Juicio de Paris. Pedro Pablo Rubens. 1638. Madrid. Museo del Prado
Fuente: De Peter Paul Rubens - http://www.museodelprado.es/en/the-collection/online-gallery/on-line-gallery/obra/the-judgement-of-paris-1/, Dominio público,
Tras la
ejecución de Mesalina, Claudio proclamó ante la Asamblea de Pretorianos su
decisión de “permanecer célibe, puesto
que los matrimonios le salían mal, y que si no lo cumplía, estaba dispuesto a
aceptar la muerte de sus propias manos” (Suetonio. Vida de Claudio, 26, 2).
No obstante,
sus intenciones le duraron poco tiempo. A los pocos meses de proclamar aquellas
palabras pidió a sus colaboradores que le buscaran esposa. Así, comenzó una
lucha encarnizada entre los tres libertos imperiales más influyentes con la
finalidad de encontrar a la nueva emperatriz de Roma.
Narciso
propuso a Elia Petina. Sus argumentos a favor de ésta se basaban en que ya
había sido esposa de Claudio y tenían una hija en común. Ya se conocía que era
de vida virtuosa por lo que no se llevaría sorpresas desagradables. Además,
cuidaría bien de los hijos de Mesalina.
Calixto rechazó
tajantemente esta opción alegando que si el emperador se divorció de ella sus
motivos tendría. Darle una segunda oportunidad supondría su vuelta llena de
gran soberbia. Él proponía a Lolia Paulina, que fue en tiempo esposa de
Calígula y como tal ya tenía tablas como emperatriz. Mujer de excepcional
belleza, no había tenido hijos por lo que sería una excelente madre para
Británico y Octavia, ajena a rivalidades.
Camafeo de Claudio y Agripina. Siglo I d.C.
Palas rechazó
a las dos y ofreció a Claudio a la mujer de más impecable linaje de Roma, la
única que llevaba en sus venas la sangre Julia y que aportaba al matrimonio al
tataranieto de Augusto y nieto de Germánico: Agripina la menor. Éste era su
principal argumento. El segundo es que la sangre de los Césares de una mujer
bella y fértil no se podía desperdiciar casándola con otra familia. Reconocida
era también la gran virtud y castidad de la mujer.
A Claudio le
entusiasmó esta última candidata. A ello le ayudó la propia Agripina que
aprovechando la cercanía con su tío lo subyugó con abundantes muestras de
cariño y zalamería. Claudio no tuvo dudas, cuan Paris entregó la manzana de la
discordia a su sobrina, y al igual que aquel selló con su decisión el destino
de Troya, el emperador precipitó el final de la gens Claudia.
El mayor
problema era que la sociedad romana era muy susceptible al incesto y los
nuevos futuros esposos eran tío y sobrina; por ello, el Senado aprobó un
Decreto que diera legalidad a las bodas entre parientes de esa categoría.
Asimismo, se declaró la boda de máximo interés para el Estado.
Claudio y Agripina la menor junto a Germánico y Agripina la mayor en la Gema Claudia.
Siglo I d.C. Viena. Kunsthistoriches Museum
De este modo,
la última hija viva de Germánico se convirtió en emperatriz de Roma con 34 años, uno después de la muerte de Mesalina (en el 49 d.C.). Con ella, Palas que la
había favorecido vio acrecentar su poder en detrimento de los otros dos
libertos imperiales. Aportó al matrimonio su hijo Lucio Domicio (el futuro
Nerón) que tenía 12 años, 4 más que su primo Británico.
A partir de ese momento comenzó el Principado de Agripina.
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