viernes, 31 de octubre de 2014

La Batalla de Accio

La Batalla de Accio. Lorenzo A. Castro

La Batalla de Accio, sin ser espectacular en cuanto a estrategia militar, por sus consecuencias políticas puede considerarse una de las batallas más importantes de la historia, pues en ella se decidió nada más y nada menos que el destino de Europa.
Tras la consternación que produjo la lectura del testamento de Marco Antonio en el Senado romano, Octavio se dirigió al templo de Belona (diosa de la guerra) ubicado en el Campo de Marte para celebrar el antiguo ritual de declaración de guerra. La ceremonia consistía en que los sacerdotes de Belona arrojaban lanzas manchadas con la sangre de un cerdo sacrificado hacia la columna bélica (que se ubicaba dentro de un terreno delimitado delante del templo). Finalizado el rito, Roma se consideró oficialmente en guerra con Egipto.
El 1 de enero del año 31 a.C. Octavio fue nombrado cónsul por tercera vez. Dejando nuevamente a Mecenas al frente del gobierno de Italia cruzó el Adriático junto con Agripa a quien puso al frente de sus tropas. Antonio, por su parte, desplegó las suyas por las costas del Epiro y de Grecia, desde Corcira a Metone. Agripa, con una gran audacia,  asestó el primer golpe casi inmediatamente, al atacar y apoderarse del fuerte de Metone con lo que comprometía el abastecimiento que llegaba desde Egipto provocando escasez de víveres entre las filas de Antonio. Octavio, entre tanto, navegó hacía Accio y acampó en una colina al norte, desde donde disfrutaba de unas vistas inmejorables del terreno.

Detalle del monumento a Marco Vipsanio Agripa. Mérida 2014

Al poco, Antonio y Cleopatra se trasladaron desde Patras y ubicaron su campamento frente al del cónsul romano. Al mismo tiempo Agripa se apoderó de dos puertos muy valiosos: Leucas y Patras, lo que cortaba totalmente los suministros por mar al campamento de Antonio, donde comenzaba a reinar una gran desolación causada por el hambre y las enfermedades producidas por el bloqueo. Por este motivo comenzaron las deserciones entre las filas de Antonio, agravadas por el hecho de que los soldados romanos no toleraban que una mujer, la reina Cleopatra, compartiera el mando con su general. La huida de su amigo Domicio Ahenobarbo y la de Delio (el cual proporcionó a sus rivales un informe completo de sus planes bélicos) afectaron profundamente a Antonio.

Tapiz Antonio y Cleopatra saliendo hacia Accio. 1620. Madrid. Palacio Real

      Todo ello precipitó que Antonio y Cleopatra decidieran romper el bloqueo antes de que fuera demasiado tarde. El primero estaba decidido a plantear una batalla terrestre pues era el campo en el que se desenvolvía mejor; no obstante acabó secundando el deseo de la reina de que la batalla se desarrollara por mar.

La Batalla de Accio

El 2 de septiembre del 31 a.C., los barcos comenzaron a avanzar por el estrecho en fila y se desplegaron en dos líneas. Cleopatra desde su buque insignia la “Antonia” se colocó detrás de las filas sin intención de participar de forma activa en la batalla. Agripa se negó sensatamente a moverse por lo que toda las mañana estuvieron las flotas frente a frente quietas. Finalmente Antonio adelantó sus barcos iniciando la ofensiva. Agripa separó probablemente sus tropas en dos filas al contar con un número mayor de naves mientras que Antonio se vio obligado a  formar sólo una. Agripa avanzó hacia el flanco norte de su enemigo seguido por los barcos de Antonio por lo que el centro de la formación de éste acabó debilitándose. Después de dos horas en la que los barcos de Antonio estaban oponiendo resistencia aunque no conseguían salvar el bloqueo, ocurrió el hecho que marcó el desenlace de la batalla: la “Antonia” por orden de Cleopatra izó las velas repentinamente y atravesando el débil flanco central por una zona vacía de barcos se dirigió hacia el sur, en dirección hacia Egipto. Antonio se pasó inmediatamente a un barco más liberado del ataque y con una pequeña flota siguió a la reina, dejando el resto de su armada inmersa en el fragor de la batalla. Aunque de este episodio se han dado múltiples interpretaciones incluida aquella que la reina huyó presa del pánico y que Antonio la siguió perdidamente enamorado, lo cierto es que probablemente obedecía a un plan para escapar del asedio. No obstante,  al no conseguir  que lo siguieran el resto de los barcos la estrategia resultó ser un auténtico fracaso.
Al día siguiente la flota de Antonio que había quedado luchando frente al promontorio de Accio, se pasó al bando de Octavio que les prometió las mismas recompensas que a su ejército. A pesar de ello, algunos oficiales abandonaron a escondidas las filas de Octavio y fueron al encuentro de un Antonio, que tras dar alcance al barco de la reina se sumió en una profunda depresión acrecentada por el hecho de que las legiones acantonadas en Cirenaica se habían pasado a su enemigo. Entre tanto Cleopatra, entró en Alejandría con los barcos adornados como si hubiera ganado la guerra y eliminó a todos los que querían aprovechar la delicada situación para mermar su poder.
Por su parte, Octavio erigió en su campamento un enorme monumento en honor de la Victoria en el lugar que posteriormente fundó la ciudad de Nikópolis.


El vencedor de Accio en todo su esplendor
Augusto de Prima Porta. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticano


      La batalla de Accio fue cantada por todos los poetas del entorno de Mecenas que la consideraron como el inicio de una nueva Edad de Oro; especialmente bellos son los versos que le dedica el más grande poeta latino, Virgilio, en su Eneida, porque refleja el profundo patriotismo con el que la afrontó el pueblo de Roma e Italia:
“A este lado César Augusto guiando a los ítalos al combate con los padres y el pueblo romano, y los Penates y los grandes dioses, en pie en lo alto de la popa, al que llamas gemelas le arrojan las espléndidas sienes y el astro de su padre brilla en su cabeza.
En otra parte Agripa con los vientos y los dioses de su lado guiando altivo la flota; soberbia insignia de la guerra, las sienes rostradas le relucen con la corona naval.
 Al otro lado con una tropa variopinta de bárbaros, Antonio, vencedor sobre los pueblos de la Aurora y el rojo litoral,  Egipto y las fuerzas de Oriente y la lejana Bactra arrastra consigo, y le sigue, ¡oh, sacrilegio!, la esposa egipcia.
Todos se enfrentaron a la vez  y espumas echó todo el mar sacudido por el refluir de los remos y los rostros tridentes. A Alta mar se dirigen; creería que las Cícladas flotaban arrancadas por el piélago o que altos montes con montes chocaban, en popas almenadas de moles tan grande se esfuerzan los hombres. Llama de estopa con la mano y hierro volador con las flechas arrojan, y enrojecen los campos de Neptuno con la nueva matanza.
La reina en el centro convoca a sus tropas con el patrio sistro, y aún no se ve a su espalda las dos serpientes. Y monstruosos dioses multiformes y el ladrador Anubis empuñan sus dardos contra Neptuno y Marte y contra Minerva. En medio del fragor Marte se enfurece  en hierro cincelado, y las tristes Furias desde el cielo, y avanza la Discordia gozosa con el manto desgarrado acompañado de Belona con su flagelo de sangre. Apolo, viendo esto, tensaba su arco desde lo alto; con tal terror todo Egipto y lo indos, toda la Arabia, todos los sabeos su espalda volvían. A la misma reina se veía, invocando a los vientos, las velas desplegar y largar amarras. La había representado el señor del fuego pálida entre los muertos por la futura muerte, sacudida por las olas y el Yápige; al Nilo, enfrente, afligido con su enorme cuerpo y abriendo su seno y llamando con todo el vestido a los vencidos a su regazo azul y a sus aguas latebrosas”. (Virgilio. Eneida. Libro VIII. 678-713).

domingo, 26 de octubre de 2014

La Villa de Livia en Prima Porta


       “A Livia Drusila un águila dejó caer desde lo alto en su regazo una gallina de extraordinario candor que portaba en el pico una rama de olivo con sus semillas. Los arúspices la indujeron a criar al ave con su prole y de plantar la rama y custodiarla religiosamente. Esto ocurrió en la Villa de los Césares que domina el río Tíber junto a la novena milla de la Via Flaminia que por ese motivo es llamada “Ad Gallinas” y en ella nació prodigiosamente un bosque. Enseguida Cesar Octavio en sus triunfos comenzó a llevar en la mano una rama y en su cabeza una corona con el laurel de aquel bosque, y así hicieron todos los emperadores” .
                                                                               Plinio. Historia Natural, XV

Colina de Prima Porta dominada por la Villa de Livia. L. Prosseda

Sobre una colina al norte de Roma en un paisaje idílico desde el que se domina todo el valle del Tíber se conservan aún los restos de la villa de la más famosa emperatriz de Roma nombrada por Plinio, Suetonio y Dión Casio en sus libros. Aunque los tres autores dan por hecho de que Livia (tercera mujer del emperador Augusto) era la propietaria de la residencia, ninguno aclara si la heredó de su familia (la gens Livia Drusa) o de la familia de su primer marido (la gens Claudia). Lo que sí podemos afirmar es que Livia estaba muy vinculada a este lugar, donde se retiró tras la muerte de Augusto.
La villa, datada en la primera mitad del siglo I a.C.  está localizada en Prima Porta en el lugar en el que la antigua Via Flaminia confluía con la Via Tiberina. Fue excavada en 1863, año en el que allí se encontró la celebérrima escultura de Augusto con armadura militar arengando a las tropas. En la actualidad aparece rodeada de altos pinos que la aíslan de los ecos de la moderna autovía que se ubica a los pies de la colina. Poco ha sobrevivido de la casa, pero su planimetría, claramente distinguible, sigue siendo impresionante.

Planimetría de la Villa realizada mediante Láser-escaner

Se alza en un amplio terreno aterrazado de unos 14000 m2 articulándose en dos sectores claramente diferenciados: el sudoeste donde se sitúa la zona residencial junto a un gran complejo termal y el noreste con un área cuadrangular igualmente amplia destinada a jardín dominado por el bosque de laurel. 

Restos del muro exterior

Los edificios residenciales ocupan la gran terraza central; lo componían un sector privado, uno de representación con grandes estancias dispuestas en torno al peristilo y el sector destinado a los huéspedes que giraban en torno a una gran sala edificada sobre la sala semisubterránea que albergaba la joya de la villa: el triclinio estivo. Al norte se halla el complejo termal con dos piscinas de agua caliente y otra al aire libre (Natalio) con pavimento a base de mosaicos blancos y negros decorado con pinturas del tercer estilo; más al sur se han excavado recientemente otras estancias en torno a un atrio con impluvium y restos de un lararium. La villa está delimitada por el lado prominente del Tiber por un robusto muro de contención.

Via de acceso a la Villa

El ingreso a la residencia está señalizado por una franja de mármol travertino que lleva hasta una doble puerta a través de la cual se accede a un pequeño vestíbulo y al atrio decorado con un mosaico que sobre fondo negro reproduce los muros de la ciudad alrededor del estanque del impluvium central. El atrio fue reconstruido en el siglo III d.C, no obstante se sitúa entre dos núcleos de época augustea. Desde aquí un pequeño vestíbulo decorado con mosaicos permitía el acceso tanto al apartamento privado como al gran jardín cuadrado que estaría delimitado por un doble pórtico de columnas. Hacia éste se abrían varias salas: algunas alcobas (cubiculo) cuyas ventanas colocadas estratégicamente permitían la contemplación del jardín desde la cama y en el centro una sala abierta (exedra) que exhibía en una franja en forma de serpentina la única decoración musivaria policroma encontrada hasta ahora en la villa. Desde el lado meridional del pórtico se podía acceder al peristilo. En esta zona se ubicaba también un jardín privado más pequeño en el que Livia cultivaba plantas medicinales.

Atrio con impluvium



Mosaico blanco y negro

Mosaico en blanco y negro

Pavimento con mosaico

Mosaico polícromo en forma de serpentina

Bajo la zona más próxima al peristilo se extiende el más espectacular hallazgo en la villa junto con la escultura del Príncipe: las pinturas murales que decoraban la sala subterránea identificada como triclinio estivo (comedor de verano) o ninfeo. Tuve la suerte de visitarlas por primera vez en 2011 en el Museo de la Termas (donde fueron trasladadas en 1951 tras sufrir un bombardeo en la segunda Guerra Mundial) y quedé profundamente conmocionada pues nunca antes había visto pinturas romanas tan delicadamente bellas aun cuando estaban expuestas en la fría sala de un museo en lugar de su enclave original. En aquel se situaban bajo una gran bóveda que permitía que una difusa luz iluminara los frescos que reproducen un exuberante y fresco jardín. Heinrich Brunn escribía tras el hallazgo en el siglo XIX: “En la estación estiva y en las horas meridionales ni la sombra de los arboles bastaba para ofrecer una suficiente protección contra el ardor del sol. Se sentía la necesidad de un lugar más fresco, pero al mismo tiempo permanecía el deseo de no privarse de la amenidad del campo. Este es el motivo de que se haya plantado un jardín bajo tierra” (Boletín del Istituto di Corrispondenza Archeologíca. Roma. 1863).


Triclinio estivo en 1942


Algunas especies vegetales del Triclinio de Villa Livia
Fuente: Museo de las Termas. Roma 2013


      Así, en las paredes de la sala se escenifica un jardín con plantas ornamentales y frutales, animado por pájaros y flores. En la parte baja un pequeño muro de mármol delimita todo el conjunto;  en las pequeñas exedras centrales que se abren en el mismo se coloca un árbol aislado: abetos, una encina y un pino, mientras arbustos a una distancia regular crecen delante del murete. Entre las diferentes especies botánicas que se muestran intencionadamente en todo su esplendor de flores y frutos ignorando el momento de la estación, se distinguen árboles de alto tronco tales como abetos, cipreses, pinos, alcornoques y encinas; arboles frutales como membrillos, granados y palmas de dátiles; además se representan arbustos variados entre los que se identifican adelfas, arrayanes, boj y laureles a los que se unen diversas especies de flores (rosas, amapolas, crisantemos, violetas y flores de lis), acantos y helechos. Aporta una nota pintoresca y de color la presencia de pájaros (se han reconocido hasta 69 especies diferentes) que revolotean entre los árboles o comen furtivamente de los frutos.


Pinturas del Triclinio estivo. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2013

Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2011

Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2011

Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2011


     El artista sugiere la profundidad espacial, como es usual en la pintura romana, diferenciando con colores vivos y contornos netos los elementos colocados en primer plano, del fondo difuminado que parece envuelto por una sutil niebla. La plasticidad se obtiene a través de rápidas pinceladas claras sobre las superficies curvas de los frutos, los troncos o sobre los nervios o puntas de las hojas. Cierra la composición por encima del cielo azul, sobre el cual se recortan las copas de los árboles, una franja irregular de color marrón que parece indicar una protuberancia rocosa sobre la cual crecen árboles y flores. Para las personas que comían allí era como estar en el interior de una gruta. En contraste, la bóveda estaba decorada con casetones en estuco pintados alternativamente: unos con el fondo azul y victorias aladas sobre candelabros, otros con el fondo blanco y parejas de figuras.


Pinturas del Triclinio estivo. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2011

Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2011

Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2011

Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2011

Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2011

        Este triclinio estivo es una obra de arte de primerísimo nivel, que se adelanta a la pintura renacentista en quince siglos, una muestra más de la refinada elegancia del estilo de Livia, mujer sencilla pero de un gusto exquisito e insuperable como queda patente tanto en su villa como en las estancias destinadas a ella en la casa del Palatino que compartía con Augusto.


Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2013

Detalle. Siglo. I a.C. Museo de las Termas. Roma 2013

Otras importantes salas pintadas en la villa serían aquella decorada con animales enmarcados en recuadros y el pasillo cuadrangular ornamentado a base de elementos arquitectónicos y candelabros estilizados también enmarcados en recuadros sobre un precioso friso.


Sala decorada con animales

Detalle

Detalle

Detalle

Detalle

Detalle

Reconstrucción del pasillo cuandrangular

En ocasión del bimilenario de la muerte de Augusto, el pasado mes de septiembre la Villa de Livia en Prima Porta ha sido reabierta al público así como el pequeño Antiquarium donde se exponen todos los descubrimientos arqueológicos hallados allí, incluida una réplica del Augusto de Prima Porta (el original se encuentra en los Museos Vaticanos). Según Suetonio al morir  Nerón (último emperador de la dinastía Julio-Claudia) “el bosque de laurel se secó y todas las gallinas de la finca murieron” (Suetonio. Vida de Galba. 1). De manera simbólica el sagrado laurel  ha sido replantado, así la memoria de Livia y de Augusto vivirán eternamente en ese lugar legendario.

El recién replantado bosque de laurel

                                            
 
Reapertura de la Villa de Livia

jueves, 16 de octubre de 2014

Cleopatra, la tentación de Roma. 2ª Parte

Supuesto relieve de Cleopatra

Hasta aquí he ido trazando unas pinceladas de la vida de la soberana más fascinante de la historia, ahora me centraré en su apariencia y carácter, un cometido nada sencillo pues no hay ni un solo busto suyo que podamos identificar con total fiabilidad. Únicamente podemos  reconocer con total certeza  a Cleopatra en los espectaculares relieves que adornan la pared sur del templo de Hathor en Dendera, aun cuando los cartuchos donde debía ir su nombre quedaron vacíos; en ellos, ataviada como Isis está acompañada por su hijo Cesarión. Hasta setenta y tres veces aparece representada en el interior del templo como diosa o faraón egipcio; sin embargo, la ausencia de naturalismo y la tendencia a la seriación en la escultura egipcia hace imposible forjarse una idea del aspecto de la reina a partir de ellos. En cuanto  a la escultura de bulto redondo, ocurre lo mismo, pues tan sólo existen un par de retratos más o menos fiables de la reina (cuya atribución está realizada a partir del estudio de las monedas) aunque no presentan ninguna inscripción que permita identificarlos con ella completamente.

Cleopatra. Siglo I a.C. Dendera. Templo de Hator

Cleopatra ha pasado a la historia como una mujer fatal de deslumbrante belleza cuyo poder de seducción no conocía límites. Las fuentes romanas hostiles la tildaron de cortesana insaciable siendo desgraciadamente esa, la imagen más divulgada de la reina a través de los siglos; incluso en la actualidad, en la cultura popular su nombre sigue asociado a un fuerte erotismo. No obstante, la historiografía moderna está centrando su investigación en desmontar tanto esta imagen como la teoría de la belleza extraordinaria de Cleopatra como única baza de su éxito con la finalidad de descubrir a la verdadera reina del Nilo.
Todo esto no quiere decir que Cleopatra fuera poco agraciada como se han empeñado en afirmar algunos investigadores. Lo que significa es que sus logros no tienen tanto que ver con su belleza como con su inteligencia e ingenio. Nuevamente debemos remitirnos a Plutarco que es quien mejor transmite esta idea: “según dicen, su belleza no era tal que deslumbrase o que dejase parados a los que la veían; pero su trato tenía un atractivo inevitable, y su figura, ayudada de su labia y de una gracia inherente a su conversación, parecía que dejaba clavado un aguijón en el ánimo. Cuando hablaba, el sonido mismo de su voz tenía cierta dulzura” (Plutarco. Vida de Antonio. XXVII). En conclusión, Cleopatra no puede considerarse una beldad tipo Simonetta Vespucci (musa de muchos poetas y pintores del Quattrocento de la que toda Florencia estaba prendada hasta el punto que a su muerte prematura la depositaron en un ataúd de cristal para que el pueblo pudiera contemplarla y que Sandro Botticelli inmortalizó en el Nacimiento de Venus), pero tampoco era fea, simplemente el poder de seducción de Cleopatra residía en su personalidad y en su encantadora e ingeniosa forma de ser. De hecho su cultura (que es lo que más impresionó a César) era muy extensa siendo el único monarca de la dinastía Ptolemaica que aprendió el idioma egipcio. “Con la mayor facilidad acomodaba su lengua, como un órgano de muchas cuerdas, al idioma que se quisiese: usando muy pocas veces de intérprete con los bárbaros que a ella acudían, sino que a los más les respondía por sí misma, como a los Etíopes. Trogloditas, Hebreos, Árabes, Sirios, Medos y Partos. Dícese que había aprendido otras muchas lenguas cuando los que la habían precedido en el reino ni siquiera se habían dedicado a aprender la egipcia, y algunos aun a la macedonia habían dado de mano”. (Plutarco. Vida de Antonio. XXVII).
Nada dicen las fuentes sobre el color de su piel ni de sus cabellos; si tenemos en cuenta su ascendencia griega podemos hipotizar que era de piel blanca con largos cabellos que podían oscilar entre el castaño oscuro y el moreno. Tampoco se menciona el color de sus ojos por lo que no deben haber sido excepcionales sino más bien de un color corriente, entre miel y castaños. Sí hace alusión Cicerón con desprecio del tamaño desproporcionado de su nariz, lo que dio pie a que Blaise Pascal en el siglo XVII escribiera sobre ella: “La nariz de Cleopatra: de haber sido más corta, la faz de la tierra habría cambiado completamente”, o lo que es lo mismo, lo que consiguió siendo una mujer de fisonomía normal, qué no hubiera conseguido de haber sido bellísima. Por otro lado, debía ser de pequeña estatura y complexión delicada, tanto como para pasar desapercibida en el interior de un tapiz cuando se presentó ante César por primera vez.

Moneda con el perfil de Cleopatra
Supuesto busto de Cleopatra. siglo I a.C. Lóndres. Museo Británico

Cleopatra se comportaba la mayor tiempo como una reina griega por tanto vestía como tal; lucía sus cabellos trenzados recogidos en un moño bajo con el único adorno de la característica cinta macedónica. Pero en las grandes audiencias y celebraciones la reina brillaba ataviaba con la galas de un faraón o de diosa egipcia (sobre todo como Isis) adornando en esas ocasiones su cabeza con vistosas pelucas ceñidas con las preciosas coronas egipcias y portando los atributos de su realeza. No obstante, el caluroso clima del país del Nilo favorecía el uso de tejidos finos como el lino que se adherían al cuerpo de la reina confiriéndole gran sensualidad de cualquier manera como se ataviase, algo que contrastaba mucho con la manera de vestir de las virtuosas matronas romanas.

Cleopatra en las terrazas de Philae. F.A. Bridman. 1896

En cuanto a su carácter, hay que tener muy claro que ella era por encima de todo la reina de un país milenario cuyas pirámides desafiaban al tiempo 2000 años antes de que Roma ni siquiera existiera; por tanto se conducía como tal. De ahí que el patriciado romano la tachara de soberbia y arrogante. Su actitud hacia ellos era siempre desafiante pues le costaba disimular su superioridad como exigía su posición; ese fue un grave error por su parte pues al contrario de Antonio que supo granjearse las simpatías en Alejandría, ella no supo hacer lo mismo con la sociedad romana. Sin embargo, esa misma consideración tan elevada de de si misma es la que la hacía ser resolutiva, luchadora como nadie, con una gran fuerza de voluntad, independiente, capaz de tomar decisiones en situaciones extremas, de liderar ejércitos…todo ello gracias a una inteligencia inusual en una mujer de su tiempo que consiguió entre otras cosas impulsar la vida espiritual y científica en Alejandría. Por este motivo, por su interés en empaparse de la cultura faraónica y por su luchar por la supervivencia de Egipto, su pueblo la adoraba.
Por otro lado era más cruel que cualquiera de sus rivales romanos pues asesinó a todos sus hermanos para gobernar en solitario, incluida a su hermana Arsinoe que tras desfilar encadenada en el triunfo de César marchó a vivir a Éfeso (su cabeza fue el primer regalo que exigió a Antonio); a su favor sólo puede decirse que en el entorno de la corte ptolemaica la vida era una auténtica lucha por la supervivencia.
En cuanto a la acusación de meretriz por parte de la historiografía romana es algo que no tiene fundamento, pues esas mismas fuentes no mencionan amoríos secundarios. Sólo mantuvo relaciones con dos hombres, a los que ella consideraba esposos. Precisamente su posición no le permitía relacionarse con nadie por debajo de su rango. Hay mujeres nobles romanas que tuvieron conductas más disolutas, tales como Clodia (amante del poeta Catulo que mantuvo relaciones incestuosas incluso con su hermano), Julia (la hija del mismísimo Augusto que no tuvo reparos estando casada en compartir lecho con innumerables hombres) o la emperatriz Mesalina (que incluso compitió con una reputada prostituta a ver quien realizaba más coitos en una noche); ninguna de ellas ha sido tan maltratada por la historia, pero también es cierto que ninguna de ellas aspiró a dominar Roma.

Cleopatra. Massimo Stanzione 1586-1656. San petesburgo Museo del Hermitage 

Toda esta propaganda, de una manera u otra, ha hecho de Cleopatra una de las mujeres más influyentes de la historia a la vez que la convirtieron en fuente de inspiración de numerosos escritores, artistas y cineastas. Las mismas mujeres romanas que la vilipendiaban la imitaban hasta la saciedad. Casi todos los grandes poetas latinos desde los contemporáneos Virgilio y Horacio, así como otros posteriores (Plutarco, Lucano, Propercio) incluyeron a la reina de Egipto en sus obras con más o menos espíritu crítico. En la edad media el gran Dante Alighieri en su Divina Comedia la colocó en el tercer círculo del infierno junto a otras mujeres lujuriosas y en el siglo XVII William Shakespeare publicó su Antonio y Cleopatra; la reina ha inspirado casi  200 las obras de teatros protagonizando incluso Asterix y Cleopatra uno de los populares cómics de la serie.

Asterix y Cleopatra

Por su parte, la artes plásticas han representado a Cleopatra en numerosas actitudes casi siempre cargadas de gran sensualidad; es reseñable que el gran Miguel Ángel Buonarotti que apenas pintó a mujeres la retratara en un grabado e incluso la divina Simonetta fue pintada 15 años después de su muerte por Piero di Cosimo emulando a la reina del Nilo.

Cleopatra. Miguel Ángel Buonarotti. 1532-1533. Museo de Boston


Simonetta Vespucci como Cleopatra. Piero di Cosimo. 1480. Chantilly. Museé Condé

Hasta 50 películas ha protagonizado la soberana egipcia, a la que han dado vida las  más bellas actrices (lo que no ha ayudado mucho a eliminar los tópicos sobre ella); la más famosa es la polémica superproducción Cleopatra de Joseph L. Mackiewicz (1963) interpretada por una inolvidable Elizabeth Taylor cuya imagen caló tan hondo que está indisolublemente ligada a la de Cleopatra; incluso las más famosas muñecas tienen su replica de  la reina del Nilo desde Barbie hasta las modernísimas Monster High.

La Monster High Cleo de Nile

Vivien Leigh, Leonor Valera, Mónica Bellucci y Lindsey Marshal como Cleopatra

Nadie puede presumir de una estela tan inmensa…sólo ella…una mujer de leyenda, una diosa eterna.

Elisabeth Taylor espectacular como Cleopatra-Isis