La estabilidad política
alcanzada durante el Principado de Augusto hizo posible un incremento de la
riqueza en las clases nobles que tuvo como consecuencia la proliferación de
artículos de lujo en las grandes villas propiedad de estas familias adineradas.
La mayoría de estos objetos se encontraron entre las ruinas de las ciudades
sepultadas por el Vesubio. En la exposición se han mostrado muchos de ellos de
la época de Augusto, algunos muy curiosos que nos acercan a la vida cotidiana
de una aristocracia romana, que a falta de autoridad, concentrada en el Príncipe,
manifestaban su poder a través de la posesión de lujosos muebles y joyas.
- Trípode con Brasero. Casa de Julia Félix. Pompeya. Siglo I a.C. Nápoles. Museo arqueológico Nacional.
- Pie de mesa en forma de esfinge. Casa del Fauno. Pompeya. Siglo I a.C. Nápoles. Museo arqueológico Nacional.
En
la edad augustea las mesas conjugaban practicidad y elegancia. Había gran
variedad de modelos realizados en distintos materiales; igualmente podían ser
fijas o portátiles. Algunas alcanzan un altísimo grado de refinamiento, como la
que debía apoyarse sobre este soporte realizado en mármol del pentélico con
forma de esfinge sentada, que vincula directamente al propietario con la
dignidad imperial, pues Augusto portaba un sello de firmar con una esfinge.
- Trípode con vasija. Nocera. Siglo I a.C. Nápoles. Museo arqueológico Nacional.
Conectando
con la tradición griega este tipo de objetos vinculado al oráculo de Apolo se
convierte en un instrumento de propaganda del Príncipe. De bronce, otorga gran originalidad a la pieza, la talla en
una de las patas de un asa rematada con una cabeza de pantera.
- Candil con hoja de vid. Pompeya. Fines del Siglo I a.C. Nápoles. Museo arqueológico Nacional.
Estas
piezas ayudaban a crear un sugestivo ambiente, sobre todo en las habitaciones.
Simpático el verso de Marcial al respecto. “Yo
soy un candil, conocedor de los placeres de tu cama; cualquier cosa que hagas,
yo la iluminaré silencioso” (Epigrama,
14, 39).
Muchas de ellas están
ligadas al contexto dionisiaco, como ésta realizada en bronce y decorada con una hoja de
vid, que presenta dos mechas para una mejor iluminación.
- Balsamario con forma de paloma. Siglo I d.C. Adria. Museo Arqueológico Nacional.
Realizado en cristal de
Murano, este balsamario en forma de paloma de largo cuello, cuerpo ovoide y
cola estirada, se usaba para contener polvos cosméticos o perfumes que se
extraían a través de la un pequeño orificio tallado en la cola del ave.
- Pendientes esféricos. Oplontis. Siglo I a.C. Nápoles. Museo arqueológico Nacional.
La pasión de la mujer
romana por la joyería es tan grande que incluso algunos poetas lo recogen con
ironía en sus versos: “No hay nada que
una mujer no se permita, no siente vergüenza de nada, cuando puede llevar al
cuello esmeraldas verdes y en las orejas alargadas perlas” (Juvenal. Sátiras., VI, 457-459).
La joyería romana de los
primeros años del imperio queda extensamente ilustrada en la gran cantidad de
piezas encontradas en las vesubianas: Pompeya, Herculano y Oplontis. Se
caracteriza por líneas sobrias y superficies lisas a veces contrastadas con
apliques cromáticos obtenidos a través de piedras preciosas y perlas. En este
caso, estos preciosos pendientes de oro muestran su superficie semiesférica
granulada.
- Pulsera en forma de serpiente. Tesoro de Boscoreale. Siglo I a.C. París. Museo del Louvre.
Otra
joya muy utilizada por las mujeres romanas son las pulseras en forma de
serpiente como en este ejemplar en oro que muestra un gran naturalismo y
virtuosismo en la talla de las escamas del reptil.
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