domingo, 26 de enero de 2020

Conclusiones finales del Principado de Nerón

A pesar de la imagen sumamente negativa con la que Nerón ha pasado a la posteridad, su Principado se caracterizó por un período de prosperidad y paz, considerado por algunos autores como uno de los más atractivos de la Antigüedad. Muchos coinciden que la personalidad y el carisma de Nerón fueron elementos decisivos para ello. Los historiadores de la época, entre ellos Plutarco valoraron positivamente su obra mientras que Otón y Vitelio (emperadores tras la muerte de Galba) intentaron revalorizar su figura e imitarla. Fue la dinastía Flavia en su intento de rivalizar con la dinastía precedente las que inició el descrédito del último representante de aquella.

Denario con la efigie de Nerón

La principal característica del Principado de Nerón fue el intento de instaurar una monarquía absoluta basada en las monarquías orientales y helenísticas que identificaba al César con los dioses. No obstante, la idea no es nueva, pues la misma dinastía Julio Claudia se jactaba de descender del troyano Eneas y de la diosa Venus, acentuando un origen heroico y divino. Así, la cultura, la lengua, las costumbres e incluso la religión greco oriental estaban cada vez más presentes de Roma. Nerón llevo estas manifestaciones a su máximo esplendor orientándolas fundamentalmente hacia los espectáculos públicos en una doble vertiente: reforma estética y atracción de las masas populares.
A pesar de ello no hubo grandes programas innovadores en la administración. Sin embargo, cuando se necesitó incrementar las arcas del Estado se tomaron principalmente dos medidas de gran alcance: la apropiación de la fortuna de senadores ricos condenados por lesa majestad y la reforma monetaria. La primera medida comenzó a llevarse a cabo principalmente a partir de la Conjura de Pisón y contra los participantes de las sucesivas conspiraciones contra el emperador.
En los inicios de su gobierno se intentaron suprimir algunos impuestos indirectos como el del peaje, pero al afectar a los intereses de muchos caballeros volvieron a instaurarse. No obstante, tras el incendio del año 64 d.C. se llevó a cabo una reforma monetaria. Se modificó el valor de las diferentes monedas, por ejemplo, la moneda de oro o aureus que correspondía a 1/40 de libra pasó a tener 1/45. Esto se resume en que un antiguo áureo de 7,70 gramos tenía un valor de 25 denarios de 3,70 gramos mientras que uno de los nuevos equivalía a 25 denarios de 3,25 gramos. Estas medidas beneficiaron, además de al Estado, a los medianos propietarios.
En cuanto a la política exterior, en general no hubo conflictos de gran envergadura durante este período salvo un intento de rebelión en Britania y algunos conflictos en Partia. Ambos se resolvieron eficazmente. A su vez, el reino del Bósforo fue anexionado a Roma. Por ello, para la vigilancia del comercio entre las orillas del Mar Negro y el Mediterráneo se creó una flota de 40 naves, la classis Pontica, cuya finalidad era defender las naves comerciales del ataque de piratas.

Vespasiano. Siglo I d.C. Museo Pushkin. San Petesburgo
Fuente: De shakko - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, 
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3244629

Mayores conflictos tuvieron con los judíos pues en el año 61 la guarnición romana en Judea fue aniquilada. El año 66 fueron confiscados por Roma los tesoros del templo y la rebelión se extendió por todos los territorios de Judea.  Nerón puso al frente de un gran ejército que restableciera la paz en la zona al que sería emperador años después: Tito Flavio Vespasiano que poco a poco fue eliminado los focos de resistencia. Pero sólo su hijo Tito concluyó su obra con la toma y destrucción de Jerusalén llevada a cabo en el año 70 d.C.

domingo, 19 de enero de 2020

La muerte de Nerón, el fin de una dinastía


Remordimientos de Nerón tras la muerte de su madre. J. William Waterhouse. 1878
Fuente: Di John William Waterhouse - sconosciuta, Pubblico dominio, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1170898

Nerón, preso de la desesperación, tras los últimos acontecimientos que habían llevado a Marco Sulpicio Galba a proclamarse emperador, huyó de la Domus Aurea. “Entretanto, también la defección de los demás ejércitos le fue anunciada en una carta que le entregaron mientras almorzaba; Nerón la hizo añicos, volcó la mesa, estrelló contra el suelo dos copas que le gustaba muchísimo utilizar […], y, después de haber pedido a Lucusta un veneno que guardó en una cajita de oro, se dirigió a los Jardínes de Servilio” (Suetonio, Vida de Nerón, 47, 1). Continúa Suetonio diciendo que todo los intentos de Nerón de reunir un ejército y atraer a los pretorianos fueron en vano. Incluso uno le gritó con osadía “¿tan gran desdicha es morir?” (Suetonio. Vida de Nerón, 47.2). Tanto Tigelino como Ninfindio Sabino (los dos Prefectos del Pretorio) lo habían abandonado y habían prometido a los guardias grandes sumas para que siguieran su ejemplo. A éstos se unieron todos sus amigos y sus criados durante la noche.
Ante esta situación, Nerón pensó pedir clemencia a Galba o implorar perdón públicamente ante el Foro romano. También valoró huir a Partia o a Alejandría. Al final decidió huir nuevamente a la villa de uno de sus libertos, Faonte, situada en las afueras de Roma. Acompañado únicamente de éste, de su amante Esporo Sabino y dos ayudantes se envolvió en una capa vieja y se cubrió la cabeza, y se puso en camino. Nerón estaba conmocionado y no podía creerse la desgracia que se le había venido encima tan repentinamente. Su estado de ánimo empeoró cuando recibió una carta del Senado que lo declaraba enemigo público, al mismo tiempo que decretaba su muerte.
Esta circunstancia le hizo tomar la decisión definitiva, después de todo era el último descendiente de Augusto y merecía morir como un romano. Consiguió una daga y tras varios intentos fallidos, se la hundió en la garganta con la ayuda de un liberto. Le animó a ello el sonido de cascos de caballos que se acercaban. Un centurión entró en la habitación e intentó parar la hemorragia con su capa, pero ya era demasiado tarde. “Esto sí que es lealtad”, exclamó con su último aliento el hijo de Agripina (Suetonio. Vida de Nerón, 49.4). El único ruego que hizo a los que asistieron a su muerte fue que no permitieran que le cortaran la cabeza y que lo incineraran entero, deseo que le fue concedido por Galba. Murió meses antes de cumplir 31 años, el 9 de junio del año 68.

La muerte de Nerón, 1888, Vassili Smirnov, San Petesburgo, Museo Estatal Ruso

“Los gastos de sus funerales ascendieron a doscientos mil sestercios, y en ellos se emplearon los lienzos blancos bordados de oro que había usado el día de las calendas de enero. Sus nodrizas Égloge y Alejandría, junto con su antigua amante Acté depositaron sus restos en el sepulcro familiar de los Domicios, que se divisa desde el Campo de Marte sobre la colina de los Jardines. En este sepulcro, su ataúd de pórfido, coronado por un altar de mármol de Luna, fue rodeado por una balaustrada de piedra de Thasos” (Suetonio. Vida de Nerón, 50).
Según Suetonio “hubo quienes adornaron durante largo tiempo su tumba con flores, en primavera y en verano, y expusieron en las tribunas de las arengas estatuas que lo representaban vestido con la pretexta, o edictos suyos, como si estuviera vivo y pensara volver pronto para castigar a sus enemigos” (Suetonio. Vida de Nerón, 57,1). Incluso relata el biógrafo de los Césares que el rey de los partos Vologeso pidió con insistencia que se rindiera culto a la memoria de Nerón.
Con Nerón murió también la dinastía Julio- Claudia, la más influyente y mística de todo el Imperio Romano.

Augusto, Calígula y Nerón

“El linaje de los Césares se extinguió con Nerón; hubo muchas señales que lo anunciaron, pero dos de ellas fueron particularmente claras. Durante la visita que Livia hizo años atrás a su finca de Veyes, inmediatamente después de contraer matrimonio con Augusto, un águila que pasó volando por encima de ella dejó caer en su regazo una gallina blanca, que aún conservaba en el pico la ramita de laurel que llevaba en el momento de ser apresada; decidió entonces alimentar al ave y plantar la ramita, tras la cual nacieron tantos pollos, que todavía hoy se conoce esta finca con el nombre de “Las Gallinas”; creció asimismo un lloredo tan extenso que los Césares cogían de allí sus laureles cuando iban a celebrar un triunfo; tuvieron también la costumbre de plantar inmediatamente otros en el mismo lugar, y se observó que, por la época en la que cada uno de ellos fallecía, el árbol que había plantado se secaba. Pues bien, el último año que vivió Nerón, todo el bosque se secó desde la raíz, y todas las gallinas de la finca murieron. Acto seguido, el templo de los Césares fue alcanzado por un rayo, las cabezas de todas sus estatuas  se desplomaron a la vez, e incluso el cetro de Augusto fue arrancado de sus manos” (Suetonio. Vida de Galba, 1).
En el año 2014, con ocasión de la celebración de la muerte de Augusto, la Villa de Livia en Prima Porta (Ad Gallinas) fue reabierta al público; al mismo tiempo se replantó el laurel sagrado de manera simbólica. La dinastía que fundaron Augusto y Livia no morirá nunca. Su memoria vive eternamente en la Ciudad Eterna y en la historia de la humanidad.



El bosque de laurel de la Villa de Livia en Prima Porta

             Este es mi artículo 300 y lo he querido dedicar a un hecho tan relevante.

miércoles, 8 de enero de 2020

Galba es proclamado emperador


Marco Sulpicio Galba, siglo I d.C., Estocolmo, Antiques Museum
Fuente: De Wolfgang Sauber - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, 

No obstante, las legiones del Rin habían acabado con facilidad con la Rebelión de Julio Víndex, los victoriosos soldados en lugar de jurar fidelidad a Nerón nombraron imperator a su general Virginio Rufo, algo que él rechazó.  A pesar de ellos, Rufo se declaró neutral en las luchas venideras.
El otro legado fiel al emperador, Petronio Turpiliano (enviado por éste a vigilar la frontera gala) también empezaba a dudar sobre su lealtad a Nerón. Mientras, en Hispania Servio Sulpicio Galba (gobernador de la Tarraconense) se había declarado legado del Senado y el pueblo romano, no del César. El gobernador de Lusitania, Marco Salvio Otón (ex amigo de Nerón exiliado a Hispania por él tras arrebatarle a su esposa Popea Sabina), juró fidelidad a Galba, que acababa de ser proclamado emperador.
Galba tenía ya una edad avanzada (65 años), pero contaba con una gran experiencia de gobierno: había sido gobernador en Aquitania y África, general de las legiones de Germania, sacerdote por partida triple, cónsul además de gobernador de la Tarraconense. Contaba con una nueva legión recién reclutada (la VII Gemina). El propio Virginio Rufo se unió a la causa de Galba mientras que el Senado consiguió el apoyo de uno de los dos Prefectos del Pretorio: Ninfidio Sabino que prometió una gran recompensa a los pretorianos a cambio de su apoyo. El otro prefecto Tigelino huyó abandonando a Nerón a su suerte, uniéndose a Galba posteriormente.


Busto de Nerón, siglo I d.C., Roma, Museos Capitolinos

Cuando estas noticias llegaron a oídos de Nerón, éste huyó de Roma a una de sus villas de la periferia presa de la desesperación. “Cuando [Nerón] se enteró de que Galba y las Hispanias habían hecho también defección, cayó sin sentido y permaneció en este estado durante largo tiempo; cuando recobró el conocimiento, se desgarró las vestiduras y se golpeó con furia la cabeza, exclamando que se había acabado con él, y al recordarle su nodriza, para consolarle, que también a otros príncipes les habían ocurrido desgracias similares, le respondió que sus males no tenían comparación, pues sufría la desgracia inaudita y  nunca vista de perder en vida el mando supremo” (Suetonio. Vida de Nerón, 42, 1).