A finales del año
Los astures y los
cántabros nunca habían sido subyugados por completo lo que motivó que el
Príncipe, decidido como estaba a dar estabilidad a los territorios
conquistados, emprendiera una serie de campañas contra ellos que implicaban no pocas dificultades pues estas tribus escondidas en lugares inaccesibles de
montaña plantearon variados tipos de guerrillas y emboscadas a las que las
poderosas legiones romanas no estaban habituadas. A esto se unía la ausencia de
Agripa, el gran genio militar del Principado.
Batalla entre cántabros y romanos
Como solía ocurrirle en
situaciones de crisis, Augusto enfermó gravemente y hubo de retirarse a Tarraco
(la actual Tarragona) en el 26
a .C. donde asumió in
absentia su octavo consulado. Sus legados se encargaron de poner fin a
los enfrentamientos militares en 25
a .C. atacando en masa por mar a los aguerridos guerreros cántabros, aunque aún reinaba cierta inestabilidad en esa
área.
Durante el período de su
enfermedad, el Príncipe no estuvo ocioso: recibió en Tarraco a numerosas
delegaciones que llegaban desde todos los puntos del Imperio a solicitarle
favores y comenzó un proceso de reorganización de la Península Ibérica :
dividió el territorio anteriormente conocido como Hispania Citerior e Hispania
Ulterior en tres provincias: Tarraconensis, Lusitania y Bética. Las dos
primeras quedarían bajo su tutela directa (él mismo nombraría a sus
gobernadores) mientras la
Bética sería una provincia senatorial al ser la menos
conflictiva.
Mapa de la Hispania de Augusto en 27 a.C.
Tras las guerras cántabras licenció a los
soldados veteranos y los asentó en una nueva colonia que se
convertiría en la fundación más importante durante este segundo viaje: Augusta
Emerita (Mérida) que floreció tan rápidamente que pronto se convirtió en la
capital de Lusitania. Tarraco e Itálica serían las respectivas capitales de
Tarraconensis y Bética. Esta división imperaría durante todo casi el dominio
romano pues la siguiente reestructuración la hizo Diocleciano en 298 d.C.
Fachada del teatro de Mérida. 16-15 a.C. Mérida 2014
No conocemos con
exactitud el alcance de la enfermedad que aquejó a Augusto durante su estancia
hispana, lo único que sabemos es que él mismo era consciente de su gravedad,
por lo que tomó una serie de decisiones destinadas a perpetuar su legado en
caso de que él no lograra sobreponerse: en 25 a .C, envío a Roma a Tiberio y Marcelo (que
lo acompañaban en su viaje); al primero lo prometió en matrimonio con Vipsania
Agripina, hija de Agripa (boda que se
celebraría en 20 a .C.)
mientras que a su sobrino Marcelo le reservaba un honor mayor: el matrimonio
con su única hija, Julia, celebrado durante ese mismo año. Los dos adolescentes
(él tenía 18 años y ella 14) eran primos hermanos y se habían criado juntos.
Este tipo de uniones entre familiares directos no eran habituales en la antigua
Roma, no obstante Augusto puso por encima de todos los convencionalismos
sociales, la razón de Estado, dejando claro que apostaba fuertemente por
Marcelo como sucesor. Como él aún se encontraba en Hispania, Agripa presidió la
ceremonia. No tenemos constancia de lo que pensó el fiel colega de gobierno del
Príncipe de la repentina promoción del joven, pero lo que podemos intuir por
los acontecimientos posteriores es que no lo digirió de buen grado.
El joven Marco Claudio Marcelo. Siglo I a.C. París. Museo del Louvre
Fuente: http://www.romancoins.info/c-2005%20(60).JPG
Al no recuperarse
completamente de su enfermedad, Augusto abandonó Hispania en 24 a.C. con intención de
regresar a Roma. Fue un viaje largo y penoso por el empeoramiento gradual de su
estado lo que hizo dudar a sus médicos si llegaría a pisar nuevamente la Ciudad Eterna.
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