domingo, 2 de septiembre de 2018

Un nuevo juicio de Paris para Claudio


Juicio de Paris. Pedro Pablo Rubens. 1638. Madrid. Museo del Prado
Fuente: De Peter Paul Rubens - http://www.museodelprado.es/en/the-collection/online-gallery/on-line-gallery/obra/the-judgement-of-paris-1/, Dominio público, 

Tras la ejecución de Mesalina, Claudio proclamó ante la Asamblea de Pretorianos su decisión de “permanecer célibe, puesto que los matrimonios le salían mal, y que si no lo cumplía, estaba dispuesto a aceptar la muerte de sus propias manos” (Suetonio. Vida de Claudio, 26, 2).
No obstante, sus intenciones le duraron poco tiempo. A los pocos meses de proclamar aquellas palabras pidió a sus colaboradores que le buscaran esposa. Así, comenzó una lucha encarnizada entre los tres libertos imperiales más influyentes con la finalidad de encontrar a la nueva emperatriz de Roma.
Narciso propuso a Elia Petina. Sus argumentos a favor de ésta se basaban en que ya había sido esposa de Claudio y tenían una hija en común. Ya se conocía que era de vida virtuosa por lo que no se llevaría sorpresas desagradables. Además, cuidaría bien de los hijos de Mesalina.
Calixto rechazó tajantemente esta opción alegando que si el emperador se divorció de ella sus motivos tendría. Darle una segunda oportunidad supondría su vuelta llena de gran soberbia. Él proponía a Lolia Paulina, que fue en tiempo esposa de Calígula y como tal ya tenía tablas como emperatriz. Mujer de excepcional belleza, no había tenido hijos por lo que sería una excelente madre para Británico y Octavia, ajena a rivalidades.



Camafeo de Claudio y Agripina. Siglo I d.C.

Palas rechazó a las dos y ofreció a Claudio a la mujer de más impecable linaje de Roma, la única que llevaba en sus venas la sangre Julia y que aportaba al matrimonio al tataranieto de Augusto y nieto de Germánico: Agripina la menor. Éste era su principal argumento. El segundo es que la sangre de los Césares de una mujer bella y fértil no se podía desperdiciar casándola con otra familia. Reconocida era también la gran virtud y castidad de la mujer.
A Claudio le entusiasmó esta última candidata. A ello le ayudó la propia Agripina que aprovechando la cercanía con su tío lo subyugó con abundantes muestras de cariño y zalamería. Claudio no tuvo dudas, cuan Paris entregó la manzana de la discordia a su sobrina, y al igual que aquel selló con su decisión el destino de Troya, el emperador precipitó el final de la gens Claudia.
El mayor problema era que la sociedad romana era muy susceptible al incesto y los nuevos futuros esposos eran tío y sobrina; por ello, el Senado aprobó un Decreto que diera legalidad a las bodas entre parientes de esa categoría. Asimismo, se declaró la boda de máximo interés para el Estado.

Claudio y Agripina la menor junto a Germánico y Agripina la mayor en la Gema Claudia. 
Siglo I d.C.  Viena. Kunsthistoriches Museum

De este modo, la última hija viva de Germánico se convirtió en emperatriz de Roma con 34 años, uno después de la muerte de Mesalina (en el 49 d.C.). Con ella, Palas que la había favorecido vio acrecentar su poder en detrimento de los otros dos libertos imperiales. Aportó al matrimonio su hijo Lucio Domicio (el futuro Nerón) que tenía 12 años, 4 más que su primo Británico.
A partir de ese momento comenzó el Principado de Agripina.

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