauteloso en el trato a los demás, poniendo toda su atención en no ofender a nadie.
              Así y todo no gozaba de ninguna popularidad, ni en el Senado ni entre el pueblo de Roma. Por ello, no disminuyó su temor a ser asesinado, por lo que siempre iba rodeado de guardias, incluso en el Senado o a la hora de comer. Nadie se podía acercar a él sin haber sido sometido a un intenso cacheo.

Moneda con el perfil de Claudio

              Eso sí, contaba con el apoyo de los dos prefectos del pretorio de Calígula, que habían salido indemne de la conspiración de enero (aunque cuando tuvo una posición más sólida los sustituyó por otros), y el del poderoso liberto imperial Cayo Julio Calixto (en la sombra máximo sospechoso de haber instigador el asesinato de Calígula). Flavio Josefo justifica esta teoría recogiendo en su obra que Calixto “había llegado a la cima del poder, igual al del tirano, gracias al miedo que inspiraba a todos y a la gran fortuna que había acumulado. Se apoderaba de todo lo que podía y era insolente con todos usando su poder con injusticia. Sabía que Cayo era implacable y tan terco que nunca desistía de lo que había decidido; por esto y por muchas otras cosas se sentía en peligro, especialmente por su gran fortuna. Por eso servía a Claudio, habiéndose pasado secretamente a su lado, pensando que éste obtendría el Imperio si Cayo desaparecía y que él encontraría, en un poder similar al que ocupaba, un pretexto para obtener favores y honores, si tomaba la precaución de conquistar la gratitud de Claudio y la reputación de que le había sido fiel. Incluso había llegado su audacia a decir que había recibido del emperador la orden de envenenar a Claudio, y había diferido su ejecución con mil pretextos” (Antigüedades Judías, Libro XIX, 10).
Calixto era un funcionario, no un soldado, pero manejaba todo los hilos ocultos del poder en el palacio imperial. Su trabajo incluía cuidar el patrimonio del emperador y administrar las finanzas de todo el mundo romano: los impuestos, el pago a las legiones, etc. El liberto conocía las cifras exactas de las cuentas públicas, sabía dónde se escondía la reserva de monedas y disfrutaba de privilegios nada inferiores a los de los senadores. Decían que tenía tanto poder que se comportaba como un déspota. Contar con su apoyo fue fundamental para Claudio.
Sin embargo, el nuevo emperador dando una muestra más de inteligencia, para que Calixto no acaparara tanto poder, buscó otros libertos de similar talento que lo contrarrestaran; éstos se convertirían en piezas claves de las intrigas palaciegas y del devenir de la dinastía Julio-Claudia en los años venideros: Narciso (antiguo esclavo del propio Claudio, sumamente habilidoso para resolver problemas) y Palas (que combinaba su gran capacidad organizativa con una lealtad férrea hacia la familia Claudia).


Agripina la Menor. Siglo I d.C, Milán. Museo Arqueológico

         En el ámbito de su propia casa, Claudio encaminó sus acciones a restaurar la armonía familiar. De ahí que una de sus primeras medidas fuera hacer regresar a sus sobrinas Agripina y Livila del exilio a las que había relegado su hermano Calígula.

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