A finales de 45 a.C. el joven Octavio partió hacia
Apolonia acompañado de su ya inseparable Marco Agripa, de otro amigo de la
infancia, Quinto Salvidieno, y de un pintoresco personaje, Cayo Cilnio Mecenas.
Apolonia era una ciudad griega que
tenía una importante escuela de filosofía y retórica. Los jóvenes estarían allí
bajo la tutela de Apolodoro de Pérgamo y dedicarían parte de su jornada al
estudio de las lenguas griega y latina, entre otras disciplinas. El resto del
tiempo lo emplearían en el entrenamiento con las legiones asentadas en
Macedonia. A pesar de su delicada condición física, Octavio se empeñaba más
allá de sus fuerzas en la práctica de estos ejercicios militares.
El joven Octavio
No pasaron ni 4 meses de su estancia allí cuando un liberto de Atia, la madre de
Octavio, se presentó ante el joven con una carta de ella en la que se le anunciaba
que su tío abuelo había sido asesinado en el Senado y lo instaba a volver a
casa lo antes posible, pues en torno a los seguidores del dictador cundía el
el pánico y una gran inestabilidad.
Las
esperanzas de una gran carrera política y militar de la mano de César, se
esfumaron en un segundo para Octavio, que debió sentir un gran dolor ante la
pérdida de la persona que más había confiado en él.
He
hablado de los sentimientos de Julio César por su sobrino pero no de los que
éste le profesaba. Tan cariñoso como se demostró a lo largo de su vida con los
miembros de su familia y leal a sus afectos, el futuro Augusto debió haber
sentido una gran adoración por la figura más cercana a un padre que había
conocido y al que le debía todo: su linaje noble, su acercamiento a la alta
política romana y una esmerada educación. El vil asesinato le inspiró un odio
tan profundo hacia sus asesinos que lo incitó a una venganza obsesiva que no
vio satisfecha hasta que pereció el último de ellos. Tan importante fue para él que
inmortalizo ese sentimiento en una de las obras arquitectónicas más imponentes
de su principado: el Foro de Augusto, cuyo Templo dedicó a Marte Vengador.
Reconstrucción del Foro de Augusto
Fuente: Roma Capitale
Independientemente
de que en muchas ocasiones posteriores utilizara la figura y la fascinación que
César inspiraba para su propia propaganda y que no siguiera todos sus planes y
proyectos políticos, para Octavio fue una pérdida profunda e irremplazable porque
aún hubiera necesitado su protección y tutela durante tantos años. Además, ya
nunca tendría la oportunidad de cumplir su sueño de luchar a su lado.
De este modo, cuando aún
no había cumplido los 19 años se encontró desamparado, solo y desorientado ante
una delicadísima situación política. No sólo su futuro pendía de un hilo sino
también el de Roma y el de todas las provincias de ella dependientes. En una situación
de absoluta vulnerabilidad se enfrentó al hecho de tener que tomar decisiones
demasiado trascendentales para un adolescente.
Pero las tomó, aún
cuando adoptar la primera de ellas le supuso decir adiós para siempre a la
despreocupación de la juventud. En deliberación con sus tres íntimos amigos y
rehusando la idea de Agripa (que ya entonces despuntaba en el ámbito militar)
de hacerse con el mando de las legiones macedónicas los 4 jóvenes partieron
hacia Italia de una manera discreta.
Al
desembarcar en Bríndisi, en el sur de Italia, recibió una nueva misiva de su
madre que debió conmocionarlo profundamente pues le anunciaba que había sido
abierto el testamento de Julio César y que no sólo lo nombraba como el heredero
de las 3/4 partes de su patrimonio, sino lo que era más importante: lo adoptaba
como hijo legándole su nombre, su clientela y el afecto de sus legiones. A
pesar de las reticencias de su madre y padrastro que le instaban a renunciar a
todo, Octavio aceptó los términos del testamento y, a partir de entonces, el
muchacho de Velletri de dudosos orígenes pasó a convertirse en el hijo póstumo del
hombre más poderoso del mundo, y en breve, por aclamación popular, dios insigne
del Olimpo romano.
Esa
primavera romana fue muy inestable en cuanto a la meteorología. Temporales de lluvia
y niebla asolaban la ciudad de las siete colinas desde los Idus de marzo.
Cuentan las crónicas que el día que el heredero de César entró en Roma, el sol
resplandecía, lo que fue considerado como un excelente augurio.
Agripa (Allen Leech), Octavio (Simon Woods) y Mecenas (Alex Wyndham).
Fotograma de la serie Roma
Fuente: cineenlinea.wordpress.com.
Sin embargo, enseguida tuvo que enfrentarse
a la animosidad del hombre en quien confiaba encontrar ayuda al haber sido
durante años la mano derecha de su ahora padre adoptivo: el cónsul Marco
Antonio, que no sólo había concedido una amnistía a los asesinos que lo
convirtió en el Primer Hombre de Roma en aquellos días convulsos sino que se
negó a validar el testamento de César, alegando ilegitimidad.
Octavio,
aunque tremendamente desilusionado, no se amilanó. Él era indudablemente el
heredero que César había deseado en un testamento que validó en septiembre del
45 a.C., en una época en que su amante Cleopatra se encontraba en Roma con el
hijo ilegítimo de ambos, el pequeño Ptolomeo César de casi 3 años, y que pese a Hollywood y su filmografía, ni siquiera mencionó entre sus últimas voluntades. La designación de Octavio fue el
último destello de genialidad de un César que supo ver en su joven sobrino la
integridad y talento necesarios para el bienestar de Roma y su Imperio.
Muy hermosa redacción, se nota que le tienes gran cariño a esta persona. Me encanta saber de la historia de Julio Y Octavio y este blog es una preciosidad. Te lo agradezco, desde la provincia de Cesareo Augusta.España.
ResponderEliminarEfectivamente, tanto Augusto como César son mis dos romanos favoritos seguidos de Publio Cornelio Escipión. Les tengo un gran cariño y admiración pues los tres dedicaron su vida para salvaguardar Roma y su inmenso legado a la posteridad. Encantada de saludarte en esa provincia maravillosa que es la única que lleva el nombre completo de mi emperador. Muchas gracias por leerme!
ResponderEliminarSaludos y gracias de nuevo.
Eliminar