Nadie duda de que el
Principado de Calígula fue un cúmulo de disparates: vació el erario para llevar
a la práctica exuberantes proyectos, se enemistó con todos los estratos de la
sociedad e intentó implantar un modelo de autocracia oriental que jamás podría
cuajar en un pueblo como el romano. Lo único bueno que tuvo su etapa es que se
demostró la solidez del sistema creado por Augusto ya que las estructuras
básicas de la administración no sufrieron apenas modificaciones ni se resintió
el régimen imperial.
Aunque las fuentes hayan
exagerado la realidad, Calígula fue un suicida al pensar que el hecho de
detentar todo el poder le permitiría cambiar en pocos años la mentalidad de un
pueblo tan tradicional como el romano.
Procesión de senadores en el Ara Pacis Augustae. Roma, 13-9 a.C.
A la nobleza y al orden
senatorial los marginó y humilló mandando a ejecutar a muchos de sus miembros.
Por su parte, con la plebe la relación de Calígula también fue irregular. Al
principio se granjeó su devoción incondicional con espectáculos frecuentes, varias
reducciones de impuestos (como la reducción a la mitad el impuesto general
sobre la venta de productos que se aplicaba a toda Italia, para posteriormente
abolirlo en el año 38), anulación de la reserva de asientos en los
espectáculos, reapertura de los collegia
(organizaciones de las estratos más bajos de la sociedad que permitía a sus
integrantes disfrutar de algunos beneficios, pero que eran de difícil control
por lo que acabaron siendo prohibidos) e
incluso, recibía en persona, tal como hacía Augusto, los regalos que las clases
humildes ofrecían al emperador con ocasión del Año Nuevo. Al mismo tiempo, intentó restituir a la plebe su papel
político, aunque fuera de forma simbólica, para elegir a los magistrados. Sin
embargo, Calígula fracasó en esto último debido a la desidia de las clases
bajas a la hora de ejercitar su derecho. No obstante, a partir de su regreso
del norte, se multiplicaron sus muestras de fastidio hacia el pueblo llano, que
aún si llegar a la ruptura, enfriaron la relación entre ambas partes.
Lo que está claro es que
Calígula era consciente de su poder y que no tuvo ningún reparo en ejercerlo,
sin consideración alguna hacia los puntos de vista de sus súbditos. Es una
nueva visión que difiere de la de Augusto o Tiberio, no por una mayor
concentración de poder sino por la forma de ejecutarlo: al margen de todos.
Calígula. Siglo I d.C. París. Museo del Louvre
En cuanto a las
finanzas, según Suetonio y Dión, Calígula dilapidó toda la fortuna amasada por
Tiberio para costear sus exorbitantes caprichos en menos de un año; no obstante,
los mismos también indican que Claudio, al iniciar su gobierno, repartió entre
los pretorianos un donativo de 15.000 sestercios por cabeza y que no cesaron
las acuñaciones de moneda, lo que no cuadra con que el Estado padeciera graves
problemas financieros. Pese a ello, siempre existieron problemas a la hora de
diferenciar la fortuna personal de los emperadores y el Erario Público. Hay que
recalcar, a favor de Calígula, que al inicio de su Principado, quiso hacer
públicas las cuentas del Imperio para mostrar la transparencia de su gestión.
Llevó los balances ante el Senado dos veces, eso sí, antes del endurecimiento
de su postura hacia esta institución.
De todos modos, sabemos
que cuando la situación fiscal se hizo preocupante Calígula impuso nuevos
impuestos aunque el miedo a perder popularidad impidió emprender una auténtica
reforma fiscal.
Según Suetonio “estableció
un impuesto fijo sobre todos los comestibles que se vendían en Roma, exigió de
los litigantes, donde quiera que se juzgase un pleito, la cuadragésima parte
(2,5 %) de la cantidad en litigio, y estableció penas contra aquellos a quienes
se comprobara que habían transigido o desistido de sus pretensiones; a los
mozos de carga se les gravó con el octavo (12,5%) de su ganancia diaria, a las
prostitutas con el precio de uno de sus servicios, añadiendo a este artículo de
la ley que igual cantidad se exigiría de todos aquellos hombres y mujeres que vivían
de la prostitución; hasta el matrimonio le señaló impuesto” (Vida de Calígula, 40).
Flavio Josefo por su
parte recoge en su obra que al final de su vida se vio obligado a duplicarlos. Otra
de sus medidas para ahorrar gastos fue que los
pretorianos se encargaran de la recaudación de impuestos, así no tenía
que pagar a los publicani
(tradicionales cobradores de impuestos).
La fluidez en las
acuñaciones de monedas también es un hecho contrario a la grave crisis
económica de la que hablan las fuentes. Desde tiempos de Augusto la política había
estado encaminada a la creación de una moneda única. Él mismo se reservó en
exclusiva el derecho de acuñar monedas en oro y plata dejando las emisiones en bronce
al Senado que llevaban grabadas las letras SC (Senato Consulto, por decreto del Senado); sin embargo, permitió que
siguieran abiertas las numerosas cecas dispersas por el territorio del Imperio.
Tiberio y, sobre todo Calígula, fueron más restrictivos aún. De hecho, el hijo
de Germánico cerró muchos de los talleres provinciales para centralizar la
acuñación de monedas en Roma.
Al mismo tiempo,
Calígula creó un valor nuevo, el quadrante
(equivalente a la cuarta parte de un as). En las monedas de su Principado son
muy habituales las representaciones de su rostro de perfil en el anverso, mientras que con frecuencia en el reverso aparecen su madre Agripina, sus
hermanas, su padre Germánico o Augusto. Estas dos últimas tenían un gran
carácter simbólico, pues la asociación con su padre le permitía mantener lazos con el ejército mientras que la vinculación con su bisabuelo le confería un
carácter divino.
Denario con el rostro de Calígula en el anverso y el de Augusto en el reverso
Por su parte, en lo
relativo a su inversión en obras públicas, tengo que reseñar que los grandes
proyectos de Calígula fueron encaminados más a mejorar su condición de vida que
a mejorar las del pueblo bajo su mando. Así, embelleció y reformó sus múltiples
villas y residencias, comenzando por el Palacio Imperial, construyó su circo
privado después llamado de Nerón o sus barcos de Nemi.
No obstante concluyó dos
excelentes construcciones iniciadas bajo Tiberio: el templo del divino Augusto,
dedicado por Calígula en el 37 y la restauración del Teatro de Pompeyo.
Igualmente inició las obras del Aqua Claudia
y la restauración de otros acueductos de
Roma. Igualmente, mejoró levemente tanto las comunicaciones por tierra y por
mar como las instalaciones del Puerto de Reghium
para favorecer el abastecimiento de grano, aunque según Flavio Josefo abandonó
el proyecto a la mitad, y construyó también un gran faro en Boulogne que
aún era visible en el siglo XVI.
Acueducto Aqua Claudia. Siglo I d.C. Roma
En lo relativo a la
impartición de justicia, Calígula como gobernante absoluto quiso agilizarla. El
emperador solía asistir a las sesiones, aunque su presencia no era determinante
en los veredictos. Cuando en el año 39 introdujo la ley de lesa majestad ordenó
que se inscribiera en una tabla de bronce para que no se suscitaran dudas.
Contrario a lo que afirman las fuentes no hay pruebas de que Calígula redujera
el poder de los magistrados.
En las provincias su
proyecto apenas tuvo incidencia aunque Calígula extendió el derecho de ciudadanía
a los provinciales, otorgado en muchas ocasiones de manera colectiva, acogiendo
con posterioridad a muchos de sus miembros en el orden ecuestre. Esta política
buscaba la integración social de la población provincial, que después
continuaría su sucesor Claudio y que culminaría en el año 212 cuando Caracalla
la extendió a todos los habitantes del Imperio.