Siglo I d.C. Roma. Museo Nazionale Romano. Palazzo Massimo alle Terme
Augusto Pontifex Maximus
Una obra de arte me cautiva cuando su
contemplación en vivo me descubre sensaciones diferentes a aquellas que nacen
de admirarla en una fotografía. El arte no puede reducirse a una sucesión de
objetos ejemplares expuestos en un museo; por el contrario, debe emocionar,
mover sentimientos capaces de llegar hasta lo más profundo del alma. Una de las
veces que he vivido esa experiencia fue en junio de 2011, la
primera vez que contemplé en el Museo de las Termas la conmovedora
majestuosidad de la escultura de Augusto que allí se conserva en un ambiente
más íntimo, un poco al margen de la vorágine turística que cada día invaden los
Museos Vaticanos.
Representa
a Augusto como Pontifex Maximus, es decir, como máximo representante de la
religión romana, cargo que obtuvo en el 12 a .C. La escultura actual es una copia en
mármol de tiempos de Tiberio. Fue encontrada en 1910 en la ladera de la Colina Oppio , en la Via
Labicana , en la
misma Roma.
Detalle frontal
El emperador aparece
vestido con la toga, una vestimenta que se adaptaba perfectamente a una silueta
menuda como la suya, calzado con los
zapatos propios de los patricios (calcei) y con la cabeza cubierta con un velo
como signo de pietas religiosa
posando en actitud oferente. El brazo derecho, extendido, debía portar en su
mano una pátera, plato ritual para el derramamiento de vino durante un
sacrificio. Los pliegues de la toga están muy cuidados. La cabeza y los brazos
fueron esculpidos de manera independiente.
Detalle de los zapatos y el plegado de la toga
El
rostro vuelve a presentar el clasicismo propio del arte augusteo. Los rasgos
son ligeramente más humanizados que en Prima Porta, pero a la vez de una
belleza sublime y armónica evocando una gran espiritualidad.
Detalle del rostro. Perfil izquierdo
Detalle del rostro. Perfil derecho
La religiosidad de Augusto, como casi todo en
él, era de un carácter moderado. Se puede decir que usó la religión como un
instrumento para gobernar. Era un hombre piadoso pero no tuvo ningún escrúpulo
en realizar un acto sumamente impío como fue robar el testamento de Marco
Antonio de las dependencias de las sagradas Vírgenes Vestales, hecho que
resultó decisivo para propiciar la batalla final contra su máximo rival cuya
victoria lo convirtió en dueño absoluto del mundo romano. Sin embargo, aquí se
nos muestra como el sacerdote devoto, en un tipo de representación muy
repetida, pues la propaganda del Principado era muy consciente, como apuntó P.
Zanker, del poder de las imágenes.
Una
de las copias más logradas de esta escultura podemos admirarla en el Museo
Nacional de Arte Romano de Mérida. Desgraciadamente sólo ha llegado hasta
nosotros la cabeza; sin embargo, es suficiente para expresar una grandeza
similar a la de la incomparable obra romana.
Cabeza de Augusto velada. S. I d.C. Museo Nacional de Arte Romano. Mérida
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