martes, 22 de noviembre de 2016

Semblanza de Tiberio


Tiberio como Júpiter con rasgos muy juveniles. Detalle. Siglo I d.C. Museos Vaticano. Roma 2018

         Tiberio es un personaje controvertido. Si bien ha pasado a la historia como uno de los emperadores malos, su gestión es una de las mejores de la Antigua Roma pues a su muerte dejó en el Tesoro unos 3000 millones de sestercios, fortaleció el Imperio mediante la construcción de defensas y usó en muchas ocasiones la diplomacia, manteniéndose al margen de las disputas de los reyes extranjeros.
Esta corriente negativa hacia su figura puede tener su origen en varias causas. Ante todo, el carácter del emperador, tan alejado del de Augusto que siempre fue cercano y afable con todo el mundo. Tiberio era muy introvertido, tímido, “caminaba con la cabeza erguida y echada hacia atrás, de ordinario fruncido el entrecejo y casi siempre en silencio, sin cambiar ninguna o muy contadas palabras incluso con los que estaban a su lado, y aún éstas con una extrema lentitud y acompañándolas de un blando movimiento de sus dedos”. (Suetonio. Vida de Tiberio. 68,3). La desaparición de las dos únicas personas que amaba: su hermano Druso y su amada esposa Vipsania (de la que se divorció obligado para casarse con Julia) lo convirtieron en un hombre amargado y resentido con el mundo, que dio rienda suelta a su condición vengativa en cuanto tuvo el poder. Por ejemplo, durante el mismo año 14 dejó morir lentamente de hambre y miseria a la que había sido su esposa, Julia, y que se encontraba desterrada en Reggio.


Tiberio en el Ara Pacis Augustae. 9-13 a.C. Roma 2014

       Aunque durante el Principado de Augusto, el hijo de Livia se comportó de manera prudente escondiendo su verdadera naturaleza, tras la muerte de Germánico, de su hijo Druso y, sobre todo, de su madre, su manera de conducirse fue empeorando. “Su carácter cambió con el tiempo: mientras que durante el Principado de Augusto se distinguió por su vida y por su fama, tanto en los asuntos privados como públicos; reservado y simulador de virtudes mientras vivieron Germánico y Druso; una mezcla de bien y de mal hasta la muerte de su madre; fue de una execrable crueldad  pero ocultando sus vicios, mientras amó o temió a Sejano; al final se lanzó, a un tiempo, al crimen y al deshonor, una vez que alejados el pudor y el miedo, sólo obraba según su carácter” (Tácito. Anales. Libro VI. 51,3).
¿Hasta dónde son ciertas estas afirmaciones?. Aunque Tácito y Suetonio coinciden en la modestia y buen gobierno de Tiberio en sus primeros años como emperador, ambos tienen una concepción peyorativa de él, sobre todo el segundo que hace especial hincapié en su obra de la depravación moral a la que se abandonó el emperador en su villa de Capri en sus últimos años de reinado, aunque él mismo acaba reconociendo que “se le atribuían vicios aún peores  y más indignos, de tal naturaleza que apenas es lícito exponerlos u oírlos contar, y menos aún creerlos” (Vida de Tiberio. 44,1). Los pocos historiadores favorables a Tiberio suelen esgrimir que esas historias son la venganza de los dos historiadores latinos, miembros de familias senatoriales muy perjudicadas por la consolidación del poder imperial. Yo siempre me he preguntado ¿por qué no atacaron en ese caso del mismo modo a Augusto?. Mi opinión es que  debe haber algo cierto en la manera cruel de comportarse de Tiberio aunque ellos hayan exagerado la realidad y que sobre todo fue víctima de su propio carácter. En esta dirección apunta el hecho de que a Tiberio no se le aplicara la Damnatio Memoriae (reservada a los emperadores más nefastos) ni que se destruyeran sus imágenes.


Busto de Tiberio. siglo I d.C. Palermo. Museo Archeologioco Regionale
Fuente: "Tiberius palermo" di User:ChrisO - Opera propria. Con licenza Pubblico dominio tramite Wikimedia Commons - https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Tiberius_palermo.jpg#/media/File:Tiberius_palermo.jpg

 Por otro lado, la dejadez de las funciones inherentes a su cargo provocó el abandono de sus obligaciones. Ello unido a las sospechas del pueblo sobre su intervención en la muerte de su venerado Germánico y el período de terror llevado a cabo en Roma por Sejano (su principal consejero) mientras Tiberio disfrutaba de su retiro en Capri le granjearon el odio y la animadversión de un pueblo romano que a su muerte gritaba con alegría “¡Al Tíber con Tiberio!” (Suetonio. Vida de Tiberio. 75,1).
En cuanto a su aspecto físico nos tenemos que remitir obligatoriamente a la descripción de Suetonio y a los múltiples esculturas que de él han llegado hasta nuestros días “Era corpulento y robusto, de una estatura que sobrepasaba lo normal; ancho de espaldas y de pecho, tenía también sus restantes miembros bien proporcionados y armoniosos de la cabeza a los pies; su mano izquierda era más ágil  que la derecha, de unas articulaciones tan firmes que podía taladrar con el dedo una manzana fresca y sana, o herir de un capirotazo en la cabeza a un niño, o incluso a un adolescente. Su tez era blanca, y se dejaba crecer bastante el cabello en el cogote, de suerte que le cubría incluso la nuca, lo que parecía ser en él un rasgo distintivo de la familia; tenía un rostro noble aunque lleno de granos que le salían de repente, y unos ojos muy grandes, que cosa extraordinaria podían ver incluso de noche y en las tinieblas, pero por poco tiempo y nada más despertarse” (Suetonio. Vida de Tiberio. 68,1-2). A mí siempre me ha llamado la atención cuando contemplo sus retratos el gran parecido de la expresión de los ojos de Tiberio con los de su madre Livia y su hermano Druso.


Livia (Siglo I d.C. Copenhage. Carlsberg Glyptotek) flanqueda por Druso a la izquierda y Tiberio a la derecha (Copias de busto en el Ara Pacis Augustae).

Por lo demás, era una persona culta que había recibido la mejor educación estando siempre muy interesado en las letras griegas y latinas al mismo tiempo que en las historias míticas. A pesar de que conocía perfectamente el griego, lo usaba muy poco, prohibiendo en algunas ocasiones que no se usara otro idioma que no fuera el latín.
Sin embargo, la gran pasión de Tiberio fue siempre la astrología. Convencido que el destino de cada uno está trazado por las estrellas, era indiferente a las prácticas religiosas y al culto a los dioses.
      Mucho más conservador que Augusto, puso límites a los honores y privilegios que debían recibir las mujeres, de ahí el origen de sus rencillas con su madre.

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