Livia como Ceres. siglo I d.C. París. Museo del Louvre
Una de las primeras
medidas que adoptó Claudio fue la divinización de su abuela Livia en el año 42.
A pesar de haber sido la mujer más poderosa de su tiempo, y de los honores y
privilegios con los que Augusto la cubrió en vida, Livia no había ascendido a
los altares tras su muerte. De hecho no es algo extraño, pues las mujeres
tenían un papel secundario en la sociedad romana, y ni la excepcionalidad de
Livia pudo cambiar eso. Y mucho menos siendo emperador su hijo Tiberio cuando
murió, que se oponía a que las mujeres recibieran excesivas distinciones; a
ello se une la enemistad entre ambos los últimos años de la vida de la
emperatriz. Así, y todo, su bisnieta Drusila había sido nombrada diosa, tras su
prematura muerte, por orden de su hermano Calígula, sin haber hecho nada
reseñable, sólo motivado por la adoración que el emperador sentía por la joven.
¿Qué se oculta entonces
tras el deseo de Claudio de honrar a su abuela con la más alta distinción? Hay
que recordar que Livia lo había despreciado durante toda vida según se extrae
de la lectura de las fuentes clásicas. Según mi opinión, tal decisión no fue motivada
por amor de nieto sino fundamentalmente por dos presupuestos: por un lado, consagrando
a esta mujer única, santificaba a la propia gens
Claudia de la que él mismo era pater familiae;
en segundo lugar, legitimaba su posición insegura en el trono, pues a pesar de
ser sobrino nieto de Augusto, Claudio no había sido adoptado por la familia
divina Julia. Con la deificación de su abuela, él mismo podía erigirse como
descendiente de dioses.
A partir de ese momento,
Livia fue honrada en los juegos públicos con un carro tirado por elefantes que
portaba su imagen, le fue dedicada también una estatua en el templo de Augusto
y las mujeres estaban obligadas a nombrarla en sus juramentos. Nada que la más
grande emperatriz romana no mereciera.
Robert Graves, en su
insigne Yo, Claudio, da una versión
diferente, de la que quiero dejar algunos fragmentos entrañables, pues a pesar
de la deformación que Graves provocó en el personaje de Livia, la convirtió
junto con el protagonista, en el personaje más interesante de la ficción. Nos
relata el propio Claudio.
Una Livia muy anciana (Sian Philips) se despide de su nieto Claudio (Derek Jacobi) en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976
“Y así llego a la narración de mi cena con
Livia. Me recibió muy graciosamente […].
- Bien,
admito que tu presencia a la mesa sigue causándome cierto….Pero no importa. Si
he roto una de mis reglas más antiguas, es cosa mía, no tuya. ¿Me odias,
Claudio?. Sé franco
- Probablemente
tanto como tú me odias a mí, abuela. […].
- Trásilo
(el astrólogo de Tiberio) me dijo que si bien moriría como una anciana desilusionada,
sería reconocida como diosa muchos años después de mi muerte
- ¿Cuándo
tienes que morir?
- Dentro de
tres años, en primavera. Hasta sé el día.
- ¿Pero
tienes tanta ansiedad para llegar a ser una diosa?. Mi tío Tiberio no está tan
ansioso-
-Sólo
pienso en eso, ahora que ha terminado mi tarea, ¿y por qué no? Si Augusto es un
dios, es absurdo que yo no sea más que su sacerdotisa. Yo hice todo el trabajo,
¿no es así? […].
-Sí,
abuela, ¿pero no te basta con saber todo lo que has hecho, sin necesidad de ser
adorada por una chusma ignorante?.
-Claudio,
déjame que te explique. Estoy de acuerdo en eso de la chusma ignorante. No
pienso tanto en mi fama en la tierra como en el lugar que ocuparé en el más allá.
He hecho muchas cosas impías…ningún gran gobernante puede dejar de hacerlas. He
puesto el bien del Imperio por encima de todas las demás consideraciones […].
Es evidente que la recompensa adecuada es
la de ser deificado ¿crees que las almas de los criminales son eternamente
atormentadas?
-Siempre se
me ha enseñado a creer que lo son.
-¿Pero los
Dioses Inmortales están libres de todo temor de castigo, por muchos crímenes
que hayan cometido?.
-Bueno,
Júpiter depuso a su padre y mató a uno de sus nietos y se casó incestuosamente
con su hermana…ninguno de ellos tiene una buena reputación moral. Y por
supuesto los Jueces de los Mortales no tienen jurisdicción sobre ellos.
-Exactamente.
Ya ves lo importante que es para mí llega a ser una diosa. Y ésa, es la razón
de que tolere a Calígula. Ha jurado que, si mantengo su secreto, me convertirá
en diosa en cuanto sea emperador. Y quiero que tú jures que harás lo posible
para que yo llegue a ser diosa lo antes que puedas, porque oh, ¿no te das
cuenta? hasta que él me haga diosa estaré en el Averno, sufriendo las torturas
más espantosas, los tormentos más exquisitos e ineluctables.
El
repentino cambio de su voz, de la fría arrogancia imperial a la aterrorizada
súplica, me asombró más de lo que hubiera escuchado hasta ese momento. Tenía
que decir algo, de modo que dije:
-No
entiendo qué influencia podría llegar a tener alguna vez el pobre tío Claudio
sobre el emperador o sobre el Senado.
-¡Lo que
entiendas o no entiendas no tiene importancia, idiota! ¿quieres jurar que harás
lo que te pido? ¿quieres jurar por tu propia cabeza?
-Abuela
–respondí- juraré por mi cabeza (por lo que pueda valer ahora), con una
condición.
-¿Te
atreves a imponerme condiciones a mí?
- Sí,
después de la vigésima copa. Y es una condición muy sencilla. Después de 36
años de mostrarme aversión y de no prestarme atención alguna, no querrás que
haga algo por ti sin presentarte condiciones ¿verdad?
Sonrió
-¿Y cuál es
esa sencilla condición?
-Hay muchas
cosas que me gustaría saber. Quiero saber en primer lugar, quien mató a mi
padre, y quien mató a Agripa, y quien mató a Germánico, y quien mató a Drusilo…
-¿Por qué
quieres saber todo eso?¿por alguna imbécil esperanza de vengar en mí esas
muertes?
-No, ni
siquiera aunque la asesina fueras tú. Nunca me tomo venganza, a menos que me
vea obligado a hacerlo por un juramento, o para protegerme. Creo que la maldad
lleva su propio castigo. Lo único que deseo es saber la verdad. Soy un
historiador profesional y lo único que realmente me interesa es describir cómo
suceden las cosas y por qué”.
Robert Graves. Yo,
Claudio. XXV
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