Nerón. Siglo I d.C. Munich. Glyptotek
Los primeros años del
Principado de Nerón, según coinciden todas las fuentes, fueron de gran
prosperidad para el Imperio y de una buena administración por parte del joven
emperador (recordemos que sucedió a Claudio con tan solo 16 años). En los meses
iniciales de su gobierno cedió el control y la gestión de la mayoría de los
asuntos a su madre a Agripina, pero quiso dejar claro que gobernaría siguiendo
el modelo de Augusto.
Según Suetonio “hizo gala, en cuantas ocasiones se le
presentaron, de liberalidad, de clemencia, e incluso de amabilidad. Abolió o
disminuyó los impuestos demasiado gravosos. Redujo a la cuarta parte las
recompensas establecidas para los delatores de las infracciones a la ley Papia.
Repartió al pueblo 400 sestercios por cabeza; asignó a todos los senadores de
ilustre abolengo, pero carentes de patrimonio, unos emolumentos anuales que
ascendieron en algunos casos a quinientos mil sestercios, e igualmente a las
cohortes pretorianas una distribución gratuita de trigo todos los meses” (Vida de Nerón, 10, 1).
No obstante, las
influencias que ejercían sobre él su madre Agripina, su tutor Séneca y el
Prefecto del Pretorio Afranio Burro empezaron a agobiar a Nerón a medida que aumentaba
la rivalidad entre ellos para controlarlo.
Agripina la menor, Siglo I d.C. Roma, Centrale Monemartini
El primer encontronazo
entre sus consejeros surgió cuando una embajada Armenia llegó a Roma para
solucionar una serie de problemas que se habían originado en aquel territorio.
Agripina dio por supuesto que ella debía sentarse junto a su hijo para
recibirla. Séneca se escandalizó por lo que convenció al emperador para que
cuando su madre entrara en la sala descendiera del trono, le saliera al
encuentro y la invitase a colocarse en otro lado. Algo que irritó tremendamente
a la enérgica Agripina, quien solía recordar continuamente a su hijo a quien le
debía su actual posición de poder.
La crisis armena se
resolvió con el envío de un veterano de las legiones de Germania para que
pusiera orden. Mientras tanto en Roma, Nerón siguió gobernando de forma
benévola: declaró que se habían terminado los juicios por traición, no aceptó
honores desmesurados y actuó demostrando clemencia. La primera vez que le
pusieron una sentencia a muerte para que la firmara afirmó que ojalá no supiera
escribir.
Busto de Séneca. Siglo XVII. Madrid. Museo del Prado
Fuente: De Jean-Pol GRANDMONT - Fotografía propia, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=27620840
A pesar de ello, la
rivalidad creciente entre Agripina y Séneca angustiaban a Nerón cada vez más,
pues los dos querían manipularlo para que hiciera su voluntad. Y a ambos los
necesitaba: no podía prescindir ni de la red de aliados y experiencia de
gobierno de su madre ni de la cercanía de su tutor al Senado. Pero cada día se
cansaba más de los dos y más deseaba volar en solitario. Si bien no podía
renunciar a ninguno, como hemos comprobado en el asunto de Armenia Nerón veía
más beneficiosa la influencia de Séneca y determinados acontecimientos acabaron
alejándolo cada vez más de su madre, cuya asfixiante presencia pretendía
imponerse hasta en los asuntos más íntimos de la vida de su hijo. Y eso no
podía agradar a Agripina.
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