viernes, 25 de enero de 2019

Nerón emperador de Roma


Nerón a la edad que más o menos sucedió a Claudio. Siglo I d.C.

Tras contraer matrimonio con Claudio, Agripina puso en marcha el que había sido el gran objetivo de su vida desde que acunó por primera vez a su hijo: convertirlo en emperador de Roma. Por eso, no perdió ni un segundo como emperatriz en trabajar para ello; así poco a poco fue rodeándose de personajes afines, no a Claudio, sino a ella, como es el caso de Palas el liberto imperial, el prefecto del pretorio Afranio Burro o el filósofo Séneca.
De este modo, no tuvo dudas en precipitar la muerte del emperador y acudir a sus adeptos para conseguir su propósito, cuando sintió amenazada la posición de Nerón al estar reconsiderando Claudio reconocer a su hijo natural Británico como heredero.
Sólo momentos después de anunciarse la muerte de Claudio, Nerón acompañado del prefecto del pretorio Burro, acudió, entre vítores, al campamento de los pretorianos para anunciar la triste noticia y ofrecer grandes donativos a los soldados. Tácito sugiere que algunos entre la multitud preguntaron por Británico, pero que como nadie les siguió la corriente, aceptaron lo que les decía su prefecto. A continuación, se dirigió al Senado donde se le ofrecieron por unanimidad todos los títulos que habían tenido sus predecesores; Nerón aceptó todos menos el de  Padre de la Patria, que parecía irrisorio que lo ostentara un joven de 17 años que por la patria no había hecho nada reseñable. Su primera propuesta fue ofrecer a Claudio un funeral de estado y divinizarlo, por lo que el pasaba a ser también el hijo de un dios. Corría el mes de octubre del años 54 d.C. Y Nerón se convirtió en el segundo emperador más joven de la historia del Imperio (el primero fue Heliogábalo que accedió al trono con 14 años).

Agripina coronando a Nerón. Siglo I d.C. Afrodisias, Museo
Fuente: Por Carlos Delgado, CC BY-SA 3.0, 

Conocedor del papel clave que había desempeñado Agripina en el momento más glorioso de su vida, esa noche cuando le pidieron su primer santo y seña la frase que escogió fue un reconocimiento sincero hacia ella: “la mejor de las madres” (Suetonio. Vida de Nerón, 9, 1).

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