Claudio. Siglo I d.C. Madrid, Museo Arqueológico Nacional
Fuente: De Anónimo - Fotografía: Luis García (Zaqarbal), 14 de mayo de 2006., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=790441
Las fuentes antiguas en
general no son mucho más benévolas con Claudio de lo que lo fueron los miembros
de su familia. Algunos lo juzgan con suma severidad, frivolizando sobre los
problemas físicos que padecía el emperador desde su cuna. La historiografía
moderna ha intentado rescatar su figura y lo definen como una persona muy
inteligente, culto y buen gobernante. Estas contradicciones hacen que el cuarto
emperador romano siga siendo un enigma en nuestros días.
Lo cierto es que la
difícil infancia y adolescencia de Claudio influyeron notablemente en su
carácter como adulto, convirtiéndolo en un hombre extremadamente miedoso y
desconfiado, a pesar de que en su círculo más cercano se comportaba como
alguien aparentemente manipulable. También se irritaba con frecuencia y se
dejaba dominar por la cólera. Sin embargo, también nos cuentan sus biógrafos que
era generoso, accesible, que incluso comía y reía con la plebe de vez en cuando
y que, en múltiples ocasiones, pedía perdón tras algún ataque de ira.
Claudio con corona cívica. Siglo I d.C. Nápoles. Museo Archeologico Nazionale
Físicamente cuenta
Suetonio que “su figura no carecía de
prestancia ni de nobleza, pero eso cuando estaba de pie o sentado, y
especialmente cuando descansaba, pues era un hombre alto y corpulento, de bello
aspecto y hermosos cabellos blancos, dotado de un poderoso cuello; sin embargo,
al caminar, las rodillas le flaqueaban, pues las tenía débiles, y cuando
desarrollaba cualquier actividad, de recreo o en serio, muchos defectos le
afeaban: una risa inconveniente, que llenaba de espuma su boca dilatada y le
humedecía las narices, una cólera aún más indecorosa, un hablar entrecortado, y
un temblequeo de cabeza que aun siendo constante, se acentuaba mucho más al menor gesto” (Vida de Claudio, 30, 1). Los retratos
que no han llegado de Claudio no muestran un gran atractivo físico, mientras
que el resto de patologías que describe el historiador, serían consecuencia de
las múltiples enfermedades que padecía. Séneca añade despectivamente que su voz
no pertenecía a ningún animal terrestre y que sus manos también eran débiles.
Claudio. Siglo I d.C.- Roma. Museos Vaticano
Fuente: By Unknown - Jastrow (2003), Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1308269
El origen de la
enfermedad que padeció en su infancia continúa siendo un misterio, aunque los
historiadores actuales concluyen que pudo padecer algún tipo de parálisis
cerebral, poliomielitis o esclerosis múltiples, que no afectaron a sus
capacidades mentales aunque sí le provocaron múltiples problemas de salud como
cojera, tartamudez y otros síntomas como los que describe Suetonio.
No obstante, según este
último, desde que se convirtió en Príncipe gozó de una excelente salud, salvo
por los dolores de estómago que padecía, tan atroces que a veces le hacían
pensar en el suicidio. No por ello perdió sus ganas de comer y beber, siendo su
costumbre no retirarse del comedor hasta que no estaba harto.
El filósofo Séneca,
enviado al exilio por Claudio, se burló cruelmente de él tras su muerte en su obra
Apocolocyntosis divi Claudii (La
Calabacificacion del divino Claudio) en la que en lugar de una apoteosis a los
altares auguraba al emperador su conversión en calabaza, siendo presentado
grotescamente como un espíritu débil sometido a sus libertos y a sus esposas. A pesar de ello, Claudio fue el primer emperador, después de Augusto, proclamado Dios. No hay mejor testimonio de un buen gobierno.
Claudio como Júpiter. Siglo I d.C. Museos Vaticano. Roma 2011
Por eso, a pesar del perfil
negativo sobre Claudio que reflejan las obras clásicas, nadie puede dudar que
fuera un excelente administrador, un gran constructor, un considerable expansionista
en política extranjera (pues a pesar de su poca formación militar conquistó
Britania) y un incansable legislador, que presidía personalmente los tribunales
y que promulgó 20 edictos en un día. Pero su situación inestable en el poder le
hacía ver conjuras por todos lados, por lo que condenó a muerte a muchos
senadores y nobles que lo habían aceptado a mala gana como su Príncipe. Estos,
y sus descendientes, fueron los que escribieron las crónicas que han llegado
hasta nuestros días.
¿Si Druso hubiera vivido para conocer a Claudio, lo hubiera tratado con el mismo desprecio que la mayoría de sus familiares?
ResponderEliminarSeguro que no, porque Druso era una persona excelente igual que Germánico. Un saludo
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