Agripina la
mayor. Siglo I d.C. Roma. Museos Capitolinos
Vipsania Agripina
nació en Atenas en el año 14 a.C. Era la cuarta hija de Agripa y de Julia la
mayor, por tanto nieta de Augusto.
La niña fue educada,
al igual que su hermana Julia, bajo la estricta supervisión del emperador y de
su esposa Livia. Se la instruyó en todas las disciplinas tanto como en las
actividades propias de las matronas romanas como las labores de la lana; de
hecho Augusto sólo vestía prendas tejidas por las mujeres de su casa.
A pesar de vivir con muy corta edad la deshonra y el exilio tanto
de su madre como de sus hermanos (Julia Menor y Póstumo), ordenados por el
emperador, Agripina siempre estuvo muy unida a su abuelo, que la consideraba su
nieta favorita.
Con 18 años, se casó con Germánico, el nieto de
Livia y de su tía abuela Octavia, con quien se había criado y de quien siempre
estuvo enamorada. Ese mismo año su marido fue adoptado por Tiberio mediante
orden de Augusto, por lo que el joven matrimonio se convirtió en serio
candidato al trono imperial en un futuro. Ese era el gran anhelo de Augusto,
frustrado por el cruel destino en varias ocasiones: que sólo su descendencia
heredara su legado.
De la unión, nacieron 9 hijos, tres de los cuales murieron en
la más tierna infancia. Sobrevivieron 6: Nerón, Druso, Cayo (Calígula),
Agripina, Drusila y Livila.
Germánico: Siglo
I d.C. París. Museo del Louvre
Mujer de gran carácter, acompañó siempre a su marido en todas
sus campañas militares, siendo protagonista en alguna ocasión de algún hecho
heroico más propio de soldados. Por ejemplo durante el motín de las legiones de
Germania bajo el mando de su esposo, Agripina, que estaba embarazada, se vio
obligada a abandonar el campamento romano por motivos de seguridad en dirección
a la Galia. Estando en el campamento galo de los treviros corrió el rumor que
una expedición romana había sido derrotada por los germanos y que éstos se
disponían a invadir la Galia. La noticia era falsa pero los legionarios estaban
dispuestos a cortar el puente sobre el Rin que unía las dos orillas. Agripina
con gran valentía impidió que se llevara a cabo la acción de destruir el puente
y recibió a los soldados que regresaban dedicándole halagos. “Habíase
esparcido tanto la fama del ejército sitiado, y que los germanos iban con el
suyo sobre las Galias, que si Agripina no hubiera prohibido romper el puente
sobre el Rin, no faltara quien de puro miedo se hubiera atrevido a tal vileza;
mas aquella generosa mujer, haciendo aquellos días oficio de capitán, dio a los
soldados, según que se hallaban desnudos o heridos, vestidos o medicamentos.
Refiere Cayo Plinio, escritor de las guerras de Germania, que se puso a la
entrada del puente, y que allí alababa y engrandecía el valor de las legiones
cuando a su vuelta iban pasando”. (Tácito.
Anales. I, 69, 1).
Agripina la
mayor. Siglo I d.C. Roma. Busto encontrado en el Foro de Trajano
Este tipo de comportamiento por parte de una mujer irritaba
mucho al nuevo emperador Tiberio que era muy conservador. “Penetraron
estas cosas más vivamente el ánimo de Tiberio, pareciéndole que no se tomaban
aquellos cuidados con sencillez, y que no era posible que Agripina procurase el
favor de los soldados para servirse de ellos contra extranjeros. ¿Por ventura -decía- quédale algo que hacer al emperador,
si una mujer reconoce los manípulos, visita las banderas, ofrece donativos,
como si no le bastase para prueba de su ambición el traer consigo al hijo del
general en hábito de soldado, haciéndole llamar César Calígula? Que tenía ya
Agripina más poder y autoridad en los ejércitos que los legados y que los
generales, pues ella sola había quietado la sedición, a quien no pudo resistir
el nombre y la autoridad del príncipe. Agravaba y acriminaba estas cosas
Seyano, y conociendo el natural de Tiberio encendía a lo largo los odios para
que, reteniéndolos en sí, los pudiese desfogar después a su tiempo más
gravemente” (Tácito. Anales.
I, 69, 1).
Sin embargo, Germánico
y Agripina eran adorados por un pueblo romano que detestaba a Tiberio. Sin
embargo, ellos eran leales al emperador y se movían lo más discretamente
posible para no alentar al pueblo.
Camafeo conmemorativo
de la boda entre Claudio y Agripina la menor con Germánico y
Agripina la mayor Siglo I d.C. Viena. Kunsthistorisches
Museum.
Pero
Tiberio no podía vivir tranquilo con Germánico tan cerca, por eso tras
ordenarle el regreso de Germanía para apagar sus ansias de gloria, lo envío a
Oriente bajo la supervisión de un hombre de su confianza, Cneo Calpurnio Pisón.
Enseguida surgió la rivalidad entre ellos y entre Agripina y la mujer de Pisón,
Plancina. En octubre del año 19 d.C., Germánico murió en extrañas
circunstancias, convencido de que había sido envenenado por Pisón y Plancina.
Agripina en su inmenso dolor expuso el cuerpo de su marido en el Foro de
Antioquía para que todos constataran las señales de envenenamiento sobre él.
Una vez incinerado volvió a Roma acompañado de sus hijos para depositar las
cenizas de Germánico en el Mausoleo de Augusto.
Agripina
desembarca en Brindisi con las cenizas de Germánico. Gavin Hamilton. 1765-72
El
dolor de las provincias y sobre todo del pueblo romano fue desgarrador. Las
masas apoyaron a Agripina desde el primer momento. El hecho de que Tiberio no
acudiera al funeral (escudado en su gran pena) encendió aún más los ánimos del
populacho dando lugar incluso a un conato de rebelión aplacada por la guardia
pretoriana. “El día que las cenizas (de Germánico)
se enterraron en el sepulcro de Augusto parecía Roma, ora un desierto por el
silencio, ora un infierno por los llantos. Las calles ocupadas, el campo de
Marte lleno de hachas encendidas, los soldados armados, los magistrados sin sus
insignias ordinarias, el pueblo, dividido en sus tribus, gritando que era llegada la ruina de la
República y que ya no les quedaba esperanza; y esto tan pronta y
descubiertamente como si del todo se hubieran olvidado de que tenían un
emperador. Pero ninguna cosa penetró más el corazón de Tiberio que el aplauso
de la gente en general para con Agripina, a quien llamaban honra de la patria, única descendiente
de sangre de Augusto, único ejemplo de la antigüedad; y vueltos al cielo
rogaban salud para su descendencia y que viviese más que los ruines”. (Tácito. Anales. III,4,2).
Agripina, cegada por sus ansias de venganza, puso a
Tiberio contra las cuerdas obligándole a juzgar y a condenar a Pisón y a
Plancina por traición. El primero, se vio obligado a suicidarse mientras
que la mujer quedó absuelta. De todas
maneras la actitud de Tiberio durante el proceso ratificó la sensación de que
él mismo hubiera ordenado a Pisón la muerte de su sobrino, quizás sólo debida a
pura mala suerte.
A raíz de todo esto la relación entre Tiberio y Agripìna quedó
seriamente dañada, incrementándose el
odio del emperador por la gran veneración que sentía el pueblo hacia la única
nieta de Augusto.
Tiberio y
Agripina la mayor. Pedro Pablo Rubens. 1614. Washington.
National Gallery of Art
Fuente: https://latunicadeneso.wordpress.com/2014/11/17/agripina-la-mayor-la-orgullosa-nieta-de-augusto/
Varios
incidentes acrecentaron las diferencias entre ellos. En una ocasión invitada a
comer por Tiberio, Agripina no probó la comida, lo que le valió la acusación
del emperador de tacharlo de envenenador. Otra vez, Agripina amargada ante la persecución a sus amigos y conocidos, le recriminó
que hiciera sacrificios ante el dios Augusto mientras perseguía a sus
descendientes; Tiberio le contestó haciendo suyos los famosos versos de la Iliada:
¿Y tú porque te ofendes? ¿Por qué no eres reina?. “Agripina,
mal sufrida siempre, se va a Tiberio, y hallándolo que sacrificaba a su abuelo,
tomando de aquí ocasión para desfogar su enojo: ¿Qué sentido -dijo- tiene el adorar a Augusto mientras
se persigue a sus descendientes? Aquel divino espíritu no se ha transportado a
las estatuas mudas; mas su verdadera imagen, nacida de la sangre celeste,
siente bien mis peligros y participa de mis miserias. Sin justicia es proceder
contra Pulcra (amiga de Agripina), siendo todos sus delitos haber tenido
amor a Agripina, si ya no lo es la imprudencia con que se ha olvidado del
reciente ejemplo de Sosia (Otra de sus amigas), afligida por la misma
causa. Sacaron estas razones de aquel pecho hondo y escondido unas
claras y descubiertas palabras, pocas veces dichas por él; y reprendiéndola
ásperamente, la amonestó con un verso griego, que dice: ¿Por qué te das por ofendida; por qué
no reinas? (Tácito. Anales.
IV,52).
Escultura
sedente de Agripina la mayor. Siglo I d.C. Nápoles. Museo Arqueológico
Agripina temía por la vida de sus hijos varones (únicos
descendientes de Augusto) a quien Tiberio ya había presentado ante el Senado.
Buscando protección, rogó al emperador que le concediese un nuevo marido, algo
a lo que éste se negó, por temor a que algún varón noble pudiera hacer suyas
las reivindicaciones de Agripina. La nieta de Augusto no se equivocaba, pues a
partir del año 29 d.C. la muerte de la emperatriz Livia (que aunque apartada
por su hijo, inspiraba aún gran temor en él) desencadenó la ira de Tiberio
sobre Agripina y sus hijos, a los que Livia protegía.
Instigado por Sejano, su mano derecha y amante de la viuda del
hijo de Tiberio, Druso el menor (a quien la pareja había asesinado años antes
para despejarse el camino hacia el trono), Agripina fue acusada de traición junto a su hijo
mayor Nerón ante el Senado, quien rechazó los cargos. Pero Tiberio
reaccionó reclamando el juicio para sí mismo y condenó a ambos al destierro: a
Agripina a la isla de Pandataria, donde pasó los primeros año de exilio su
madre Julia, y a Nerón a Pontia. Antes de partir un nuevo enfrentamiento con el
emperador le supuso la pérdida de un ojo a manos de un centurión.
Calígula. Siglo I
d.C. Napoles. Museo
Arqueológico Nacional.
El año 31 Nerón fue mandado asesinar por Sejano quien puso en
conocimiento de Agripina las circunstancias de la muerte de su hijo predilecto.
Idéntica suerte corrió el segundo de sus hijos, Druso, confinado en una celda hasta que murió de hambre. Sólo Calígula consiguió sobrevivir de los hijos de
Germánico, la historia demostraría por qué.
Agripina, obligada a comer por Tiberio durante un tiempo, se dejó
morir de hambre en el año 33 d.C. Sus restos fueron rescatados por su hijo
Calígula a la muerte de Tiberio en el
37 d.C. y depositados en el Mausoleo de Augusto.
Calígula
trasladando las cenizas de su madre. Eustache Le Seur. 1647. Londres.
Collección Real del Castillo de Windsor.
Fuente: De Eustache Le Sueur - Web
Gallery of Art: Image Info about artwork, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15462540
Como hemos venido esbozando
Agripina, digna heredera de la belleza de los Julio, era una mujer muy
temperamental que nunca temió decir lo que pensaba. Dice Tácito, “tenía un
carácter más bien excitable aunque era virtuosa, y por amor a su marido
procuraba contener su natural indómito” (Anales. I, 33). Honrada y
sincera, no sólo Tiberio sino también muchos historiadores de la época le
reprocharon las atribuciones que se tomaba siendo sólo una mujer. Esposa amante
y leal, dio su vida por vengar la muerte de su amado Germánico. Del mismo modo, adoraba a sus hijos, si bien la falta de autoridad paterna la llevo a
consentirlos en exceso, en especial a Calígula. A pesar de ello, Agripina, todo
un ejemplo de matrona romana fue una de las grandes mujeres de su tiempo.
Lápida funeraria
de Agripina. Siglo I d.C. Roma. Museos Capitolino
Hola:
ResponderEliminarEn los últimos párrafos dices que Nerón fue mandado asesinar por Sejano en el año 31...Pero...¿no murió en el año 68? O el emperador Nerón no es este del que hablas.☺
Efectivamente este Nerón no es el emperador, es el hermano de su madre, Agripina la menor, y por tanto tío del famoso Nerón. Agripina la mayor, a quien dedico el artículo, es la abuela del emperador. En fin, estos romanos que nos lían con tanta repetición de nombre. Un saludo!
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