domingo, 31 de mayo de 2015

Eneida o la predestinación de Roma


Eneas, Anquises y Ascanio. Gian Lorenzo Bernini. 1618-19. Galleria Borghese. Roma 2018


           La Eneida, el mayor poema europeo que se escribía desde la Ilíada de Homero, es la más sublime expresión de las letras latinas y la obra cumbre de Virgilio. Parece ser que Augusto le sugirió la idea del poema, lo que no obligaba al poeta, pues ya habían rechazado tal empresa otros escritores del círculo de Mecenas, como Horacio y Propercio. Corrobora esta teoría el hecho de que en principio la intención del autor era escribir sobre el propio emperador, idea que finalmente rechazó a favor de la historia de Eneas, superviviente de la guerra de Troya, que le permitía crear un pasado glorioso para el pueblo romano y, especialmente, para la gens Julia que se decía descendiente del héroe troyano a través de su hijo Iulo, ambos respectivamente hijo y nieto de la diosa Venus. “Canto las armas y a ese hombre que de las costas de Troya llegó el primero a Italia, prófugo por el hado y a las playas lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno, tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó la ciudad; y trajo sus dioses al Lacio; de ahí el pueblo latino y los padres albanos y de la alta Roma las murallas” (Libro I. 1-7).
Ya en el proemio del Libro III de las Geórgicas anuncia Virgilio su futuro poema “construiré un templo de mármol. Colocaré al César (Augusto) en el centro y él presidirá el templo”.


Lápix cura a Eneas acompañado de Venus y su hijo Ascanio. Fresco de la Casa de Sirico. Siglo I d.C. en Pompeya. Nápoles. Museo Arqueológico Nacional

Probablemente comenzó a escribir la obra en 29 a.C. tras la publicación de las Geórgicas. Se tiene constancia de que Augusto en el 26 a.C., mientras dirigía las guerras cántabras en Hispania solicitó al poeta un resumen de lo que llevaba escrito. Virgilio no pudo ofrecerle nada aún pues se sentía desbordado por la tarea que había emprendido. Eso, unido a que no escribía más de un verso al día. Esta circunstancia aumentó el ansia del Príncipe por el poema, transmitido a toda Roma, que esperaba con impaciencia los versos del poeta de Mantua. Incluso el poeta Sexto Propercio escribió: ¡Haceos a un lado, escritores romanos!¡Abrid paso, griegos! ¡Está naciendo algo más grande aún que la Iliada”.
       No muchos años después Virgilio pudo satisfacer las demandas del emperador ofreciéndole una lectura pública de los Libros II, IV y VI, los más impresionantes, que conmovieron profundamente a la familia imperial, especialmente a Octavia al escuchar los bellísimos versos dedicados a su fallecido hijo Marcelo, y al propio Augusto “Y entonces Eneas, que a su lado marchar veía a un joven de hermoso aspecto y armas brillantes, mas con su frente ensombrecida y los ojos en un rostro abatido, preguntó ¿Quién padre, es aquel que así acompaña el caminar del héroe? ¡Qué estrépito forma su séquito! ¡Qué talla la suya! Pero una negra noche de triste sombra vuela en torno a su cabeza. A lo que el padre Anquises sin contener las lágrimas repuso:. ¡ay, hijo! No preguntes por el que será un gran duelo entre los tuyos; los hados lo mostrarán a las tierras solamente un instante y que más sea no habrán de consentir. ¡Pobre muchacho, ay! Si puedes quebrar un áspero sino, tú serás Marcelo. Dadme lirios a manos llenas, que  he de cubrirlo de flores”. (Libro VI. 860-884).
          En el año 19 a.C. Virgilio había finalizado provisionalmente el trabajo, por lo que decidió partir hacia Grecia para pulir los versos buscando inspiración en los ambientes en los que se desarrollaba su magna obra. Antes de partir dejó el manuscrito a sus amigos Vario Rufo y Plocio Tuca, con el encargo de que si algo le ocurriera debían destruirlo. Augusto impidió que se cumpliera la voluntad del poeta, ordenando a la muerte de éste que se publicara sin añadir ni una sola coma.


Eneas huyendo de la destrucción de Troya. Federico Barocci. 1598. Roma. Galeria Borghese

             El poema se divide en 12 Libros con dos partes claramente diferenciadas:
- Libros I a VI.- Eneas, hijo del mortal Anquises y de la diosa Venus, huye de Troya junto con su padre y su hijo, Iulo (Ascanio). Su esposa Creúsa ha quedado atrás, al desaparecer entre la multitud que corría despavorida intentando abandonar la ciudad arrasada por los griegos. Las naves del héroe acaban recalando en las costas africanas donde pasa una temporada junto a Dido, reina de Cartago, con la que vive un apasionado romance. A la reina, relata Eneas en un banquete la caída de Troya y de cómo alentado por el fantasma de Héctor (que se le apareció en sueños) partió con sus barcos para buscar unas nuevas murallas para la ciudad. En ese trayecto desde las Costas de Épiro a Sicilia, en el que pasa multitud de vicisitudes, ve morir a su padre Anquises en el puerto de Drépano.


Eneas cuenta a Dido las desgracias de Troya. Pierre Narcisse Guerin. 1815. París. Museo del Louvre
- The Yorck Project: 10.000 Meisterwerke der Malerei, DVD-ROM, 2002, ISBN 3936122202. Distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH (permission). Image renamed from Image:Pierre-Narcisse Guérin 001.jpg. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons - 

           El Libro IV, uno de los más bellos de todo el poema, narra los amores de Dido y Eneas con una sensibilidad y un estudio psicológico de los personajes jamás conseguido en la literatura antigua. Cuando Eneas, espoleado por los dioses debe partir a continuar su misión, la reina (quizás el personajes más potente del poema) se suicida, maldiciendo al héroe y a toda su descendencia. Siempre se ha querido ver en este hecho la gran rivalidad entre Roma y Cartago, enfrentadas históricamente por el dominio del Mediterráneo. 


Eneas se despide de Dido. Guido Reni. 1630. 


          “Cuando (Dido) el lecho conocido contempló (el que había compartido con Eneas), en breve pausa de lágrimas y recuerdos, se recostó en el diván y profirió sus últimas palabras: “dulces prendas mientras los hados y el dios lo permitían, he vivido y he cumplido el curso que Fortuna me había marcado, y es hora de que marche bajo tierra mi gran imagen. He fundado una ciudad ilustre, he viso mis propias murallas, castigo impuse a un hermano enemigo tras vengar a mi esposo; feliz, ¡Ah! Demasiado feliz habría sido si a nuestras costas nunca hubiesen tocado los barcos dardanios”. Dijo, y la boca pegada al lecho “Moriremos sin venganza, mas muramos” añade “Así, así me place bajar a las sombras. Que devore este fuego con sus ojos desde alta mar al troyano cruel y se lleve consigo la maldición de mi muerte” (Libro IV. 648-662).


La muerte de Dido. Gian Battista Tiepolo. 

          De nuevo en ruta, Eneas llega hasta Cumas donde el fantasma de su padre Anquises lo guía por el infierno por expreso deseo del héroe y le muestra hechos futuros de la historia de Roma. “Sólo esto te pido, llegar a la presencia de mi querido padre y tocar su rostro. Y a él, entre las llamas y los dardos a miles que nos seguían, lo rescaté sobre mis hombros y lo libré de las manos del enemigo; él siguiendo mi camino, todos los mares conmigo y todas las amenazas del piélago y del cielo soportaba, sin aliento, más allá de sus fuerzas y  de la suerte de sus años”. (Libro VI. 106-114). 



Eneas y la Sibila de Cumas. François Perrier. 1646. Varsovia. Museo Nacional
Fuente: Trabajo propio (BurgererSF). Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Perrier_Aeneas_and_the_Cumaean_Sibyl.jpg#/media/File:Perrier_Aeneas_and_the_Cumaean_Sibyl.jpg

             Es desgarrador el reencuentro con Dido: “la fenicia Dido, reciente aún su herida, errante andaba por la gran selva; el héroe troyano cuando llegó a su lado y la reconoció oscura entre las sombras, como el que a principio de mes, ve o cree haber visto alzarse la luna entre las nubes, lágrimas vertió y le habló con dulce amor: “Infeliz Dido, ¿así que era cierta la noticia que me llegó de que habías muerto y buscado el final con la espada? ¿Fui entonces yo ¡ay! la causa de tu muerte? Por los astros juro, por los dioses y por la fe que haya en lo profundo de la tierra; contra mi deseo, reina me alejé de tus costas. Que los mandatos de los dioses, que ahora a ir entre sombras, por lugares desolados me fuerzan y una noche cerrada, me obligaron con su poder; y creer no pude que con mi marcha te causara un dolor tan grande. Detente y no te apartes de mi vista. ¿de quién huyes? Por el hado, esto es lo último que decirte puedo” Con tales palabras  Eneas trataba de calmar el alma ardiente de torva mirada, y  lágrimas vertía. Ella, los ojos clavados en el suelo, seguía de espaldas, sin que más mueva su rostro el discurso emprendido que si fuera de duro pedernal o de roca marpesia. Se marchó por fin y hostil se refugió en el umbroso bosque donde su esposo primero, Siqueo, comparte sus cuitas y su amor iguala. Eneas por su parte emocionado con el suceso inocuo y mientras se aleja, llorando la sigue de lejos y se compadece”. (Libro VI. 450-476). Son conmovedoras las lágrimas del héroe vertidas por amor, en un tiempo en que el que no era habitual mostrar lo sentimientos; sólo un alma sensible como la de Virgilio podía plasmar esas escenas sin que Eneas perdiera su heroicidad.



Eneas y la Sibila en el inframundo. Jan Bruegher el joven. 1600. Viena. Kunsthistoriches Museum

          También en el Libro VI realizó el poeta la preciosa alabanza a Augusto que encabeza este blog: “Éste es, este es el hombre que a menudo escuchas te ha sido prometido, Augusto César, hijo del divo, que fundará los siglos de oro de nuevo en el Lacio por los campos que un día gobernara Saturno, y hasta los garamantes y los indos llevará su Imperio; se extiende su tierra allende las estrellas, allende los caminos del año y del sol, donde Atlante portador del cielo hacer girar sobre sus hombros un eje tachonado de lucientes astros. Ante su llegada, ahora ya se horrorizan los reinos caspios con las respuestas de los dioses y la tierra meotia; Ni aún Alcides recorrió tanta tierra” (Libro VI 791-801). 

- Libros VII a XII.- Por fin llega Eneas a las costas de Italia y desembarca en el río Tíber, reconociendo en sus orillas la patria predestinada. “Y ya enrojecía con sus rayos el mar y desde el alto éter la Aurora brillaba de azafrán en su bigas de rosas, cuando se posaron los vientos y se detuvo de repente todo soplo y se esfuerzan los remos en el tardo mármol. Y ve entonces Eneas un enorme bosque desde el mar. Aquí el Tíber de amena corriente y rápidas crestas  y rubio de la mucha arena irrumpe en el mar. Alrededor y en lo alto frecuentan aves diversas sus orillas y el curso del río endulzando el aire con su canto y volaban por el bosque. Torcer el rumbo ordena a sus compañeros y volver las proas a tierra y alegre se adentra en la corriente umbrosa” (Libro VII. 25-31). Allí se compromete en matrimonio con Lavinia, la hija del rey Latino, lo que provoca enfrentamiento con otros reyes locales, especialmente con Turno, rey de los rútulos, a quien Latino había ofrecido con anterioridad la mano de su hija. 


Eneas en la corte de Latino. Ferdinand Bol. 1661-63. Amsterdam. Rijksmuseum
Fuente: www.rijksmuseum.nl: Home - info - pic. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Bol-aeneas.jpg#/media/File:Bol-aeneas.jpg

           Tienen lugar (motivadas por ello) numerosas batallas en el Lacio por lo que Venus entrega a su hijo un escudo labrado por Vulcano en el que se recogen escenas de la futura batalla de Accio que enfrentaría a Augusto con Marco Antonio y Cleopatra. “A este lado César Augusto guiando a los ítalos al combate con los padres y el pueblo romano, y los Penates y los grandes dioses, en pie en lo alto de la popa, al que llamas gemelas le arrojan las espléndidas sienes y el astro de su padre brilla en su cabeza. En otra parte Agripa con los vientos y los dioses de su lado guiando altivo la flota; soberbia insignia de la guerra, las sienes rostradas le relucen con la corona naval.  Al otro lado con una tropa variopinta de bárbaros, Antonio, vencedor sobre los pueblos de la Aurora y el rojo litoral,  Egipto y las fuerzas de Oriente y la lejana Bactra arrastra consigo, y le sigue, ¡oh, sacrilegio!, la esposa egipcia. Todos se enfrentaron a la vez  y espumas echó todo el mar sacudido por el refluir de los remos y los rostros tridentes. A Alta mar se dirigen; creería que las Cícladas flotaban arrancadas por el piélago o que altos montes con montes chocaban, en popas almenadas de moles tan grande se esfuerzan los hombres. Llama de estopa con la mano y hierro volador con las flechas arrojan, y enrojecen los campos de Neptuno con la nueva matanza. La reina en el centro convoca a sus tropas con el patrio sistro, y aún no se ve a su espalda las dos serpientes. Y monstruosos dioses multiformes y el ladrador Anubis empuñan sus dardos contra Neptuno y Marte y contra Minerva. En medio del fragor Marte se enfurece  en hierro cincelado, y las tristes Furias desde el cielo, y avanza la Discordia gozosa con el manto desgarrado acompañado de Belona con su flagelo de sangre. Apolo, viendo esto, tensaba su arco desde lo alto;  con tal terror todo Egipto y lo indos, toda la Arabia, todos los sabeos su espalda volvían. A la misma reina se veía, invocando a los vientos, las velas desplegar y largar amarras. La había representado el señor del fuego pálida entre los muertos por la futura muerte, sacudida por las olas y el Yápige; al Nilo, enfrente, afligido con su enorme cuerpo y abriendo su seno y llamando con todo el vestido a los vencidos a su regazo azul y a sus aguas latebrosas” (Libro VIII. 678-713).
            Turno y Eneas deciden enfrentarse en duelo por la mano de Lavinia. El rey de los rútulos muere a manos del héroe troyano. Así concluye el poema aunque nunca sabremos si ese era el final deseado por el Virgilio “le hunde furioso en pleno pecho la espada; a él (Turno) se le desatan los miembros de frío y se le escapa la vida con un gemido, doliente, a las sombras” (Libro XII. 950-953).


Eneas vence a Turno. Luca Giordano. 1688. Madrid. Museo del Prado

           La Eneida se inspira claramente en la Iliada y la Odisea de Homero, en Argonaútica del Apolonio de Rodas y en los Anales de Quinto Ennio. No obstante, a diferencia de las grandes epopeyas griegas, que contienen muchos recursos de la tradición oral anterior, la Eneida no se remonta a ninguna tradición oral pasada sino al contrario es el fruto del anhelo de crear un pasado glorioso para Roma y para su Príncipe, enlazando con el mundo de héroes y dioses de las obras homéricas. Es un poema profundamente patriótico cargado de épica y de predestinación. “Bajo el rubio manto de una loba nodriza, Rómulo se hará cargo del pueblo y alzará las murallas de Marte y por su nombre les dará el de romanos. Y yo no pongo a éstos ni meta ni límites de tiempo; les he confiado un imperio sin fin. Y hasta la áspera Juno, que ahora fatiga de miedo el mar y las tierras y el cielo, cambiará su opinión para mejor, y velara conmigo por los romanos, por los dueños del mundo y el pueblo togado” (Libro I. 275-279). La belleza y precisión técnica de sus versos es tal que lo convierten en un modelo de perfección literaria.

domingo, 24 de mayo de 2015

Virgilio, el poeta de Augusto

“Después de Dios, tú fuiste el primero que me iluminaste. Tú actuaste, sin saberlo, como un hombre que lleva tras sí una luz iluminando a quienes te siguen”.
             Palabras que Dante Alighieri dirige a Virgilio a través de Estacio.
                                                                                Canto XXII, Divina Comedia

Virgilio entre las Musas. Mosaico del Siglo III d.C. Túnez. Museo del Bardo

El regreso desde Oriente fue lento porque Augusto iba recibiendo en audiencia a todas las comunidades que salían a su encuentro con el afán de solicitarle favores, que él intentaba atender en la medida de lo posible. Volvió a recalar durante varias semanas en Atenas coincidiendo en la capital helena con el poeta Virgilio que se encontraba viajando por Grecia cotejando datos y localizaciones de su gran epopeya “Eneida” en la que llevaba trabajando desde hacía más de 10 años.
Publio Virgilio Marón era uno de los poetas del círculo de Mecenas y el favorito de Augusto, quien probablemente le sugirió la idea de su obra maestra. Es uno de los poetas más influyentes de la historia, admirado en todas las épocas y reverenciado ya en vida. Nació el 15 de octubre de 70 a.C. en Andes, una pequeña población cercana a Mantua, llamada hoy Virgilio en su honor.

Monumento a Virgilio. Mantua

La fuentes no se ponen de acuerdo sobre si su padre era un campesino o un pequeño terrateniente, pero lo cierto es que debía ser lo bastante rico para poder dar al único hijo que le sobrevivió una educación esmerada, primero con un pedagogo en su localidad natal y después en Cremona con un grammathicus; allí Virgilio amplió sus estudios en griego, gramática, historia y literatura. Su padre, reconociendo sus altas capacidades, adelantó en dos años la ceremonia de asunción de la toga virilis. Así pues, con 15 años fue reconocido legalmente como mayor de edad y partió hacia Milán para iniciar sus estudios en retórica pues su progenitor había proyectado para él un futuro en política. Al poco tiempo (en el año 54 a.C.) se instaló en Roma,  no teniendo éxito en sus primeras intervenciones como abogado, pues su voz demasiado dulce unida a su precaria salud y  a su gran timidez le impidieron destacar en el Foro.
La visión de la gran urbe, donde se encontraba cuando estalló la guerra civil entre César y Pompeyo, debió impresionarlo bastante como recoge en un diálogo entre dos pastores en la Égloga I de sus Bucólicas “A la urbe que llaman Roma, ingenuo de mí, la había imaginado, Melibeo, semejante a la nuestra, donde con frecuencia acostumbramos los pastores destetar de las madres las tiernas crías. Igual que los cachorros se asemejan a sus madres, así, a partir de las pequeñas cosas, acostumbraba yo a imaginar las cosas grandes. Pero tanto ha destacado ésta (Roma) entre las demás ciudades como los cipreses suelen descollar de los flexibles juncos”.

Virgilio en un grabado. Anónimo
Fuente:  http://www.buzzle.com/articles/virgil-publius-vergilius-maro-roman-poet.html. 
Con licenza Pubblico dominio tramite Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Virgil_.jpg#/media/File:Virgil_.jpg

Aunque partidario de César no es seguro que participase en la contienda debido a su débil salud. No obstante, todos los acontecimientos de la guerra afectaron profundamente al alma sensible del poeta que marchó, tras la batalla de Farsalia, a Nápoles (ciudad que se convertiría en su segunda patria), donde se unió al círculo del epicúreo Sirón, frecuentado por filósofos y artistas e incluso por el mismísimo vencedor de la contienda, Julio César. Tras el asesinato de éste, Virgilio vio como sus tierras eran confiscadas por los triunviros, sin embargo, el entonces conocido como Octavio, gracias a la intervención de Mecenas, le devolvió sus propiedades, lo que creó un lazo indisoluble entre ambos, y una gran devoción de Virgilio hacia el que sería el primer emperador romano.


Escenas de pastores en las Bucólicas

Poco después, en 39 a.C. fueron publicadas las Bucólicas, sugeridas por Asinio Polión, partidario de Marco Antonio. Esta obra, dedicada a la vida y trabajo de los pastores, gozó de un gran éxito desde el principio lo que brindó a Virgilio una inmensa fama y popularidad que digirió mal debido a su carácter retraído, poco proclive a la vida mundana. En 38 a.C. comenzó a escribir por mediación de Mecenas, sus Geórgicas (publicadas en 29 a.C.), cuatro libros de poesía didáctica relacionada con la vida en el campo que escondía implícitamente un canto a la reconstrucción de la madre Italia devastada por las guerras civiles. El poema lo dedicó a Mecenas fervorosamente. También recoge alabanzas al gobierno de Augusto comparándolo con la labor que realizan las abejas en sus colmenas.


Escenas agrarias en las Geórgicas

Física y psicológicamente es poco lo que sabemos del poeta. Era alto y moreno, de aspecto campesino y rudo. Desconocemos el alcance de sus dolencias pero al parecer padecía del estómago, de la garganta y de grandes dolores de cabeza a lo que se sumaba frecuentes hemorragias. Probablemente tenía problemas del pecho y respiratorios. Estas circunstancias debieron influir notablemente en su carácter melancólico, tímido e introvertido que le llevaba a rehuir el trato con la gente por lo que siempre que pudo llevó una vida solitaria prefiriendo la vida alejada en el campo antes que al ajetreo y el bullicio de la gran urbe. Nunca se casó ni se le conocen romances, por lo que en Nápoles, lo llamaban Parthenias (la virgen). Eso no le impidió ser el poeta que con más sensibilidad ha tratado las emociones amorosas en sus obras; sus personajes están exentos del fuego de la pasión, pero los domina la ternura y los sentimientos más profundos, como plasma por ejemplo en los amores entre Dido y Eneas o en los conmovedores versos dedicados al fallecido Marcelo, ambos fragmentos de la “Eneida”.

Virgilio lee la Eneida a Augusto.Vincenzo Camuccini. 1836

No obstante, cuando narra las gestas de Augusto, lo hace con un enardecimiento sin límites, como se aprecia en los versos que encabezan este blog. Su relación con el Príncipe fue la más incondicional de su vida pues incluso de Mecenas y Horacio, con quienes en algunas etapas mantuvo una estrecha amistad, acabó alejándose, probablemente debido a la disparidad de caracteres entre ellos pues los dos primeros eran unos hedonistas amantes de todo tipo de placeres tan alejados del gusto del poeta de Mantua. Augusto siempre protegió y mimó a Virgilio aunque este no participara activamente en asuntos políticos (le regaló incluso una villa en Roma). Hasta tal punto era su devoción por su obra que al volver de vencer a Marco Antonio y Cleopatra en Accio se paró en Atella donde Virgilio le leyó alternando con Mecenas, durante cuatro días seguidos, las Geórgicas.
En su viaje a Grecia Virgilio enfermó debido a una insolación, por lo que al coincidir con Augusto en Atenas, decidió regresar con él a Italia. Al desembarcar en Brindisi y sintiendo próximo su final, el poeta mandó traer el manuscrito de la Eneida prácticamente acabado, pidiéndole a Augusto que lo quemara, única súplica que le negó el Príncipe, que mandó publicar el texto tal como estaba, tras la muerte del poeta acaecida en de septiembre del 19 a.C., cuando contaba 52 años. Fue enterrado en Nápoles junto a la via Puteolana. Sella su lápida el famoso epitafio: “Mantua me genuit. Calabrae rapuere; tenec nun Parthenope. Cecini pasqua, rura, duces” (“Mantua me engendró. Calabria me arrebató la vida. Para siempre me quedaré en Nápoles. Canté a los pastores, a los campos, a los caudillos”).

Tumba de Virgilio  en el Parque Virgiliano. Nápoles

En cuanto a estilo poético, Virgilio aúna como nadie la tradición literaria griega (era un gran admirador de la métrica alejandrina) y el patriotismo romano con una elegancia sublime sin precedentes, que lo encumbró como el más grande poeta latino. El marcado carácter platónico de su lírica, dota a su obra de un alto grado de misticismo. Es grandioso el reflejo que hace de la época en que le tocó vivir y el estudio psicológico de sus personajes capaces de emocionar a través de los siglos. En su poesía expresa sus grandes anhelos de paz, de ahí, su gran admiración hacia el hombre que estaba pacificando el mundo romano, a pesar de ser consciente de que era una paz sustentada por las armas y de no estar siempre de acuerdo con la forma de actuar del Príncipe.
Aunque contó con detractores, la influencia posterior de Virgilio fue inmensa. Ya en vida tuvo el inusual honor de que las Bucólicas y las Geórgicas fueran usadas como textos en los libros de las escuelas. La Edad Media y el cristianismo casi lo santificaron al reconocer en él un nuevo profeta que anunció en la Égloga IV de sus Bucólicas el nacimiento de Jesucristo. En el Renacimiento el poeta es definitivamente encumbrado por los grandes escritores italianos del momento sobre todo por Dante Alighieri que lo eligió como su guía en el descenso a los infiernos y al purgatorio en su Divina Comedia, obra que tiene grandes reminiscencias del Libro VI de la Eneida (Eneas es llevado a los infiernos por la Sibila de Cumas) y por Petrarca, devoto Virgiliano que convirtió al poeta latino en todo un referente en el humanismo lo que le supuso una gran difusión en la literatura moderna europea.

Dante y Virgilio en el infierno. William A. Bouguereau. 18250. París. Musée D'Orsay 

domingo, 17 de mayo de 2015

Cesárea Marítima

 “Pero venciendo el rey (Herodes) con liberalidad y gastos muy grandes a la naturaleza, hizo allí un puerto mayor que el de Pireo, y más adentro hizo lugar apto y muy grande, adonde se pudiesen recoger todas las naves que viniesen. Aunque el lugar le era manifiestamente contrario, quiso él todavía contender con él de tal manera, que la firmeza de sus edificios no pudiese ser quebrada por los ímpetus de la mar, ni por el poder de la fortuna: y era la gentileza de ellos tanta, que parecía no haber sido jamás contraria la dificultad del lugar a la obra y ornamento; porque habiendo medido el espacio conveniente,  echó veinte varas en el hondo y arrojó muchas piedras, de las cuales había muchas que tenían cincuenta pies de largo, nueve de alto y diez de ancho, y aun hubo algunas que fueron mayores. Habiendo levantado este lugar, que solía ser antes cubierto con las ondas, ensanchó doscientos pies el muro, de los cuales quiso que fuesen para resistir a las bravas ondas que venían y echarlas.
Había también edificadas muchas bóvedas y lugares para recoger todo lo que se trajese al puerto, y cerca de ellos una lonja de piedra muy ancha, para pasear, y adonde se recibían las naos que salían: la entrada de esta parte estaba hacia el Septentrión, porque, según el asiento de aquel lugar, era el más próspero viento el de Boreas. A la puerta había tres estatuas, las cuales, por ambas partes, afirmaban sobre unas columnas, y éstas sustentaban una torre a la entrada a mano izquierda: a la derecha dos piedras de extraña grandeza y altura, más altas aun que la torre que estaba en el otro lado edificada. Las casas que estaban juntas con el puerto, de piedra muy blanca y muy clara, con igual medida de los espacios, llegaban hasta el puerto. En el collado que está antes de la entrada del puerto edificó un templo a César muy grande y muy hermoso, y puso en él una estatua de César no menor que es la de Júpiter en Olimpia, a cuyo ejemplo y manera fue hecha, igual a la que está en Roma, y a la de Juno que está en Argos. Dedicó la ciudad a toda aquella provincia, y el puerto a las mercaderías que viniesen, y a César la honra del que lo edificó, por lo cual quiso que la ciudad se llamase Cesárea.
Todas las otras obras y edificios, la plaza, el teatro, el anfiteatro, hizo que fuesen dignas del nombre que les ponía; y habiendo ordenado unos juegos y luchas que se hiciesen cada cinco años, púsoles también el nombre de César”.
Flavio Josefo. Las Guerras de los Judíos. Capitulo XVI

Vista de Césarea Marítima

Cesárea fue fundada a orillas del Mediterráneo por el rey Herodes el Grande en el siglo I a.C. en honor del emperador César Augusto. Era una ciudad amurallada que poseía el puerto más grande del Mediterráneo oriental, llamado Sebastos (nombre griego de Augusto). En la actualidad se encuentra entre Haifa y Tel Aviv.
Herodes, que convirtió a Cesárea en la capital de Judea, mandó edificar los monumentos típicos de las urbes romanas, incluyendo los destinados a espectáculos públicos como un teatro, un anfiteatro o un circo. En el sur construyó su palacio que colgaba directamente sobre el mar. Dominaba el horizonte un grandioso templo que se elevaba hacia el puerto sobre un alto podio dedicado a Roma y Augusto.


Restos del Templo de Roma y Augusto

En el 6 a.C. la ciudad se convirtió en la sede de los procuradores romanos de Judea y de los cuarteles de la X Legión romana. Desde el principio logró una gran prosperidad que se incrementó en siglos posteriores convirtiéndose en una de las urbes principales del Oriente romano. Las ruinas de los edificios romanos se encuentran hoy dentro del Parque Arqueológico.

  • Teatro



Es el primer edificio destinado a espectáculos públicos construido en el reino de Herodes entre los años 22-10 a.C. Con una capacidad para 4.000 espectadores se alza majestuoso frente al mar. Para su construcción se trajeron columnas de granito desde Asuán (Egipto). Se ha reconstruido casi en su totalidad, aunque no se conserva el frons scaenae por lo que se abre al mar. En su suelo se encontró una inscripción en la que se menciona a Poncio Pilatos como promotor de un templo dedicado al emperador Tiberio (el Tiberium), interesante por el ser único vestigio arqueológico que menciona al prefecto romano que intervino en la crucifixión de Cristo.
  • Circo de Herodes

Se conserva su planta y los muros que delimitaban la arena. Tenía cabida para 15.000 espectadores. Posteriormente se usó para luchas de gladiadores.

  • Acueducto


        Abastecía de agua a la población que traía desde el Monte Carmelo situado a 9 kms al noroeste de Cesárea. Cuando la ciudad creció fue ampliado con un canal doble. En algunas secciones estaba sostenido por hileras de arcos y posteriormente cruzaba las lomas paralelas a la costa a través de un tunel.

  • Palacio de Herodes


Consta de dos partes diferenciadas: una inferior, situada junto al mar, en la que una gran piscina excavada en la roca domina el peristilo central y la superior, construida en la zona más alta de un promontorio planificada alrededor de un patio central. 


Piscina


Patio central

lunes, 11 de mayo de 2015

La devolución de las águilas


Augusto de Prima Porta. Siglo I d. C.. Museos Vaticanos. Roma 2005

Uno de los principales objetivos de Augusto en Oriente (además de consolidar las fronteras) era llegar a un acuerdo con el rey Fraates IV de Partia con la finalidad de recuperar las Águilas arrebatadas a Marco Licinio Craso, a Marco Antonio y durante la invasión de las provincias romanas de los años 41-40 a.C. Lás águilas eran la más importante insignia de las legiones romanas.

Águilas romanas en un relieve del Arco de Constantino. 312-315 d.C. Roma

Para llegar a un acuerdo el Príncipe utilizó la baza del hijo del rey que estaba de rehén en Roma, entregado por un opositor al trono parto y reclamado por su padre. Del mismo modo inició una campaña en Armenia para derrocar a un rey antiromano, Artaxias II,  y nombrar a uno afín con el objetivo de rodear y así presionar a los partos,  Para dirigir el ejército nombró general a su hijastro Tiberio, que entonces tenía 21 años, que no tuvo que plantear combate pues los mismos armenios derrocaron a su rey. El sucesor fue coronado por el hijo de Livia.
Esta situación y la devolución del hijo de Fraaetes a Partia propiciaron que el soberano entregara los estandartes y los prisioneros que aún estaban en su poder, pues ninguno de los dos bandos deseaba un enfrentamiento directo: Roma porque se encontraba ya dominada por su política de pacificación y consolidación del Imperio y no quería correr riesgos; Partia porque tenia otros frentes abiertos en territorios limítrofes y una nobleza rebelde en contra.

Fraates IV entrega las águilas probablemente la diosa Roma acompañada de la loba en un detalle de la coraza del Augusto de Prima Porta. Roma 2011

El retorno de las águilas fue uno de los logros más ensalzados del Principado pues por un lado mostraba los frutos de la proclamada Pax Augusta y por otro se reconocía la superioridad de Roma ya que el rey parto dio mucho más de lo que recibió. El acontecimiento fue difundido a través de las imágenes como ningún otro antes; la representación más famosa del mismo quedó grabada para la posteridad en la coraza de la escultura más famosa de Augusto. También se acuñaron monedas que recogían el regreso de tan sagradas insignias al mismo tiempo que el Senado concedió al emperador el derecho de construcción de un nuevo arco del triunfo. Parece ser que Augusto prefirió modificar el que ya se alzaba en su honor junto al templo del divino Julio añadiendo motivos de la vuelta de las águilas, por ejemplo como una escultura colosal suya guiando una cuadriga seguido por la Victoria junto a unos partos devolviendo los estandartes.

Arco de Augusto en una moneda romana

No sólo esto, Augusto rechazó casi todos los numerosos honores que le concedieron, incluido un triunfo que quedó recogido en las monedas acuñadas antes de conocerse el rechazo del mismo por parte del emperador. Agradecía todos los nuevos honores que le llovieron por la hazaña pero su modestia le impedía desear más pues ya era suficientemente poderoso y respetado.
Las águilas fueron depositadas en el templo de Marte Vengador en el grandioso Foro de Augusto. 

lunes, 4 de mayo de 2015

Atenas en época de Augusto

“Los griegos fueron trascendentes; los romanos, prácticos. Los griegos se preguntaban sobre el ser; los romanos, sobre el estar. Los primeros tendían puentes de sabiduría y arte; los segundos, puentes para agrandar su imperio terrenal. Aquellos quisieron un pensamiento racional para comprender el mundo; a estos sólo les interesaba conquistarlo. Por eso la filosofía de ambas culturas es tan diferente. Mientras los griegos crearon la metafísica, los romanos inventaron, por ejemplo, el derecho civil ¿qué es más útil?. Que cada cual ofrezca su respuesta”.
Javier Reverte. Un otoño romano.

Acrópolis de Atenas

Las comparaciones entre Grecia y Roma han sido una constante a lo largo de la historia, quedando en general mal parada la segunda. Yo particularmente por más que ame la belleza y las proporciones helénicas, me considero eminentemente práctica y romana hasta la médula por lo que me cuesta digerir el menosprecio hacia la cultura y el arte romanos por parte de muchos círculos académicos; lo sufrí en mis propias carnes durante los cinco años que duró mi carrera universitaria de Geografía e Historia y Arte en los que sólo me mostraron de pasada breves esbozos de la civilización a la que más debemos. La primera vez que contemplé los frescos de la Villa de Livia, actualmente en el Museo de las Termas de Roma lloré de rabia al no entender cómo podía desconocer la existencia de las pinturas antiguas más hermosas que jamás había visto, si bien en la asignatura de Arte Clásico tuve que sufrir durante cinco eternos meses cada una de las tipologías de la cerámica griega.
Está claro que los romanos se embebieron de influencias helenas del mismo modo que lo hicieron de las etruscas; a sabiendas de que no podían superar la perfección tomaron lo que les interesaba de ambas para crear cosas si cabe más hermosas, porque además de encerrar una belleza sublime estaban destinadas en gran medida a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, siendo por encima de todo, duraderas. Por eso mientras que Atenas desgraciadamente languidece víctima de los embistes del capitalismo, Roma, la favorita de los dioses, ha resistido mucho mejor el devenir de los siglos.
No obstante, no pretendo quitar méritos al arte y la cultura griegas que amo tanto como los amaron mis antepasados romanos, incluido el propio Augusto que en su periplo por Oriente hizo una parada en Atenas para rendirse ante la grandiosidad de la ciudad de Pericles. Como ya apunté, a causa de esa admiración sin límites, Augusto fue magnánimo con Atenas (ciudad que no recibió castigo por apoyar a sus enemigos durante las guerras civiles) protegiéndola y custodiándola, siendo el iniciador de una tendencia entre los emperadores y las élites romanas que hicieron gozar a la capital de Grecia de una gran prosperidad durante el Imperio Romano.
El Príncipe quiso imprimir su sello en la ciudad más loada de la antigüedad en dos monumentos construidos bajo su mandato: el Ágora romana y el Odeón de Agripa.

  • Ágora romana de Atenas

Ágora Romana de Atenas
             Fue mandada construir por Augusto entre los años 19 y 11 a.C. al este del Ágora antigua de Atenas que se remonta al siglo VI a.C. El Ágora era un lugar de mercado y reunión en las ciudades griegas, equiparable al Foro Romano.
            De forma rectangular, el Ágora romana (situada al norte de la Acrópolis en el barrio de Plaka) medía 111 x 98 metros. Estaba rodeada de stoas (pórticos) que albergaban negocios. Tenía dos entradas: una por el oeste  a través de la puerta de Atenea Arqueguetis y otra por el este a través de un propíleo (entrada monumental con columnas).
            La puerta de Atenea Arqueguetis (dedicada a la patrona ateniense) era de grandes dimensiones. En ella un amplio frontón se apoya sobre cuatro columnas dóricas; el zócalo está realizado con mármol del pentélico. El propíleo por su parte estaba compuesto por 4 columnas jónicas  de mármol gris de Himeto.

Puerta de Atenea Arqueguetis

            Quedan también algunos restos del Agoranomion del siglo I (tal como menciona una inscripción edificio dedicado a culto al Divino Augusto y a Atenea Arqueguetis) pertenecientes a la fachada, que tenía tres puertas con dinteles en arco y una amplía escalera; del mismo modo se conservan las letrinas públicas (sala cuadrada con bancos en sus cuatro lados provistos de agujeros y una tubería de desagüe por debajo).
            El emperador Adriano en el siglo II amplío el Ágora construyendo una biblioteca.

  •  Odeón de Agripa

Reconstrucción del Odeón de Agripa

          Agripa también quiso dejar su huella en Atenas construyendo un edificio diseñado por él mismo que volvía a dejar de manifiesto sus impresionantes dotes constructivas. Éste (levantado entre 16-14 a.C) era el Odeón una sala para conciertos y conferencias ubicado en el centro del Ágora antigua.
            De planta cuadrada, medía 51,4 x 43,20 metros. Era una gran sala cubierta de dos pisos dominada por una cavea dividida en dos sectores. Comprendía además un escenario decorado con mármol coloreado decorado con esculturas y la orchestra pavimentada con mármoles de colores.

Planta del Odeón de Agripa

            La iluminación la recibía a través de una apertura en la parte alta de las paredes y de una columnata doble compuesta por 6 grandes columnas corintias abiertas en la parte posterior.
            Tenía dos entradas: una norte que llevaba directamente a la orchestra (para los actores seguramente) compuesta por pilares decorados con grandes esculturas de gigantes y tritones  y otra sur, precedida por dos filas de columnas corintias.

Esculturas de gigantes

           Agripa lo regaló a los atenienses, por lo que éstos en agradecimiento le  dedicaron un monumento erigido en la entrada de los Propíleos de la Acrópolis.
            En la actualidad apenas quedan restos del Odeón sustituido en el siglo V d.C. por un edificio bizantino.