La leyenda más antigua de Roma cuenta que Rómulo y Remo (sus fundadores) fueron amamantados por una loba en una gruta que según Dionisio de Halicarnaso, coetáneo de Augusto, se encontraba a los pies del Palatino, cercana al Tíber. Según el escritor griego, era grande, cavernosa, rodeada de encinas, con una fuente al fondo.
Augusto
transformó aquel lugar oscuro en un magnífico santuario símbolo de la fundación
de la ciudad, tal y como él mismo relata en sus Res Gestae Divi Augusti (19). Su situación geográfica cercana a su
propio palacio (que englobaba la legendaria Campana de Rómulo) encerraba un
mensaje político claro: el Príncipe se vinculaba así directamente con
los míticos fundadores de Roma.
Precisamente
la gruta santuario se convirtió en el centro de las fiestas que conmemoraban
cada 15 de febrero el milagroso amamantamiento de los gemelos y en la que
tenían lugar el rito de los lupercales,
en los que en honor del dios Luperco (medio lobo, medio macho cabrío) jóvenes
semidesnudos, cubiertos tan sólo por la piel de los animales sacrificados,
corrían golpeando con tiras de piel a las mujeres romanas con la finalidad de
purificarlas y de propiciar la fecundidad.
Los lupercales
El
25 de enero de 2007, durante un sondeo realizado en el marco de la restauración
del Palacio de Augusto, la arqueóloga italiana Irene Iacopi descubrió una cavidad a unos 15 metros de profundidad
que ella misma y un gran número de especialistas han identificado con la sacra
cueva del Lupercal. Aunque los arqueólogos están aún buscando la entrada a la
gruta, el 20 de noviembre de ese mismo año fue explorada por una telecámara que mostró al mundo una estructura de paredes curvas
y nichos; de 9 metros
de altura x 7,5 de diámetro posee un magnífico cubrimiento de mosaicos
decorados con conchas dominadas por un águila blanca (símbolo del Principado de
Augusto) que destaca sobre un fondo azul. Una maravilla, en los subsuelos de
una Roma, que no cesa de asombrar al mundo con los tesoros de su inigualable y
legendario pasado. De confirmarse la identificación del Lupercal, sería un hito
sin precedentes en la historia del arqueología, pues no sólo la leyenda tomaría
vida sino que el mundo contemporáneo podría contemplar el lugar más sagrado de
la historia de Roma, donde sus ancestros veneraban el origen mítico de la
ciudad que cambió la faz de la tierra.
Corte transversal de la situación topográfica del supuesto Lupercal
Descenso al supuesto Lupercal
El supuesto Lupercal
Detalle del supuesto Lupercal
Detalle de mosaicos
Algo
que parece corroborar la asociación del descubrimiento arqueológico con el
Lupercal es el lugar donde se encuentra ubicado (entre el Circo Máximo, la
ruinas Templo de Apolo Palatino y la
Iglesia de Santa Anastasia) y lo que puede ser más
significativo, la cercanía al Palacio de Augusto y la aparición de su águila
blanca. Los expertos que se muestran contrarios alegan que según las fuentes
escritas la gruta debería encontrarse más al oeste, en frente del templo de la Magna Mater y de la Victoria. Asimismo ,
las fotos que han salido a la luz no muestran imágenes de lobos. No queda más
que esperar a que las excavaciones confirmen la hipótesis de un lugar que aun
cuando no se correspondiera con la Gruta de Rómulo
seguiría siendo extraordinario.
Lo que
no suscita ninguna duda es la gran devoción que siempre han sentido los romanos
hacia la loba, cuyo culto se siguió practicando hasta el siglo IV en el papa
Gervasio I prohibió los Lupercales, celebración que derivaría con el tiempo en
la actual Candelaria.
Pero
nadie puede borrar las huellas de un pasado milenario, por lo que la loba
amamantando a Rómulo y Remo sigue siendo el símbolo más universal de Roma y el
testimonio vivo de la presencia romana en cualquier lugar del mundo.
La Loba a los pies del Capitolio. Roma 2013
Siena 2012
Mérida. 2005
París 2007
Galeria Vittorio Enmanuele. Milán 2014
Verona 2014
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