miércoles, 7 de octubre de 2020

Incendio y pestilencia del año 80 d.C.

        “Sin embargo, un segundo fuego, sobre la tierra, se produjo al año siguiente y se extendió sobre grandes sectores de Roma mientras Tito estaba ausente en Campania, atendiendo a la catástrofe que había asolado aquella región. Consumió el Templo de Serapis, el Templo de Isis, la Saepta, el Templo de Neptuno, los baños de Agripa, el Panteón, el Diribitorium, el teatro de Balbo, la escena del teatro de Pompeyo, los edificios Octavianos junto con sus libros y el Templo de Júpiter Capitolino con sus templos circundantes”

Dión Casio. Historia Romana, Libro LXVI, 24)

 



        El año 80 trajo nuevas desgracias al Principado de Tito, la primera de ellas un devastador incendio que envolvió a la ciudad de Roma durante tres días y tres noches de consecuencias tan trágicas como el acaecido en el año 64 en época de Nerón. Sin embargo, este nuevo incendio no es tan famoso como el que se produjo durante el Principado del último emperador de la dinastía julio- Claudia ni nadie acusó a Tito de haber incendiado la ciudad. De hecho, Dión Casio señala que “seguramente el desastre no fue de origen humano, sino divino” (Historia Romana, Libro LXVI, 24).

Lo cierto es que los incendios eran muy frecuentes en la capital del Imperio por lo que tanto César como Augusto implantaron medidas para combatirlos con eficacia, siendo la más significativa la creación de cuerpo de bomberos por parte del primer emperador. Roma era una ciudad insalubre llena de ínsulas de madera y ladrillo con numerosos locales donde se almacenaban productos altamente inflamables de todo tipo.

En esta ocasión el fuego se inició en las cercanías del Circo Flaminio, edificio que ardió en su totalidad, al igual que el Pórtico que Augusto dedicó a su hermana Octavia junto con su biblioteca. El Teatro Marcelo también se vio afectado.


Panteón de Agripa, Roma 2013

El Campo de Marte también quedó bastante arrasado. Se salvaron de las llamas el Mausoleo de Augusto y el Horologium Augusti, dos obras que han perpetuado la memoria del Padre de la Patria hasta nuestros días. No tuvieron tanta fortuna el Diribitorium, la Saepta Iulia y el Panteón, diseñados y patrocinados por el genial Agripa, que quedaron reducidos a cenizas. No obstante, los ángeles tenían planes para el más sublime edificio que se concibió jamás: restaurado por Domiciano, el Panteón fue nuevamente destruido en tiempos de Trajano, por lo que Adriano en el siglo II, inspirado por criaturas celestiales (tal y como le gustaba pensar a Miguel Ángel), lo levantó de nuevo para la mayor gloria de Roma.

Otra zona muy perjudicada fue el Capitolio donde se quemaron los templos más sagrados de la ciudad, incluido el de Júpiter.

A los edificios públicos destruidos se unen numerosas tabernas, negocios y viviendas de los más humildes, por lo que puede deducirse la gran entidad del mismo.

“Durante su mandato (el de Tito) ocurrieron algunas calamidades fortuitas, como la erupción del Vesubio en Campania, un incendio, en Roma que duró tres días y tres noches, y una peste de tales proporciones y una peste de tales proporciones como apenas se recordaba otra. En este cúmulo de adversidades de semejante calibre mostró  no sólo la solicitud de un Príncipe sino incluso el cariño que sólo un padre sabe demostrar” (Suetonio. Vida de Tito, 8, 3). Dión Casio también se hace eco de esta epidemia, diciendo que fue terrible, pero no aporta mucho más datos.


Reconstrucción del Coliseo

Ante tanta desolación Tito regaló al pueblo y a los dioses romanos lo más notable de su Principado, más de 100 días de juegos para inaugurar la más impresionante obra que Roma iba a legar a la posteridad: el Coliseo.

2 comentarios:

  1. Es difícil hoy en día pensar que Roma estaba hecha de madera.... Porque los incendios eran una aniquilación de todo a su paso..

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí...de ahí la frecuencia con qué ardia la ciudad..Saludos

      Eliminar