La abandonada. Sandro Botticelli. 1500. Roma. Colección Rospigliosi
Italia ha vuelto a
temblar, dejando nuevamente un escenario apocalíptico de destrucción y muerte. Esta vez a sólo a 140 kilómetros de Roma, que ha
sentido la intensidad de la onda sísmica en sus propias entrañas. 20 segundos han bastado para sumir a Amatrice,
Accumoli, Norcia, Pescara del Tronto entre otras localidades en la más atroz de
las pesadillas. Otro 24 de agosto…como aquel del 79 d.C. en el que el Vesubio arrasó Pompeya y todos
las localidades situadas en sus laderas. Funesta
casualidad para un territorio muy maltratado por los fenómenos de la
naturaleza.
Lo he dicho en muchas
ocasiones y no dudo en repetirlo, cada vez que cae un trozo de Italia, se rompe
un trozo de mi corazón. Siento el dolor de Italia como si fuera mío pues a
ningún lugar me siento tan unida como a esa tierra que siempre me lo ha dado
todo.
Porque Italia no es sólo un país, es la historia y el arte en estado puro,
es la alegría y belleza de sus gentes que siempre me hacen sentir como en casa,
es un perfil de paisajes incomparables desde los Alpes hasta los acantilados de
Capri donde el cielo se funde con el mar en un infinito matiz de pinceladas etéreas,
es Florencia bajo la nieve avistada desde el Piazzale Michelangelo, es Milán adivinándose entre las miles de
agujas del Duomo, es Venecia mecida por una góndola, es un atardecer eterno a
los pies del Capitolio donde el tiempo se detiene para ver languidecer el día sobre el Coliseo. Es el sueño de Augusto, que la concibió como la antesala
perfecta para su ciudad de mármol.
Italia es en definitiva la materialización de la
belleza más absoluta pero a la vez amarga, pues en ella radica su infinita
fragilidad. Sus idílicos pueblecitos que encierran como ningunos el sabor de una historia milenaria están construidos con materiales muy antiguos y vulnerables a
las ondas asesinas lo que ha ocasionado miles de muertes sólo en el último
siglo, casi 600 en los últimos 7 años; un panorama desolador que ha arruinado a
su vez mucho del patrimonio histórico artístico más impresionante del mundo.
Sin embargo, los edificios pueden volver a reconstruirse, las vidas humanas rotas, no.
Imposible añadir nada
más…mi corazón y mis lágrimas están con el pueblo italiano. Siempre.
Ante tanta desolación el único resquicio para la esperanza me lo trae el recuerdo de la primera estrofa del himno nacional italiano:
“Fratelli d’Italia, l’Italia s`è desta, dell' elmo di Scipio s'è cinta la testa”.
("Hermanos de Italia, Italia se levanta, del yelmo de Escipión se corona la
cabeza”). Italia siempre se ha levantado y, aunque ahora esté de rodillas, lo volverá a hacer porque por sus
venas corre la misma fuerza y determinación que hace casi 2800 empujó a una
pequeña ciudad de pastores de la orilla del Tiber a dominar un mundo que aún hoy
es deudor de su legado.
"Quando le luci si spegneranno
nel profondo dell’anima,
sentirai che la tua vita ascapperà via.
Ma il bello dei sogni eterni
è che non fisniscono mai.
Così un giorno non troppo lontano
le lacrime si asciugeranno
e il sole tornerá a splendere su di te…
non avrai più paura, soltanto la speranza
di un domani"