Supuesto retrato de Marco Antonio. Siglo I a.C. Roma. Museos Vaticanos
Del cuarteto formado entre César, Octavio, Cleopatra y él mismo, quizás sea Marco Antonio el punto más frágil. Los tres primeros han logrado sobrevivir al embiste de los siglos por sí mismos mientras que Marco Antonio sólo fue el lugarteniente y mano derecha de Julio César, el aliado, cuñado y después enemigo del futuro Augusto, el marido y soberano consorte de la reina de Egipto. Por tanto, ¿Qué le queda a Marco Antonio simplemente de Marco Antonio?. Extranjero en Alejandría y olvidado por una ciudad de Roma, a la que amó a su manera, pero que jamás lo entendió ni perdonó su traición oriental, de él queda poco, francamente muy poco.
Genial militar y muy
querido por el pueblo romano durante casi toda su vida, fue un pésimo
administrador cuando tuvo la ocasión de ejercer el poder ya fuera bajo la
tutela de César o en los momentos inmediatos a la muerte de éste. Demasiado natural, demasiado despreocupado para ser
comprendido por la rígida e hipócrita sociedad romana, el perfil psicológico
del personaje nos muestra a un hombre dominado por fuertes pasiones pero con
una inmensa necesidad de afecto y de reconocimiento. Y ese fue su punto débil.
Nació en el 83 a .C (era por tanto 20 años
mayor que Octavio) en el seno de una familia romana de rancio abolengo, los
Antonio, que se decían descendiente de Anteo (hijo de Hércules). Marco Antonio
presumió siempre de este ascendente mítico, asociándose a Hércules (hecho que
favorecía su físico corpulento). Por parte de su madre, Julia Antonia, estaba
emparentado con César, del que era primo segundo.
Hércules Farnesio. Copia romana de un original griego de Lisipo. Siglo III d.C. Nápoles. Museo Arqueológico Nacional
Tuvo una infancia compleja, en la que a la ausencia de un referente
paterno (su padre murió cuando él tenía unos 10 años) se sumaba una
madre virtuosa pero incapaz de imponer la disciplina y devoción que Aurelia
(madre de César) y Atia (madre de Augusto) supieron inculcar a sus hijos,
igualmente huérfanos de padre a corta edad. Julia Antonia era una madre un
tanto despreocupada, por lo que Marco Antonio se crió casi como un salvaje al
que nadie ponía límites. Pasó su juventud vagabundeando por Roma junto a sus
hermanos Cayo y Lucio entre las bandas callejeras de Publio Clodio Pulcro y Cayo Escribonio Curión. Aficionados a las juergas (en las que predominaba al exceso de alcohol
y sexo) y al juego, con apenas 20 años Antonio había acumulado unas deudas tan inmensas
que en 59 a .C.,
tuvo que marchar hacia Grecia para huir de sus acreedores; finalmente se unió a las legiones de Siria donde bajo el mando de Aulo Gabinio comenzó a
demostrar sus grandes dotes como militar y su don de mando y estrategia. A
continuación convenció a su general para ayudar a Ptolomeo XII a recuperar el
trono de Egipto lo que propiciaría su primer encuentro con Alejandría y con una
princesa Cleopatra de apenas 10 años.
Marco Antonio (James Purefoy). Fotograma de la serie Roma
Sus éxitos militares en
Oriente hicieron que César se fijara en él y lo llamara a las Galias donde
consolidó su prestigio en el campo de batalla y se hizo muy popular entre los
soldados por su valentía y camaradería con ellos. Sin embargo, su carácter
impulsivo ocasionó al general algunos problemas por lo que lo envío a Roma como
Tribuno de la Plebe
para defender sus intereses en el Senado frente a Pompeyo y sus partidarios. De aquí acabó siendo expulsado, siendo uno de los factores que según César lo habrían inducido a la Guerra Civil.
De ahí que Cicerón lo acusara de haberla provocado: “Como Helena para los troyanos, ha sido Antonio para nosotros causa de
guerra, ruina y destrucción” (Segunda
Fliípica, 55). Su animadversión con éste se remonta al año 63 a .C. cuando el famoso
orador condenó a muerte al padrastro de Marco Antonio, Publio Cornelio Lentulo
Sura, acusado de haber formado parte en la conspiración de Catilina.
Marco Antonio y las legiones cruzan el Rubicón tras César
En los inicios de la Guerra Civil , Antonio permaneció en Roma al frente de las fuerzas acantonadas en Italia,
aunque pronto fue mandado llamar por César para unirse a sus legiones, para lo
que tuvo que superar incluso un naufragio. En Farsalia la victoria de los
cesarianos fue absoluta.
Durante la estancia de
César en Egipto, Antonio quedó encargado del gobierno de la República y en esta coyuntura se hicieron patentes sus escasas aptitudes como político. Incapaz de
controlar su propio poder actuó a golpe de caprichos lo que provocó un gran
descontento en la sociedad romana. Cuando César regresó tuvo que arreglar todo
lo que Antonio había desarreglado lo que provocó la primera gran disputa entre
ambos.
Aunque con posterioridad se
reconciliaron, una de las mayores incógnitas en torno a la figura de Marco Antonio es su posible conocimiento y encubrimiento de la conjura de los idus de
marzo. Muchos indicios apuntan afirmativamente en esa dirección, sin embargo, no hay
sólidas pruebas que lo corroboren. Plutarco en su Vida de Antonio se refiere así al hecho de que éste conoció los
planes de los tiranicidas: “Algunos
querían asociar a Antonio, pero los contradijo Trebonio, refiriendo que cuando
salieron a recibir a César que volvía de España, tuvieron un mismo alojamiento
y caminaron junto a él, y que habiendo tocado a éste con mucho tiento y
precaución, lo había entendido, más no había admitido la confianza; aunque
tampoco lo había dicho a César, sino que había reservado con la mayor fidelidad
aquella conversación”. Otra pista nos la proporciona el hecho de que se
respetara la vida de Antonio aquel nefasto día por orden expresa de Marco
Junio Bruto. Sin embargo, hacen dudar en su implicación en la conjura dos factores:
por un lado, su actitud durante los días que siguieron a los Idus de marzo en
los que tras pactar con los asesinos una amnistía general alentó al pueblo contra
ellos en el entierro de César y, por otro, su alianza con Octavio contra
aquellos (en esto tuvo un gran peso la circunstancia que los legionarios de César
en uno y otro bando se negaban a luchar entre ellos).
Tras la huida de los
tiranicidas, Marco Antonio se apoderó del testamento y de todos los documentos
del Dictador fallecido comportándose como el Primer hombre de Roma; de ahí que
no supiera digerir la llegada a la capital del joven heredero de César: lo
trató con desprecio llamándole “chiquillo que debía todo a un nombre” y le negó
su herencia; el joven a su vez lo acusó de no haber perseguido a los asesinos
de su padre adoptivo. Es el inicio de una rivalidad que habría de durar casi
dos décadas.
Marco Antonio (Marlon Brando) pronuncia el discurso funerario ante el cadáver de César
Fotograma del film Julio César dirigida por Joseph Manckiewicz (1953)
El testamento de César fue una de los factores que marcó profundamente la vida de Antonio no logrando reponerse jamás: aquel no sólo no lo había nombrado su heredero (prefiriendo a un
jovenzuelo) sino que ni siquiera lo había mencionado, haciendo pedazos
su autoestima. A pesar de que apreciaba hasta cierto punto a Antonio, el Dictador era consciente
de que su heredero no sólo lo era de su fortuna sino de su legado político. La
desilusión que sintió ante la pésima conducta de Antonio como administrador le
llevó a tomar esa decisión así como su sagacidad, que le permitió ver que aunque
joven, su sobrino nieto Octavio era el futuro de Roma…la historia le dio la
razón.
Éste sentimiento de
menosprecio que lo carcomía unido a la creciente popularidad alcanzada tras masacrar
a los asesinos de César en Filipos (Octavio casi fue un convidado de piedra
debido a su escasa pericia militar) hicieron que Marco Antonio partiera hacia
Oriente con la clara intención de emular al dictador luchando contra los partos
la batalla que a aquel sólo la muerte le impidió librarla; de alguna manera
anhelaba demostrarse a si mismo y al espíritu del ahora venerado en los altares,
que el divino Julio se había equivocado; sin embargo, sus fracasos allí
propiciados en parte por la escasez de fondos para financiar la campaña y en
parte por la pésima administración del triunviro acabaron haciendo fuerte a
Octavio en Roma y ligaron a Antonio definitivamente a la relación más decisiva
de su vida, la que mantuvo con la reina Cleopatra VII Filopator, sellando el
destino de ambos más allá de esta vida.
Marco Antonio y Cleopatra
Podrías incluir un dato interesante: el padrastro de Antonio fue uno de los hombres ejecutdos por el Senado por participar en la conspiración de Catilina. Cosa que explica el rencor que siempre le tuvo al entonces cónsul Cicerón, que había instigado la pena de muerte.
ResponderEliminarHabía tomado nota de tu sugerencia, y ya lo tenía incluido en el párrafo 5. Gracias por tu sugerencia de todos modos, porque hay veces que entre tanta información algo se puede pasar.
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