miércoles, 31 de diciembre de 2014

Horologium Augusti

                     “Al obelisco que está en el Campo de Marte, el divino Augusto, le atribuyó la admirable función de medir la sombra proyectada por el sol, determinando así la duración de los días y las noches: hizo colocar placas que estaban en proporción respecto a la altura del obelisco, de manera que en la hora sexta del solsticio de invierno la sombra fuese tan larga como las placas, y disminuyese lentamente día a día para volver a crecer siguiendo las marcas de bronce insertadas en las piedras; es un aparato que merece la pena y que debe su existencia al insigne matemático Facundo Novio”.
Plinio el Viejo. Historia Natural. Libro 36. Capítulo XIV

Reconstrucción del Horologium Augusti de la Universidad de Oregón

          Aunque mi propósito en esta sección es establecer una ruta por la Roma de Augusto a través de los restos monumentales que aún podemos contemplar en la Ciudad Eterna, haré una excepción con el reloj solar de Augusto, del que apenas quedan vestigios visibles porque me ha resultado curioso y algo excepcional en la arquitectura romana. 
El Horologium Augusti fue el mayor reloj solar del mundo antiguo. Construido en el 10 a.C. sobre una gran plaza de 160 x 75 metros realizada en mármol travertino se ubicaba en el Campo de Marte entre el Mausoleo del emperador y el Ara Pacis Augustae.
          En la mitad superior de la plaza se hallaba el cuadrante realizado mediante incrustaciones de bronce en el que se dibujaban las líneas horarias,  sobre el que se proyectaba, dependiendo de la posición del sol, la sombra de un inmenso obelisco que Augusto había traído desde Egipto coronado por un globo de bronce colocado en el centro de la construcción. Asimismo, a través de la longitud  exacta de la sombra proyectada a mediodía, mostraba el día del mes. En el 70 d.C, Plinio el viejo recoge en sus obras que el calendario llevaba varios años sin funcionar correctamente.
            El día del equinoccio de otoño, que coincidía con la fecha del nacimiento del Príncipe (23 de septiembre de 63 a.C), la sombra del obelisco se proyectaba hacia la entrada del Ara Pacis por lo que el reloj tambien tenía un gran sentido simbólico.

Restos de la Meridiana del Reloj solar de Augusto

Restos de la Meridiana del Reloj solar de Augusto

Desgraciadamente poco queda de esta espléndida construcción en la actualidad; sólo se conserva alguna sección del meridiano visible in situ, y el obelisco mismo, que fue redescubierto y  restaurado en 1792, año en el que fue colocado en  la Piazza di Montecitorio delante del Palacio del mismo nombre,  hoy sede del Parlamento italiano, donde aún se encuentra. El Papa Pío VII realizó una meridiana delante pero al no estar correctamente construida no funcionaba bien. La actual fue realizada en 1998, en ocasión del cambio del pavimento de la Piazza di Montecitorio.

Obelisco del Reloj de Augusto delante del Parlamento italiano. 595-589 a.C. Roma 2018

Base del Obelisco. Roma 2018
“El emperador César, hijo del dios, Augusto, Pontifex Maximus, proclamado imperator por duodécima vez, cónsul por undécima vez, que ha revestido la potestad tribunicia por 14 veces, habiendo conducido Egipto bajo dominio del pueblo romano, hizo como regalo al sol”.


Reconstrucción de 1998 de la Meridiana del Horologium Augusti en Piazza Montecitorio

martes, 23 de diciembre de 2014

Augusto y el censo de Belén

              
         “En mi sexto consulado (28 a.C), llevé a cabo, con Marco Agripa como colega el censo del pueblo. Celebré la ceremonia lustral después de que no se hubiera celebrado en 42 años; en ellas fueron censados 4.063.000 ciudadanos romanos. Durante el consulado de Cayo Censorino y Cayo Asinio (8 a.C) llevé a cabo el censo por mi solo, en virtud de mi poder consular, en cuya lustración se contaron 4.233.000 ciudadanos romanos. Hice el censo por tercera vez, en virtud de mi poder consular y teniendo por colega a mi hijo adoptivo Tiberio César, en el consulado de Sexto Pompeyo y Sexto Apuleyo (14 d.C); con ocasión de este censo conté 4.937.000 ciudadanos romanos”.
Augusto. Res Gestae Divi Augusti. 8

El Censo de Belén. Pieter Brueghel el joven. 1566. Bruselas. Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica. 

Como él mismo señala, Augusto durante su mandato ordenó realizar varios censos a fin de controlar el número de habitantes de su Imperio para establecer tributos directos e indirectos, y con fines militares. ¿Es alguno de estos censos el que recoge San Lucas en el Nuevo Testamento que propició el nacimiento de Jesús de Nazareth en Belén?.  “Sucedió que en aquellos días salió un decreto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar siendo Quirino procurador de Siria. Marchaban todos a empadronarse, cada uno a su propia ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazareth, a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, por ser él de la casa y de la estirpe de David, para empadronarse con su esposa María que estaba encinta” (Evangelio según San Lucas, 2,1-5). Los historiadores ponen en duda las palabras del evangelista.
Existen muchas divergencias al respecto pues Augusto, en sus Res Gestae, se refiere exclusivamente al empadronamiento de ciudadanos romanos, aquellos que se conocen como censos universales; no obstante otras fuentes hablan de otros censos provinciales, como el que nombra Flavio Josefo que vivió entre el 37 y 101 d.C. Augusto los ordenaba con la finalidad de determinar la riqueza de los territorios bajo su mando. Entre los provinciales queda constancia histórica de un censo realizado en Judea en el 6 d.C. siendo Quirino gobernador de Siria tras el exilio impuesto por el emperador al rey de Judea, Herodes Arquelao, quedando esta zona bajo tutela directa de Roma: “Entretanto Quirino, un senador que ya había ejercido todas las magistraturas y que luego de pasar por todos los grados honrosos obtuvo el consulado, además de haber ejercido otras dignidades, llegó a Siria enviado por César (Augusto), para administrar justicia en esta provincia y hacer el censo de los bienes. Lo acompañaba Coponio, de la orden ecuestre, para que quedara al frente de los judíos con plenos poderes. Quirino pasó a Judea, que había sido anexada a Siria, para llevar a cabo el censo de los bienes y liquidar los de Arquelao. Aunque los judíos al principio no quisieron acceder a la declaración, luego, por consejo del pontífice Joazar, dejaron de oponerse. Aceptando las razones de Joazar, permitieron que se hiciera el censo de los bienes” (Antigüedades Judías. XVIII).
Hasta aquí todo cuadra con las Sagradas Escrituras. El problema es que el rey Herodes el Grande bajo cuyo reinado también afirma la Biblia que nació Jesucristo, murió en el año 4 a.C. y no es muy probable que el censo se hiciera en dos fases (como apuntan algunos escritores cristianos) pues en tiempos de Herodes el Grande, Judea no estaba bajo dominio romano. Tampoco es probable que el censo durara 10 años.
La mayoría de historiadores modernos, tanto laicos como cristianos, sostienen que San Lucas cometió un error al hacer coincidir el censo de Quirino (que tiene lugar durante el 6 d.C) y los hechos que rodearon al nacimiento de Jesús, que San Mateo en su Evangelio sitúa en tiempos del rey Herodes (4 a.C). El fallo fue cometido por el deseo de San Lucas de dar un cariz histórico al hecho de que el nacimiento del Mesías se produjera en Belén, tal y como proclamaba el Antiguo Testamento.
Esto saca a la luz otro hecho polémico: ¿por qué José y María (en un avanzado estado de gestación) se desplazaron a empadronarse a su lugar de origen y no lo hicieron donde vivían? Esta circunstancia no es muy común en los censos romanos provinciales, aunque se tiene constancia de censos de este tipo a inicios del siglo II d.C en Egipto, por lo que no se puede descartar del todo que Roma respetara las costumbres de un pueblo como el judío tan apegado a sus tradiciones con el fin de evitar revueltas.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Augusto del pueblo romano


            “Durante mis consulados sexto y séptimo (28 y 27 a.C), tras haber extinto, con los poderes absolutos que el general consenso me confiara, la guerra civil, decidí que el Gobierno de la República pasara de mi arbitrio al del Senado y el pueblo romano. Por tal meritoria acción recibí el nombre de Augusto, mediante senado-consulto. Las columnas de mi casa fueron ornadas oficialmente con laureles; se colocó sobre mi puerta una corona cívica y en la Curia Julia se depositó un escudo de oro, con una inscripción recordatoria de que el Senado y el pueblo romano me lo ofrecían a causa de mi virtud, mi clemencia, mi justicia y mi piedad. Desde entonces fui superior a todos en autoridad, pero no tuve más poderes que cualquier otro de los que fueron mis colegas en las magistraturas”.
Augusto. Res Gestae Divi Augusti. 34
Además del triunfo, muchos otros fueron los honores que recibió el vencedor de Accio al ser el artífice del final de las guerras civiles; entre otros, le concedieron el título de Imperator de forma permanente y lo que más agradó a Octavio: por decreto del Senado se cerraron por primera vez en su Principado las puertas del Templo de Jano, algo que sólo acaecía en tiempos de paz, lo que era muy poco común en la ciudad de Roma (hasta el nacimiento de Augusto sólo se habían cerrado dos veces desde la fundación de la urbe y con él se cerró en tres ocasiones).  Fueron los inicios de la Pax Augusta.

Moneda y esquemas del Templo de Jano

Aliviado probablemente con la finalización de los festejos por sus triunfos, Octavio ya podía dedicarse a su afición favorita: el trabajo. Tenía una ardua tarea por delante pues debía reorganizar el más vasto Imperio que la humanidad había conocido en un territorio desolado por las guerras. Sin embargo, la aprensión que lo embargaba en el campo de batalla, se diluía sentado en el delicioso estudio de su Casa del Palatino, pues en este terreno, sin duda alguna, se reveló como uno de los mejores administradores que haya jamás gobernado nación alguna.

Estudio de Augusto en su Casa del Palatino. Siglo I a.C. Roma 2011

Lo primero que tuvo que decidir fue el tipo de régimen que pretendía desarrollar. Antes de tomar una decisión, madurada durante varios años, escuchó la opinión de sus dos grandes colaboradores: Agripa, partidario del retorno a la legendaria forma de gobierno republicana y Mecenas, ardiente defensor de la monarquía.
En 27 a.C., a la edad de 36 años y siendo cónsul por séptima vez pronunció en la Curia Julia el discurso más significativo de su vida en el que renunciaba a sus poderes y devolvía el gobierno del Estado al Senado: “Depongo mi cargo en su totalidad y os devuelvo toda la autoridad: la autoridad sobre el ejército, las leyes y las provincias; no sólo sobre los territorios que me confiasteis, sino sobre los que mas tarde gané para vosotros” (Dión Casio. Historia Romana. 53, 4). Sus intenciones causaron un gran impacto en unos senadores (la mayoría afines a él) que entre protestas y aclamaciones le convencieron para que continuara llevando las riendas del Estado. Casi todos los historiadores coinciden en que Octavio nunca tuvo la intención de abdicar, entre otras cosas porque pondría en riesgo su propia supervivencia y la de su familia. Su objetivo era el de comprobar hasta que punto era aceptada su primacía política a la vez que dejaba claro que no albergaba las ansias monárquicas de su padre adoptivo. Después de un largo tira y afloja, aceptó continuar aunque sólo gobernando una provincia que incluiría Hispania, la Galia y Siria. El resto de provincias las dejaba a cargo del Senado. Esta decisión le confería a Octavio el mando de 20 legiones frente a las 5 o 6 bajo tutela senatorial, lo que demuestra que el poder de Octavio residía sobretodo en la fuerza de su ejército auque gracias a este acuerdo revestía su estatus de legalidad constitucional algo que beneficiaba ampliamente a la mayoría pues traería estabilidad, paz y una administración pública más justa y eficaz. La otra fuente del poder de Octavio era la inmensa clientela que había heredado de César, que le rendía lealtad incondicional a lo largo de todo el Imperio
En este línea aceptó el título de Princeps (el primero de los ciudadanos). Así, enmascarándola con las instituciones de la antigua República inauguró una nueva forma de gobierno totalmente novedosa que aunaba la visión de sus dos amigos más íntimos.
El Senado, para celebrar los acuerdos, le concedió nuevos honores: ordenó que el marco de la puerta de su casa fuera decorado con laurel y el dintel de la misma con hojas de roble, en agradecimiento por haber salvado a los ciudadanos romanos de nuevas guerras civiles. Asimismo en la Curia Julia se colocó un escudo de oro enalteciendo sus virtudes.

Copia en mármol del escudo de oro de Augusto. Siglo I d.C. Arlés. Musée départemental Arles antique

No obstante, la mayor distinción que recibió fue la de dotarlo de un nombre único que jamás nadie hubiera detentado. Descartado Rómulo por las implicaciones abiertamente monárquicas que encerraba, tan odiadas por Roma, decidieron nominarle como Augusto, el Venerable, el bien más sagrado del pueblo romano. El nuevo nombre al igual que el de César se convertiría en el título que ostentarían tanto el resto de emperadores como muchos gobernantes posteriores. Al mismo tiempo, y tal como había ocurrido con Julio, llamaron Augusto al mes de sextilis, escogido por él por ser cuando obtuvo su primer consulado y su victoria en la Batalla de Accio.

Augusto con corona cívica. Siglo I d. C. Munich. Gliptoteca 

A partir de ahora dejaré de referirme al protagonista de este blog como Octavio y lo nominaré siempre como tanto le complacía que le llamaran; si he usado Octavio hasta este momento ha sido para facilitar la comprensión de los relatos aún a sabiendas que Augusto lo hubiese reprobado pues detectaba que le recordaran los turbios orígenes de la gens Octavia. Igualmente he obviado el cambio que hizo de su nombre cuando fue adoptado por César (de Octavio a Octaviano) para no confundir al lector y dar más fluidez a la lectura.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Casa de la Farnesina


Cubiculo D de la Casa de la Farnesina. Roma 2018

      El Museo Nazionale Romano, edificado sobre las ruinas de las Termas de Diocleciano, me sorprendió muchísimo la primera vez que lo visité en 2011. A pesar de  no ser el más conocido ni el más concurrido de los museos de Roma, exhibe una de las colecciones de arte romano antiguo más refinadas del mundo, no muy extensa pero de una calidad inestimable. Entre las piezas que se muestran destacan el imponente Augusto Pontifex Maximus cuya sublime belleza me conmocionó profundamente y los frescos murales extraídos de las paredes del triclinio estivo de la villa que la emperatriz Livia poseía en Prima Porta, uno de los ejemplos magistrales de la pintura romana capaz de superar hasta los espléndidos ejemplos pompeyanos. Junto a estos se exponen una gran variedad de pinturas y mosaicos que testimonian la perfección y grandeza alcanzada por un arte romano, muchas veces menospreciado.
Sobresalen por su calidad las pinturas murales de una casa encontrada en la orilla derecha del Tíber en 1879 junto a la renacentista Villa Farnesina (cuyas decoración pictórica es obra de Rafael Sanzio) durante unos trabajos de limpieza del cauce del río para evitar sus continuas inundaciones. En aquel momento en que Pompeya comenzaba a ser excavada y sólo se conocían en la capital los frescos del Auditorium de Mecenas y los mencionados arriba de la Villa de Livia, el descubrimiento conmocionó a la sociedad científica romana por considerarse “las más exquisitas pinturas murales que jamás antes se habían contemplado en Roma”.
La preciosa villa, conocida como Casa Farnesina para no confundirla con la renacentista, resultó ser propiedad de Marco Vipsanio Agripa, mano derecha y yerno de Augusto, que la construyó al contraer matrimonio con Julia, la hija del Príncipe en 21 a.C.
El gobierno italiano apremiado por concluir las tareas de limpieza del río decidió conservar sólo los frescos, los mosaicos y los estucos que fueron trasladados en casi su totalidad al Museo Nazionale Romano donde en la actualidad se recrean cada una de las estancias del ala invernal al que pertenecían los elementos decorativos rescatados.
La fisonomía de la villa sólo se conoce a través de acuarelas de la época del descubrimiento. Era una residencia con vistas al Campo de Marte cuya arquitectura se componía de dos cuerpos similares que se disponían a ambos lados de una gran exedra orientada hacia el Tíber
Se han conservado los elementos decorativos de tres dormitorios, un Oecus, el ingreso, un pasillo semienterrado cubierto con bóveda que comunicaba con las habitaciones de los esclavos, el jardín y el pasillo interno de la exedra central.
El triclinio invernal muestra sobre un fondo negro dividido por finísimas columnas, hojas de parra al estilo de la Casa de Augusto y Livia en el Palatino. Por encima, un friso en estilo egipcio en el que se distinguen escenas eróticas recorre las paredes  pintadas en ese color para mantener el calor en invierno. En la parte baja, se dibuja un zócalo decorado con motivos curvilíneos.

Triclinio invernal. Roma 2011

Detalle escenas eróticas. Roma 2013

Mosaico del Triclinio invernal. Roma 2011

En el Cubículo conocido como B, una arquitectura distribuida en dos pisos está dividida por columnas y cariátides. Sobre fondo rojo, una serie de cuadros con escenas de la vida cotidiana se distribuyen por las paredes. La escena central del lado más corto representa un episodio de la infancia de Dionisos flaqueado por dos cuadros laterales sobre fondo blanco sostenidos por dos genios femeninos alados. En las paredes laterales se abren nichos en dos cuerpos.  Se crea profundidad a través del juego sugestivo de entrantes y salientes. 


Cubiculo B. Casa de la Farnesina. Roma 2011

Cubiculo B. Casa de la Farnesina. Roma 2018

             Detalle Cubículo B. Roma 2011

Los pasillos estaban decorados en tonos claros con paisajes idílicos y elementos alusivos mistéricos, como máscaras, al igual que el Cubículo D, ornamentados con temas eróticos y dionisiacos.


Pasillo F. Roma 2018

Pasillo F. Roma 2018

Provienen también de la Villa, dos fragmentos de pintura de jardín correspondiente a dos fuentes de mármol ubicadas sobre un lecho verde y rodeadas de juncos.


Pintura de jardín. Roma 2018

Pintura de jardín. Roma 2018

En cuanto a los estucos, decoraban las bóvedas de los Cubículos B, D y E. Intercala recuadros más grande con otros más pequeños. Los primeros están decorados con paisajes idílicos y escenas dionisiacas. Los segundos presentan motivos de grutescos (victorias, amorcillos, grifos, candelabros, etc). De finísima talla en bajísimo relieve impresionan los detalles.


Cubículo D. Roma 2018

Cubículo D. Roma 2018

Escena erótica del Cubículo D. Roma 2011

Estuco del Cubículo D. Roma 2018

Estuco del Cubículo D. Roma 2018

Victoria alada estucada


              
Casa de la Farnesina por Luigi Manfredi

viernes, 5 de diciembre de 2014

Triunfo

“Mas César (Augusto), llevado en triple triunfo a las murallas romanas, consagraba un voto inmortal a los dioses itálicos, trescientos grandes santuarios por la ciudad entera. Vibraban las calles de alegría y de juegos y de aplausos; en todos los templos coros de madres, aras en todos: antes las aras cayeron en tierras novillos muertos. Y él mismo, sentado en el níveo umbral del brillante Febo (Apolo) agradece los presentes de los pueblos y los cuelga de las puertas soberbias; en larga hilera avanzan las naciones vencidas, diversas en lengua y en la forma de vestir y de armarse”
Virgilio. “Eneida”. Libro VIII. 714-723

Detalle del Augusto de Prima Porta. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticanos

            En agosto del 29 a.C., a punto de cumplir 34 años, Octavio celebró su triple triunfo: por la campaña de Iliria, por la batalla de Accio contra Cleopatra y por la conquista de Egipto.
            El triunfo era una de las ceremonias romanas más grandiosas, destinadas a testimoniar el poder de Roma a través del general que hubiera regresado victorioso junto con su ejército de alguna campaña significativa contra un enemigo extranjero. El general debía ser un magistrado electo (con imperium). El acto consistía en un desfile militar que recorría un itinerario tradicionalmente establecido. El Triple Triunfo celebrado por Octavio fue uno de los más espectaculares que se recuerdan en la historia de Roma pues exhibía todo el oro traído de Egipto junto con maravillosas muestras del arte faraónico. Era tal la cantidad de oro que los índices de los tipos de interés bajaron del 12 al 4%. El espléndido botín abría el cortejo.

Un carro sagrado se ofrece a Marte Vengador en los Relieves Medinaceli. Siglo I d.C. 
Primer panel: Sevilla. Casa Pilatos
Segundo Panel: Budapest. Szépmüvéstizeti Museum

Tras él, en un carro se exhibía una imagen de Cleopatra rodeada de serpientes que incluso muerta tendida en un lecho mostraba su lascivia al pueblo romano. Detrás caminaban los pequeños príncipes de Egipto, los últimos representantes de la dinastía ptolemaica: Alejandro Helios, Cleopatra Selene y Ptolomeo Filadelfo ataviados con sus mejores galas. De alguna manera someter a niños tan pequeños al griterío ensordecedor del populacho fue una venganza de Octavio hacia su madre, a la que no podía exhibir encadenada y humillada como hubiera deseado.


Aspecto que debía lucir Octavio en el carro de triunfador
Camafeo del S. I d.C que adorna la Cruz de Lotario. Finales Siglo X. Aquisgrán. Capilla Palatina

            A continuación, iba el carro del triunfador César Octavio acompañado de sus lictores, rompiendo con las reglas establecidas pues hasta ahora el general victorioso iba siempre detrás del Senado y de los Colegios sacerdotales. Esto fue una muestra de su primacía sobre las instituciones del Estado. Subido en una cuadriga tirada por cuatro caballos, y ataviado con una toga blanca bordada en oro, el Imperator lucía espectacular. Para ello declinó la antigua costumbre de pintarse la cara de rojo a fin de no restar atractivo a su hermoso rostro coronado con una corona de laurel del bosque cultivado por Livia en su Villa en Prima Porta. En una mano portaba una rama de laurel y en otra un cetro de oro. Junto a él un esclavo le recordaba al oído con la antigua fórmula “Respice post te, hominem te esse memento” (Mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre). A pesar de ello, el mismo dios Apolo paseó aquel día por las calles de su amada Roma.

“Respice post te, hominem te esse memento”
            
          Flanqueaban su carro dos adolescentes montados a caballo en la que sería su primera aparición pública: el de la derecha era su adorado sobrino Marco Claudio Marcelo, el hijo de Octavia, que con sólo 14 años cautivó a un público que cayó rendido ante su permanente sonrisa y ante sus bellas facciones resultado de la fusión de tres de los linajes más influyentes de Roma: los Julio, los Claudio y los Octavio. El chico que cabalgaba a su izquierda, de 13 años, era Tiberio Claudio Nerón, el hijo mayor de su esposa Livia fruto de su primer matrimonio. Su seriedad y retraimiento daban ya muestras de un carácter taciturno que debía de reportarle muchos problemas en su vida. La aparición de los jóvenes asombró al pueblo pues Octavio daba muestras, al igual que César hizo con él, de perpetuar una dinastía.

Las instituciones del Estado siguen el carro de Octavio en los Relieves Medinaceli
Siglo I d.C. Sevilla. Casa Pilatos

            Tras ellos caminaban las instituciones del Estado, encabezadas por el Senado, los Colegios sacerdotales y las victimas sacrifícales (novillos blancos) antecediendo a los prisioneros de guerra vestidos con lujosas vestiduras, oro y joyas. Cerraba la procesión el ejército que como era obligado había permanecido desde su regreso a la ciudad a la espera del desfile en el Campo de Marte, sin poder traspasar las Murallas Servianas. Éstas exhibían con orgullo las águilas, los estandartes más sagrados de las legiones.

El triunfador llega a los pies de la escalinata del Templo de Jupiter Capitolino. Conelly

            Numerosos músicos, bailarines y actores representando escenas de las campañas animaban la procesión que había hecho su ingreso en la ciudad a través de la Porta Triumphalis; desde allí había continuado hacia el Velabro, el Foro Boario y el Circo Máximo en dirección hacia la Via Sacra que atravesando el Foro Romano la conduciría al Templo de Júpiter Capitolino, a los pies de cuya escalinata se dispersaba la comitiva, quedando sólo los miembros del Senado, los sacerdotes y Octavio que ascendieron hasta el templo para sacrificar los bueyes blancos adornados con guirnaldas y flores. En este momento también se encarcelaba a los prisioneros condenados a muerte. Sin embargo, Octavio cogiendo de la mano a los hijos de Marco Antonio y Cleopatra se los entrego a su hermana Octavia.

Las instituciones del Estado siguen el carro de Octavio en los Relieves Medinaceli
 Siglo I d.C. Sevilla. Casa Pilatos

            Con el final del acto se celebraron durante largos días juegos y banquetes para todos costeados por el triunfador para una multitud que no había parado de vitorear y aclamar a sus héroes militares durante todo el recorrido.
            A partir de ahora sólo el emperador podría celebrar triunfos, pues cualquier general actuaba a sus órdenes.
            En estas grandiosas procesiones está el origen de los actuales desfiles militares y de las procesiones de Semana Santa, que aún hoy siguen exhibiendo los emblemas de las instituciones romanas.
            En el último capítulo de la serie Roma (2007), el aún Octavio César celebra su Triunfo sobre Marco Antonio y Cleopatra. A pesar de las licencias que se toma la serie y el perfil que han imprimido al personaje del primer emperador romano, que no me gusta mucho en general, recrea muy bien tanto la ciudad de Roma como la ceremonia en sí (https://www.youtube.com/watch?v=0C9SRnc_9fY). 

domingo, 30 de noviembre de 2014

La Pirámide de Cestio

Pirámide de Cestio. Roma 2011

La conquista de Egipto en 30 a.C. provocó en la sociedad romana una auténtica egiptomanía de la que no se vio libre ni siquiera el mismísimo conquistador del país, el futuro Augusto, que nada más volver a Roma, impresionado del anhelo egipcio de búsqueda de la inmortalidad comenzó a edificar algo tan poco romano como un inmenso Mausoleo (el más grande del Mediterráneo) en el Campo de Marte para que albergara tanto sus cenizas como la de todos los miembros de la familia imperial. Esta costumbre fue copiada por algunos nobles, como Cayo Cestio, que fue más allá incluso que el emperador, al construirse como sepulcro una pirámide, el símbolo más sagrado del país del Nilo, a las afueras de la Ciudad Eterna.

Interior de la cámara funeraria

Inspirada en el modelo egipcio, la pirámide de Cestio (datada entre el 18-12 a.C.) mide 29,50 metros en la base x 36,40 metros de altura por lo que visualmente da la sensación de desproporción, estando realizada en mampostería revestida de mármol. Considerada en la Edad Media como la tumba de Remo con posterioridad en el siglo III d.C. fue incluida en la muralla Aureliana. Las inscripciones conservadas en ambos lados del monumento funerario confirman tanto su atribución a Cayo Cestio como la duración de su construcción (330 días). En el lado oeste se abre una pequeña puerta por la que se accede a la cámara funeraria, una cámara sencilla rectangular cubierta por una bóveda de cañón. Las paredes estaban decoradas con pinturas murales del tercer estilo, copiadas en 1660 por Pietro Santi Bartoli, hoy desaparecidas. Hoy en día su interior no se puede visitar a no ser con permisos especiales. 

Grabado de la Pirámide Cestia junto a la Porta di San Paolo