domingo, 26 de noviembre de 2017

Los matrimonios de Calígula

En lo que respecta a sus matrimonios, no es fácil discernir si su conducta fue más vergonzosa al contraerlos,  al romperlos, o mientras le duraron”
Suetonio. Vida de Calígula (25, 1).

A pesar de su corta vida (murió cuando tenía sólo 28 años), Calígula tuvo una intensa vida sexual. Como es lógico, en esta faceta no iba a ser menos extravagante que en el resto de otros ámbitos de su vida.


Drusila (Beth Morris) y Calígula (John Hurt) en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976


Como ya apunté en otra ocasión, las fuentes coinciden en que sólo por su hermana Drusila, experimentó Calígula un sentimiento asimilable al amor, independientemente de la índole del mismo. Por lo demás, tuvo relaciones con personas de ambos sexos, de cualquier índole social, incluso le tuvo un cariño especial a una prostituta llamada Piralis.
“No respetó ni a su propio pudor ni al ajeno. Cuentan que amó a Marco Lépido (marido de su hermana Drusila), al actor Mnéster y a algunos rehenes, y que mantuvo con ellos relaciones ilícitas. Valerio Catulo, joven perteneciente a una familia de cónsules, llegó a proclamar a gritos que había violado a Calígula y que tenía los costados fatigados de su comercio con él. Además de los incestos que cometía con sus hermanas (algo no corroborado por las fuentes coetáneas al emperador) y de su famosísimo amor por la cortesana Piralis, apenas hubo mujer de condición ilustre que escapara a sus manos. Solía invitarlas a comer con sus maridos, y, mientras pasaban por delante de él, las examinaba con toda su atención y detenimiento, a la manera de los compradores, levantándoles incluso el rostro con la mano cuando lo bajaban por pudor; luego abandonaba el triclinio cada vez que le apetecía, llevándose consigo a la que más le gustaba, y poco después volvía, con las marcas de la lascivia todavía frescas, y alababa o criticaba abiertamente a su compañera, enumerando todas las cualidades o defectos que había encontrado en su cuerpo y en su manera de hacer el amor. Envió a algunas al divorcio en nombre de sus maridos ausentes y ordenó que así constara en las actas oficiales” (Suetonio. Vida de Calígula, 36).


La copa Warren muestra escenas homoeróticas. Siglo I d.C. Lóndres. Museo Británico


Estuvo casado cuatro veces. En primeras nupcias contrajo matrimonio por orden de Tiberio con Junia Claudia, hija del senador Marco Junio Silano, que tanto apoyó a Calígula los primeros meses de su gobierno. Murió de parto antes de que Calígula vistiera la púrpura imperial.
Su segundo matrimonio (con Livia Orestila) fue mucho más escandaloso. Tanto Suetonio como Dión Casio narran que habiendo asistido como invitado a la boda de Cayo Calpurnio Pisón tras la ceremonia le arrebató la novia al joven esposo y que cansado de ella la repudió a los pocos días. “El día de la boda de Livia Orestila con Cayo Pisón, ceremonia que él había querido honrar con su presencia, ordenó que la novia fuera conducida a su casa; luego, al cabo de pocos días, la repudió, y dos años después la relegó, porque parecía haber reanudado en el intervalo las relaciones con su anterior marido. Según otros, cuando fue invitado al banquete nupcial, mandó decir a Pisón, que se sentaba enfrente de él: “no estreches tanto a mi esposa”, y al punto la sacó de la reunión llevándosela consigo; al día siguiente declaró en un edicto que se había procurado un matrimonio a la manera de Rómulo y Augusto (es decir quitando la esposa a su marido)”. (Suetonio. Vida de Calígula, 25, 1).
Su tercera esposa fue Lolia Paulina. En esta ocasión hizo venir a la joven patricia desde la provincia gobernada por su entonces marido Memmio Regulo (del que la obligó a divorciarse) porque había escuchado que su abuela había sido una de las mujeres más bellas de su tiempo. Igualmente la repudió al poco tiempo alegando infertilidad, prohibiéndole volver a besar ni a tener trato carnal con nadie.


Cesonia (Helen Mirrer) y Calígula (Malcolm Mcdowel) en un fotograma de Calígula. 1984

      Su cuarto y último matrimonio no fue menos indecoroso. En esta ocasión convirtió en emperatriz a Milonia Cesonia, una mujer no muy joven ni bella ni de ilustre linaje, madre de tres hijas de un matrimonio anterior. Al parecer compartía los gustos perversos del emperador, de ahí que éste le profesara “un amor ardiente y duradero”, según Suetonio, “llegando a mostrarla a menudo a sus soldados ataviada con una clámide, un escudo y un casco, y cabalgando a su lado, e incluso completamente desnuda a sus amigos” (Vida de Calígula, 25,3). Con ella tuvo Calígula en el año 39 su única hija a la que llamó Julia Drusila en honor de su añorada hermana. El emperador sentía gran devoción por la pequeña y solía exclamar con orgullo que no dudaba de su paternidad debido a la fiereza de la pequeña, que aún a tan corta edad trataba de herir a otros niños cuando jugaban con ella.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Calígula y el Senado

[A su caballo Incitato] se dice que hasta tenía pensado otorgarle el consulado”                                                                                       Suetonio. Vida de Calígula, 55, 3
Las relaciones de Calígula con el Senado se fueron deteriorando progresivamente, hasta el punto que ningún senador estaba seguro cerca de él. El desprecio que sentía el emperador hacia los senadores queda reflejado en la famosa cita de Suetonio. El historiador, en contra del tópico popular que afirma que Calígula nombró cónsul a su caballo, apuntó que se decía que tenía pensado hacerlo, no que lo hiciera de manera categórica. En definitiva, el célebre episodio no es más que otra burla más de Calígula hacia las altas magistraturas del Estado, en el sentido que consideraba tan ineptos a quienes las ostentaban, que hasta un caballo lo haría mejor.
       Aunque se desconoce cuál fue el origen de los conflictos, sí sabemos con certeza que desde que Tiberio se trasladó a Capri el Senado adquirió más autonomía y se había acostumbrado a tomar sus propias decisiones. Algo que Caligula no estaba dispuesto a permitir.
Lo primero que hizo el emperador para eliminar a senadores hostiles fue desempolvar los juicios por traición pendientes de juicio desde los tiempos de Tiberio (y que Calígula había fingido destruir cuando llegó al trono imperial). Los cónsules fueron destituidos (estando varios días el Estado sin esta sagrada magistratura) y muchos senadores fueron juzgados y, en muchas ocasiones, ejecutados. La ley de lesa majestad (que protegía al Estado de conjuras o sediciones) empezó a aplicarse caprichosamente. Los condenados perdían todos sus bienes que iban a parar al Tesoro Público.


Senadores en el Ara Pacis Augustae. 13-9 a.C. Roma

 Los senadores eran tratados como miembros de una corte oriental, siendo obligados a humillarse ante el emperador. La adulación y el soportar las vejaciones se convirtieron en el única arma de los senadores para sobrevivir. Pues la caída en desgracia no sólo podía suponer la muerte o el exilio, sino también la privación de riquezas para la supervivencia de sus familiares y la pérdida del prestigio de su linaje, a veces antiquísimo.
“Había un cierto Protógenes, que ayudaba al emperador en sus asuntos más duros que siempre llevaba consigo dos libros, uno de los cuales llamaba su espada (donde apuntaba la gente que iba a ser ejecutada) y el otro su daga (donde anotaba a aquellos que se les iba a conceder la oportunidad del suicidio). Este Protógenes entró en el Senado un día como si fuera a tratar otros asuntos, y cuando los senadores lo saludaron con naturalidad, él lanzó una mirada siniestra a Escribonio Próculo y exclamó: “¿No me saludas? ¿Es que odias al emperador?”. Al escuchar esto los allí presentes rodearon a su compañero y lo despedazaron. Cuando Cayo (Calígula) mostró placer ante esto, declaró que se había reconciliado con ellos. Así, los senadores aprobaron celebrar varios festivales en su honor al mismo tiempo que decretaron que el emperador ocupara una alta plataforma en la misma Curia, para evitar que nadie se le acercara y aprobaron que militares lo protegieran incluso allí; también le ofrecieron que sus estatuas debían ser custodiadas. Cayo (Calígula)  dejó al lado su ira contra ellos, y con impetuosidad juvenil hizo algunas cosas excelentes”. (Dión Casio. Historia romana. 26, 1-4). Este estremecedor relato de Dión Casio, sea cierto o no, muestra con gran crudeza cómo la relación de Calígula con la principal institución de Roma quedó reducida al sometimiento y el miedo.


Calígula. Siglo I d.C. Nápoles. Museo Arqueológico Nacional

Aunque Suetonio no recoge este episodio, describe otros en la misma línea. Por ejemplo cuando Calígula se desplazó a Germania a una expedición militar, frustrado al no tener enemigos con los que combatir “abandonó la asamblea y se dirigió inmediatamente a Roma, volviendo toda su ira contra el Senado, al que amenazaba abiertamente para desviar los rumores de tantos actos vergonzosos, quejándose, entre otras cosas que se le había privado del triunfo completo, aunque él mismo había ordenado poco antes, incluso bajo pena de muerte, que no se abriera ninguna deliberación sobre los honores debidos a su persona. Así, cuando una comisión de este ilustrísimo cuerpo vino a verle, mientras se hallaba en camino, con el ruego de que apresurara su regreso, le respondió a grandes voces: “llegaré, llegaré y ésta conmigo”, mientras golpeaba repetidas veces la empuñadura de la espada que llevaba en su cintura. Por un edicto hizo saber además […] que para el Senado no volvería a ser ni un conciudadano ni un príncipe. Prohibió incluso que ningún senador le saliera al encuentro. (Vida de Calígula. 48, 2 y 49, 1-2).
En conclusión, queda patente con estos relatos que Calígula vertió todo su odio contra la institución que podía suponer un límite a su poder absoluto.

domingo, 12 de noviembre de 2017

El Palacio de Calígula en el Palatino

(Calígula) cortó en dos el templo de Cástor y Pólux en el Foro Romano e hizo a través de él un acceso al palacio que corría directamente entre las dos estatuas, en orden, como solía decir, de tener a los dioscuros de guardianes de su casa”
Dión Casio. Historia Romana. 28, 5


Reconstrucción de la Domus Tiberiana y Palacio de Calígula

En los inicios del Principado de Calígula varias casas dispersas pertenecientes a la familia imperial se diseminaban por el Palatino. El nuevo emperador le dio al conjunto cierta homogeneidad, construyendo algunas estructuras con la finalidad de crear un espacio unitario. Para ello, amplió hacia el lado noroeste del Palatino el Palacio de Tiberio (el primero que se construyó en esta área), que tenía una fachada sobre el Foro y otra hacia el Velabro. El nuevo edificio se ubicaría al sur del Templo de Castor y Polux y de la Fuente de Juturna.
Nada queda del alzado del edificio, por lo que todos son conjeturas en relación a su aspecto. Se piensa que en la planta baja estarían las estancias del servicio y almacenes, mientras que en la primera planta se distribuirían las estancias principales. El Palacio poseería también un atrio y una piscina que seguramente estaba unida a un triclinio donde el emperador llevaría a cabo sus actividades lúdicas y sociales.
En la zona de la piscina se encontró una inscripción [ger]MANICI F, lo que la asocia a época de Calígula. El atrio, con sus 26,5 x 22,30 metros es el más grande descubierto jamás en el mundo romano. Sus muros eran de mármol travertino. No se han hallado trazas del impluvium y de las columnas que lo sostenían, sólo se han conservado pequeños fragmentos. Al sur del mismo se encontraba el tablinum con un muro que lo atravesaba en dirección al atrio.



Restos del Templo de Cástor y Polux y el Palacio de Calígula

A pesar de los escasos restos conservados, lo que verdaderamente ha llamado siempre la atención de arqueólogos y estudiosos es la búsqueda de vestigios arqueológicos que diesen veracidad a los escritos de los historiadores clásicos que afirman que Calígula usó el templo de Cástor y Polux como vestíbulo de su palacio. Al mismo tiempo dicen que el emperador construyó un puente de madera para conectar el mismo con el templo de Júpiter Óptimo Máximo en el Palatino, teniendo así contacto directo con el dios supremo de la religión romana. (Suetonio. Vida de Calígula. 22, 4). Del puente no se ha encontrado ningún rastro, a pesar de que Flavio Josefo también refiere en su obra que Calígula una vez arrojó monedas al pueblo desde el techo de la Basílica Julia. Si esto es cierto, debería haber existido una estructura que le permitiera el acceso hasta allí. Quizás, de haber existido, fuera de madera y hubiera sido retirada posteriormente por Claudio.
“Tras haber transformado en vestíbulo el templo de Cástor y Pólux, se colocaba a menudo entre los dos divinos hermanos y se mostraba a los visitantes en el centro del grupo para que lo adoraran” (Suetonio. Vida de Calígula. 22, 2). En 2013, las excavaciones llevadas a cabo por arqueólogos de la Universidad de Oxford y Stanford en el Foro Romano sacaron a la luz restos de muro y cimientos probablemente pertenecientes al Palacio de Calígula. Estos restos parece que de alguna manera estuvieron conectados al templo. Más revelador es el hecho que también encontraran un desagüe que va en dirección norte desde el Palacio de Calígula y atraviesa la calle al sur del templo de Cástor y Pólux. Debido a que la calle ya tenía un desagüe en dirección oeste, no tenía sentido la construcción de otro, salvo que  al unir el palacio al templo, Calígula hubiera construido un nuevo sistema de drenaje. No obstante, el responsable de la Superintendencia Capitolina para los Bienes Culturales de Roma se mostró cauto y señaló que debían esperarse nuevas excavaciones en el área antes de confirmar tales teorías.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Calígula, un dios caprichoso

Calígula tras la muerte de Drusila empezó a mostrarse más trastornado que nunca. Este desequilibrio mental se manifestó en su sentido más profundo en el ámbito religioso, en el que desarrolló una serie de políticas muy controvertidas.

Busto de Calígula. Siglo I d.C. Copenhage. New Carlsberg Glyptotek. 
Fotografía de Bill Storage, Laura Maish, John Pollini y Nick Stravrinides


Durante su Principado, Augusto sólo permitió que se le rindiera culto divino en vida en las regiones orientales, únicamente como una medida de acercamiento a pueblos acostumbrados a divinizar a sus gobernantes y siempre asociando su figura a la de la diosa Roma. Solamente después de su muerte fue elevado a los altares en todo el Imperio e incluso en la misma Roma como antes de él únicamente lo había sido Julio César. Ambos recibieron este honor tras  una vida dedicada al engrandecimiento del poder de Roma y empujados por el gran amor que les profesaba el pueblo. Calígula no sólo divinizó a su fallecida hermana (una joven que no había cosechado mérito alguno) sino que empezó a considerarse él mismo un dios y a exigir al Senado y al pueblo romano que le rindieran culto divino. Este viraje religioso puede asociarse en parte a su programa político, muy afín a las monarquías orientales, lo que chocaba con la mentalidad de Occidente.

Augusto y Roma. Detalle de la Gema Augustea. siglo I d.C, Viena. Kunsthistorisches Museum

Así empezó a aparecer en público vestido como semidios (Hércules), como dios (Mercurio, Apolo o Júpiter) o incluso como diosa (Venus o Luna) “Después de haber adoptado un gran número de sobrenombres (se le llamaba, en efecto, “Pío”, “Hijo de los Campamentos”, “Padre de los Ejércitos”, César Óptimo Máximo”) al oír casualmente a los reyes que habían venido a Roma a presentarle sus respetos discutir ante él durante la comida sobre la nobleza de sus linajes, exclamó: “haya un solo soberano, un solo rey”, y poco faltó para que tomara al punto la diadema y transformara la apariencia del Principado en una monarquía. Pero como le recordaron que él había sobrepasado la altura de los príncipes y de los reyes, comenzó desde ese momento, a atribuirse majestad divina”. (Suetonio. Vida de Calígula, 22, 1-2).
A veces firmaba los documentos públicos como Júpiter. Incluso se construyó tres templos en los que recibir culto: dos en Roma y uno en Mileto. Creó además un grupo de sacerdotes y víctimas rarísimas (flamencos, pavos reales, urogallos y faisanes). Afirma Suetonio que en uno de sus templos de Roma colocó una escultura suya de oro, que cada día vestía con las mismas vestiduras que él llevara.

Calígula (John Hurt) como Venus en un fotograma de la serie Yo, Claudio, 1976

En general, y probablemente movidos por el miedo, todos aceptaron la pretendida divinidad del emperador. Cuenta Dión Casio que “en una ocasión un galo, al verlo proferir oráculos desde una plataforma elevada disfrazado de Júpiter, se echó a reír. Entonces Cayo (Calígula) lo llamó a su presencia y le preguntó: “¿Quién te parece que soy? Y el otro respondió (doy sus palabras exactas): una gran farsa. Sin embargo, el hombre no sufrió ningún daño ya que sólo era un zapatero. Pues alguien de la dignidad de Cayo podía soportar la franqueza del rebaño común más fácilmente que de aquellos que ocupan un alto cargo” (Historia Romana, 26, 8-9).
Solamente los judíos causaron graves conflictos en Oriente, al negarse a rendir culto al emperador, por lo que surgieron diversas revueltas en la ciudad de Jamnia a causa de la construcción de un altar. Fue tal la escalada de violencia que los dirigentes locales ordenaron destruirlo. En venganza Calígula ordenó que se erigiera una enorme estatua suya en el Templo de Jerusalén. El gobernador de Siria, Publio Petronio, retrasó lo posible la ejecución de la orden, temeroso de que tal acto blasfemo diera lugar a una guerra. Finalmente, parece que Calígula revocó dicho mandato aconsejado por sus asesores.

Posible réplica del Zeus de Olimpia, obra de Fidias  San Petesburgo. Museo del Hermitage

Otras medidas que adoptó Calígula y que ocasionaron malestar en algunas puntos del Imperio fue la de sustituir la cabeza de los dioses (algunos realizados por importantes escultores antiguos) por la suya propia. Cuenta la leyenda que cuando los soldados romanos se acercaron al famoso Zeus de Olimpia con esa intención, la escultura emitió una sonora carcajada, por lo que huyeron asustados sin cumplir la orden (Dión Casio. Historia Romana, 28, 4). En Roma, narran las fuentes antiguas, que construyó un puente por encima del Palatino hasta el Capitolio para tener contacto directo con Júpiter Óptimo Máximo y que unió el templo de Castor y Pólux a su propio Palacio. Los arqueólogos debaten aún sobre la veracidad de estos hechos en base a los vestigios arqueológicos del Foro Romano.
¿Había perdido la cordura totalmente Calígula al comportarse de este modo? Yo pienso que no, que nunca perdió el sentido de la realidad sino que su divinización fue exclusivamente un pulso destinado a demostrar al mundo su omnipotencia, tras los ecos de la famosa frase que dirigió a su abuela Antonia “recuerda que todo me está permitido y con todas las personas” (Suetonio. Vida de Calígula, 29,1). Al mismo tiempo, un poder político de origen divino no podía ser puesto en entredicho por humanos ni someterse a los designios del Senado. Sin embargo, la idea de divinización de un emperador vivo era una de las que más horrorizaban al pensamiento occidental, a pesar de su presunta aceptación por todos los estratos de la sociedad romana.