jueves, 22 de diciembre de 2016

Feliz Navidad y Año 2017

           En estos días, como nuestros antepasados romanos hacían en las Saturnales hace más de 2.000 años, celebraremos la Navidad y el Año Nuevo. Como ellos aunque en un entorno diferente, disfrutaremos de las fiestas más entrañables y familiares del año derrochando como entonces alegría, intercambiando regalos y organizando banquetes en compañía de nuestros seres más allegados.
Por este motivo, en mi último artículo del año quiero rendir un pequeño homenaje a aquellos que no podrán celebrar la Navidad con el espíritu festivo que las acompaña y, en especial, a las víctimas de los terremotos que han sacudido la península italiana desde el pasado 24 de agosto y que han hecho temblar con intensidad incluso los cimientos de la ciudad que Augusto nos legó, causando daños en 1500 de sus edificios. Sin embargo, como una vez leí, Roma es la favorita de los dioses y sobrevivirá, más allá incluso del tiempo, pero en muchos lugares del centro de Italia este 24 de diciembre numerosas personas, no sólo no podrán sentarse a cenar con los familiares y amigos que perdieron durante esos aciagos días, sino que ni siquiera tendrán un hogar propio en el que cobijarse. En Amatrice, Norcia y el resto de poblaciones arrasadas, no habrá árboles de Navidad, decoración en los locales comerciales ni luces de colores iluminando en las que fueron sus preciosas calles. Con todo mi cariño, he escrito este poema para ellos, porque los llevo en mi mente y en mi corazón, con la esperanza certera de que un día no muy lejano volverán a poder celebrar una Nochebuena entre los muros reconstruidos de su adorada tierra, al calor de una llama prendida por los que ya no volverán.

Lágrimas al viento,
caricias saladas
para una tierra herida,
otrora palpitante,
hoy tan sólo un despojo
por el que escapa la vida.
Y en torno a ella…sólo silencio

En un segundo,
el rugido inclemente
de las entrañas del Averno,
siembra destrucción y muerte,
pintando de una lluvia gris
el inmenso firmamento,
que agoniza en una niebla sin fin.

El alma se desgarra
al contemplar de rodillas
la patria que te acunó,
hoy reducida a cenizas,
devorado en un clamor amargo,
la esencia de sus raíces,
las huellas de su pasado.

Más no morirás, no,
si el sol que te vio nacer
te envuelve en su resplandor
y, acarician tus orillas
el mismo mar, el mismo cielo,
herencia de mil siglos,
hogar de tus ancestros.

Mientras mil labios te nombren
jamás perecerás.
Tu fuerza vencerá al cruel hado
y un día volverá a palpitar,
 entre laderas y montes,
tu silueta incomparable
dominando el horizonte.
                     



Lacrime al vento,
carezze salate
per una terra ferita,
un giorno palpitante
oggi, solo uno spoglio,
per dove scappa la vita.
E intorno a lei....soltanto silenzio.

In un attimo,
il ruggito inclemente
del centro dell’Averno,
semina distruzione e morte
dipingendo di grigia pioggia
l’inmenso firmamento
che agonizza tra la densa nebbia.

L’anima si lacera
al vedere in ginocchio
la patria che ti allatò,
ora ridotta a cenere,
divorato in un clamore amaro
l’essenza delle sue radici
l’impronta del suo passato.

Ma non moriai, no,
se il sole che ti vide nascere
ti avvolge nel suo bagliore,
e carezzano le tue rive
lo stesso mare, lo stesso cielo,
erede di mille secoli
dimora dei tuoi avi.

Se batti nei nostri cuori
mai scomparirai.
La tua forza ti farà vincere,
e un giorno tornerà a palpitare
tra i colli e il monte
il tuo contorno inmortale
dominando l’orizzonte.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Juicio por la muerte de Germánico

“Germánico viendo próximo su fin habló a los amigos que lo rodeaban en estos términos: si yo muriera por disposición del hado, tendría derecho a dolerme incluso frente a los dioses, por arrebatarme a mis padres, a mis hijos, a mi patria, en plena juventud con una muerte tan prematura. Pues bien, ahora, detenido en mi carrera por el crimen de Pisón y Plancina, confío mis últimos ruegos a vuestros pechos: que hagáis saber a mi padre y a mi hermano por qué crueldades desgarrado, por qué asechanzas rodeado he terminado mi desdichada vida con la peor de las muertes. Si a algunos movían hacía mí en vida mis esperanzas, si a alguno la comunidad de sangre, si a alguno incluso la envidia, llorarán el que yo, antaño floreciente y tras haber sobrevivido a tantas guerras, haya caído víctima del dolo de una mujer. Tendréis ocasión de quejaros ante el Senado, de invocar las leyes. No es la principal obligación de los amigos el acompañar al que muere con una inútil lamentación, sino el recordar su voluntad y cumplimentar sus mandados. Llorarán a Germánico incluso los desconocidos, lo vengaréis vosotros, si erais amigos míos más que de mi fortuna. Mostrad al pueblo romano a la que es nieta del divino Augusto y esposa mía, contadle mis seis hijos: la misericordia se pondrá del lado de los acusadores, y a los que traten de fingir órdenes criminales, o no los creerán los hombres o no se lo perdonarán. Juraron los amigos estrechando la diestra del moribundo, perder antes la vida que la venganza”.
Tácito. Anales. Libro II, 71.

La muerte de Germánico. Nicolás Poussin. 1627. Mineápolis. Mineápolis Institute of Art

El año  19 d.C. Germánico murió en extrañas circunstancias en Siria. El gobernador de Siria, Marco Calpurnio Pisón, fue desde el primer momento el principal sospechoso de su muerte debido a la rivalidad entre ambos y entre sus esposas. Enterado en Cos de la noticia del fallecimiento del hijo adoptivo de Tiberio acudió a los templos mostrando una gran alegría y ofreciendo sacrificios en acción de gracia a los dioses. Su mujer, Plancina, incluso abandonó el luto que llevaba por una hermana.
Por su parte, la viuda Agripina, fue recibida en Roma con gran solidaridad por parte de todos, incluidos los dos hermanos de Germánico: el adoptivo Druso el Menor y el futuro emperador Claudio. El pueblo romano y las legiones lloraron al joven como nunca antes había llorado a nadie. Sólo Tiberio y Livia faltaron al igual que su madre Antonia, rota de dolor. Hasta tales extremos llegó el duelo por Germánico que Tiberio irritado publicó un edicto poniendo punto y final al mismo en que decía que “muchos ilustres romanos habían muerto por la República, y que ninguno había sido honrado con tanto sentimiento; que eso era un honor para su persona y para todos, pero siempre que hubiera un sentido de la mesura. Es cierto, decía, no eran unas mismas actitudes las que estaban bien a los príncipes y al pueblo imperial que las que cuadraban a las casas o naciones modestas. El luto había sido adecuado al reciente dolor, y bien estaba buscar solaz en la pena; pero era ya hora de hacer volver el ánimo a la firmeza, al igual que antaño el divino Julio al perder a su única hija, al igual que el divino Augusto cuando le fueron arrebatados sus nietos, habían ahogado su tristeza. No había por qué recurrir a ejemplos más antiguos, de cuántas veces el pueblo romano había sobrellevado con entereza los desastres de sus ejércitos, las muertes de  sus caudillos, la desaparición total de nobles familias. Los príncipes eran mortales, la República eterna. Por tanto, debían volver a sus ocupaciones habituales y, ya que se acercaba el tiempo de los Juegos Megalenses, también a las diversiones” (Tácito. Anales. Libro III, 6).


Agripina desembarca en Brindisi con las cenizas de Germánico.  Gavin Hamilton. 1765-72

Desde ese momento se abandonó el luto pero Agripina, que había jurado vengar la muerte de su marido, movilizó a las masas y a los numerosos amigos de Germánico, para que  Pisón y Plancina fuera juzgados oficialmente por su asesinato. La Familia del gobernador de Siria había sido partidaria de los Claudio desde siempre, de ahí que las sospechas recayeran también sobre Tiberio, quien  de hecho había mandado vigilar a su hijo adoptivo en Oriente.
El Juicio fue muy desagradable. Tiberio en su discurso evitó ponerse a favor o en contra del acusado lo que aún confirmó aún más las dudas sobre su participación en el crimen. “El día en que el Senado se reunió el César pronunció un discurso estudiadamente moderado. Recordó que Pisón había sido legado y amigo de su padre, y que él mismo se lo había puesto a Germánico como ayudante para la administración de Oriente. Si allí con su rebeldía o su enemistad había amargado al muchacho y se había alegrado con su muerte, o si además la había causado de manera criminal, había que juzgarlo con ánimo íntegro”. Así se manifestó “pues si un legado se ha saltado los límites de su deber y la subordinación que debe a su general,  y se ha alegrado con su muerte y con mi luto, lo odiaré y lo alejaré de mi casa, pero no vengaré con la fuerza del príncipe mis enemistades privadas; ahora bien, si se descubre un crimen punible en caso de que hubiera perecido cualquier mortal, vosotros debéis dar a los hijos de Germánico y a nosotros sus parientes a los justos consuelos. Examinad también estos otros puntos: si Pisón se condujo con el ejército en términos de turbulencia o sedición, si se buscó por medios ilícitos la adhesión de los soldados, si trató de volver a entrar en las provincias por las armas, o bien si todo esto son exageraciones divulgadas por sus acusadores. Yo, en verdad, no puedo por menos que censurar el celo excesivo de éstos. Pues ¿a qué venía desnudar el cuerpo de Germánico, y el exponerlo al manoseo de los ojos del vulgo, y el esparcir incluso entre los extranjeros en el sentido de que había sido envenenado, si se trata de cuestiones todavía inciertas y por investigar?. Cierto que lloro a mi hijo y que lo lloraré siempre, pero no le impido al acusado todo cuando pueda apoyar su inocencia e incluso, si hubo injuria por parte de Germánico, hacer a éste culpable; y a vosotros os ruego que no porque la causa esté ligada a mi dolor toméis las acusaciones que se le imputan como cosa probada. Si los vínculos de sangre o su crédito han proporcionado a Pisón defensores, en la medida de vuestra elocuencia y celo ayudad todos al que está en peligro. A la misma tarea, a la misma firmeza exhorto a los acusadores. Sólo ese privilegio habremos concedido a Germánico. que la investigación sobre su muerte se haga en la curia en lugar de en el Foro, ante el Senado en lugar de ante los jueces; en lo demás debe haber la misma mesura. Que nadie mire a las lágrimas de Druso (el Menor), nadie a mi tristeza y tampoco a lo que se pueda inventar sobre nosotros” (Tácito. Anales. Libro III, 12).


Tiberio César. Siglo I d.C, París. Museo del Louvre

           El Senado, independientemente de la postura de Tiberio, enseguida empezó a acorralar a Pisón, que en algún momento del Juicio amenazó con presentar alguna correspondencia que implicaba al emperador en el crimen, aunque esta historia el mismo Tácito la considera incierta. Lo cierto es que Pisón se suicidó arrojándose sobre su espada. Su mujer Plancina, que poco a poco fue apartándose de su causa por consejos de Livia, fue absuelta.
  Varias fueron las consecuencias del proceso contra Pisón: en primer lugar, Tiberio nunca pudo quitarse de encima la sospecha de que él había sido quien había dado la orden de asesinar a Germánico y, como consecuencia de ello, su impopularidad se acrecentó sin límite. Por otro lado, Tiberio empezó a nutrir un odio sin límite hacia la viuda y nieta de Augusto, Agripina, que tuvo funestas consecuencias para ésta y sus hijos mayores en años sucesivos. Por último, la muerte de Germánico abrió el camino de la sucesión a Druso el menor, que a pesar de ser el hijo natural de Tiberio hasta ese momento se mantuvo en un segundo plano, pues como la mayoría del mundo romano, era incapaz de sentir ningún mal sentimiento hacia Germánico, con quien prefirió colaborar en lugar de provocar enfrentamientos.

viernes, 9 de diciembre de 2016

La Domus Tiberiana


Reconstrucción de la Domus Tiberiana


          Cuando las relaciones entre Livia y Tiberio empezaron a enturbiarse, éste último decidió abandonar la casa de Augusto, donde ella aún vivía. Para ello, edificó en el lado occidental del Palatino el que sería el primer gran palacio imperial, ubicado entre el templo de Magna Mater y las laderas de la colina. Quizás Tiberio eligió aquella ubicación por ser donde se encontraba la casa donde nació.
El palacio no encerraba nada de la humildad y sencillez de la casa de Augusto y supuso el punto de partida de lo que serían los sucesivos palacios imperiales: enormes edificios cargados de lujo y magnificencia. Con posterioridad, fue ampliado por Calígula hacia el lado del Foro, terminado por Nerón y, restaurado en varias ocasiones por otros emperadores como Domiziano.



La Domus Tiberiana domina el atrio de la Casa de las Vestales. Roma 2013

Aunque aún no está totalmente excavado, su estado de conservación es bastante bueno. De la parte central se conoce sólo un gran peristilo rodeado de cubículos desde donde salía un pasillo que acababa probablemente en los ambientes excavados en las cercanías del templo de Magna Mater; otros pasillos debían desembocar en el criptopórtico de la Domus de Nerón.
La parte sur, orientada hacia el templo y hacia la Casa de Livia, ha sido excavada a fondo y ha sacado a la luz 18 estancias rectangulares cubiertas de bóvedas de cañón. La octava a la derecha conserva un trozo de bóveda pintada con recuadros que contienen escenas figurativas (una figura femenina, una pantera y algunos pájaros), datadas en siglo III d.C., mientras las paredes en ladrillo están fechadas en la época de la reconstrucción neroniana después del incendio del 64. También en la zona sur, se encuentra una bañera oval con escalones, quizás un vivero donde se criaban peces.
El lado este está delimitado por el largo criptopórtico construido en época de Nerón. En un lado se abren ventanas y se conservan restos de pinturas y pavimentos de mosaico. Un fragmento  del techo, en estuco, está decorado de casetones, elementos vegetales y un panel con 4 figuras eróticas. Desde aquí se puede acceder a la Domus Augustana (construida por Domiciano). Anteriormente, el criptopórtico era un pasadizo subterráneo que comunicaba con la Casa de Livia, en el que fue asesinado Caligula.


Fragmento del techo del Criptopórtico de Nerón. Roma 2011

El lado norte, orientado hacia el Foro, es el más visible, dispuesto a lo largo de una calle identificada con el Clivus Victoriae. Algunos ambientes del noreste-suroeste son más antiguos y sobre ellos se apoyan otras estructuras de época de Adriano que miran hacia la antigua vía con arcos. En esta zona se han descubierto grafitos con listas de cuentas y nombres de monedas, lo que ha hecho pensar en que se tratase de la sede del Fisco Imperial. Estas estructuras fueron usadas como almacén. También en esta zona se abría un recinto para la Guardia Pretoriana.
Las fuentes revelan que la Domus Tiberiana albergaba al menos una biblioteca, sede también del Archivo imperial, que sufrió un incendio a inicios de 192 d.C., bajo Cómodo.
En el siglo VII el Palacio de Tiberio se conservaba magníficamente, tanto que el Papa Juan VII la escogió como morada. Sin embargo, fue abandonado a partir del siglo X, siendo sus materiales utilizados para la construcción de otros edificios romanos, saqueo que siguió durante el Renacimiento a pesar de los ruegos de artistas como Rafael Sanzio y Miguel Ángel de que se respetaran los monumentos de la Antigua Roma. Durante el Siglo XVI quedó definitivamente enterrada por los Orti Farnesiani (jardines Farnesios).

viernes, 2 de diciembre de 2016

Livia y Tiberio

“Livia durante su embarazo para saber si iba a dar a luz un varón, quitó un huevo a una gallina que estaba incubando y lo calentó en sus manos y en la de sus esclavas alternativamente, hasta que vio salir del cascarón un polluelo provisto de una magnífica cresta”.
Suetonio. Vida de Tiberio. 14.2

Si bien es cierto que Livia por sí sola no podría haber investido a Tiberio como emperador (a pesar de las teorías conspiratorias de Robert Graves en Yo,Claudio;  pues una mujer en la Antigua Roma, no podía influir en decisiones políticas de tal envergadura), también lo es que si ella no se hubiera casado con Augusto y hubiera insistido a éste para que lo nombrase su heredero, Tiberio no hubiera tenido opciones a alcanzar tan alto distintivo.

Tiberio y Livia entronizados en el Gran Camafeo de Francia. Siglo I d.C. París. Bibliotheque National

La relación de Livia y Tiberio es fluctuante durante el devenir de la vida de ambos. Livia siempre mostró más vinculación y cercanía hacia su hijo mayor debido en parte a las altas expectativas que anhelaba para él, tal y como revela el texto de Suetonio. También es cierto que compartió más momentos de su infancia y que debió protegerlo en su huida junto a su primer esposo. Druso, sin embargo, fue apartado de ella al nacer y aunque Livia visitaba a sus hijos a diario, no vivió con ellos hasta que el pequeño tuvo 5 años. Al mismo tiempo, por su carácter, Druso era menos proclive a doblegarse ante la voluntad de su madre. Tiberio, sin embargo, asumió con amarga resignación, a veces, las decisiones de Augusto, seguramente motivadas en gran medida por los ruegos de Livia. De hecho, el nuevo emperador independientemente del cariño que pudiera tenerle como hijo, le profesaba más bien respeto y, a pesar de que ella siempre lo protegió, hasta cierto punto temor hacia los planes que pudiera ambicionar para él.
      Según las fuentes, Livia con gran sangre fría ocultó la muerte de Augusto y rodeó la casa de Nola (donde aquel había fallecido) de soldados hasta que comprobó que Tiberio gozaba del apoyo suficiente para investirse como nuevo emperador. Sin embargo, desde el primer momento empezaron a tensarse las relaciones entre madre e hijo. Según relata Tácito, Tiberio temía un menoscabo de su poder ante Livia, amada y respetada por todos más de lo que él nunca pudo aspirar. “Grande fue también la adulación de los senadores para con Augusta (Livia): los unos proponían que se la llamara “Parens Patriae”, los otros “Mater Patriae”; los más que se añadiera al nombre del César el apelativo de “hijo de Julia”. Él repitió una y otra vez que se debían poner límites a los honores a las mujeres, y que había de usar la misma templanza en los que le atribuyeran a él mismo; por lo demás, inquieto por la envidia y tomando el encumbramiento de una mujer como una mengua para él ni siquiera permitió que se le adjudicara un lictor, y prohibió erigir un altar por su adopción y otras cosas por el estilo” (Anales. Libro I, 14, 1-3).

Moneda con Tiberio en el anverso y Livia en el reverso

No obstante, Tiberio no tuvo más remedio que buscar orientación y consejo en Livia en múltiples cuestiones de Estado, pues ella como gran consejera y colaboradora de Augusto durante 40 años, conocía mejor que nadie todos los secretos de la administración del Imperio. Al no haberse Tiberio vuelto a casar tras el divorcio de Julia, Livia siguió actuando como emperatriz al lado de su hijo, como se pone de manifiesto en múltiples representaciones artísticas y en la acuñación de monedas, en las que siempre se les representa a los dos juntos compartiendo el máximo poder imperial. Del mismo modo, en Cumas se consagraban estatuas al Príncipe y a su madre y en algunos lugares ambos compartían un sacerdote. En otras ocasiones eran representados los dos con Augusto. También el nombre de Livia era invocado junto al de Tiberio en los votos anuales que se hacían por la salud del Príncipe.
Pero a medida que Tiberio iba adquiriendo confianza y controlando las tareas de gobierno, más le irritaban las intromisiones de su madre, que en muchas ocasiones tal y como reflejan algunos escritores como Dión Casio se conducía como si ella fuera el emperador “los honores decretados a la memoria de Augusto, formalmente de parte del Senado, pero en realidad, de parte de Tiberio y de Livia. He añadido el nombre de Livia porque ella asumía todos los derechos en la gestión de los asuntos como si tuviera el poder absoluto” (Historia Romana.56.47.1).
Así y todo, y a pesar de las frecuentes desavenencias entre ambos, hasta el año 22 d.C. se constatan una relaciones cordiales entre madre e hijo. En ese año, Livia enfermó de gravedad por primera vez en su vida. Cuenta Tácito que debido a ese motivo “Tiberio se vio obligado a apresurar su retorno a la Urbe, ya fuera porque existiera aún una sincera concordia entre madre e hijo, ya que sus odios se mantuvieran ocultos” (Anales. Libro III, 63, 1-2). Opino que Tiberio actuó en esta ocasión movido por el cariño hacia Livia pues en años sucesivos no dudaría en manifestar su rencor cuando tuvo ocasión. Una vez más, se demostró el profundo amor de Roma hacia la emperatriz pues tras su recuperación le tributaron grandes honores. A partir de aquí Livia va desapareciendo de las fuentes lo que va parejo a la ascensión del Prefecto del Pretorio, Lucio Elio Sejano, quien poco a poco fue adueñándose de la voluntad de Tiberio, y probablemente contaminando al emperador en contra de su madre.

Tiberio y Livia. Siglo I d.C. Madrid. Museo Arqueológico Nacional
Fuente: By Miguel Hermoso Cuesta - Own work,
 CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=37279743

De todos modos, hay constancia de que Livia seguía ocupándose de asuntos menores. Y en la gestión de uno de éstos surgió el origen de la ruptura definitiva entre madre e hijo, cuando Tiberio negó a Livia una súplica a favor de un hombre que se había dirigido a ella. Livia, que se enfadó muchísimo al sentir su petición rechazada, buscó entre sus recuerdos algunas cartas de Augusto en las que se lamentaba de lo difícil del carácter de Tiberio y las leyó en voz alta. Tiberio fue invadido por una violenta rabia, no por hecho de la lectura en sí, sino porque ella las hubiera guardado para poder usarlas contra él. Algunos afirman que fue éste el motivo por el que Tiberio se retiró a Capri, para huir de su madre. De hecho, desde ese momento sólo la visitó una vez en los últimos años de vida de la anciana. Además, no sólo faltó a su funeral en el año 29 sino que se negó a darle sepultura por algunos días permitiendo que el cuerpo se corrompiese. Luego nombró al degenerado Calígula para que se hiciera cargo del discurso funerario. Anuló su testamento y vetó todos los honores que quisieron tributarles así como su deificación, que fue llevada a cabo 10 años después por Claudio.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Comienzan las obras en el Mausoleo de Augusto (IV)


Mausoleo de Augusto. Roma 2005

Aunque con un halo de misterio y, total discreción, por fin se han iniciado en Roma el 21 de noviembre las labores de restauración del Mausoleo de Augusto.
Ahora mismo sólo está adjudicada la primera fase de las obras consistente en el refuerzo y restauración de la cara externa del edificio con la finalidad de garantizar las máximas condiciones de seguridad en el mismo.
Ha sido tal el despropósito en el proceso de adjudicación de las obras que a punto han estado de perderse los 6 millones de euros que la compañía TIM se había comprometido a donar para la cobertura e implantes tecnológicos en el monumento siempre que las obras se comenzaran antes del 31 de octubre pasado. Llegado a este punto, la TIM no aportará el dinero de una sola vez, sino que irá contribuyendo según vayan avanzando la materialización del proyecto.
El nuevo superintendente Estatal del Coliseo, del área arqueológica y del centro histórico, Francesco Prosperetti ha modificado el diseño de la cobertura, eliminando aquella de cristal para evitar que una luz solar excesiva inunde de luz un edificio concebido para ser contemplado en penumbras.


Proyecto de Restauración de la Piazza Augusto Imperatore

El segundo lote, aquel destinado a la Piazza Augusto Imperatore que lo circunda, se encuentra en fase de adjudicación, respetándose el proyecto de Francesco Cellini de 2006. Si todo va bien, y esperemos que esta vez sea la definitiva, dentro de dos años los romanos y el mundo en general podrán volver a disfrutar del mausoleo más grande del Mediterráneo, lugar del eterno descanso de Augusto, en una nueva e impresionante plaza digna del más grande de sus emperadores.

Fuente: http://roma.corriere.it/notizie/cronaca/16_novembre_20/mausoleo-decoro-oltre-panni-stesi-via-finalmente-lavori-restauro-459b9f64-af65-11e6-8815-37f3520714e8.shtml

martes, 22 de noviembre de 2016

Semblanza de Tiberio


Tiberio como Júpiter con rasgos muy juveniles. Detalle. Siglo I d.C. Museos Vaticano. Roma 2018

         Tiberio es un personaje controvertido. Si bien ha pasado a la historia como uno de los emperadores malos, su gestión es una de las mejores de la Antigua Roma pues a su muerte dejó en el Tesoro unos 3000 millones de sestercios, fortaleció el Imperio mediante la construcción de defensas y usó en muchas ocasiones la diplomacia, manteniéndose al margen de las disputas de los reyes extranjeros.
Esta corriente negativa hacia su figura puede tener su origen en varias causas. Ante todo, el carácter del emperador, tan alejado del de Augusto que siempre fue cercano y afable con todo el mundo. Tiberio era muy introvertido, tímido, “caminaba con la cabeza erguida y echada hacia atrás, de ordinario fruncido el entrecejo y casi siempre en silencio, sin cambiar ninguna o muy contadas palabras incluso con los que estaban a su lado, y aún éstas con una extrema lentitud y acompañándolas de un blando movimiento de sus dedos”. (Suetonio. Vida de Tiberio. 68,3). La desaparición de las dos únicas personas que amaba: su hermano Druso y su amada esposa Vipsania (de la que se divorció obligado para casarse con Julia) lo convirtieron en un hombre amargado y resentido con el mundo, que dio rienda suelta a su condición vengativa en cuanto tuvo el poder. Por ejemplo, durante el mismo año 14 dejó morir lentamente de hambre y miseria a la que había sido su esposa, Julia, y que se encontraba desterrada en Reggio.


Tiberio en el Ara Pacis Augustae. 9-13 a.C. Roma 2014

       Aunque durante el Principado de Augusto, el hijo de Livia se comportó de manera prudente escondiendo su verdadera naturaleza, tras la muerte de Germánico, de su hijo Druso y, sobre todo, de su madre, su manera de conducirse fue empeorando. “Su carácter cambió con el tiempo: mientras que durante el Principado de Augusto se distinguió por su vida y por su fama, tanto en los asuntos privados como públicos; reservado y simulador de virtudes mientras vivieron Germánico y Druso; una mezcla de bien y de mal hasta la muerte de su madre; fue de una execrable crueldad  pero ocultando sus vicios, mientras amó o temió a Sejano; al final se lanzó, a un tiempo, al crimen y al deshonor, una vez que alejados el pudor y el miedo, sólo obraba según su carácter” (Tácito. Anales. Libro VI. 51,3).
¿Hasta dónde son ciertas estas afirmaciones?. Aunque Tácito y Suetonio coinciden en la modestia y buen gobierno de Tiberio en sus primeros años como emperador, ambos tienen una concepción peyorativa de él, sobre todo el segundo que hace especial hincapié en su obra de la depravación moral a la que se abandonó el emperador en su villa de Capri en sus últimos años de reinado, aunque él mismo acaba reconociendo que “se le atribuían vicios aún peores  y más indignos, de tal naturaleza que apenas es lícito exponerlos u oírlos contar, y menos aún creerlos” (Vida de Tiberio. 44,1). Los pocos historiadores favorables a Tiberio suelen esgrimir que esas historias son la venganza de los dos historiadores latinos, miembros de familias senatoriales muy perjudicadas por la consolidación del poder imperial. Yo siempre me he preguntado ¿por qué no atacaron en ese caso del mismo modo a Augusto?. Mi opinión es que  debe haber algo cierto en la manera cruel de comportarse de Tiberio aunque ellos hayan exagerado la realidad y que sobre todo fue víctima de su propio carácter. En esta dirección apunta el hecho de que a Tiberio no se le aplicara la Damnatio Memoriae (reservada a los emperadores más nefastos) ni que se destruyeran sus imágenes.


Busto de Tiberio. siglo I d.C. Palermo. Museo Archeologioco Regionale
Fuente: "Tiberius palermo" di User:ChrisO - Opera propria. Con licenza Pubblico dominio tramite Wikimedia Commons - https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Tiberius_palermo.jpg#/media/File:Tiberius_palermo.jpg

 Por otro lado, la dejadez de las funciones inherentes a su cargo provocó el abandono de sus obligaciones. Ello unido a las sospechas del pueblo sobre su intervención en la muerte de su venerado Germánico y el período de terror llevado a cabo en Roma por Sejano (su principal consejero) mientras Tiberio disfrutaba de su retiro en Capri le granjearon el odio y la animadversión de un pueblo romano que a su muerte gritaba con alegría “¡Al Tíber con Tiberio!” (Suetonio. Vida de Tiberio. 75,1).
En cuanto a su aspecto físico nos tenemos que remitir obligatoriamente a la descripción de Suetonio y a los múltiples esculturas que de él han llegado hasta nuestros días “Era corpulento y robusto, de una estatura que sobrepasaba lo normal; ancho de espaldas y de pecho, tenía también sus restantes miembros bien proporcionados y armoniosos de la cabeza a los pies; su mano izquierda era más ágil  que la derecha, de unas articulaciones tan firmes que podía taladrar con el dedo una manzana fresca y sana, o herir de un capirotazo en la cabeza a un niño, o incluso a un adolescente. Su tez era blanca, y se dejaba crecer bastante el cabello en el cogote, de suerte que le cubría incluso la nuca, lo que parecía ser en él un rasgo distintivo de la familia; tenía un rostro noble aunque lleno de granos que le salían de repente, y unos ojos muy grandes, que cosa extraordinaria podían ver incluso de noche y en las tinieblas, pero por poco tiempo y nada más despertarse” (Suetonio. Vida de Tiberio. 68,1-2). A mí siempre me ha llamado la atención cuando contemplo sus retratos el gran parecido de la expresión de los ojos de Tiberio con los de su madre Livia y su hermano Druso.


Livia (Siglo I d.C. Copenhage. Carlsberg Glyptotek) flanqueda por Druso a la izquierda y Tiberio a la derecha (Copias de busto en el Ara Pacis Augustae).

Por lo demás, era una persona culta que había recibido la mejor educación estando siempre muy interesado en las letras griegas y latinas al mismo tiempo que en las historias míticas. A pesar de que conocía perfectamente el griego, lo usaba muy poco, prohibiendo en algunas ocasiones que no se usara otro idioma que no fuera el latín.
Sin embargo, la gran pasión de Tiberio fue siempre la astrología. Convencido que el destino de cada uno está trazado por las estrellas, era indiferente a las prácticas religiosas y al culto a los dioses.
      Mucho más conservador que Augusto, puso límites a los honores y privilegios que debían recibir las mujeres, de ahí el origen de sus rencillas con su madre.

martes, 15 de noviembre de 2016

Tiberio emperador


Tiberio. Siglo I d.C. Museos Vaticano. Roma 2005

El 17 de septiembre del año 14 d.C., Tiberio convocó por primera vez al Senado para leer el testamento de Augusto y para discutir los honores que debían concedérsele al difunto emperador. Desde ese momento, los senadores comenzaron a rogar al hijo de Livia para que asumiera el papel que su padre adoptivo había representado durante más de 40 años como guía del Estado. Según algunas fuentes, Tiberio en principio lo rechazó y se hizo bastante de rogar, lo que algunos atribuyen a su deseo de que le suplicasen para dejar claro que accedía al cargo legalmente mientras que otros indican que esta actitud fue motivada por su modestia natural. Según Suetonio cuando aceptó el Imperio lo hizo con las siguientes palabras: “Hasta que alcance la edad en que pueda pareceros justos conceder algún descanso a mi vejez” (Vida de Tiberio, 34, 2).
Refuerza también la segunda teoría el hecho de que en estos primeros momentos se comportara de forma muy sencilla, más como un simple particular que como el soberano del mundo. De los muchos honores que le concedieron sólo aceptó algunos tal como nos cuenta Suetonio: “Prohibió que se le decretaran templos, flamines y sacerdotes e incluso que se le erigieran estatuas y bustos sin su permiso, que, por otra parte sólo concedió a condición de que no se colocaran entre las imágenes de los dioses, sino entre los adornos de los templos. Se opuso también a que se le prestara el juramento de ratificar sus actos y a que el mes de septiembre recibiera el nombre de Tiberio y el de octubre el de Livio. Rechazó asimismo el praenomen de Imperator, el sobrenombre de Padre de la Patria y una corona cívica en su vestíbulo; ni siquiera añadió en ninguna de sus cartas, salvo en las remitidas a los reyes y dinastas, el nombre de Augusto, aunque lo había recibido por herencia” (Vida de Tiberio, 26, 2).

Agripa Póstumo. Siglo I d.C. París. Museo del Louvre

Sin embargo, dos hechos enturbiaron los inicios del nuevo principado. En primer lugar, el asesinato de Agripa Póstumo (que se encontraba en el exilio en Planasia), seguramente por orden del propio Tiberio, con la intención de evitar que aquellos que deseaban ver  a un nieto del propio Augusto al frente del Estado, no pudieran resucitar en torno al que fuera su hijastro la causa juliana. No obstante Tiberio siempre negó haber dado la orden. Más preocupante para él fue el motín de las legiones acantonadas en Germania que deseaban proclamar a su hijo adoptivo Germánico como nuevo emperador. Éste les contestó que prefería la muerte antes que la deslealtad. Además, los soldados le exigían el licenciamiento de los veteranos y un salario mayor para los jóvenes. Finalmente, en nombre de Tiberio, Germánico aceptó que se licenciaran los soldados con más de 20 años de servicio y dobló el sueldo a quienes lo reclamaban.
Solucionados ambos problemas, según Suetonio, Tiberio comenzó su gobierno dando una apariencia de libertad al Senado: pasaba cualquier asunto por nimio que fuera a votación de los senadores, admitía de buen grado que se tomaran algunas decisiones en contra de su opinión e intentaba tratar a todo el mundo con respeto y cortesía, a veces tan excesiva que rozaba la suspicacia. Igualmente en esta época era paciente con las críticas ofensivas a su persona comentando en más de una ocasión que en una ciudad libre el pensamiento también debería serlo. El historiador latino concluye diciendo que poco a poco fue comportándose como emperador subrayando que en sus primeros años se mostró habitualmente benévolo y dispuesto a servir al interés público. Del mismo modo,  en esta época no salió de Roma, y sólo se movió por los entornos de la capital del Imperio.
Sin embargo, obsesionado por su seguridad personal aumentó el cuerpo de guardia pretoriana de 2 a 9 cohortes, al mismo tiempo que mandó construir un campamento para ellos al noreste de Roma, la Castra Praetoria.

 Porta Praetoria. Restos de la Castra Praetoria. Siglo I d.C. Roma
Fuente: De No machine-readable author provided. Joris assumed (based on copyright claims). - No machine-readable source provided. Own work assumed (based on copyright claims)., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=768457

martes, 8 de noviembre de 2016

La sucesión: Augusto y Tiberio

El talón de Aquiles del Principado y la cuestión que más intensamente llenó de amargura la vida de Augusto fue sin duda alguna la sucesión. Desafortunadamente, no pudo conseguir su gran anhelo: dejar las riendas del Imperio y la salvaguarda de Roma a alguien de su sangre en quien confiara plenamente, pues una y otra vez el destino frustró sus planes.
Augusto, que sólo tenía una hija natural nacida de su primer matrimonio (Julia), nunca quiso divorciarse de Livia (con quien no tuvo descendencia), anteponiendo por primera y última vez en su vida sus sentimientos por encima del bienestar de Roma, poniendo de manifiesto el gran amor que sentía por su tercera esposa, pues creía poder encontrar un heredero en la descendencia de su hija.


Marcelo. 25-20 a.C. Roma. Fondazione Sorgente Group


          Por eso, en primer lugar la casó con su sobrino Marcelo, hijo de su hermana Octavia, y al morir éste prematuramente, con su gran amigo y colega de gobierno Marco Vipsanio Agripa. De este segundo matrimonio nacieron 5 hijos, entre los cuales Augusto favoreció y reconoció como herederos suyo a los dos mayores: Cayo y Lucio César. No obstante, desaparecidos  éstos también en la flor de la vida, el emperador ya anciano no tuvo más remedio que volver los ojos a la descendencia de su esposa Livia. Muerto en 9 a.C. con sólo 29 años Druso, el preferido de Augusto entre sus dos hijastros, el emperador optó por la última persona que hubiera deseado para regir su Imperio: Tiberio.
De este modo, el 26 de mayo del año 4 d.C, Augusto adoptó al hijo mayor de Livia, dejando claro que su decisión obedecía únicamente a “razón de Estado”, tal  y como recoge Suetonio (Vida de Tiberio, 21,3). Esta reticencia no nace del hecho que Tiberio no fuera un competente administrador ni un experimentado militar, sino más bien de la animadversión que Augusto sentía hacia él. Por ello, le obligó a adoptar al hijo de su hermano Druso, Germánico a pesar de que Tiberio ya tenía un hijo propio, intentando de alguna manera asegurar la sucesión en los hijos de éste que eran a su vez bisnietos suyos (al estar casado Germánico con su nieta Agripina la Mayor).


Cayo (en primer plano) junto a Lucio, ambos heroizados, flanquean a Augusto, que parece contemplar sus sueños rotos. Siglo I d.C. Corinto. Museo Archeologico

En el prólogo de su testamento Augusto nuevamente vuelve a subrayar: “Como el destino me arrebató cruelmente a mis hijos Cayo y Lucio, Tiberio heredará dos tercios de mis propiedades” (Suetonio. Vida de Tiberio, 23), dejando claro a todos que su hijastro mayor no era su candidato predilecto.
Todas las fuentes coinciden en que Augusto fue siempre muy cariñoso con sus seres queridos no dudando en demostrar públicamente su gran afecto por su hija, por sus sobrinos, por sus nietos e incluso por su hijastro Druso y sus hijos. Sin embargo, jamás manifestó demasiado afecto por el hijo mayor de Livia.
Es cierto que el carácter taciturno y reservado del joven no favorecía mucho su relación con la mayoría de la gente o que Augusto, con su gran perspicacia, ya adivinara el germen del lado siniestro de la personalidad de Tiberio; no obstante, quiero analizar la relación entre ambos intentando no ser injusta con éste último.
Tiberio tuvo una infancia difícil pues siendo aún muy pequeño tuvo que huir y vivir escondido debido a que su padre, Tiberio Claudio Nerón, había luchado primero al lado de los asesinos de César en la batalla de Filipos y, más tarde, junto a Lucio Antonio (hermano del triunviro) en el asedio de Perugia teniendo en frente siempre al que con los años se convertiría en su padrastro.  Cuando Octavio se casó con su madre, el niño, de tan sólo cuatro años, fue apartado de ésta y mandado a vivir con su padre. Sólo tras el fallecimiento de éste, se le permitió regresar junto a ella, teniendo que adaptarse a una nueva vida en la casa imperial y estando desde entonces expuesto a la opinión pública, algo no compatible con su carácter introvertido. Así y todo, Augusto no dudaba de mostrar a la vista de todos la preferencia por otros miembros de la familia como Marcelo o Agripa.


Julia y Tiberio en el Ara Pacis Augustae. 12-9 a.C. Roma 2013

Tres hechos marcaron claramente su vida y determinaron el endurecimiento de su carácter: el divorcio de su primera esposa Vipsania, a quien amaba profundamente, obligado por Augusto para que contrajera matrimonio con su hija, la muerte de su hermano Druso el mayor, a quien estaba muy unido y, en tercer lugar, las escandalosas infidelidades de su esposa Julia.
Estos acontecimientos, corroyeron lo bueno que pudiera haber en el espíritu de Tiberio convirtiéndolo en un ser cada vez más huraño e intratable, capaz de  contravenir los deseos de Augusto en algunas ocasiones, como la vez que se encontró con Vipsania tras su separación o cuando abandonó la vida pública y se exilió a Rodas, dejando al emperador sin ningún colega experimentado para que le ayudara a gobernar. Estos desaires no los digirió muy bien un emperador acostumbrado a que todo el mundo acatara su voluntad.


Detalle de la Gemma Augustea en la que aparecen Augusto y Tiberio. 9-12 d.C. Viena. Kunsthistorisches Museum

        Así y todo, la relación entre ambos siempre fue correcta, al menos en apariencia, tal y como ha quedado patente en los extractos epistolares que se conservan de la correspondencia entre ambos. Como por ejemplo cuando Augusto contesta a su hijastro ante la cólera de éste por los comentarios vertidos por algunas personas en contra del emperador  “No te dejes llevar en este asunto, mi querido Tiberio, por tu edad ni te indignes demasiado porque haya alguien que hable mal de mí; basta con que logremos que nadie pueda perjudicarnos” (Suetonio. Vida de Augusto. 51.3) o en este otro fragmento en el que Augusto le refiere muy informalmente  su suerte en una partida de dados: “Nosotros, mi querido Tiberio, hemos pasado bastante agradablemente las Quincatrias (Festival dedicado a Minerva); jugamos en efecto, durante todos estos días y calentamos la mesa de juego. Tu hermano puso el grito en el cielo; sin embargo, al final, no perdió mucho, sino que poco a poco, y contra lo que esperaba, se recuperó  de sus grandes pérdidas. Yo perdí 20.000 sestercios por mi cuenta, pero porque fui, como acostumbro las más de las veces, ampliamente liberal en el juego, pues, si hubiese exigido a cada jugador las puestas las puestas que le perdoné o hubiese conservado el dinero que les di, habría ganado hasta 50.000 sestercios. Pero lo prefiero: mi bondad me llevará, desde luego, a la gloria celeste” (Suetonio. Vida de Augusto. 71.3).
No obstante, las cartas entre ellos no pueden considerarse al mismo nivel de emotividad que las enviada por el emperador a sus nietos Cayo y Lucio: “Saludos, Cayo mío, mi querido burrito,  sólo el cielo sabe lo mucho que te echo de menos cuando estás lejos de mí. Pero sobre todo en días como hoy mis ojos anhelan a mi Cayo y, donde quiera que hayas estado, espero que hayas celebrado mi sexagésimo cuarto cumpleaños con salud y felicidad. Imploro a los dioses que el tiempo que me queda de vida lo pase contigo sano y bien, con nuestro Imperio prosperando, y tú y Lucio contribuyendo a ello como hombres y preparándoos para sucederme en el deber de proteger al Estado” (Aulo Gelio. Noches Áticas. 15. 7, 3).


Augusto de Prima Porta. Siglo I d.C. Roma. Museos Vaticano

 Suetonio aporta algunos datos más sobre la animadversión de Augusto hacia Tiberio. Según él, era de creencia extendida que después de la última conversación entre ambos en el lecho de muerte de Augusto, el moribundo emperador exclamó cuando su hijastro abandonó la sala: “¡Pobre pueblo romano, que destinado a ser devorado por una mandíbula tan lenta!” (Vida de Tiberio. 21.2). En esa línea añade Suetonio que le habían contado que “Augusto condenó abierta y claramente la crueldad del carácter de Tiberio, llegando a interrumpir a veces las conversaciones más relajadas e hilarantes cuando él se acercaba, pero que consintió en adoptarlo vencido por los ruegos de su mujer, o incluso movido por la ambición de hacerse añorar más en el futuro con semejante sucesor” (Vida de Tiberio. 21.2).
Todas estas opiniones pueden haber estado influidas por la leyenda negra que acompañó a Tiberio tras convertirse en emperador, pues antes de ocupar el trono imperial el hijo de Livia siempre se comportó de manera muy prudente, reprimiendo la violencia y crueldad que anidaban en lo más profundo de su ser. En caso contrario, probablemente hubiera acabado desterrado por su carácter agresivo en una isla de por vida como Agripa Póstumo. De hecho ni el mismo Suetonio lo cree del todo pues él mismo continúa diciendo: “Sin embargo, no me puedo creer que un príncipe tan precavido y prudente haya hecho nada a la ligera, sobre todo en un asunto de tamaña magnitud; más bien me inclino a pensar que, después de haber examinado atentamente los vicios y las virtudes de Tiberio, halló estas últimas superiores” (Vida de Tiberio. 21.3). Está claro que aunque Augusto no sentía una gran afinidad con Tiberio, era lo mejor que le quedaba, no dudando en reconocer la gran valía de su hijastro en temas de administración y al frente del ejército.  Para reforzar su teoría Suetonio plasma algunos fragmentos de cartas que le envío Augusto: “Adiós, gentilismo Tiberio, que tengas éxito en tu empresa. Adiós, gentílisimo y ¡por mi dicha más valeroso varón y experto general. ¡Qué perfecta organización la de tus campañas de verano!. Yo ciertamente, mi querido Tiberio, considero que, entre tus circunstancias difíciles y tal abatimiento de las tropas, nadie habría podido comportarse con más prudencia que tú. También aquellos que estuvieron a tu lado confiesas unánimemente que se te puede aplicar aquel famoso verso: un solo hombre, permaneciendo alerta, nos ha restablecido la situación”. O esta otra un tanto más cariñosa, motivada en parte por el gran temor del príncipe en sus últimos años de vida de perder su última opción: “Cuando oigo y leo que estás extenuado por el trabajo continuo, los dioses me pierdan si mi cuerpo no se estremece; cuídate te lo ruego, para que no muramos tu madre y yo si nos enteramos de que estás enfermo, y el pueblo romano no vea comprometida la supremacía de su Imperio. Nada importa que yo esté bien o no, si tú no lo estás. Pido a los dioses que te nos conserven y permitas que sigas bien ahora y siempre, si es que no odian al pueblo romano” (Vida de Tiberio. 21.4-7).


Tiberio. Siglo I d.C. Venezia. Museo Nazionale

Así y todo, en su testamento al adoptar a Livia y convertirla en miembro de pleno derecho de la gens Julia, volvió a mostrar su recelo hacia Tiberio pues temía el comportamiento de su hijastro hacia su amada esposa una vez ostentara el poder absoluto. El deterioro de la relación entre madre e hijo corroborarían sus temores.
Para concluir, tengo que decir que Suetonio no se equivocaba del todo cuando habla de la vanidad de Augusto al dejar un sucesor peor considerado que él. Realmente, aunque sin ser la verdadera intención del Príncipe, el pueblo romano sintió profundamente su pérdida, pero lo lloró mucho más cuando emperador tras emperador se iban sucediendo uno peor que el anterior.