“Calígula tenía 25 años cuando ascendió al trono del imperio. La
historia del mundo conoció muy pocas veces, si es que conoció alguna vez, un
príncipe aclamado con más entusiasmo, ni príncipe alguno se encontró con una
tarea más fácil: sólo tenía que satisfacer los modestos deseos de su pueblo,
que solamente quería paz y prosperidad. Con un abultado tesoro, ejércitos bien
adiestrados, un excelente sistema administrativo, que únicamente necesitaba un
poco de cuidado para volver a funcionar a la perfección, con todas esas
ventajas, sumadas al legado de cariño y confianza de que gozaba por ser el hijo
de Germánico, y al inmenso alivio experimentado tras la desaparición de
Tiberio, ¡qué esplendida oportunidad para ser recordado por la historia como
Calígula el bueno, o Calígula el sabio, o Calígula el Salvador!. Pero es inútil
decir estas cosas. Porque si hubiera sido el hombre que la gente creía, no
habría sobrevivido a sus hermanos, ni Tiberio lo hubiese elegido como su
sucesor”.
Robert
Graves. Yo, Claudio, XXIX
Probable estatua de
Calígula a caballo. Siglo I d.C. Londres. Museo Británico
Fuente: http://www.taringa.net/posts/info/19845655/Los-tiranos-mas-excentricos-del-Imperio-Romano.html
A pesar de que Tiberio
no designó a Calígula como su sucesor sino que en su testamento declaraba a
partes iguales como herederos al hijo de Germánico y a su propio nieto Tiberio
Gemelo; el pueblo, las legiones y las instituciones del Estado, ansiaban
investir a Calígula con la púrpura imperial.
“Así (Calígula) alcanzó el Imperio y colmó los deseos del pueblo
romano, o, mejor dicho, de todo el género humano, pues era el Príncipe más
ansiado por la mayor parte de los provinciales y de los soldados, ya que la mayoría
de ellos le habían conocido siendo aún muy pequeño, pero también por toda la
plebe de Roma, que recordaba a su padre Germánico y se compadecía de su
familia, casi extinguida. Y así, cuando partió de Miseno, aunque iba vestido de
luto y seguía al cortejo fúnebre de Tiberio, su marcha transcurrió entre
altares, víctimas y antorchas ardientes, saliendo a su encuentro una multitud
compacta y llena de gozo que, además de otros nombres de feliz presagio, le
llamaba su estrella, su polluelo, su muñequito, su niño” (Vida de Calígula. 13). De esta forma
narra Suetonio la llegada de Calígula a Roma para presidir los funerales del
difunto Tiberio, envuelto en un clima de euforia infinita. El sueño de toda una
generación se había cumplido: un hijo de Germánico, por cuyas venas corría la
sangre del divino Augusto, iba a continuar la gran obra de su bisabuelo.
Calígula. Siglo I d.C. Napoles. Museo Arqueológico Nacional.
El Senado, empujado por
una gran multitud que colapsó la Curia, le otorgó por unanimidad el poder
absoluto, anulando los derechos del aún adolescente Tiberio Gemelo. El pueblo
estalló de gozo y durante los tres meses siguientes sacrificaron a los dioses
más de 160.000 víctimas. Y cada día, las multitudes oraban e imploraban a las
divinidades por la salud y seguridad de su bien más preciado.
Como bien refleja el
texto de Robert Graves ningún príncipe en toda la historia de la humanidad fue
tan deseado como Calígula. Nadie podía imaginar en esos momentos la verdadera
naturaleza del emperador más controvertido de Roma.
¿sacrificio de 160.000 victimas? Serían pollos, corderitos y conejos o qué si no.
ResponderEliminarPor supuesto, salvo en los primeros tiempos, los romanos no practicaban sacrificios humanos a los dioses. Saludos
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