Como hemos ido
desgranando en anteriores artículos, Calígula había puesto contra las cuerdas a
todas las instituciones del Estado, entre las que había anidado un fuerte odio
hacia el emperador.
Sin embargo, el núcleo
principal de la conjura que acabaría con su vida no procedía de la aristocracia
sino de su entorno su entorno más cercano. Todas las fuentes coinciden en
señalar al liberto Calixto y a los prefectos del pretorio como las mentes que
planearon el asesinato y a los propios pretorianos, liderados por Casio Querea,
como los autores materiales del tiranicidio.
Guardia pretoriana. Relieve de la columna de Trajano. 114 d.C. Roma.
Fuente: http://almacendeclasicas.blogspot.com.es/2014/06/la-guardia-pretoriana-la-escolta-de-los.html
Calixto era el más
influyente de los libertos imperiales. Tanto Tácito como Flavio Josefo recogen
su participación en la conspiración. “Había
llegado a la cima del poder, igual al del tirano, gracias al miedo que
inspiraba a todos y a la gran fortuna que había acumulado. Se apoderaba de todo
lo que podía y era insolente con todos usando su poder con injusticia. Sabía
que Cayo (Calígula) era implacable y tan terco que nunca desistía de lo que había
decidido; por esto y muchas otras cosas se sentía en peligro, especialmente por
su gran fortuna” (Antigüedades Judías,
XIX, 10).
En cuanto a los
prefectos del pretorio, sólo uno de ellos, Marco Arrecino Clemente, aparece en
los escrito de Josefo, aunque eso no indica que el otro no estuviera implicado
pues Calígula en su ansia de molestar a todo el mundo, intentaba enemistar a
los dos, para impulsarlos a denunciarse mutuamente. Clemente aunque no
participó en la ejecución fue el encargado de tantear a aquellos pretorianos
que sí intervendrían.
Las fuentes nos han
dejado algunos de los nombres de éstos, resaltando todos que el principal
ejecutor fue Casio Querea. Papinio, Cornelio Sabino y Junio Lupo lo acompañaron
aquella mañana.
Busto de Calígula. Siglo I d.C. Nueva York. Metropoltan Museum
Fotografía propiedad de Bill Storage, Laura Maish, John Pollini y Nick Stravrinides
También formaron parte de
la conjura algunos miembros del Senado. Josefo señala los nombres de Annio
Viniciano, Valerio Asiático y Emilio Régulo. Éste último, cometió el error de
contar detalles del complot a algunos amigos, por lo que fue ejecutado días
antes de la muerte del emperador. Probablemente este hecho aceleró los planes
de los asesinos, por miedo a ser denunciados.
Según Josefo, fue Querea
quien comenzó a quejarse ante Papinio y Clemente de sus remordimientos por los
crímenes cometidos al servicio de Calígula. Comentó que se sentía en el deber
de procurar la libertad para todo. Ante las dudas del prefecto, contactó con
Cornelio Sabino, y ambos con Viniciano. Así se habrían puesto en contacto las
dos ramas unidas bajo el santo y seña de “Libertad”.
No obstante, investigadores
modernos ponen en duda el papel de Querea como autor intelectual de la conjura.
Igualmente contraponen el relato a la afirmación de Tácito de secreto complot,
por lo que una conjura con un elevado número de participantes hubiera estado
destinada a fracasar. Por eso la versión más extendida es que Calixto y los dos
prefectos del pretorio, quizás apoyados por un número pequeño de senadores,
eligieron a alguien cercano a Calígula con motivos personales para desear su
muerte y lo suficientemente insensato para pensar en las consecuencias,
triunfara o fracasara la conjura. Casio Querea, alguien acostumbrado a cumplir
órdenes no a exigirlas, reunía todos los requisitos y seguramente él mismo,
arrastró a sus compañeros más leales.
Claudio. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticano
Se ha especulado también
sobre una posible participación de Claudio, el cual tenía suficientes motivos
para odiar a su sobrino, a pesar de ser el hijo de su querido hermano
Germánico. Aunque Calígula lo había ridiculizado y sometido constantemente a
crueles humillaciones durante todo su Principado, es muy improbable su
implicación, pues el tío del emperador hasta ese momento no había sido tomado
en serio por nadie. Además, cuando ocupó el trono imperial una de sus primeras
medidas fue castigar duramente a los principales asesinos, que no hubieran
dudado en delatarlo.
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