domingo, 23 de diciembre de 2018

Feliz Navidad y Año 2019

              De nuevo nos encontramos a las puertas de un año nuevo y como siempre me gusta mirar a atrás y analizar los momentos buenos y malos del año que se va. Tengo que decir que en lo que respecta a la arqueología romana ha sido muy positivo.
Para empezar desde el mes de abril hemos podido disfrutar del nuevo recorrido habilitado en el Foro romano y que me permitió realizar uno de mis grandes sueños: visitar las casas de mis queridísimos Augusto y Livia, que tanto deleite me proporcionaron en mi maravillosa visita a Roma del mes de mayo.


Sala de los Pinos en la Casa de Augusto. Siglo I a.C. Roma. 2018

              El otro lugar que nunca dejará de asombrar es Pompeya, según mi opinión el hito más grande de la arqueología junto al descubrimiento de la tumba de Tutankamon. Tras años de abandono y degradación que tuvieron su culmen cuando en el año 2010 se derrumbó la Casa de los Gladiadores, la ciudad vesubiana está viviendo una nueva edad dorada: a las reaperturas de espacios realizadas durante el año 2017, se han unido en el 2018 otras nuevas restauraciones e increíbles descubrimientos, gracias al desarrollo del Gran Proyecto Pompeya financiado por fondos europeos y del estado italiano.
              Uno de los grandes logros ha sido el reinicio de las excavaciones en el área casi inexplorada conocida como regio V, en la que están sacando a la luz numerosos frescos de gran calidad artística como el Príapo de la Casa de Júpiter (el segundo de esta característica hallado en la ciudad en la que el dios pesa su miembro viril como símbolo de virilidad y fertilidad) o la representación más sensual jamás hallada del mito de Leda y el Cisne.


Príapo de la Casa de Júpiter


Leda y el cisne. Pompeya

Leda y el cisne. Pompeya

              Otro importantísimo descubrimiento ha sido el de una inscripción que desmonta la teoría aceptada desde siempre de que el Vesubio estalló el 24 de agosto del año 79 d.C, tal y como se había interpretado de la lectura de una carta de Plinio el joven (superviviente de la tragedia). La inscripción está datada a 16 días de las calendas de noviembre, o sea, lo que coincidiría aproximadamente sobre el 24 de octubre de ese año 79.
Y por último el 21 de diciembre llegaran otras asombrosas reaperturas de espacios hasta hora no visitables, como el regalo de navidad más hermoso; entre éstas destacan el Santuario de Isis, la Casa del Ancla y sobre todo la maravillosa Casa de la Fuente Grande.


Templo de Isis. Siglo II a.C. Pompeya


Casa de la Fontana Grande. Siglo I a.C. Pompeya


Casa de la Fontana Grande. Siglo I d.C. Pompeya


Casa del Ancora. Pompeya

Mosaico de entrada que da nombre a la Casa del Ancora. Pompeya

No se puede pedir más… el legado romano palpita más vivo que nunca, de hecho el Coliseo se ha coronado una vez más como la primera maravilla del mundo en la clasificación que anualmente realiza Triadvisor, ocupando las excavaciones de Pompeya el cuatro lugar.
Desde aquí deseo una Feliz Navidad a todos los lectores del blog y un magnífico 2019, en el que espero acabar el año recordando que el que el gran hito arqueológico fue la anhelada reapertura al público del Mausoleo de Augusto. Sólo así podrá él descansar en paz, sabiendo que su toda su obra está a salvo. Volvemos en enero.

Fuente: https://notizie.tiscali.it/regioni/campania/articoli/neve-napoli-vesuvio-imbiancato-00001/


lunes, 17 de diciembre de 2018

Claudio en su faceta de escritor

Durante su difícil adolescencia en el seno de la familia imperial, Claudio (ignorado por casi todos sus ilustres parientes) se volcó en la investigación histórica dando lugar a una vasta producción literaria que nadie se tomó muy en serio. Es una lástima que no haya llegado hasta nosotros ninguna de sus obras, pero por las fuentes antiguas sabemos que fue muy prolífico y que sus historias abarcaron desde los tiempos antiguos al Principado de Augusto (en el que vivió hasta su juventud).
Sus creaciones principales fueron una historia de los etruscos junto con un diccionario del idioma de esta enigmática civilización, 8 libros sobre la historia de Cartago y un curioso libro sobre el juego de dados. Escribió también una Defensa de Cicerón contra los libros de Asinio Galo. Asimismo Suetonio indica que firmó una autobiografía en 8 volúmenes, idea que recogió el genial Robert Graves para crear su mítica novela Yo, Claudio. Suetonio subraya que éste último libro era de escritura elegante aunque de contenido absurdo, según su opinión.
En cuanto a la historia romana tomó como punto de partida el asesinato de César para después continuar con la Pax Augusta, pero lo abandonó porque tanto su madre Antonia como su abuela Livia censuraron muchos pasajes de la obra, poniendo coto a su libertad de expresión. Así y todo completó 41 tomos.


Claudio. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticano

Claudio escribió influenciado por el gran historiador romano Tito Livio. Un rasgo común en todas sus obras era el gran detallismo en la narración, lo que en ocasiones podía cansar al lector, pero que demuestran sus grandes conocimientos sobre multitud de temas históricos. De hecho, en su política puso de manifiesto la gran admiración que sentía por Julio César intentando llevar a cabo, durante su Principado, muchos de los proyectos interrumpidos por la muerte del dictador.
Sin embargo, debido a la opinión que sus contemporáneos tenían de él, no tuvo mucha suerte en la difusión de su obra. Cuenta Suetonio que “la primera vez que la confió a un auditorio numeroso, a duras penas consiguió acabar de leerla, pues él mismo enfriaba a cada paso su propio ardor. En efecto, al comienzo de su lectura, la obesidad de uno de sus asistentes hizo que se rompieran varios asientos, y este hecho dio lugar a que estallaran las risas; luego, incluso cuando se calmó el alboroto, no podía dejar de recordar a cada instante el incidente, lo que volvía a provocar las carcajadas” (Vida de Claudio, 41, 1). Por circunstancias de este tipo, continúa Suetonio, que siendo ya emperador “dio constantemente lecturas públicas [de lo que escribía] recurriendo a los servicios de un profesional” (Vida de Claudio, 41, 2).
Escribió también dos historias en griego: la de los tirrenos, en 20 volúmenes, y la de los cartagineses (ya mencionadas). “Por este motivo, se añadió al antiguo Museo de Alejandría otro nuevo que llevaba su nombre, y se estableció que todos los años, en una fechas determinadas, se leyeran, como en un auditorio, en uno la historia de los tirrenos, y en el otro la de los cartagineses, por entero y alternándose lectores” (Suetonio. Vida de Claudio, 42, 2).
Las fuentes también hablan de que Claudio inventó tres letras nuevas y siendo emperador logró que se generalizara su empleo. No obstante, cayeron en desuso a su muerte por no considerarse necesarias. Dos de ellas, cumplían la función de las actuales Y y W.

Letras Claudias
Fuente: De Desconocido - English Wikipedia[1], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2914092

domingo, 9 de diciembre de 2018

Conclusiones finales del Principado de Claudio


Claudio. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticano

A pesar de la opinión negativa que sus contemporáneos tenían de Claudio, tal y como ponen de manifiesto las principales fuentes antiguas, la historiografía moderna no duda en considerarlo, independientemente de sus errores, como un buen emperador, corriente a la que me adscribo. Según mi opinión, el desprecio que sentían por él la mayoría de sus coetáneos nacía de la incapacidad de digerir que los gobernara alguien a quien consideraban inferior debido a sus problemas físicos: cojera, tartamudez, etc.
En primer lugar, Claudio demostró ser más sabio que muchos de sus iguales al haber conseguido sobrevivir a los sangrientos reinados de Tiberio y Calígula, en los que tantos hombres y mujeres que se consideraban más inteligentes que él, perecieron.
Por otro lado, según las fuentes antiguas fue autor de una vasta producción literaria, tanto en latín como en griego, siendo definido por las mismas como culto y erudito. Éstas inciden en que solía citar con frecuencia versos de Homero, algo de lo que no podían jactarse la mayoría de personas de su época.
Asimismo, amplió las fronteras del imperio con la conquista de Britania y realizó importantes obras de ingeniería para paliar las hambrunas que asolaban a la población muy frecuentemente; entre éstas destacan la ampliación del Puerto de Ostia, que pretendía  favorecer el abastecimiento de grano, y las obras de desecación del lago Fucino que permitieron un mayor aprovechamiento de las tierras aptas para el cultivo.
A quienes lo acusaban de débil y fácilmente influenciable por sus libertos y mujeres,  les respondió dividiendo las funciones administrativas entre varias personas, con el deseo de mermar la influencia del liberto imperial Calixto, tan poderoso durante el Principado de Calígula y, al principio, no prescindible debido a su eficaz control de la maquinaria de la Administración. Cuando alguno cambió no afectó a la dirección política lo que deja claro que las decisiones las tomaba el emperador.


Emperador Claudio. Siglo I d.C. Nápoles. Museo Archeologico Nazionale

También influyó Claudio en conceder la ciudadanía romana a muchos más habitantes del Imperio que sus predecesores; él era consciente de que los territorios más allá de Italia no sólo estaban para soportar una gran carga impositiva sino que también debían beneficiarse de las ventajas de ser ciudadanos.
En cuanto a sus mujeres, mostró debilidad sobre todo por Mesalina, aunque no dudó en ejecutarla cuando se sintió traicionado. Sin embargo en su relación con Agripina y su preferencia por Nerón primó por encima de todo el deseo de dejar un heredero de la gens julia y fuerte a su muerte, que él presentía cercana debido a sus grandes problemas de salud. Su mayor preocupación en sus últimos años era dejar una Roma estable, sin correr riesgos de nuevas guerras civiles. De hecho cuando Británico estaba a punto de alcanzar la mayoría de edad, el emperador dio muestras de querer favorecerlo a él y prescindir de su mujer e hijastro, algo que no le permitieron.

domingo, 2 de diciembre de 2018

La divinización de Claudio

“Comenzando luego por hacer ostentación filial, [Nerón] enterró a Claudio con un magnífico funeral, hizo su elogio fúnebre y lo incluyó entre los dioses”
Suetonio. Vida de Nerón, 9.

Camafeo que representa la Apoteosis de Claudio. Siglo I d.C. París. Cabinet des Medailles
Fuente: Di I, Sailko, CC BY 2.5, 


              Una de las primeras medidas de Nerón tras acceder al trono imperial fue la de decretar la divinización de Claudio, quizás movido por el deseo de legitimar su posición como divus filius. Según Tácito “se celebra un solemne funeral semejante al del divino Augusto, tratando Agripina de rivalizar con la magnificencia de su bisabuela Livia” (Anales, XII, 69, 3). No obstante, continúa Tácito afirmando que no se leyó el testamento del difunto temiendo que la preferencia de éste hacia Nerón en detrimento de Británico soliviantara a las masas. Este hecho es prueba fehaciente de los muchos romanos que preferían a Británico, y que sabían las intenciones de Claudio de volver a cambiar el testamento, algo que impidió su asesinato.
              Así, Claudio se convirtió en el tercer romano mortal tras Julio César y Augusto en subir a los altares. Este hecho demuestra que no lo debió hacer tan mal pues el Senado y el Pueblo no lo hubieran permitido de haber sido considerado nefas (como en el caso de Calígula). No obstante, el culto a Claudio no tuvo tanta difusión como el de sus dos predecesores.
        Contribuyó a ello, la venganza planeada por Séneca, que nunca disimuló su aborrecimiento por Claudio, al escribir su obra “Apocolocyntosis divi Claudi”, es decir, “La Calabacificación del divino Claudio” una sátira escrita en prosa en la que se burlaba del ascenso de Claudio a los altares, pues el título parece referirse la divinización de la estupidez, demostrando claramente lo que le parecía a Séneca el asunto.
              La obra narra la muerte de Claudio, su ascensión a los cielos y el juicio de los dioses. Tras pasar por una serie de fases en las que se sacan a la luz todos los defectos del emperador, haciendo hincapié en su tartamudez y los errores cometidos durante su Principado, los dioses deciden que no lo consideran dignos de divinidad y lo condenan al Hades.



Claudio como Júpiter. Siglo I d.C. Museos Vaticano. Roma 2018

              Los motivos de Séneca son claros pues guardaba gran rencor hacia Claudio al haberlo desterrado, según él injustamente. El hecho de haberlo hecho volver del exilio no palió el rencor del filósofo como evidencia la obra. Es significativo que la misma no fuera censurada, lo que demuestra la falsedad de Nerón a la hora de haber ordenado la apoteosis. Otro significado que se atribuye a la sátira es que Séneca quería advertir que si se abusaba de las deificaciones el pueblo podía perder la fe en los dioses, porque si alguien tan despreciable como el consideraba a Claudio podía acceder a los altares, se devaluaba el sentido de la deificación. De hecho de 84 emperadores romanos, sólo 17 fueron deificados contándose entre ellos los considerados por la mayoría los mejores y más importantes.
“Aquí debo asentar lo que sucedió en el cielo en el décimo-tercer día de este año, el año que nos ha hecho penetrar en una nueva era tan gloriosa. Ni malicia ni favor para nadie. Está bien, ¿no es cierto? Si alguien me pregunta cómo obtengo mi información, bueno, en primer lugar, si no quiero contestar, no contestaré. ¿Quién me obligará a hacerlo? Soy un hombre libre, ¿no es cierto? Fui liberado el día en que murió un conocidísimo personaje, el hombre que hizo cierto el proverbio «o nacer emperador, o idiota». Sin embargo, si decido contestar diré lo primero que me surja a los labios. ¿Acaso los historiadores se ven obligados alguna vez a presentar testigos al tribunal, para jurar que han dicho la verdad? Aun así, si me fuese necesario llamar a alguien, llamaría al hombre que vio el alma de Drusila camino del cielo; jurará que vio a Claudio tomar el mismo camino, «con paso vacilante» (como dice el poeta). Ese hombre no puede dejar de observar todo lo que sucede en el cielo; es el Custodio de la Vía Apia, que, por supuesto, es el camino que tomaron Augusto y Tiberio cuando fueron a unirse a los dioses. Si se le pregunta en privado, dirá la misma historia, pero no hablará cuando haya mucha gente cerca. Es que desde que juró ante el Senado que había visto a Drusila subir al cielo, y nadie creyó la noticia, que por cierto era demasiado buena como para ser verdadera, ha jurado solemnemente no volver a contar nada de lo que ha visto... ni siquiera aunque vea asesinar a un hombre en la plaza del Mercado. Pero lo que él me contó yo ahora lo repito, y buena suerte para él” (Primer párrafo de La Calabacificación del divino Claudio. Traducción de Robert Graves, incorporada en Claudio el dios y su esposa Mesalina).